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Casa Melik, la vivienda más antigua de Bucarest

Casa Melik, la vivienda más antigua de Bucarest

En el número 22 de la calle Spatarului, en un jardín algo por debajo del nivel de la calle, se levanta discretamente la Casa Melik, una de las joyas más desconocidas de la arquitectura bucarestina. La Casa Melik alberga hoy la colección de arte Serafina y Gheorghe Raut así como el Museo Theodor Pallady, conservando también entre sus muros una larga historia – que incluye rituales masónicos, amores prohibidos y conjuras revolucionarias, entre muchas otras - que se ha desarrollado a lo largo de los últimos 250 años, lo que la convierte en la vivienda más antigua de la ciudad.

La Casa Melik se construyó en la segunda mitad del siglo XVIII, alrededor de 1760. Aunque se desconoce quién fue su primer propietario, los archivos indican que tras su muerte, ocurrida en 1815, sus herederos la vendieron por 1.400 táleros alemanes – una considerable fortuna en aquel momento – a un comerciante armenio llamado Chevorc Nazaretoglu. El verdadero nombre de Chevroc era Nazaretian, sin embargo, tiempo atrás había decidido turquizar su apellido para evitar las suspicacias de las autoridades turcas, siempre dispuestas a convertir en sospechoso a cualquier armenio de posibles.   

Chevorc y su esposa, Miriam, rehabilitaron la casa y, desde 1822, se trasladaron a vivir allí. Años más tarde, Agop Nazaretian, hijo del matrimonio, ofreció la casa como dote de su hija Ana que, aunque había sido cortejada en secreto por el hijo ilegítimo de Ion Luca Caragiale, Mateiu, acabó contrayendo matrimonio con el arquitecto Iacob Melik, profesional formado en París, donde se había convertido en masón - la leyenda dice que la Casa Melik está unidad, mediante túneles secretos, a las casas de otros insignes masones de la ciudad - e impregnado de ideas románticas y revolucionarias.

Durante la Revolución rumana de 1848, el matrimonio Melik participó activamente en las revueltas, refugiando en su casa a destacadas figuras Heliade Ion Radulescu, C.A. Rosetti e Ion Brătianu. Tras el fracaso de la revolución, Iacob y Ana se vieron obligados a exiliarse, residiendo durante 9 años entre París y Estambul, hasta que en 1857 regresaron a su casa en Bucarest, una ruina que restauraron de nuevo para hacerla habitable.

Tras la muerte sin herederos de Ana Nazaretian Melik, en 1913, la casa fue cedida en testamento a la comunidad armenia de Bucarest, con la intención de crear un hogar para viudas sin recursos, sin embargo, Eugen Melik, un pariente de la familia, atacó las últimas voluntades de Ana, obtuvo la propiedad de la casa y realizó una nueva restauración de manos del arquitecto Paul Smarandescu. A pesar de todo, la comunidad armenia no se rindió y siguió luchando en los tribunales con Eugen hasta que, en 1921, recuperó la titularidad y convirtió la casa en una residencia de ancianos.

El asilo funcionó hasta 1947, momento en que las autoridades comunistas la nacionalizaron, la compartimentaron e instalaron en régimen de alquiler a diversas familias, modificaciones que provocaron una importante degradación del edificio. La suerte de la Casa Melik empezó a cambiar a finales de los años 60, cuando el matrimonio formado por Serafina y Gheorghe Raut, que por entonces vivían en París, negociaron con las autoridades rumanas el traslado de su colección de arte a Bucarest y su instalación, en un lugar adecuado, junto a las pinturas de su íntimo amigo, Theodor Pallady. Las negociaciones duraron un tiempo y finalmente se acordó exponer todas las obras de arte en la Casa Melik, que sería rehabilitada de nuevo para la ocasión.

La restauración, dirigida por la Dirección de Monumentos Históricos del Ministerio de Cultura, devolvió el edificio a su aspecto original que todavía hoy podemos disfrutar. El inmueble conserva los elementos de la típica casa de campo rumana, con una bodega de techos altos, un porche y un precioso balcón cerrado, posiblemente desde finales del siglo XVIII, con marcos de madera y vidrio. La renovación recuperó el tamaño primitivo de las ventanas y las puertas, rescató el artesonado en las habitaciones donde fue posible y recuperó el trazado e incluso el uso original de las habitaciones.


El resultado es un edificio especialmente interesante tanto por su contenido como por su especial arquitectura y su sugerente devenir, que bien merece una visita de aquellos que deseen conocer una más de las historias ocultas de Bucarest.

 

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