A vueltas con Lenin
Como ya comenté en algún post anterior, la estatua de Lenin que durante años se erigía frente a la Casa Scânteii yace hoy tirada tras el muro del Palacio de Mogoşoaia. Junto a ella, también abandonada, está la estatua de Petru Groza, Primer ministro del primer gobierno comunista tras la Segunda Guerra Mundial.
Un artista visual (así se autodefine) llamado Mihai Zgondoiu tuvo hace unos meses la ocurrencia de pintar la cara de Lenin y las manos de Groza con un estridente color rosa para señalar, mediante el contraste de colores, las divergencias entre el comunismo y la democracia. La obra de Zgondoiu fue efímera pues esa misma noche alguien devolvió el color oscuro a la cara y las manos de las estatuas.
Independiente del choque visual que supone ese rosa chicle en ambas estatuas, sinceramente, ¿no sería mejor devolverlas a un parque – tipo los que se han construido en Alemania o Hungría - como recuerdo de una época? Se esté a favor o en contra del comunismo, ambos monumentos representan un pasado que existió y que debe preservarse como parte de la Historia de Rumania. Este tipo de ocurrencias estéticas pueden ser muy impactantes e incluso irónicas, sin embargo, no aportan nada un país que debe enfrentarse a su pasado con mayor serenidad.
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