Rumanía en la Primera Guerra Mundial (y VI): Fin de la guerra
Vimos en una entrada anterior cómo, a principios de 1918, Rumanía expulsó a los bolcheviques de Moldavia y facilitó la independencia de la República de Moldova, escapando así de la soberanía rusa y alejando la amenaza comunista de sus propias fronteras.
En la batalla de Mărășești, ocurrida en septiembre de 1917, los rumanos habían conseguido frenar el avance germano-húngaro sobre Moldavia y las hostilidades llevaban un tiempo detenidas. A pesar de todo, el armisticio firmado por la nueva Rusia comunista con los Poderes Centrales en Brest-Litovsk el 5 de diciembre de 1917, dejó a Rumanía sola ante una fuerza enemiga enormemente superior. En estas circunstancias, sólo dos días después, Rumanía empezó sus propias negociaciones de paz.
Los generales Berthelot (centro) y Averescu (derecha) en Moldavia, 1917
El gobierno de Brătianu estaba dividido entre conservadores favorables a continuar la guerra y liberales que se decantaban por las negociaciones, discusiones que exasperaron a los alemanes de Mackensen. Incapaces de ponerse de acuerdo, acabaron dimitiendo, de modo que el rey propuso formar gobierno al general Averescu, favorable a la paz. El rey Fernando y Czernin, Ministro de Exteriores austrohungaro, se reunieron cerca del frente, poniéndose sobre la mesa unas muy duras condiciones: grandes cesiones de territorio rumano, control alemán y austrohúngaro de la producción de petróleo rumana casi por un siglo y de la navegación por el Danubio, desmovilización del ejército y derecho de paso de tropas hacia Rusia. La soledad y la debilidad de Rumanía forzaron la firma de una paz preliminar en Buftea, el 5 de marzo de 1918. Los liberales de Brătianu se opusieron a un acuerdo tan humillante, Averescu dimitó y fue sustituido por el conservador progermano Alexandru Marghiloman, quien no consiguió flexibilizar las condiciones del pacto. El tratado de paz de Bucarest, firmado el 7 de mayo – ver imagen encabezando esta entrada, con Marghiloman en el momento de la firma -, colocó a Rumanía, de facto, bajo un estado de dependencia política y económica frente a Alemania y Austria-Hungría.
Marghiloman validó su gobierno en unas nuevas elecciones y consiguió que el Parlamento ratificase por mayoría el tratado de Bucarest, sin embargo, el rey Fernando se opuso a firmarlo, encabezando un movimiento puramente simbólico de oposición a una paz vergonzosa. Marghiloman comenzó entonces una tímida reforma agraria de tintes conservadores, que se oponía a repartir tierras entre los campesinos, y consiguió la lenta unión de Rumanía con la República de Moldavia, que mantuvo una cierta autonomía e inició su proceso de desrusificación cultural y política.
Los reyes Fernando y María entrando triunfantes en Bucarest (1918)
Entre julio y octubre de 1918, los Poderes Centrales, Bulgaria y Turquía se vieron desbordados en varios frentes. En noviembre, el general Berthelot, comandante de las tres divisiones del Ejército del Danubio, estaba preparado para cruzar el río en Giurgiu, por lo que Austria-Hungría aceptó inmediatamente un alto el fuego. En esas circunstancias, los liberales de Brătianu forzaron la dimisión de Marghiloman y el rey puso al general Constantin Coandă al frente de un gobierno de transición y ordenó el reinicio de las hostilidades. Entre los días 10 y 11 de noviembre, el ejército alemán empezó a retirarse de Rumanía y las últimas tropas cruzaron los Cárpatos el día 1 de diciembre. Ese mismo día, Fernando I de Rumanía entró de nuevo triunfante en Bucarest.
La Gran Rumanía estaba a punto de convertirse en realidad.
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