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El Ateneo

Vamos a iniciar el año nuevo con una referencia al que quizás es el edificio más emblemático de Bucarest, el más admirado por sus habitantes y el más claro ejemplo de la arquitectura académica propia del Pequeño París: el Ateneo Rumano.
La institución llamada Ateneo Rumano fue fundada en 1865 por C. Esarcu, V.A. Ureche y N. Kreţulescu. Hacia finales de siglo, la dirección creyó en la necesidad de construir un edificio adecuado que imaginó como un “palacio de las ciencias y las artes” en el que el público debía tener acceso, en un ambiente áulico, a los beneficios de la cultura: exhibiciones, conciertos, conferencias, una biblioteca, una galería de arte e incluso una sala de proyección cinematográfica.
Los fondos para la construcción del edificio se recogieron por suscripción popular bajo el lema “Daţi un leu pentru Ateneu” (Dé un leu para el Ateneo). De este modo, en sólo un año se recogió suficiente dinero para, en 1886, poner la primera piedra del edificio, diseñado por el arquitecto francés Albert Galleron, sobre los cimientos del antiguo picadero de una sociedad ecuestre cercana.
El edificio está precedido de un espectacular peristilo formado por seis columnas jónicas que sostienen un frontón mudo. Tras él, sobre las puertas de entrada, cinco medallones en mosaico representan a los más destacados príncipes de Valaquia y Moldavia (Neagoe Bararab, Alexandru cel Bun, Vasile Lupu y Matei Bararab) y al rey Carol I, de origen extranjero pero ligado aquí a las dinastías locales en clara intención política. El edificio está coronado por una enorme cúpula neobarroca profusamente decorada.
En el interior hay una sala de exposiciones y una sala de concierto donde normalmente realiza sus interpretaciones la Orquesta Filarmónica George Enescu. En la planta baja hay un espectacular vestíbulo circular llamado La Rotonda, rodeado de doce columnas que imitan el mármol rosado. Desde el vestíbulo parten cuatro monumentales escaleras de caracol, realizadas en mármol y con balcones que dan al centro de la Rotonda.
La sala de conciertos tiene 600 asientos en platea y 52 palcos dispuestos en dos semicírculos. Por encima de los palcos superiores, en la pared interna del tambor de la cúpula, se desarrolla un enorme fresco de 3 metros de alto y 70 de largo - obra realizada por el pintor Grigore Petrescu entre 1933 y 1938 - con los principales momentos de la historia de los rumanos, desde la entrada del emperador Trajano en Dacia hasta la Primera Guerra Mundial. Originalmente, el fresco incluyó al rey Carol II y a su hijo, el futuro rey Mihai, sin embargo, tras el turbulento reinado y la controvertida abdicación de Carol II, ambas imágenes fueron tapadas por una composición de hombres del pueblo que aclaman al rey Fernando I y a la reina María, sus antecesores.
La llegada de la arquitectura moderna a Rumanía

