Avram Iancu
“La lucha continua”, dice el grafitti, junto a la imagen de Avram Iancu, todo un personaje en la historia de Rumania.
Avram Iancu nació en 1824 en Vidra de Sus (pueblo que hoy se denomina Avam Iancu, de acuerdo con una costumbre muy rumana de cambiar el nombre de los municipios si en ellos ha nacido algún hijo especialmente ilustre) en el seno de una familia campesina emancipada de la servidumbre. De profesión abogado, tuvo un papel muy destacado en la revolución que sacudió Transilvania entre 1848 y 1849.
Formó una guerrilla que se opuso desde los montes Apuseni a los nacionalistas húngaros que pretendían separarse del Imperio Austrohúngaro. La milicia que le acompañaba y la lealtad que juró a los Habsburgo le valieron el apodo "Crăişorul Munţilor" ("El Príncipe de las Montañas").
La derrota de los húngaros en Sighişoara en agosto de 1949, frente a tropas austriacas y rusas, – a la que Iancu había contribuido indirectamente –lo animó a viajar a Viena para solicitar una cierta autonomía para los rumanos de Transilvania, sin embargo, el emperador Francisco-José I, temeroso de las ansias nacionales rumanas, se negó a recibirlo. Detenido y maltratado por las autoridades austriacas, sufrió las consecuencias de su arresto y acabó retirándose a los montes Apuseni, donde pasó los últimos años de su vida retirado de la política, vagabundeando y tocando una flauta de pastor. Murió en 1872, siendo sólo una sombra de lo que había sido.
Viendo este grafitti en las calles de Cluj y pensando en lo cercanos que se sienten a Viena los transilvanos, me pregunto: ¿qué parte de la lucha continúa?
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