Chişinău
Esta semana he estado en la República de Moldavia por motivos laborales así que he tenido la oportunidad de pasar un par de días en su capital, Chişinău. Algún día explicaré el origen de esta estrecha franja de tierra al este de Rumania con nombre de país de Tintín, sin embargo, hoy me centraré en su capital.
En Chişinău habitan casi 800.000 habitantes que se alojan en edificios de poca altura levantados en medio de un enorme bosque. Desde lejos, la capital de Moldavia parece un lugar que emerge entre los árboles (de hecho, es la capital europea con mayor proporción de espacios verdes), lo que la convierte en un lugar especialmente amable. En centro se articula a ambos lados de la Avenida de Ştefan cel Mare şi Sfînt (es decir, de Esteban el Grande y Santo, rey de la Moldavia medieval entre 1457 y 1504), con una mezcla de edificios viejos y modernos, entre los que destacan los imponentes edificios del gobierno.
Las calles de Chişinău están repletas de animados peatones, tiendas de todo tipo (algunas muy modernas), puestos ambulantes de libros, baratijas y antigüedades domésticas y árboles, muchos árboles. Pocos edificios están restaurados pero su aspecto confiere a la ciudad un aire tan decadente como elegante.
Tres cuartas partes de la ciudad fueron destruidas durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que quedan pocos edificios antiguos (su famoso Arco del Triunfo, que en realidad es un campanario, o su catedral son dos de los pocos ejemplos que quedan), lejos del centro muchas villas son modernas, abundan los bloques y los edificios de estilo totalitario, sin embargo, quizás por la ausencia de cables y de un cierto orden de corte soviético, la ciudad no inspira lástima sino mucho interés, invita a pasearla.
En los muchos parques la gente abarrota los bancos, charlando, comiendo o simplemente disfrutando del buen tiempo. Durante mi paseo, a lo lejos, escuché unas voces a través de un altavoz. Un grupo de poetas rumanos y moldavos hacían un homenaje conjunto al fallecido poeta de Bucovina, Grigori Vieru, leyendo en voz alta sus poemas. Ancianos y jóvenes escuchan atentos, algunos muy emocionados.
Chişinău me ha dejado un buen sabor de boca, quizás nunca será un importante destino turístico europeo pero, vistos los desastres urbanísticos que dejó el comunismo, siempre será un bonito contrapunto y un lugar al que me apetezca volver.
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AMA Gloria -