Un 22 de diciembre
El 22 de diciembre de 1989 hacía un día que había estallado la revolución en Bucarest. La mañana anterior Ceauşescu apenas pudo acabar un discurso público en el que, además de pontificar sobre los beneficios de la revolución socialista, condenó a los rebeldes de Timişoara acusándolos de agentes extranjeros, hooligans y demás lindezas. Todavía hoy no se sabe exactamente qué ocurrió, una parte del público comenzó a silbar, se lanzaron incluso algunos petardos que fueron interpretados por muchos como disparos, se desató el pánico y el tirano fue conducido al interior de la sede del Comité Central PCR.
Aquella tarde los manifestantes llenaron el centro de Bucarest y comenzaron los disparos de misteriosos francotiradores desde las ventanas y las azoteas de varios edificios. Algunos soldados, policías y agentes de la Unidad Especial para la lucha Antiterrorista atacaron a los manifestantes mientras otros se unieron a ellos.
La mañana del 22 de diciembre, Ceauşescu todavía pensaba en convocar otra gran manifestación de apoyo al régimen, sin embargo, muy pronto le comunicaron que miles de obreros de las zonas industriales de la ciudad se dirigían hacia el centro de la ciudad. Los agentes de la seguridad pública levantaron barricadas que fueron rápidamente superadas por los manifestantes. Hubo más deserciones entre las fuerzas del orden y los francotiradores volvieron a escena. La pareja de déspotas huyó en helicóptero ante el regocijo general. Mientras, en las calles, decenas de bucarestinos murieron bajo las balas de estos enigmáticos asesinos que, todavía hoy, no se sabe si defendían la permanencia del comunismo o al recién formado Frente de Salvación Nacional.
Sea como fuere, todavía pueden verse en el centro de la ciudad muchas lápidas en recuerdo de los caídos durante aquellos confusos días y hoy, 21 años después, se han llenado de flores para homenajearlos.
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