Street delivery
Algo se mueve en Bucarest.
Desde hace no mucho tiempo, cada año se celebra en la calle Artur Verona un pequeño festival de tres días llamado Street delivery. La calle se llena de tenderetes donde puedes comprarte chapitas con mensaje, ropa moderna, camisetas reivindicativas pidiendo mejoras para la ciudad, cachivaches varios o libros, aunque también hay otros donde te informan sobre la adopción de alguno de los miles de perros que vagabundean por la ciudad, sobre la última campaña para extender las zonas verdes de Bucarest o sobre las posibilidades del reciclaje casero. Entre unos y otros, para resistir el solano, se levantan puestos donde venden, sobre todo, la típica y refrescante limonada, aunque también otras bebidas como té frío de los más variados sabores.
Varios DJ’s amenizan el paseo de los transeúntes mientras algunos espontaneos hacen malabares, reparten trípticos sobre las más variadas temáticas o promocionan exposiciones de arte callejero. También hay proyecciones de cine independiente, se reivindica la castigada arquitectura rumana y se organizan talleres para niños. Por la noche, se celebran conciertos multitudinarios en los que el público disfruta de la música sobre la hierba del Parque Icoanei. Normalmente, uno de los platos fuertes de la fiesta es el diseño de un gran mural en la pared exterior del edificio que hace esquina entre Artur Verona y Pitar Mos a cargo de los graffiteros más importantes de la ciudad.
La edición de 2010, celebrada entre el 11 y el 13 junio, se ha organizado bajo el título “La mineriada de terciopelo” en recuerdo del asalto a Bucarest que protagonizaron los mineros del valle de Jiu hace 20 años (13-15 de junio de 1990).
El principal objetivo de la fiesta es devolver temporalmente la ciudad a los peatones y, sobre todo, según dicen sus organizadores, proporcionarles alegría, sin embargo, existe también un motivo reivindicativo de mayor calado: persuadir a las autoridades municipales para transformen la calle Arturo Verona en una zona peatonal que, con el tiempo, una el Parque Icoanei con el Parque Cismigiu. Para conseguirlo, la organización defiende la ampliación de las aceras, la construcción de un paso subterráneo peatonal para el cruce de Boulevard Magheru y la renovación de 25 monumentos históricos.
Sea como fuere, la Street delivery de este año ha estado cargada de ambiente, buen rollo general y, sobre todo, se ha organizado muy bien, demostrando que cuando quiere, Bucarest puede situarse a la altura de Londres o Berlín en lo que a festivales alternativos se refiere.
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Ana, hermana y amiga -
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