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Rumanía, años 30: camino a la perdición (I)

Rumanía, años 30: camino a la perdición (I)

Durante los años 20, el sistema parlamentario rumano funcionó razonablemente bien, sin embargo, en la década siguiente se derrumbó debido la inestabilidad de un multipartidismo extremo y muy cambiante, a la celebración de elecciones cargadas de irregularidades y una clase política totalmente incapaz de regenerar la vida pública rumana. También fue determinante la actitud del rey Carol II (1930 – 1940) -en la imagen, encabezando esta entrada -, un admirador de Mussolini que empleó sus poderes constitucionales para someter a los partidos a su voluntad. Al derrumbe del parlamentarismo también contribuyeron las élites económicas e intelectuales que, ante la gran expansión industrial y la fortaleza de comunistas y fascistas, dejaron de creer en la capacidad de los partidos para manipular al electorado y las elecciones y apostaron por un Estado autoritario en el que la burguesía financiera y empresarial mantuviera el control sobre la vida nacional en alianza con la Corona y el Ejército.

A mediados de 1930, el jefe de Gobierno, Iuliu Maniu, enfrentado a la Regencia que representaba al joven rey Mihai, invitó a Carol a retomar el trono de Rumanía. El 8 de junio, Carol retornó a Bucarest y, apoyado por el Ejército y el Partido Nacional Campesino, se proclamó rey como Carol II.

Desaparecido Ionel Brătianu, el Partido Nacional Liberal asistió a la lucha por la jefatura entre su hermano Constantin, Ion Duca y Gheorghe Tatarescu. Ante el retorno de Carol al trono, el PNL se dividió entre un sector mayoritario contrario a la nueva situación y los leales al monarca, los gheorghisti, encabezados por el hijo de Ionel, Gheorghe Brătianu, que acabaron por formar un nuevo Partido Liberal. Los nacional-campesinos también sufrieron una escisión de la que surgieron el Partido radical Campesino y el Partido Agrario mientras que el partido del general Averescu se disgregó en la Liga Agraria de C. Argentoainu, en el ultraderechista Partido Nacional Agrario de Octavian Goga y el Frente de los Labradores de Petru Groza, futuro aliado de los comunistas. Todos estos grupos tuvieron su influencia en la vida política de la época, aunque nunca pudieron competir por el voto campesino que apoyaba a Maniu o con el fascismo rural encarnado en la Guardia de Hierro.

Desde comienzos de la década, la derecha radical y fascista experimentó un gran crecimiento. La ultraderecha alcanzó la presidencia del Gobierno de manos de Goga en 1937, mientras que la Legión de San Miguel Arcángel se convertía en un popular movimiento de masas llamado la Guardia de Hierro. El violento antisemitismo de los legionarios, su aversión por la burguesía liberal y el parlamentarismo y su mística cristiana y nacionalista marcaron su trayectoria y los condenó a la clandestinidad. Su principal adversario era el propio monarca, que hizo todo cuanto pudo para ilegalizar a la Guardia de Hierro. A pesar de todo, la Guardia obtuvo varios diputados en 1932 y rápidamente atrajo a intelectuales y campesinos e incluso a un sector de la burguesía, que veía a los legionarios como un freno a los comunistas.

Por su parte, los comunistas continuaron siendo una fuerza marginal y proscrita, aunque en 1931 consiguieron representación en la Cámara baja. No obstante, la crisis económica facilitó una mayor presencia comunista en los sindicatos y las huelgas de 1933 permitieron que una generación de militantes del interior como Lucretiu Patrascanu, Vasile Luca o Gheorghe Gheorghiu-Dej se impusiera a los líderes en el exilio.

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