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Bucarestinos

Rumania en la Primera Guerra Mundial (IV): Reorganización y contraataque

Rumania en la Primera Guerra Mundial (IV): Reorganización y contraataque

Tras la caída de Bucarest, con el gobierno y el Rey exiliados en Iaşi, Brătianu formó un nuevo gobierno de unidad nacional en la Nochebuena de 1916, integrado por liberales y los conservadores demócratas de Take Ionescu. Consciente del hundimiento de la moral nacional y de las dificultades extremas de la población y temeroso del estallido de turbulencias sociales- especialmente tras la revolución rusa de marzo de 1917 -, Brătianu se concentró en impulsar una reforma agraria y electoral que consiguiese recuperar los ánimos de los rumanos.


Los reyes Fernando y María en  Iaşi

A principios de mayo, la Cámara de Diputados recibió la propuesta de facilitar las expropiaciones de propiedades, incluyendo tierras de la Corona, grandes propietarios e instituciones públicas y privadas, para repartirlas entre los campesinos y de implantar el voto universal para todos los hombres mayores de 21 años. El proyecto fue rápidamente aceptado e inmediatamente se votó a favor de la correspondiente reforma constitucional, sancionada después por el Rey.

Brătianu desplegó paralelamente una intensa campaña de relaciones exteriores, especialmente con el gobierno provisional en Petrogrado, surgido tras la revolución de febrero y la abdicación del zar Nicolás II. Su principal objetivo era mantener la cooperación militar rumano-rusa en el frente de Moldavia y el flujo de suministros de los aliados occidentales a través de los puertos rusos, para lo cual se desplazó a Petrogrado a principios de mayo. Allí se entrevistó con varios miembros del gobierno y, aunque salió satisfecho de los acuerdos conseguidos, también comprobó angustiado la precaria situación del gobierno del príncipe Lvov y la falta de cooperación con el Soviet de la ciudad, que cada día demostraba más capacidad de influencia.

A lo largo de ese período y hasta junio de 1917 se produjo una recuperación del ejército rumano en unas circunstancias muy complicadas debidas a las inclemencias de un invierno especialmente duro, a una epidemia de tifus exantemático, a las enormes pérdidas de caballos, que afectaron tanto al arma de caballería como a la logística del ejército, y a la sistemática falta de armamento.


General Henri Berthelot

En la reorganización del ejército rumano tuvo una especial relevancia el jefe de la misión militar francesa en el país, general Henri Berthelot, quien al frente de un equipo de 1500 personas, contribuyó enormemente a la instrucción de las tropas en nuevas armas y tácticas, sobre todo en lo referente a la guerra de trincheras. Tras una nueva llamada a las armas, se reclutaron unos 700.000 nuevos soldados, de los que 460.000 se integraron en unidades regulares de combate con mayor potencia de fuego que el año anterior, gracias a los suministros provenientes de Francia.

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Tropas rumanas en Mărășești (1917)

Entre julio y agosto de 1917 se han retomado las luchas en el frente de Moldavia, donde el ejército rumano, comandado de nuevo por Averescu, ha iniciado una ofensiva exitosa cerca de Mărăști con el objetivo de rodear y eliminar el 9º Ejército de Mackensen o, en su defecto, mantenerlo ocupado e imposibilitado de desplazarse a otro frente.

 

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Artillería rumana en la batalla de Mărăști

A finales de julio, en el norte, las tropas de los Poderes Centrales tomaron Tarnopol, en Galizia, debido a la debilidad y a los conatos de motín de las fuerzas rusas, por lo que la ofensiva rumana se detuvo, situación que aprovechó Mackensen para contraatacar en Mărășești. A principios de agosto, la ofensiva germano-húngara se inició con fuerza, sin embargo, pronto fue detenida por los rumanos, causando enormes bajas entre los atacantes. A principios de septiembre, ante la imposibilidad de conseguir un avance significativo, Mackensen ordenó el fin del ataque y transfirió parte de sus tropas al frente italiano, dando fin a las grandes batallas del frente moldavo de 1917.