La llegada de la arquitectura moderna a Rumanía estuvo estrechamente relacionada con la participación de muchos artistas rumanos en los movimientos vanguardistas de París, Zurich y Berlín, alrededor de los años 20. Marcel Iancu, Ion Vinea o Tristán Zara, por citar algunos de los más destacados ejemplos, estuvieron entre los fundadores del Dadaísmo.
Los arquitectos formados en la École de Beaux Arts de París, que regresaron a Rumanía tras la Primera Guerra Mundial, renunciaron al academicismo y presionaron para redirigir el Movimiento Moderno de modo que la transición desde el historicismo a la arquitectura moderna se convirtió en una revolución cultural que afectó a los métodos de diseño, a los materiales de construcción y a las tecnologías empleadas.
Aunque el hierro, el acero y el vidrio ya se habían empleado en construcciones industriales en la segunda mitad del siglo XIX, sólo a través de las nuevas concepciones del Movimiento Moderno estos materiales se convirtieron en referencias básicas para la definición de un nuevo lenguaje arquitectónico. Paralelamente, el nacimiento de la citada vanguardia artística, la evolución de las tecnologías de construcción y los cambios en la cultura de la construcción fueron los principales factores que forzaron la sustitución del historicismo por una arquitectura moderna.
En la mayoría de los casos, desde un punto de vista estético-funcional, los nuevos edificios se caracterizaron por la plasticidad horizontal/vertical de sus fachadas, por el uso inteligente de la geometría en los diseños, por los sutiles juegos de ángulos rectos, curvas y superfices, por la orientación de los edificios en relación con su ventilación e insolación, por la simplicidad de las formas y por el tratamiento cromático de las fachadas, en las que el blanco tomó un valor que era cualquier cosa menos neutro.
A partir de entonces, los clientes renovaron su interés por las respuestas de la arquitectura en términos de confort, tecnología, economía y, por encima de todo, funcionalidad, clave de su elección en el diseño de edificios tanto residenciales como industriales o socio-culturales.
Las villas - como la que encabeza este post, diseñada por Jean Monda - destacaron como la tipología más desarrollada. En sus diseños, emergió el minucioso estudio del empleo de los materiales de construcción, el dinamismo entre los elementos horizontales y verticales, la flexibilidad de los espacios interiores, la continuidad espacial entre los interiores y los exteriores, la elevada calidad de los detalles, la pureza de formas, así como elementos de estética orgánica dependiendo de si se trataba de edificios situados en la costa o en la montaña.
También las residencias multifamiliares contribuyeron a definir la imagen urbana de las nuevas ciudades, especialmente en Bucarest, al ser construidas paralelamente a las más importantes vías o como originales soluciones en el caso de los edificios esquineros. Estos grandes edificios constituyen la más representativa expresión de una arquitectura moderna prudente, libre de influencias extranjeras, con anhelos de estabilidad y continuidad.
A pesar de todo, las experiencias más atrevidas las encontramos en los edificios socio-culturales, públicos y privados, acreedores de las soluciones más innovadoras y funcionales. De este modo, hoteles (como el Hotel Ambassador, en la foto), teatros, cines, hospitales, escuelas, centros deportivos, bibliotecas, oficinas de la administración pública, etc., transformaron radicalmente el perfil urbano.
Bucarest es un lugar que todavía hoy nos ofrece el paisaje de la ciudad moderna, aquélla que idearon y levantaron Iancu, Monda, Creanga, Marcu y tantos otros, por lo que, a pesar del maltrato del tiempo, la especulación y el abandono, bien vale un paseo pausado y atento del visitante.
Impuestos abracadabrísticos

Si hace meses se salvaron de la quema impositiva, desde hace un par de días brujos, nigromantes, adivinadores, videntes, astrólogos y demás trabajadores de lo sobrenatural deberán contribuir a las arcas del Estado mediante el pago de impuestos.
El pasado mes de septiembre, el Parlamento propuso ya una ley que incluía este tipo de actividades entre las susceptibles de recaudar IVA, sin embargo, el Senado tumbó la propuesta, según dicen, por el temor de sus señorías a las tenebrosas consecuencias de tal medida. Pero la crisis económica no da tregua ni en el inframundo, así que el partido en el gobierno ha vuelto a la carga y finalmente ha conseguido aprobar una ley que obliga al lóbrego colectivo a registrarse, aportar al fondo de pensiones, a la seguridad social y a contribuir a las arcas generales con un impuesto sobre sus ingresos.
La reacción no se ha hecho esperar. Una docena de brujas han anunciado que en breve arrojarán mandrágora al Danubio para condenar al presidente y a los políticos que han votado a favor de esta medida. Bratara Buzea, una de las más destacadas brujas del país que ya durante el régimen de Ceauşescu sufrió penas de prisión por su esotérica condición, confirmó que dirigirá un coro de brujas que, a través de ceremonias en las que se emplearán excrementos de gato o cadáveres de perro, lanzarán varios conjuros contra los responsables de su desgracia.
Es justo admitir que acabar una sesión de magia o brujería con una factura en la mano le quita encanto al asunto, sin embargo, el ansia recaudatoria del Estado no entiende de arrebatos y la clase política rumana no teme abrir las puertas del infierno.
Sobre las consecuencias de la medida y de las contramedidas, pronto las veremos.
De zombis

