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De huelgas

De huelgas

Mientras en España se inaugura una huelga general de dudoso resultado, en Rumania seguimos sin rumbo. No es que aquí no se realicen huelgas, el problema es que aquí no son capaces de ponerse de acuerdo ni para protestar. 

Desde hace aproximadamente un mes se convocan manifestaciones periódicas en la Piata Victoriei, frente a la sede del Gobierno, para protestar por la precaria situación del país, sin embargo, cada concentración la convoca unilateralmente un sindicato determinado o asociación de trabajadores y cada una es igual de escasa que la anterior (hace unos días, la más numerosa, agrupó a unos 20.000 funcionarios, aunque otro día se reunieron 6.000, otro 2.000, otro varios cientos) y, por tanto, no surten el más mínimo efecto. Ayer mismo unas 8.000 personas protestaron por las bajadas salariales en el sector público convocados por el Bloque Nacional de Sindicatos, otro sindicato más que agrupa a trabajadores del sector público y del privado.

Otro cantar fue lo que ocurrió hace unos días cuando unos 6.000 policías se concentraron en el lugar habitual para increpar a Basescu y Boc por la reducción del 25 % de su salario. Muy honestamente, portaban pancartas donde, entre otras cosas, confesaban que la disminución de sus ingresos aumentaría la corrupción. La manifestación, no autorizada, acabó con escándalo. Basescu y Boc renunciaron a su escolta policial y el ministro de Interior, Vasile Blaga, y varios jefes policiales dimitieron, siguiendo la estela de destituciones de varios ministros de hace ahora unas semanas.

En estas circunstancias, en Rumanía se respira un cierto aire de descomposición y deriva. Los sindicatos anuncian nuevas protestas para la semana próxima (aunque nunca unitarias, cada uno por su lado), la oposición eleva el tono y el ambiente se vuelve cada día más tenso.

 

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