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¡Feliz 2017!

Desde estas líneas, quiero desear a mis fieles lectores un muy feliz año nuevo, lleno de alegría y éxitos.
En el primer día del 2017 que estrenamos, no olviden beber un buen vaso de vino tinto pues, según la tradición rumana, renueva la sangre para todo el año.
Para quienes no la conozcan, recomiendo la lectura de mi entrada sobre Creencias y supersticiones rumanas sobre... Año Nuevo. ¡Vale la pena!
Henrieta Delavrancea Gibory: arquitectura moderna en femenino

Mucho he escrito en este blog sobre los estilos arquitectónicos bucarestinos, con especial énfasis en su riqueza de edificios vanguardistas inspirados en el movimiento De Stijl y en las ideas modernas de Le Corbusier.
En la construcción de este patrimonio único, tuvo una significativa contribución la arquitecta Henrieta Delavrancea Gibory, nacida en Bucarest a finales de 1897. Henrieta vivió su infancia en el seno de una familia de la alta sociedad bucarestina pues su padre, Barbu Ştefănescu Delavrancea, un destacado abogado, escritor y poeta, fue alcalde de la ciudad, diputado y ministro. En casa de los Delavrancea era habitual recibir a los miembros más granados de la sociedad cultural y política rumana, entre los que destacaba el arquitecto Ion Mincu, creador del estilo nacional rumano, quien se convirtió en un temprano mentor de Henrieta.
En 1913, ingresó en la Escuela Superior de Arquitectura, donde compartió estudios con el posteriormente célebre Horia Creangă. Desgraciadamente, la entrada de Rumania en la Primera Guerra Mundial interrumpió temporalmente los estudios de Henrieta, quien no dudó en alistarse en el Ejército como enfermera voluntaria. Allí conoció a su futuro marido, el oficial francés Émile Gibory, con el que se casaría en 1919, en el mismo momento en que Walter Gropius lanzaba su manifiesto y el programa de la Escuela Bauhaus en Weimar. Después de una breve estancia en París, tras la firma del armisticio por el que Rumania salió de la contienda, la familia Gibory regresó a Rumania, trasladándose a vivir a la zona montañosa de Buzău, donde Henrieta entró en contacto por primera vez con la arquitectura tradicional y realizó sus primeros trabajos, dos villas en Eforie Sud, hoy desaparecidas.
En 1924, decidió retomar sus estudios, por lo que se trasladó de nuevo a Bucarest, coincidiendo con la edificación de las primeras obras modernas de la ciudad, diseñadas por el pionero arquitecto Marcel Iancu. A pesar de no haber finalizado todavía sus estudios, en 1925, Henrieta diseñó y comenzó la construcción de su propia villa, en el número 149 de la actual calle Mihai Eminescu, donde viviría el resto de su vida.
Casa de la familia Delavrancea Gibory
Henrieta se graduó en 1927, siendo la cuarta mujer arquitecto de la historia de Rumania, tras Ada Zăgănescu, Virginia Andreescu y Mimi Friedman. Mientras en Suiza, Le Corbusier organizaba el Primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, los trabajos de Henrieta tras terminar sus estudios estuvieron muy influenciados por el movimiento neo-rumano, como puede todavía comprobarse en el edificio del ayuntamiento de Oraviţa (1927), en la casa Blanche Bernay, (C/Victor Babeş, 10, Bucarest), construida en 1928, o en obras desaparecidas como la casa Alecu Ureche.
Casa Blanche Bernay
En 1934, la vila “Vânturile, valurile” (Vientos y olas), construida para el general Gheorghe Rasoviceanu en Balcic – hoy, en territorio Búlgaro -, inicia una serie de 22 casas de vacaciones en la costa del Mar Negro que son, sin duda, su creación más significativa. Entre ellas, destacan también las casas Pilat y Constantiniu, espectacularmente situadas sobre terrazas frente al mar y con un tratamiento de volúmenes ya profundamente moderno, o la casa Popescu, que a la volumetría moderna añade las características ventanas en voladizo, tan típicas de la arquitectura balcánica.
Casa Constantiniu (Balcic), hoy desaparecida
Casa Popescu (Balcic)
En Balcic, Delavrancea no se limitó a idear villas privadas, pues también diseñó el ayuntamiento de la localidad y la residencia de los guardas de fronteras y el salón de té del Palacio Real - hoy tristemente demolido -, una preciosa y ecléctica síntesis entre modernidad y tradición, con elementos celtas, bizantinos, rumanos, balcánicos y orientales, maravillosamente integrada en el paisaje de la conocida como Costa de Plata.
Pabellón de los Guardias de Frontera (Palacio de Balcic)
Muchos otros trabajos sobresalen por su moderno diseño y su reinterpretación de formas y motivos tradicionales, como las casas Prager y Cantuniari en Bucarest. Una mención especial merece la Casa Vâlcovici, cuyo cubismo se atenúa por la interferencia de algunos planos curvos y cilíndricos.
Casa Cantuniari, actualmente alberga la embajada de Venezuela
Casa Vâlcovici
No hay duda que sus contactos con la arquitectura vanguardista de los años 30, así como su amistad con Horia Creangă, contribuyó también a su propio concepto de la arquitectura en otros edificios como el Instituto de Higiene y el cinema Capitol en Bucarest, los inmuebles Arapu y Solly Gold o la Residencia Petroşani en Eforie.
El lamentable estado actual del Cinema Capitol...
... y su proyecto, que vio la luz tal cual a finales de los años 30
Inmueble Arapu, que todavía puede admirarse hoy,
aunque con algunas modificaciones
La Segunda Guerra Mundial interrumpió bruscamente muchos trabajos de Henrieta y su situación empeoró progresivamente, llegando a subsistir gracias a la venta de galletas. Acabada la contienda, en 1948, consiguió emplearse como arquitecta proyectista en el Ministerio de Sanidad y, entre otros trabajos, colaboró en la edificación del Hospital Clínico Fundeni y en el Instituto Oncológico del Hospital Filantropía, hoy abandonado y en un lamentable estado de ruina. Desgraciadamente, en ninguno de estos edificios atisba ni un ápice de la capacidad creativa de Delavrancea.
Dibujo del bloque Macavei, hoy visitable en Bucarest
Tras el terrible terremoto que asoló Bucarest en el año 1977, aprovechado por Ceaușescu para derribar centenares de edificios e imponer su programa de sistematización arquitectónica del que surgió, entre otros, la imponente Casa Poporului, una octogenaria Henrieta se unió a un grupo de intelectuales para frenar, sin éxito, el demoledor plan de la tiranía comunista. Dedicó los últimos años de su vida a restaurar la iglesia de San Jorge El Nuevo de Bucarest, trabajo que dejó inacabado al sorprenderle la muerte en 1987, en la misma casa que ella había diseñado y construido 62 años antes.
Instituto de Higiene (Bucarest)
Si Bucarest tiene muchos motivos para ser visitada, descubrir la arquitectura de Henrieta Delavrancea es, sin duda, uno de ellos. Si, además, el visitante puede desplazarse a Balcic, el viaje será completo y habrá valido totalmente la pena.
Sobre el metro de Bucarest