Permítame el lector una reflexión algo alejada de las habituales.
Existe una relación entre las grandes crisis de la humanidad del siglo XX y el cine de zombis. Nótese que no estoy hablando de crisis bélicas de largo alcance, sino preferentemente de crisis políticas, económicas o sociales. Las primeras películas de zombis aparecieron brevemente justo tras el crack del 29 – destaca White zombie, de 1932 - para prácticamente desaparecer después. En los años 50, en los inicios de la Guerra Fría, se pusieron de moda los OVNIS y los extraterrestres, aunque algunas películas los relacionaron con pseudo-muertos vivientes como en el caso de Zombis de la estratosfera (1952) o incluso la mítica Plan 9 del espacio exterior (1959). En un mundo con terribles antecedentes y cuya complejidad aumentaba de forma vertiginosa, era reconfortante pensar en la inocencia del ser humano y en la amenaza exterior, aunque estos primeros ejemplos del cine con zombis atisbaban ya el contenido de un mensaje diferente, más crítico con el ser humano.
Los años 60 fueron los del fin de la inocencia, se impuso el pensamiento de Plauto según el cual "El hombre es un lobo para el hombre" y de ahí que durante ese decenio apareciesen los zombis como trasunto del ser humano de entonces, tan irracional y violento como incapaz de controlar un mundo que, debido al aumento de los flujos de información, cada vez se le hacía más incomprensible. Despuntaron entonces grandes clásicos como la reflexiva El último hombre sobre la Tierra , protagonizada por Vincent Price, o La noche de los muertos vivientes de George A. Romero, que dio el verdadero pistoletazo de salida al fenómeno zombi tal y como lo entendemos hoy en día.
Inmediatamente después de la crisis del petróleo hubo un repunte en los estrenos de películas de zombis, aunque fue en los años 80 cuando, a razón de prácticamente un estreno mensual, se vivió la primera época dorada del género coincidiendo con el aumento del terrorismo internacional y con los últimos estertores del comunismo. De estos años destacan títulos como Muertos y enterrados, la fantástica The Evil Dead o El día de los muertos. Al tiempo que se denunciaban públicamente las consecuencias de la crisis ecológica y el fin de las fuentes de energía derivadas del petróleo, los 90 asistieron a un ritmo de producción zombi similar La última gran crisis mundial, desatada por una globalización que amenaza a la singularidad del individuo, por la debilidad del Imperio americano y por el estallido de la crisis financiera coincide también con un momento de esplendor de la temática zombi, magníficamente representada hoy por la serie The Walking Dead y por la postmoderna saga de Resident evil, entre muchos otros títulos.
Más allá de la cronología, el zombi se presenta cada vez más como paradoja del ser humano actual. Su rabia es contagiosa – sólo hay que mirar al telediario para comprobar lo contagiosa que es la violencia entre el ser humano –, se mueve por impulsos – comer/consumir - y sólo muere al dispararle al cerebro, pues es precisamente ese órgano el causante de todos los males del hombre y del zombi. Quien piensa demasiado, quien analiza detenidamente el mundo que le rodea, puede acabar cayendo en la locura y actuando como un zombi violento aunque, paradójicamente, también quien no emplea su cerebro acaba actuando como un zombi errante.
El zombi como voluntad y representación.
El misterio de los estorninos muertos

Rumanía no podía ser menos en lo que a fenómenos extraños se refiere, así que el pasado sábado varios residentes de Constanţa, en la costa del Mar Negro, denunciaron a la policía que decenas de estorninos se habían precipitado muertos contra el suelo, repitiéndose así el misterioso suceso que hace unos días asombró a Estados Unidos y Suecia.
El temor a la gripe aviar – que afectó a muchas localidades rumanas entre 2004 y 2006 - hizo que el jefe de la autoridad veterinaria de la ciudad, Romeu Lazar, ordenase la inmediata autopsia de las aves. Cruzando los dedos, los médicos tomaron 5 cadáveres y les abrieron las tripas comprobando, sorprendidos, que se hallaban repletas de hollejos de uva, un subproducto de la producción de vino.
Durante el crudo invierno rumano, los alimentos escasean por lo que los pájaros habían picoteado los orujos sobrantes de una bodega cercana que produce el delicioso vino Murfatlar. Al parecer, los hollejos estaban impregnados en alcohol y las aves, poco acostumbradas a las bebidas espiritosas, acabaron sucumbiendo en pleno vuelo.
El misterio no tenía relación ni con tormentas, ni con cables eléctricos ni con el estrés aviar, simplemente los estorninos llevaban una turca monumental.
Bucarest: ciudad de zigurats

