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Elisabeta Rizea, un ejemplo de resistencia contra la tiranía comunista

Elisabeta Rizea, un ejemplo de resistencia contra la tiranía comunista

Hace ya tiempo que traté en este blog la participación de Rumania en la Segunda Guerra Mundial y cómo, desde 1944, el país fue progresivamente ocupado por las tropas soviéticas. La presencia rusa sobre territorio rumano provocó muy pronto un movimiento antisoviético de resistencia, que confiaba en el apoyo internacional para conseguir la independencia del país, ignorante de que su destino había quedado sellado ya en la Conferencia de Teherán de 1943, celebrada entre las tres grandes potencias aliadas.

Desde 1944, tras la invasión soviética de Bucovina y Besarabia, la resistencia se fue articulando poco a poco, con diversos grupos formados mayoritariamente por campesinos, aunque también por antiguos militares, funcionarios, estudiantes, trabajadores e incluso algún religioso, siendo todos ellos considerados bandidos y fascistas por las autoridades comunistas. Desde el norte del país, la oposición se extendió a otras zonas, como los montes Apuseni o  Făgăraş, desde donde los guerrilleros lanzaban sus ataques y donde también encontraban refugio. Se calcula que unas 10.000 personas se integraron en casi 1.200 pequeños grupos rebeldes, entre 1948 y 1960. Su reducido tamaño y su dispersión territorial los convirtió en grupos defensivos, más que ofensivos, por lo que, aunque nunca llegaron a amenazar al régimen, siempre fueron considerados un peligro por su valor simbólico.

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Retrato de un pequeño grupo resistente de Besarabia

Muchos campesinos dieron apoyo logístico a la resistencia, a cuyos miembros denominaban partisanos o haiduci, término empleado para denominar a un bandido noble y generoso, algo así como un Robin Hood. En las aldeas, los insurgentes se surtían de víveres e información valiosa, especialmente sobre los movimientos de las unidades de la temida Securitate o de la milicia.

Una de las muchas personas que dio apoyo a la resistencia anticomunista fue Elisabeta Rizea, una aldeana nacida en 1912 en Domnești (Argeș), nieta del líder del Partido Nacional-Campesino, Gheorghe Șuța, asesinado por los comunistas en 1948. Un año antes, ante las amenazas de colectivización, Elisabeta y su esposo, que vivían en Nucşoara, se habían unido a los Haiducii Muscelului, una banda dirigida por el Coronel Gheorghe Arsenescu. Durante unos años, se encargó de provisionar al grupo pero, en 1952, acabó siendo arrestada y, tras una breve juicio, declarada duşman al poporului (enemiga del pueblo) y condenada a pena de muerte, tras negarse a denunciar a otros partisanos.

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Elisabeta junto a su marido, Gheorghe

Finalmente, su condena fue conmutada por siete años en prisión, aunque no fue liberada hasta 1964, gracias a una amnistía. Durante 12 largos años, Elisabeta fue sometida periódicamente a terribles torturas, hasta el punto que cuando salió de prisión era incapaz de caminar y no tenía pelo en la cabeza, pues sus torturadores solían colgarla de un gancho por el pelo y golpearla con una pala hasta hacerle perder el sentido.

Elisabeta Rizea logró sobrevivir al comunismo y ver al tirano ejecutado en el paredón, pero no se convirtió en un personaje popular hasta que su historia fue incluida en el documental titulado El memorial del dolor, emitido por la televisión rumana en 1992.

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Visita de los reyes de Rumania a Elisabeta Rizea (mayo, 2001)

Elisabeta murió en Pitești en el año 2003.

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