La calle Covaci
En mi última entrada hice referencia a un vecino de la calle Covaci, muy cercana a la tétrica cruz levantada sobre los restos de la Iglesia de San Antón. El nombre de la calle es el tributo de la ciudad a las habilidades del gremio de herreros, que antaño desarrollaba sus actividades en esta vieja vía. La palabra rumana covaci es una reminiscencia de la palabra eslava kovaci (herrero).
La calle Covaci, aunque breve, tiene una historia egregia. El poeta rumano por excelencia, Mihai Eminescu, trabajó como redactor-jefe en la sede del periódico Timpul, situado en el número 14 de la calle, junto al Viejo Café. Sumido en el ambiente crápula y despreocupado del centro de Bucarest, escribió por esos años sus famosas Cartas, mientras en el número 15 nacía el escritor vanguardista, Ion Minulescu, que con sus obras poéticas revolucionaría el género cultivado por Eminescu.
El número 3 de la calle Covaci debiera ser un lugar de obligada peregrinación para todo rumano de buen yantar pues allí abrió sus puertas el restaurante “La Iordache”, de cuyas cocinas salieron las legendarias mititei, un clásico de la gastronomía rumana.
Los depravados príncipes de la Vieja Corte, de Matieu Caragiale, pasaron sus noches etílicas y de desenfreno en la calle Covaci, mientras contemplaban cómo su mundo se desmoronaba a su alrededor al tiempo que entraban en una de las páginas más gloriosas de la literatura.
Grandes artistas del panorama cultural rumano de finales del siglo XIX y principios del XX se reunían en los restaurantes y los cafés de la calle Covaci. Escritores como Ion Luca Caragiale o George Raneti o músicos como George Enescu disfrutaban del ambiente disoluto de la taberna de Elefterie Ionescu, en el número 11, o se abastecían en el pequeño colmado del griego Papadopoliu. Cuando el bolsillo lo permitía, los bohemios se juntaban en el popular restaurante de Nicolae Rădulescu, abierto en el número 20, que atraía a los paseantes con el olor de su barbacoa, siempre encendida, y los acordes de la música tradicional rumana. En la esquina de la calle Covaci con la Plaza de San Antón, entonces Plaza de las Flores, se levantaba desde 1781 el Viejo Café, emblemático lugar de reunión de muchos bucarestinos, donde disfrutaban de un café humeante y una pipa de agua mientras comentaban las últimas noticias y discutían sobre política.
Después de años de abandono y olvido, hoy la calle Covaci ha recuperado parte de su viejo encanto gracias a curiosos bares como el Atelierul Mecanic, a pinacotecas como el Bruno Wine Bar y a modernos establecimientos como el Absinteria Sextina, que con el reclamo de la bebida bohemia por excelencia, trata de devolverle también aquel entrañable toque tarambana de principios de siglo.
2 comentarios
AMA Gloria -
Luis. -
Así como cerca de San Antón hay fantasmas ectoplásmicos, aquí habrá fantasmas de los otros, ¿no? ;)
Ahora en serio, muy buena entrada.