La arquitectura moderna de Bucarest posee una personalidad bien visible a través de una extraña amalgama de motivos y fuentes de inspiración que refleja su carácter cosmopolita y diverso, aunque también sus nostalgias, sus anhelos y sus dilemas. Si se pasea por la ciudad con la mirada atenta, es fácil identificar uno de los motivos más repetidos gracias al éxito que cosechó entre los arquitectos Art Deco de los años 20: el zigurat.
El zigurat alcanzó su popularidad gracias al interés que suscitaban las civilizaciones antiguas y a su conexión con una metáfora literaria, muy de moda en aquel momento, según la cual la ciudad moderna era la representación de la nueva Babilonia. Relacionado con la pirámide, que encarna la perfección y su última estilización, la silueta escalonada se empleó desde en el diseño de colgantes o botellas de perfume hasta en la culminación de las secciones más altas de ciertos edificios.
Arquitectónicamente, el zigurat se empleó por su simbología relacionada con el movimiento, el optimismo, el triunfo o el prestigio, aunque también como metáfora de una pirámide social por la que, aparentemente, todos podían ascender hasta la cima en aquella Bucarest de los prodigios.
Los orígenes de la "cuestión judía" en Rumanía

A partir de las revoluciones liberales de 1848, saltó en toda Europa el espinoso asunto de la concesión de derechos civiles y religiosos a los centenares de miles de judíos que vivían en el seno del Imperio Austríaco, en Hungría, Rusia y otros países centroeuropeos.
También en los Principados Danubianos, Valaquia y Moldavia, empezó a agitarse la cuestión. A mediados de siglo, vivían en los Principados unos 130.000 judíos, aunque la población se había duplicado antes de final de siglo. Tras los ecos de la revolución parisina de 1848, en mayo de ese mismo año, los liberales válacos crearon un Comité revolucionario que redactó la llamada Proclamación de Islaz, publicada en junio, en la que, entre otras muchas cosas, se reclamaban por primera vez derechos civiles tanto para los gitanos como para los judíos.
Los intereses cruzados de rusos, austríacos y turcos en la región dejaron la cuestión en segundo término durante decenios hasta que ascendió al trono Carol I (1866 – 1914). El nuevo príncipe encargó formar gobierno al conservador Lascăr Catargiu, quien incorporó a su equipo a liberales como Ion Brătianu al frente de Finanzas o a C. A. Rosetti en Educación. Inmediatamente el gobierno trabajó en una nueva Constitución que declaraba oficial a la Iglesia ortodoxa y establecía la igualdad entre los ciudadanos siempre que se declarasen cristianos.
Esta disposición dejaba sin derechos civiles ni capacidad de adquirir tierras a más de doscientos mil judíos asquenazíes que habían ido formando comunidades de artesanos, hosteleros y mercaderes en Moldavia y que en ciudades como Bucarest o Iaşi – donde sumaban más de la mitad de la población - trabajaban en el comercio, las finanzas y las profesiones liberales.
Tras la nueva guerra ruso-turca de 1877-78, el Tratado de San Stéfano primero y el Congreso de Berlín después sancionaron la independencia de Rumanía, sin embargo, en la capital alemana también se decidió la anulación del polémico artículo 7º de la Constitución rumana. Esta decisión causó una profunda indignación en Rumanía, pero en octubre de 1879 la Asamblea Nacional decretó que la ciudadanía se obtendría sin limitaciones religiosas. A pesar de todo, los judíos siguieron sin poder comprar tierra y se establecieron como condiciones para obtener la ciudadanía la tramitación de un acta especial parlamentaria de carácter individual, la presentación de una solicitud formal y la demostración de una permanencia mínima de 10 años en suelo rumano de los solicitantes.
La anulación parcial del artículo 7º de la Constitución fue denunciada por la Iglesia ortodoxa, la nobleza y los políticos conservadores, constituyendo el germen de una cuestión judía que marcaría trágicamente la historia de Rumanía en los siguientes decenios.
Origen y destino de la Casa Scînteii