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Tropas rumanas durante la batalla de Mărășești

Encabezando esta entrada se muestra una fotografía del estado actual del Mausoleo de los Héroes de Mărășești, por el que tantas veces pasó el autor en su viaje a su querida Vama, en Bucovina.

Bucarest reclamaba la guerra

Este es, sin duda, un interesantísimo documento que ilustra perfectamente la serie de entradas que estamos dedicando a la intervención de Rumania en la Primera Guerra Mundial.

Las imágenes corresponden al período de neutralidad que precedió a la entrada del país en la guerra - por tanto, ¡tienen ya más de cien años! - y muestran el clima de entusiasmo bélico que se vivía en Bucarest en aquellas fechas, donde las tropas eran vitoreadas por las calles y los manifestantes exigían la entrada en la contienda con pancartas que rezaban “Queremos la guerra” (Vrem razboi), “Viva el Ejército” (Traiasca armata) o “Transilvania nos reclama” (Ne cheama Ardealu), mientras líderes estudiantiles enardecían a las masas con discursos a favor de la intervención.

Realidades alternativas y posverdades rumanas

Realidades alternativas y posverdades rumanas

La terrible plaga del populismo, que denomina posverdades o realidades alternativas a las mentiras de toda la vida, también azota Rumania. El populismo rumano, como en el resto de Europa, se alimenta de la desesperación e intenta romper y aislar, tribalizar, alejarse de todo proyecto común y regresar a las esencias, ese refugio idealizado del nacionalismo que ofrece paz, felicidad y prosperidad a cambio de nada. 

En Rumania, paradójicamente, la piñata preferida del populismo ultranacionalista, a la que arrear todos golpes, es la Unión Europea, por lo que muchos medios de comunicación y predicadores varios no dudan en echar mano de posverdades y realidades alternativas – falsedades, vamos - para acusarla sin decoro de todos los males del país.

Una de las invenciones más repetidas allí es que Rumania es contribuidora neta al presupuesto de la UE pues, según dicen, aporta más de lo que recibe. Nunca se proporcionan datos para sustentar semejante argumento, parece una verdad absoluta, sin embargo, la realidad es muy distinta. Acudiendo a los datos oficiales publicados por la Comisión Europea para cada uno de los países miembros de la UE, puede diseñarse el siguiente gráfico, de elaboración propia:

 

A partir de estos números, es fácil calcular que, entre los años 2000 y 2015, la contribución neta de la UE a Rumania asciende a 24.678 millones de euros y en todos los años ha sido positiva a favor de Rumania. ¡Nunca Rumania ha aportado a la UE más de lo que ha recibido!

Otra de las tergiversaciones recurrentes es que, tras la adhesión de Rumania a la UE, el 70 % de la tierra cultivable ha sido adquirida por oscuras corporaciones extranjeras que intentan dominar el país. A falta de datos oficiales del gobierno de Rumania, de acuerdo con un estudio realizado por el Transnational Institut para la Comisión de Agricultura de la UE, entre el 20 y el 30 % del terreno arable rumano pertenece a personas, físicas o jurídicas, del resto de Europa – entre las que se cuentan, por ejemplo, el Bardeau Holding, una empresa asociada al conde austríaco Andreas von Bardeau, un fondo de inversión del banco holandés Rabobank o la empresa italiana Generali -, mientras que un 10 % del terreno es propiedad de entidades ajenas a la UE – como la compañía libanesa Maria Group, por citar alguna -, lo que sumaría un máximo de 5 millones de hectáreas sobre un total de más de 13 millones de hectáreas cultivables.

De nuevo, los datos contradicen las farsas del populismo ultranacionalista rumano, tan en boga también en otros países del Este de Europa, como Hungría y Polonia, y que tanto amenaza el proyecto común de la Unión Europea.

¿Qué está pasando en Rumania? ¡Estallido y victoria!

