Drácula: voivoda y vampiro
El pasado domingo visitamos con los enanos la última exposición temporal del Museo Nacional de Arte de Rumanía titulada Drácula: voivoda y vampiro.
El tema central de la exposición es el voivoda Vlad III Ţepeş, llamado también El Empalador o el Hijo del Diablo, epítetos que han creado a su alrededor una oscura leyenda aunque su crueldad no distase demasiado de la de sus contemporáneos. Vlad fue prţincipe de Valaquia entre 1456 y 1462 (y muy brevemente en 1474, tras años de reclusión en Budapest), tiempo en que gobernó el país con mano de hierro, limitó el poder de los boyardos y se enfrentó a los turcos en sus intentos de expansión hacia el corazón de Europa.
En las salas del museo pueden verse piezas bastante interesantes alrededor de la figura de Vlad Ţepeş como su famoso retrato conservado en el castillo de Ambras en Innsbruck u otro de cuerpo entero, muy posterior, procedente del castillo de Esterházy. También hay láminas con escenas truculentas de empalamientos, algunos objetos litúrgicos, libros, retratos de nobles de la época, un curioso icono donde Vlad comparte escena con Jesucristo, muchas armas y algunos maniquíes ataviados de guerreros medievales (destaca la armadura del rey de Hungría, que aunque parece de un niño, consigue distraer la atención de la escasa estatura con una cojonera acrobática de lo más sobresaliente).
Las dos últimas salas están dedicadas al mito del vampiro pues, al parecer, Bram Stoker se inspiró en Vlad III Ţepeş para escribir su famosa novela Drácula. Una pantalla proyecta continuamente la película Nosferatu y otra mezcla escenas bastante kitch de películas de los 70 sobre el tema. Algunos carteles de películas (uno de ellos diseñado por Andy Warhol), fotogramas, cruces, una cabeza de ajo, un lobo y un búho disecados e incluso un par de Caprichos de Goya completan la colección.
Los enanos disfrutaron mucho la primera parte de la exposición, mirando con atención los cuadros del príncipe, las armas y los dibujos, sin embargo, la parte dedicada al vampiro les dio bastante miedo y en seguida optaron por retirarse. La curiosidad les podía y no dejaban de mirar de lejos las escenas proyectadas en las pantallas, pero las sórdidas imágenes los atemorizaron y quisieron marcharse. Matilda sí se atrevió a entrar en la sala de proyección aunque pronto dio media vuelta.
La muestra, aunque bastante escasa, es muy curiosa y no cerrará sus puertas hasta el 10 de octubre, así que todavía hay tiempo para darse un garbeo.
1 comentario
Aba Inma -
A mi me encanta la foto de los tres a la entrada del Museo .