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¿Y si Casa Popurului y la Avenida de la Victoria del Socialismo se hubiesen construido en Barcelona?

Hace un par de años dediqué una entrada en este blog a describir cómo, tras el terremoto de 1977, Ceaușescu dio rienda suelta a sus delirios arquitectónicos, inspirados en el delirante urbanismo de Corea del Norte, y provocó la mayor destrucción de una ciudad europea en tiempos de paz.
Para describir la sistemática demolición de una buena parte de la ciudad de Bucarest, los rumanos acuñaron irónicamente la palabra Ceauşima, mezcla del nombre del tirano y el de Hiroshima, ciudad asolada por la primera bomba atómica lanzada a final de la Segunda Guerra Mundial.
Es difícil comprender el alcance de semejante devastación, sin embargo, el proyecto virtual pormanteau.ro permite a cualquier internauta proyectar el mastodóntico proyecto sobre el plano de su propia ciudad para intentar asimilar sus demoledoras consecuencias. En caso de hacerlo sobre el plano de Barcelona, mi ciudad natal, y situando Casa Poporului sobre el Camp Nou - que quedaría totalmente sepultado bajo su enorme volumen -, la avenida de la Victoria del Socialismo se extendería 3,5 km en línea recta hasta el Mercado de San Antonio, con la consiguiente desaparición de los edificios que ocupasen este espacio. Además, el proyecto obligaría a la destrucción de parte de Badal, Hostafrancs, Les Corts y el barrio de la Maternitat, la Plaza de Joan Miró hasta el centro comercial de las Arenas, la Estación de Sants y sus alrededores hasta la calle Entenza, buena parte de la Plaza de España, el Paralelo y las manzanas del Ensanche que lo limitan, la práctica totalidad del Poble Sec y la mayor parte del Raval, además de algunas otras zonas menores de la ciudad.
¿Pueden imaginar el trauma que semejante actuación urbanística supondría para la ciudad de Barcelona? Acudan a la web que les he sugerido y hagan la prueba con el plano su ciudad. Se les encogerá el corazón y entenderán la colosal herida que sufrió Bucarest hace ahora 36 años.
La misteriosa Cetate del Parque Cişmigiu

En varias ocasiones me he referido en este blog al Parque Cişmigiu, posiblemente el jardín más bonito de Bucarest y, sin duda, el más antiguo. El lugar esconde muchos rincones tranquilos, un par de lagos, decenas de pequeños monumentos a algunos de los más próceres personajes literarios de Rumania, algunos columpios y, en especial, unas enigmáticas ruinas señaladas con el cartel “La Cetate” (Fortaleza).
Sin duda, el letrero induce a error pues los restos que hoy pueden contemplarse en la esquina noroeste del parque, no corresponden a ningún baluarte sino a las ruinas de un monasterio mandado construir en 1756 por el secretario del Príncipe de Valaquia (logofatul) y Gran Ban, Stefan Vacarescu, el mismo que estuvo casado con Ecaterina Vacarescu, la baneasa a la que nos referíamos hace sólo unos días cuando hablábamos del origen del nombre de algunos barrios al norte de Bucarest.
Del cenobio quedan apenas unos muros, un par de bóvedas de medio cañón, varios arcos, una puerta, algunos contrafuertes, una gran pared circular que bien podría haber albergado el ábside de una iglesia y poco más. Se dice que cerca de las bóvedas que todavía se conservan existía un pasillo secreto (¡uno más en esta ciudad de acreditados túneles secretos!) que conectaba la abadía con el cercano Palacio Kretzulescu, que hoy alberga el Centre Europeén pour l'enseignement supérieur de la UNESCO. Junto a estos vestigios se levanta la iglesia de Schitu Magureanu, reconstruida en 1884 a partir de los restos del templo original que había pertenecido al monasterio y que había sido demolido sólo tres años antes.
Desgraciadamente, el rótulo que hoy indica la existencia de esta falsa fortificación sólo constituye un elemento de despiste para los bucarestinos, que bien merecen una explicación más detallada sobre este lugar del que tan poco saben pero que les es tan familiar.
Libre

En la introducción de su libro, El arte y el hombre, René Huyghe afirma respecto a la capacidad de elección del ser humano: “Hay que saber, pues, lo que se quiere, elegir lo que se quiere. Pero elegir implica que se juzga lo que es bueno o lo que es malo, lo que es hermoso o lo que es feo. Así, a esta primera facultad propia del hombre, el conocimiento lúcido, se añade otra: el sentido de la calidad, el deseo de mejorar el mundo y de mejorarse.”
Miro por la ventana, veo esta Rumania castigada y pienso en la ausencia de moral, ética y estética de aquellos que teniendo capacidad de decidir, que pudiendo juzgar lo que es bueno y malo, lo que es hermoso o lo que es feo, escogen siempre lo peor para sus compatriotas.
Dedicado a Adrian Nastase, que después de una brevísima condena por corrupción hoy ha salido triunfante de la cárcel "indultado" poco después de la llegada de sus compañeros de filas al gobierno.
Frío

Dice el refranero rumano que cuando el herrerillo (pițigoi) canta junto a tu casa, anuncia que se acerca una ola de frío.
Juro no haber visto ningún herrerillo piando cerca de nuestra casa pero grajos volando bajo, ¡a montones!