No es la primera vez que me refiero a este impresionante edificio que suele dar la bienvenida a los turistas recién llegados a Bucarest en su camino desde el aeropuerto, sin embargo, nunca le había dedicado el espacio que merece.
La Casa Scînteii se levantó sobre el terreno de un antiguo hipódromo por orden de Gheorghe Gheorghiu-Dej, líder del Partido Comunista Rumano entre 1948 y 1965. La construcción se inició en el año 1952, en el marco de un programa de inversiones en edificios culturales que debía “llevar la cultura a las masas” como primer paso necesario para alcanzar el socialismo real; de acuerdo con este programa, se levantaron también otros edificios como el Circo de Estado, la Opera, instalaciones deportivas, teatros, cines, etc.
Tras el rechazo a un primer proyecto por parte de un grupo de asesores soviéticos, que lo acusaban de cosmopolita y formalista, el equipo del arquitecto Horia Maicu se puso a trabajar en un diseño cuya estética se encuadrase en el ideal arquitectónico del socialismo real, obteniéndose así una variante de la Universidad Estatal de Moscú, proyecto que sí gustó a los consejeros rusos. Las obras se sufragaron, en parte, mediante una suscripción popular estableciendo así un paralelismo con el Ateneo Rumano, el edificio burgués por antonomasia de la ciudad.
Inaugurado en 1956, el complejo fue bautizado como Combinado Poligráfico Casa Scînteii I. V. Stalin, aunque más tarde se conoció simplemente como Casa Scînteii en referencia al periódico oficial del Partido Comunista Rumano, Scînteia (La Chispa), que allí se editaba junto a toda la prensa del momento. En abril de 1960, se colocó frente a su fachada una imponente estatua de Lenin que hoy descansa abandonada tras la tapia del Palacio de Mogoşoaia.
Alzado sobre un área de 280 x 260 metros, el edificio tiene una superficie total de 32.000 m2 y una altura de casi 92 metros - sin contar la antena de televisión -, lo que entre 1956 y 2007 lo convirtió en el edificio más alto de Bucarest.
Tras la Revolución de 1989, el edificio mantuvo las redacciones de muchos de los periódicos que entonces aparecieron y que todavía hoy se editan, aunque el edificio cambió su nombre por el de Casa de la Prensa Libre. Si se tiene vista de lince, unos prismáticos o una cámara fotográfica con un zoom potente, todavía hoy puede verse la hoz y el martillo en la base de la antena de televisión que corona el edificio.
La Pequeña Unión

El 24 de enero se celebra en Rumanía la llamada Pequeña Unión (frente a la Gran Unión de 1918), en referencia a la unión de los Principados de Valaquia y Moldavia que tuvo lugar a mediados del siglo XIX, dando lugar al embrión de la futura Rumanía. Decir que se celebra es quizás demasiado pues hoy unos lo han hecho y otros no debido a la indefinición del calendario festivo oficial.
Los ecos de las revoluciones liberales de 1848 llegaron también a Rumanía, sin embargo, aquí las dos potencias en liza, Rusia y Turquía, se ocuparon de sofocar por la fuerza cualquier brote nacionalista. En mayo de ese año, un grupo de liberales, entre los que destacaban Ion Brătianu, C. A. Rosetti o Nicolae Balcescu, había creado un Comité revolucionario que redactó la llamada Proclamación de Islaz, un texto que reclamaba el fin de la tutela extranjera, la unidad nacional – incluida Transilvania -, una Constitución liberal, la abolición de la servidumbre y el reparto de tierras, así como derechos civiles para gitanos y judíos.
En respuesta, los ejércitos turco y ruso entraron en los Principados y acabaron con la tentativa liberal. La convención ruso-turca de Balta Liman de abril de 1849, reforzó la situación de poder compartido entre ambas potencias en ambos Principados y restringió todavía más la capacidad de gobernarse de los rumanos. La Guerra de Crimea tendría que cambiarlo todo.
En febrero de 1853, en otro eslabón de la eterna disputa entre las dos potencias, el zar Nicolás I exigió al sultán que aceptase su protectorado sobre los cristianos del Imperio Otomano. Con el apoyo de Francia y Gran Bretaña, la Sublime Puerta rechazó el ultimátum por lo que en julio, las tropas rusas invadieron los Principados rumanos, depusieron a los príncipes nombrados por el sultán y establecieron una nueva administración militar, dando inicio a la Guerra de Crimea.
Las operaciones militares se desarrollaron en la península de Crimea, donde en septiembre de 1854 desembarcó un ejército franco-británico. Amenazada por Austria, cuya neutralidad era relativa, Rusia abandonó los Principados danubianos, rápidamente ocupados por austríacos y turcos. Sebastopol cayó en septiembre de 1855 por lo que el zar Alejandro II negoció con sus enemigos la Paz de París (marzo de 1856), según la cual admitía la integridad territorial del Imperio Otomano, garantizaba la neutralidad del Mar Negro y perdía su estatus de protector de Valaquia y Moldavia, condición que cedió a las potencias vencedoras.
Tras la derrota rusa, se restituyeron de las Asambleas parlamentarias de Valaquia y Moldavia y su derecho a nombrar a sus príncipes. Los liberales del Partido Nacional, apoyados por Francia, fueron ganando influencia y en 1857 formaron, con amplio respaldo popular, sendos Comités Electorales de la Unión con el objetivo establecer una sola Asamblea para ambos Principados. Aunque el sultán se opuso a esta maniobra, los unionistas eran mayoritarios en ambas asambleas y se pronunciaron a favor de la unificación.
Con la mediación de Napoleón III, las principales potencias europeas aceptaron la creación de unos Principados Unidos, aunque defendieron que Valaquia y Moldavia seguirían funcionando como dos estados separados con su propio gobierno, su príncipe y su asamblea legislativa. En estas circunstancias, las Asambleas parlamentarias iniciaron el proceso de elección de los príncipes y, gracias a la presión del Partido Nacional, en ambos principados fue escogido el coronel Alexandru Ioan Cuza (el 5 de enero en Moldavia y el 24 de enero en Valaquia), convirtiéndose en un príncipe común para ambos Principados y unificándolos de facto. A pesar de todo, no fue hasta 1861 cuando el sultán, teórico soberano de los Principados, admitió la existencia de Rumania como estado, con capital en Bucarest, una Asamblea Nacional y la unidad legal, monetaria, administrativa y militar.
70 aniversario del progromo de Bucarest

