En Vama
La vida en Vama pasa tan lenta que da tiempo a disfrutar hasta el más mínimo instante.
Nos levantamos tarde y desayunamos copiosamente, a la rumana. Tenemos tiempo para leer. Los niños disfrutan de la casa y el jardín y se mueren de la risa con la cantidad de animales que hay aquí: perros, gatos, caballos, gallinas, pavos, etc. Sofía quita las hojas del porche y barre el suelo con uno de los Barba Papá.
Cuando salimos a pasear por el pueblo somos, también aquí, un espectáculo. ¡Han vuelto los españoles y encima con trillizos!
Dragomir, el párroco de Molid, viene a visitarnos y nos da sus bendiciones, pronto haremos una ceremonia para santificar la casa, el coche y la familia al completo. En la farmacia nos regalan una crema hidratante para los niños (pentru copiii…), se arma un pequeño revuelo de gente comentando lo guapos que son y nos desean salud para cuidarlos.
En Villa Excelsior, Fernando queda aturdido con tanto niño, aunque se une a la fiesta de besos y abrazos. Nos invita a cenar en su restaurante medieval para celebrar nuestra llegada. Para nuestra sorpresa, la vieja cubana Dinora (¡cómo la ópera!) está de nuevo en Vama (parece que se ha cansado de Buenos Aires). Ella insiste a María en que he sido su amante y que le prometió llevarle tapioca. Nadie se acuerda de eso, sólo ella.
El tiempo no acompaña, así que dejaremos la visita a los monasterios para cuando salga el sol.
Cocino un gulash a la española.
4 comentarios
cristina matud -
Javi Osorio -
Jordi Doménech -
Aba Inma -
Me encanta la afición de Sofía por la limpieza.¿Será genetico?.........
Espero que Matilda y Claudio se acostumbren a los nuevos sabores.
A disfrutar!!!!!!!!