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Transilvania, una polémica interminable

Transilvania, una polémica interminable

Sobre los mapas, Transilvania perteneció a Hungría durante unos 1.000 años y, hace apenas 100, pasó a formar parte de Rumanía. La controversia entre ambas partes se mantiene desde entonces, por lo que creo que vale la pena repasar algunos de sus argumentos para ayudarnos a formar una idea propia de la situación.

En lo que a Transilvania se refiere, los rumanos se consideran los descendientes de las poblaciones geto-dacias romanizadas que habitaron la antigua provincia del Imperio Romano, cuyo idioma era el latín, y que posteriormente se eslavizaron parcialmente con la llegada de los pueblos de las estepas, constituyendo algo así como el sustrato etno-lingüístico del territorio. Por su parte, los húngaros provienen de las tribus magiares de lengua ugrofinesa que, dirigidas por Arpad, se instalaron en la Llanura Panónica, provenientes de una región entre los ríos Voga y Don, y que alcanzaron la zona de Transilvania a finales del siglo IX.


Los húngaros denominan Erdély a Transilvania

En la Gesta Hungarorum, crónica anónima escrita durante el reinado de Bela III de Hungría (1172 – 1196), se menciona la resistencia militar que los endebles voivodatos rumanos opusieron a los invasores, especialmente Gelu, denominado duque de los válacos. A pesar de ello, historiadores húngaros, basándose en algunos fragmentos en los textos del romano Flavio Vopisco sobre el reinado del emperador Aureliano, que ordenó la retirada de Dacia en el año 271, afirman que con la llegada de godos, hunos, gépidos y ávaros, las poblaciones geto-dacias fueron diezmadas, siendo sustituidos definitivamente en el siglo VI por los eslavos. Es decir, que cuando los húngaros llegaron a Transilvania, apenas existía una dispersa población de origen eslavo, así que en entre los siglos X y XIII, los reyes húngaros asentaron su conquista y enviaron a colonos sajones y sículos – o székelys, población de origen desconocido, pero de habla húngara - a defender la frontera oriental de su reino frente a invasiones de pueblos como cumanos, pechenegos y, más tarde, tártaros.

¿De dónde aparecieron entonces los rumanos? Pues, según la misma crónica anónima húngara, los válacos llegaron a Transilvania acompañando a sus rebaños de ovejas, a través de las rutas transhumantes, desde los Balcanes. Se asentaron en la región, hablando un bajo latín gracias a su prolongado sometimiento al imperio romano, y fueron aumentando su población hasta superar con creces el número de magiares, sículos y sajones.


Campesinos de Hodod, en Transilvania (George E. Hering, 1838)

Desde mi punto de vista, la verdad debe encontrar en algún punto intermedio. Posiblemente, tras la retirada aureliana, parte de la población dacio-romana emigró hacia el sur, más allá del Danubio, acogiéndose a la protección del Imperio (serían los posteriormente conocidos como arumanos, meglenorumanos e istriorumanos). El resto, permaneció en la antigua provincia de la Dacia, mezclándose más o menos con los distintos pueblos que fueron invadiendo progresivamente el territorio de la futura Rumanía, aunque conservando su idiosincrasia y, sobre todo, su lengua de origen latino (el historiador Nicolae Iorga introdujo la idea de la “retirada a los bosques” de los dacio-romanos en tiempos de las invasiones, de modo que evitaron disolverse con los conquistadores). Cuando llegaron a Transilvania a finales del siglo IX, los húngaros debieron encontrar una población mixta, con base dacio-romana, más o menos extensa que, probablemente, se fue incrementado con el paso de los siglos, también gracias a la inmigración de los pastores balcánicos con ancestros en aquellos territorios.

Sea como fuere, bajo el gobierno de los húngaros, Transilvania se convirtió en un voivodato con una cierta autonomía, incluso con una Dieta que, inicialmente acogió a representantes de la nobleza húngara, de los sajones, los sículos y la población rumana. Sin embargo, el rey húngaro Luis I (1342-1382) estableció un nuevo sistema que benefició a los católicos (húngaros, sajones y sículos) frente a los ortodoxos (rumanos), que se vieron progresivamente proscritos de los lugares de gobierno hasta ser expulsados definitivamente de la dieta. Su ostracismo se mantendría durante siglos hasta que, a finales del siglo XVIII, un grupo de intelectuales integrantes de la Escuela de Transilvania - Petru Maior, Samuil Micu-Klein y Georghe Sincai - enviaron un memorando al emperador Leopoldo II, solicitando los mismos derechos para los rumanos que para el resto de minorías transilvanas. Aquello fue el principio de un largo proceso hasta la soberanía rumana sobre Transilvania.

En un capítulo de su libro Entre los bosques y el agua – cuya lectura recomiendo encarecidamente a mis lectores -, el incansable viajero e historiador Patrick Leigh Fermor describe en pocas páginas los debates entre húngaros y rumanos sobre la “propiedad” de Transilvania. Durante el viaje que realizó por Rumanía a mediados de los años 30 del siglo pasado, Leigh Fermor se alojó en casas de amigos y parientes, casi todos terratenientes húngaros, que se lamentaban de la suerte de Transilvania tras ser cedida a Rumanía por el Tratado de Trianon (1920). A pesar de ello, también tuvo la oportunidad de trabar amistad con muchos rumanos, mayoritarios en la región, de quienes escuchó su versión del asunto. Al final, Leigh Fermor escribió: “Soy la única persona que conozco que tenga igual sentimiento de simpatía para con estos dos contrincantes en pie de guerra”. Confío en que, tras leerlo, acaben ustedes teniendo la misma sensación.

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