Museo del Kitsch Rumano de Bucarest
Recientemente, se ha inaugurado en Bucarest el Museo del Kitsch Rumano, un lugar imprescindible para comprender la (sub)cultura del país y una parte fundamental de la idiosincrasia del pueblo rumano, que completa de forma original la oferta clásica museística que la ciudad ofrece.
No es sencillo definir el kitsch. La palabra tiene su origen en la palabra inglesa sketch (bosquejo), empleada por los turistas norteamericanos que visitaban Europa a mediados del siglo XIX y que solicitaban bocetos de los monumentos que visitaban a artistas callejeros, para llevarse un recuerdo barato de su estancia. Actualmente, el kitsch es un concepto estético-cultural que define una serie de obras u objetos de aspecto ostentoso y escasa calidad técnica y estética, cuyo objetivo es popularizar la experiencia artística reduciéndola a efectos de escaso valor, sentimentales y muchas veces dirigidos para el consumo masivo. Lo kitsch es inherente a la modernidad y aparece en el momento en que la belleza en sus diversas formas es distribuida socialmente, igual que cualquier otro producto sujeto a la ley de la oferta y la demanda.
En este sentido, tratando de abarcar todos los aspectos del kitsch rumano y de ofrecer una explicación global de esta estética tan popular, el museo se divide en diversas secciones, incluyendo desde el kitsch más doméstico, tanto de la época comunista como de la democrática, hasta la malograda figura de Drácula, cuyo (mal)tratamiento en Rumania merecería casi un museo aparte. Hay lugar igualmente para la fauna local, representada por la pitipoanca y el cocalar, la choni y el macarra específicos del país, con su característica imagen.
El kitsch religioso, tan presente en pequeñas capillas caseras, con sus cruces de oropel, sus tapices multicolor, sus tapetes y sus iconos fluorescentes, tiene un espacio destacado en la exposición. También existe una sección para el kitsch gitano, un capítulo fundamental en la estética rumana actual, con imágenes de los imponentes kastel de las familias más pudientes, de su ostentación mostrada en joyas y muebles, su colorido atuendo y su manele, el reggaeton gitano.
El museo se sitúa en el número 6 de la Str. Covaci, en pleno casco antiguo de Bucarest, y la entrada cuesta 30 lei por persona – los rumanos tienen descuento pues, según el director del original museo, Cristian Lica, ya tienen suficiente con sufrir a diario el kitsch local -, así que no hay excusa posible para no dejarse caer por allí y vivir una experiencia que, sin duda, ayudará al visitante a comprender una realidad mucho más mundana que la que podrá encontrar en otros museos de la ciudad.
Para más información:
http://kitschmuseum.ro/
¡A disfrutar!
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Luis -