Cuéntame
En Vama he conocido a Constantin. Es un señor ya mayor, con una tripa tan enorme como la sonrisa que no se le abandona en ningún momento. Está medio sordo pues, durante los años de la dictadura comunista, escuchó las noticias de Radio Europa Libre con la oreja pegada al aparato por miedo de subir demasiado el volumen. Hoy su hijo lo recuerda así con nostalgia, pegado a la radio, mientras nos explica que durante las visitas de Ceauşescu a Bucovina, los responsables de la fábrica de madera donde trabajaba obligaban a los trabajadores a vestirse con sus trajes tradicionales y los formaban en el patio de madrugada en espera del dictador. Allí se helaban de frío en invierno y se tostaban bajo el sol en verano, hasta que Ceauşescu simplemente pasaba de largo o se paraba a dar algunas palmaditas en la espalda. "Al menos, todos teníamos trabajo", dice. En Maramureş, Ludovic me contaba que durante la dictadura su padre subió al monte a matar un cordero. Lo hizo en secreto pues no estaba permitido, pero un policía lo descubrió y amenazó con denunciarle al Comité Local del Partido por actividades anticomunistas. Su padre le ofreció una parte del cordero y el hambre hizo el resto. Oficialmente, nunca se supo de esta historia.
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ami -