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Rumania en la Primera Guerra Mundial (I): Antecedentes

Rumania en la Primera Guerra Mundial (I): Antecedentes

Inmersos como estamos en el ecuador de las celebraciones del 100 aniversario de la Primera Guerra Mundial, he pensado dedicar una serie de entradas a la participación de Rumania en la contienda, momento determinante para la nación rumana, tal y como la conocemos actualmente, que cambió definitivamente las fronteras del país y determinó su destino para la posteridad.

De los 12 millones de rumanos que vivían a principios del siglo XX, aproximadamente la mitad habitaban en territorios bajo dominio extranjero. El estallido de la guerra colocó a Rumania ante un dilema dramático, pues tanto la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia) como la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) intentaron atraerla a su bando con firmes promesas de unificación.

La lección aprendida durante la guerra de independencia (1877 – 1878), los acuerdos alcanzados durante el Congreso de Berlín y las pretensiones rumanas sobre Transilvania habían convencido al rey Carol I y a la clase política rumana de los peligros que entrañaba perseguir ciertos objetivos de política exterior sin el apoyo de las grandes potencias, por lo que estaban convencidos que sólo adhiriéndose a un sistema de alianzas podían promover sus intereses y mantenerse a resguardo de las amenazas exteriores.

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Ion C. Brătianu

Examinando la posibilidad de una alianza poderosa y duradera, Carol I y el Primer Ministro Ion C. Brătianu  fueron descartando una por una diversas opciones. Sus vecinos menores ofrecían un acuerdo regional basado en intereses más o menos comunes, sin embargo, tanto Bulgaria como Serbia eran demasiado débiles y estaban en la esfera de influencia de Rusia y Austria-Hungría, respectivamente. Entre las grandes potencia, sin duda, por motivos sentimentales, Francia era la preferida de la opinión pública rumana pero, su inicial actitud evasiva en el reconocimiento de Rumania como estado independiente tras el Congreso de Berlín, había enfriado momentáneamente ese entusiasmo. Por otro lado, las relaciones comerciales y financieras entre ambas naciones eran escasas y en aquel período Francia estaba aislada diplomáticamente, por lo que tampoco parecía aportar ventajas importantes en caso de una alianza. Por último, para la clase política, especialmente los liberales, y la población rumana, Rusia era una pesadilla imperialista que la descartaba como aliada, especialmente tras verse obligados a cederle el sur de Besarabia, a consecuencia de los acuerdos del Congreso de Berlín.

En estas circunstancias, la Triple Alianza, formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia, parecía el apoyo natural de Rumania, y especialmente por Alemania, debido a su dinamismo y a su poder económico y militar. Lo cierto es que Rumania ya estaba económicamente muy ligada a la Triple Alianza gracias a sus exportaciones de grano y ganado, a sus importaciones de manufacturas austro-húngaras y a la importancia del mercado financiero alemán para la concesión de préstamos a grupos comerciales e industriales de la esfera política tanto liberal como conservadora. No cabe duda que el apoyo del rey Carol a esta alianza también fue decisivo, tanto por motivos sentimentales – Carol I pertenecía a la familia Hohenzollern-Sigmaringen – como por su convencimiento de que esta alianza mejoraría la posición internacional de Rumania y le permitiría cumplir sus objetivos de política exterior en el sudeste de Europa.

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Carol I de Rumania

A pesar de las reticencias de Austria-Hungría, que con motivos temía las aspiraciones rumanas sobre Transilvania, la perseverancia y habilidad de Bismarck permitió que el 30 de octubre de 1883 Rumania firmase un acuerdo de ayuda mutua con Austria-Hungría y Alemania. A pesar de todo, el rey y Brătianu insistieron en que el acuerdo se mantuviese en secreto, pues temían la reacción de un cierto sector social profrancés, así que nunca fue sometido ni debatido en el Parlamento y, por tanto, su aplicación sólo dependió de la voluntad de Carol I.

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