El metro de Bucarest es una infraestructura que, con sus limitaciones, funciona considerablemente bien y, sobre todo, tiene unos precios muy asequibles. Para que se hagan una idea, un billete con 2 viajes – el mínimo que es posible adquirir – cuesta 1,1 € y una tarjeta para 10 desplazamientos, 4,4 €.
Se trata de una red subterránea – excepto en la estación de Berceni - con 4 líneas, llamadas magistrale, que fue inaugurada el 19 de diciembre de 1979 con la M1, entre las estaciones de Semănătoarea y Timpuri Noi. A principios del año 2014, el metro de Bucarest se extendía a lo largo de 69,25 Km y 51 estaciones, con una distancia media entre ellas de 1,5 Km y unos 700.000 viajes individuales diarios, de lunes a viernes.
Ya desde 1900, las autoridades locales de Bucarest mostraron su inquietud sobre la necesidad de disponer de una línea de metro, sin embargo, curiosamente, el estudio de viabilidad que encargaron concluyó que una infraestructura así sólo sería necesaria para la ciudad ¡a finales del siglo XX! A pesar de ello, el joven ingeniero Dimitrie Leonida hizo un primer proyecto, en forma de trabajo de fin de carrera, hacia 1908, pero desgraciadamente no pasó de los papeles.
En 1929 se retomó la idea, aunque fue rápidamente descartada frente al transporte de superficie; más tarde, a finales de los años 30, en un momento de ebullición urbanística de la ciudad, volvió a resurgir pero, a pesar del interés que despertó incluso en el rey Carol II, el estallido de la Segunda Guerra Mundial la dejó de nuevo en el cajón del olvido.
En los años 50 se elaboró un nuevo estudio de viabilidad pero, por influencia de la escuela urbanística soviética, que entendía el metro como una instalación de defensa frente a los bombardeos, se proyectó a una instalación a una profundidad de entre 20 y 40 metros, por lo que se convirtió en una empresa inviable económicamente.
Ceaușescu participă en la inauguración del tramo Timpuri Noi-Republica (1981)
No fue hasta 1975 cuando empezó la construcción de la red de metro, debido principalmente a las nuevas necesidades de transporte provocadas por la edificación de grandes barrios residenciales, alejados del centro de la ciudad y más próximos a los centros industriales, como Militari, Berceni y Titan Balta-Albă. Para su diseño y construcción se emplearon únicamente ingenieros y materiales rumanos, suponiendo un verdadero desafío técnico por hallarse en un estrato acuífero y en terreno arenoso, que en ocasiones obligó a congelarlo para poder realizar galerías. En los años 80 se construía a una velocidad de 4 Km/año, lo que constituía un récord a nivel mundial. A pesar de todo, la planificación del metro tampoco escapó de los caprichos de la pareja Ceauşescu, que sólo aceptó la construcción de la parada de Piaţa Romană, iniciada en secreto, por presión popular o evitó la llegada del metro hasta Drumul Taberei por considerarlo un barrio burgués que no lo merecía.
Durante la época comunista, se sucedieron las inauguraciones en el metro
A diferencia de las redes de metro de otras ciudades de Europa del Este, en Bucarest se priorizó la velocidad de construcción y la modernidad, por lo que muchas estaciones tenían un aspecto muy simple, sin ornamentos, y eran algo oscuras, especialmente por las limitaciones energéticas que sufrió el país en los años 80, problema que actualmente sólo se ha resuelto a medias en algunos casos.
Aspecto actual de una estación del metro de Bucarest
Piata Romana, eliminada inicialmente por capricho de Elena Ceausescu
Antes de la caída del régimen comunista, estaban en funcionamiento 3 líneas de metro y, desafortunadamente, la llegada de la democracia sólo supuso una exasperante ralentización en la extensión de tan necesaria infraestructura. En el año 2000 se inauguraron 4 estaciones de la cuarta línea (M4), un total de 4 Km que tardaron 11 años en alcanzar los 6,62 Km que tiene actualmente. En 2017 se espera inaugurar la M5, cuya construcción está retrasada y, en 2021, las autoridades confían en que el metro llegará al aeropuerto de Otopeni.
Obras de la M5, en las que trabaja la empresa española FCC