Ayer se celebró en la Gran Sinagoga de Bucarest el acto central de la conmemoración en recuerdo del 70 aniversario del progromo que tuvo lugar en la ciudad entre el 21 y el 23 de enero de 1941 y que costó la vida de 120 judíos.
Tras la abdicación forzosa del rey Carol II, a principios de septiembre de 1940, el Mariscal Antonescu fracasó en sus intentos de formar gobierno con el Partido Nacional Campesino y con el Partido Nacional Liberal, por lo que el general estableció una alianza con los fascistas del Movimiento Legionario, dando lugar al llamado Estado nacional-legionario.
Una vez en el poder, entre septiembre de 1939 y enero de 1940, la Legión desarrolló una campaña de asesinatos políticos, endureció la legislación antisemita, organizó acciones violentas y se dedicó al chantaje y la extorsión de los sectores comerciales y financieros judíos. ¡Hasta tal punto fueron salvajes algunas acciones contra la comunidad hebrea, que el gobierno rumano recibió quejas del Reich alemán! (en una calculada estrategia para captar a Antonescu como aliado del Eje). Desbordado por la violencia de sus aliados, Antonescu obtuvo la ayuda de los alemanes para acabar con el caos impuesto por los legionarios y entre el 21 y el 23 de enero de se desarrolló en Bucarest una guerra civil entre los antiguos miembros del gobierno.
En aquellos tres días, los legionarios dieron rienda suelta a sus delirios antisemitas y pusieron en marcha un violento progromo contra la comunidad judía que incluyó el incendio de varias sinagogas, el saqueo de casas y comercios, torturas, asesinatos indiscriminados e incluso una matanza perpetrada en uno de los mataderos de la ciudad, donde algunos hebreos fueron obligados a introducirse en la cadena automática de despiece de los animales. Finalmente, el Movimiento Legionario fue aplastado y con su jugada los alemanes se ganaron el apoyo incondicional de Antonescu, mientras muchos de los fascistas rumanos encontraban refugio en el territorio del Reich.
El mapa del terror canino

El invierno arrecia y la comida escasea por lo que los perros vagabundos de Bucarest se vuelven en estas fechas más agresivos. Hace unos días moría una mujer debido al ataque de una jauría de perros vagabundos. El asalto se produjo en el sector 5, precisamente donde vivimos, aunque lo cierto es que el problema es mucho más grave en barrios como Ferentari y Rahova, donde la ausencia de servicios públicos provoca una acumulación de basuras y, por tanto, un aumento del número de chuchos buscando comida.
En Bucarest hay 50.000 perros vagabundos de los que algo más del 10 % se consideran peligrosos debido a su tamaño y agresividad. Recientemente se ha publicado un mapa de la ciudad donde se indica el número aproximado de perros peligrosos que merodea en cada sector y en el que se puede comprobar que los sectores 5 y 6 se llevan la palma en lo que a actividad canina violenta se refiere.
El alcalde Oprescu se ha reunido con los alcaldes de sector correspondientes para abordar el problema y han acordado realizar capturas periódicas para llevar a los prisioneros a una perrera en Fundulea. Desde hace años se han ensayado diversas medidas y ninguna ha solucionado el problema, ha habido incluso matanzas nocturnas, aunque una campaña internacional encabezada por Brigitte Bardot detuvo el holocausto perruno.
El problema se recrudece cada día y las soluciones planteadas son poco originales por lo que me temo que los ataques continuarán y el asunto seguirá en las portadas de los periódicos por mucho tiempo.