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Bucarestinos

Desenterrando una historia incómoda

Desenterrando una historia incómoda

Antes de la Segunda Guerra Mundial en Rumania vivían unos 750.00 judíos. En Moldavia y especialmente en Bucovina, había localidades donde, en ocasiones, los judíos eran mayoritarios y hasta la ascensión del fascismo rumano de la mano de la Legión del Arcángel Miguel, convivieron y colaboraron en armonía con sus vecinos. Todos eran rumanos y en las relaciones personales la religión tenía poca importancia, según recuerdan todavía hoy muchos de los que convivieron con ellos.

Hoy en Rumania apenas quedan 10.000 judíos.

Desde junio de 1941, la masacre de judíos que realizaron conjuntamente los legionarios de Codreanu y Sima, la gendarmería y el ejército del mariscal Antonescu, miembros del Einsatzgruppe D alemán y muchos civiles entregados al antisemitismo más radical, terminó con una parte importantísima de población y de la cultura rumana. En poco tiempo, unos 150.000 rumanos fueron asesinados o deportados en las peores condiciones a Transnistria (en la actual Moldavia) donde acabaron diezmados por el hambre y las enfermedades (en la imagen, deportación de la población judía de Briceva, en Besarabia, 1941). La persecución no terminó hasta que los legionarios fueron eliminados por sus antiguos aliados y el régimen de Antonescu comprendió que la guerra estaba perdida.

La subida al poder de los comunistas no implicó el reconocimiento público de las masacres pues, al fin y al cabo, habían contado con la entusiasta colaboración de parte de la población rumana y era una herida demasiado reciente para ser confesada. La Revolución de 1989 tuvo ya demasiados problemas como para abrir viejas heridas. No fue hasta el año 2003 cuando el Ejecutivo rumano admitió el papel del Estado en la exterminación de judíos.

Gracias a las investigaciones y al trabajo del Instituto Elie Wiesel, esta semana se ha descubierto cerca del pueblo de Popricani, en el norte de Rumanía, una fosa común con los cuerpos de unos 100 judíos asesinados por las tropas rumanas, según un testigo que también estuvo a punto de ser fusilado al ser identificado como judío.

Como España, Rumanía también se enfrenta con incomodidad a su propia memoria histórica y es que en todas partes se han cocido habas.

 

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