Scorniceşti y su hijo más querido
Scorniceşti es una localidad del departamento de Olt, en la histórica región de Oltenia, que no tendría más trascendencia si Nicolae Ceaușescu no hubiese sido su “hijo más querido”. En la siguiente fotografía, Ceaușescu junto a su mujer y sus padres en una fotografía tomada en 1968.
Los pueblos cercanos a Scorniceşti son muy humildes, con casas pequeñas levantadas junto a la carretera, cada una con un pequeño jardín que, en ocasiones, alberga un huerto y un puñado de gallinas que picotean el suelo en busca de comida. La mayor parte de las calles están sin asfaltar, el alumbrado público es escaso y no hay demasiados edificios públicos, apenas un ayuntamiento destartalado, una escuela, la inevitable iglesia y un minúsculo magazin mixt donde proveerse de lo que no da la tierra. Scorniceşti no es así.
En 1979, durante un discurso que ofreció a sus antiguos vecinos, Ceaușescu les habló de su sueño de convertir Scorniceşti en un modelo de ciudad socialista agroindustrial, que serviría de ejemplo para el resto del país. Gracias a la ayuda de su hijo más eminente, Scorniceşti se desarrolló como ninguna otra ciudad o comuna de Rumanía, en el centro se derribaron las viejas casas de estilo olteno y en su lugar se levantaron bloques de tres y cuatro pisos, se canalizó el agua potable y el gas, se construyeron alcantarillas y se pavimentaron las calles. En la imagen, a continuación, fotografía de la ficha policial de Ceaușescu con 15 años de edad, tras ser detenido y acusado de "agitación comunista".
La población, antes dedicada a una economía agrícola casi de subsistencia, fue masivamente empleada en las veinte hectáreas de invernaderos dedicados a la producción de frutas y verduras, en las granjas de cría de vacas, ovejas y de aves de corral o en una de las fábricas de piezas de automoción PULSOR, de conservas cárnicas, de textiles, de pan, de cerveza o de productos lácteos que se abrieron por aquellos años en la localidad.
Pero no todo era trabajo en Scorniceşti. Se abrió un cine, un centro folclórico para los famosos caluşari de la localidad, un complejo turístico, una biblioteca, varias escuelas, un hospital de neumofisiología, una policlínica, dos gimnasios y se levantó un estadio de fútbol para 18.000 personas en el que jugaba el equipo local, FC Olt Scorniceşti.
La visión de Scorniceşti se había cumplido por lo que cuando, por motivo de su cumpleaños, Ceaușescu visitaba la ciudad, la población salía feliz a las calles a recibirlo. Las cosas marchaban bien e incluso el equipo local de fútbol subió a primera división.
En 1989 Scorniceşti fue, por fin, declara ciudad, sin embargo, la Revolución truncó su sueño en poco tiempo. Debido al caos del momento, poco a poco los invernaderos fueron abandonándose y la gente volvió a cultivar en su jardín. Las fábricas se cerraron y la gente perdió su trabajo. Los centros de ocio fueron perdiendo clientes, se degradaron y acabaron por cerrar también. Hoy sólo se conservan la biblioteca, las escuelas, los edificios sanitarios y el estadio de fútbol. Todo lo demás está en venta.
Prácticamente a las afueras de la localidad, junto al cártel que anuncia el principio del pueblo, se levanta la minúscula casa de los Ceaușescu, construida en el característico estilo olteno. Hace tiempo fue comprada por un sobrino del dictador comunista, Emil Bărbulescu, que la rehabilitó y la dedicó a albergar un memorial en recuerdo a su ilustre familiar. A mediados de 2010, no sin polémica, levantó en su jardín un gran busto que recuerda, aún sin citarlo, a quien gobernó los destinos de Rumanía entre 1967 y 1989.
El busto de Ceaușescu de Scorniceşti es el único homenaje público al tirano que existe actualmente en Rumanía.
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Daniel Costa Lerena -