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La increíble historia de la familia Ovitz de Rozavlea

La increíble historia de la familia Ovitz de Rozavlea

Durante las pasadas vacaciones, tras un agotador día de de visita londinense, me dispuse a abandonar por una noche la lectura y a zambullirme en la hipnotizante programación televisiva. Cuál sería mi sorpresa cuando, tras navegar brevemente de un canal al siguiente, en un reportaje recién empezado en la BBC, escuché un brevísimo diálogo en rumano por lo que, lógicamente, detuve mi deambular entre películas, series e informativos.

En la pantalla, un risueño británico afectado de enanismo, el actor Warwick Davis, popular por sus apariciones en películas como Harry Potter o Las Crónicas de Narnia, presentaba con divertido desparpajo a su familia y comentaba con un periodista su intención de viajar a Rumania para seguir sobre el terreno la fascinante historia de la familia Ovitz.

La familia Ovitz, de origen judío, estaba encabezada por el padre, Shimshon Eizik, un enano que ejercía de rabino en la localidad de Rozavlea y que, casado dos veces con mujeres de estatura normal – Brana Fruchter y, tras enviudar, Batia Husz-, tuvo 3 hijos normales (Sarah, Leah y Arie) y 7 hijos afectados de enanismo (Avram, Miki, Rózsika, Franciska, Frida, Erzsike y Perla). Shimshon falleció en 1923 tras una intoxicación alimentaria así que Batia, más conocida en Rozavlea como Berta, una mujer fuerte y decidida, envió a sus 7 hijos enanos a Sighet para que recibiesen formación musical y, cuando terminaron sus estudios, organizó la compañía Liliput, que rápidamente se hizo popular en Europa gracias a un divertido vodevil musical que interpretaban en yiddish, alemán, rumano, húngaro y ruso y que llegaron a representar frente al rey rumano, Carol II.

Mientras la tropa Liliput triunfaba en el continente, en Alemania ascendía al poder Adolf Hitler, un demente que paradójicamente se declaraba deslumbrado por la película de Disney,  Blancanieves y los siete enanitos. La familia Ovitz vivió ajena a la ascensión del nazismo, ganándose el respeto y la admiración de sus vecinos, que los vieron regresar en 1934 con el primer coche que hubo en la localidad o instalar en su casa la primera bañera. Desafortunadamente, el conflicto desatado en toda Europa por el nazismo acabó llegando a Rozavlea y, en 1944, fueron arrancados violentamente de su casa y enviados, junto al resto de judíos del lugar, al ghetto de Dragomirești. Permanecieron allí poco tiempo, hacinados con el resto de hebreos de la región, hasta que fueron obligados a subir a un tren sellado y enviados a Auschwitz.

Cuando descendieron en el andén del campo de exterminio, el Dr. Joseph Mengele, el Ángel de la Muerte, se interesó en seguida por ellos. Que 7 de 10 hermanos sufriesen enanismo era una anomalía que deseaba investigar y no quiso resistirse a la posibilidad de experimentar con ellos. A pesar de todo, en el caos del momento, entre los ladridos de los perros, las imperativas órdenes de los guardias, los llantos desgarrados de las familias separadas y sus gritos de pánico, los Ovitz fueron enviados por error a una cámara de gas junto a niños, enfermos, mujeres y ancianos.

Sólo un grito angustiado de Mengele consiguió sacarlos de las duchas de la muerte:

-          Die Zwerge, die Zwerge! Wo sind die Zwerge?! (¡Los enanos, los enanos! ¿Dónde están los enanos?)

A partir de entonces, empezó un terrible calvario para los 7 hermanos de la familia Ovitz, que sólo podían escoger entre la muerte o sufrir degradantes y dolorosas torturas de sus "salvadores" encubiertas como tratamientos médicos. Avram, Miki, Rózsika, Franciska, Frida, Erzsike y Perla – Mi familia de enanos, como los llamaba Mengele – sobrevivieron a Auschwitz y, de hecho, se convirtieron en la única familia judía que consiguió regresar a Rozavlea.

A pesar de todo, Rumania había cambiado mucho. Su casa había sido ocupada, su coche desmontado por unos vecinos y su espectáculo ya no interesaba a nadie por lo que, tras emigrar a Bélgica, en 1949 desembarcaron en Israel. La Tierra Prometida dio una segunda oportunidad a la compañía Luliput y en 1955, tras recuperarse de las torturas sufridas a manos de Mengele, volvió a escena en Haifa, lo que permitió a sus miembros comprar un par de salas de cine y una cafetería. En 1980 vendieron todos sus negocios y, en los años siguientes, poco a poco, fueron muriendo uno a uno tras una larga vida llena de avatares y una vejez feliz. Perla fue la última superviviente del grupo que, entrevistada por los periodistas Yehuda Koren y Eliat Negev, dio lugar al libro titulado “En nuestros corazones, éramos gigantes” (In Our Hearts, We Were Giants, New York: Carroll & Graf Publishers, 2004).

Ciertamente, la familia Ovitz fue una familia de gigantes.

2 comentarios

Abuela Gloria -

Ciertamente es una historia que emociona, es increíble el final feliz, después de tanto sufrimiento. Gracias por explicarnos documentos tan interesantes.

Luis. -

Bravo, bravo, ¡bravo!