La arquitectura historicista en el París de los Balcanes
Como indiqué en otro post hace algunas semanas, el estilo neo-rumano nació poco después de la guerra de independencia (1877) como resultado de una reivindicación cultural nacionalista que pretendía integrar los aspectos más puramente rumanos en la arquitectura del momento, distinguiéndola así de la de sus vecinos europeos.
A pesar de ello, la colonización cultural francesa tuvo también un fuerte impacto en la arquitectura de Bucarest donde, tras el proceso de unificación de 1859 y la independencia del Imperio Otomano, se hizo necesaria la construcción de edificios públicos y nuevos espacios colectivos. Con el objetivo de embellecer la nueva capital, se adoptó como modelo la arquitectura académica francesa, de modo que muchos arquitectos galos se trasladaron a Rumanía para construir numerosos y destacados edificios.
A partir de la creación de nuevos ejes urbanos – de acuerdo con un esquema parecido al Plan Haussmann de París -, parques públicos y notables monumentos civiles se establecieron las bases para el diseño de una nueva ciudad con estándares europeos. De este modo, se plasmó la utopía de la modernidad de una ciudad burguesa y liberal en las tradiciones constructivas importadas de la École des Beaux Arts - donde muchos profesionales rumanos se habían formado - y en la arquitectura ecléctica, representadas en edificios como el desaparecido Teatro Nacional, la Biblioteca Nacional, el Ateneo, el edificio de la Fundación Cultural Real (a continuación), el Museo Nacional de Historia o el Palacio de Justicia (encabezando este post), entre muchos otros.
También las familias burguesas, enriquecidas por el despegue económico de Rumanía, quisieron para sus villas el esplendor del estilo francés, gracias a lo cual la ciudad se sembró de bellos edificios muchos de los cuales todavía hoy pueden contemplarse. Paralelamente, la modernidad fue introducida en Bucarest mediante la implantación de infraestructuras como el alumbrado público de gas - el primero de Europa -, el transporte público mediante tranvías tirados por caballos o el asfaltado de calles.
En esa ansia constructiva, poco margen quedó para la introducción de nuevas expresiones artísticas y el resultado fue una sobre-explotación de las soluciones decorativas. De hecho, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta aproximadamente 1920, la arquitectura mostró un énfasis exagerado en el empleo de elementos decorativos que desembocó en un estilo ecléctico definido a veces como franco-balcánico.
Este estilo se caracteriza por sus referencias más o menos explícitas a estilos historicistas y por su tendencia al eclecticismo, adecuado por cada arquitecto a los gustos de sus clientes. La consecuencia es siempre una gran armonía de espacios jerarquizados - desde espacio nobles como monumentales entradas con escalinatas o salones cupulados a otros más utilitarios- y una ejecución con gran cantidad de detalles arquitectónicos como balaustradas, columnas, variadas molduras, bajorrelieves, esculturas o guirnaldas.
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Dubi -
Luis -