¿Qué está pasando en Rumania? ¡Estallido y victoria!

Como recordarán mis pacientes lectores, hace unos días escribí sobre la fallida candidatura de Sevil Shhaideh al cargo de Primer Ministro de Rumania. Ante la inesperada posición de Iohannis, el PSD, con el ínclito Liviu Dragnea a la cabeza, optó por proponer un nuevo candidato, Sorin Grindeanu, un Matemático especializado en Informática, antiguo Ministro de Comunicación, que fue rápidamente aceptado por Iohannis e invitado a formar gobierno. Grindeanu es un hombre de partido que, gracias al amparo del líder socialdemócrata, Ilie Sârbu, ascendió desde la organización juvenil del partido en Timiș hasta la presidencia del Consejo Regional. Su asalto al puesto de Primer Ministro no tenía, sin embargo, un mentor tan evidente, aunque sin duda era un hombre del agrado de la élite del PSD, con Dragnea a la cabeza.

Tras pocos días de echar a andar, el Gobierno amagó con una modificación del código penal que, aparentemente, beneficiaría a miembros del PSD acusados o condenados por corrupción. Mucho se habló durante días sobre el tema, la calle se fue calentando y las manifestaciones empezaron a sucederse, con decenas de miles de ciudadanos protestando a pesar de las gélidas temperaturas. A pesar de ello, repentinamente, con alevosía,  nocturnidad y evitando cualquier debate en el Parlamento, la noche del 31 de enero se publicó la Ordenanza de Urgencia 13/2017, que modificaba tanto el Código Penal como el Código de Procedimiento Penal.

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Con la mirada atónita, clavados ante el televisor mientras cenaban, los rumanos comprobaron cómo el gobierno socialista había promulgado una ordenanza que, de fapto, despenalizaba el nepotismo y los delitos de corrupción con un montante inferior a 44.000 €, reducía drásticamente penas, obligaba al cierre de expedientes abiertos y amnistiaba a una serie de delincuentes ya encarcelados. Por poner un ejemplo y para que mis lectores españoles entiendan bien el alcance del asunto, es como si, tras ganar las elecciones de diciembre, el PP hubiese promulgado velozmente una ley para liberar y exonerar a los implicados en la trama Gürtel.

Y volviendo a Rumania, ¿a quién beneficiaba esta ordenanza de urgencia? No entraré en demasiados detalles, pues entiendo que mis lectores no están familiarizados con la política rumana, pero si uno repasa los nombres que menciono en mi entrada anterior sobre política, algunos personajes favorecidos les sonarán familiares. El primero de todos, Liviu Dragnea, que evitaría un caso de malversación de caudales públicos por valor de unos 25.000 €. Nicuşor Constantinescu, mentor de la rechazada Sevil Shhaideh, quedaría exonerado de un caso de abuso en servicio cuyo perjuicio para el estado se ha evaluado en 2,5 millones de euros. También varios inculpados por la tragedia del incendio del Club Colectiv, con el alcalde del sector a la cabeza, Cristian Popescu Piedone, serían automáticamente perdonados. La lista continua y sus delitos ascienden a decenas de millones de euros, pero no quiero aburrir al lector.

Manifestaţii în Piaţa Victoriei (Foto: arhivă AFP/Daniel Mihăilescu)

Sea como fuere, la indignación corrió como la pólvora por las redes sociales y, gracias a una sociedad civil que cada día tiene más fuerza, se sucedieron las concentraciones en toda Rumania, siendo las de Bucarest las más numerosas, con centenares de miles de personas agolpadas frente de la sede del Gobierno, en la céntrica Piața Victoriei. Durante 4 días, el pulso ha sido intenso pero los manifestantes no se han acobardado, siendo cada día más constantes, numerosos y más originales en sus reclamaciones, incluyendo alusiones a Juego de Tronos o La Guerra de las Galaxias, enormes mensajes proyectados en los edificios circundantes, protestas matutinas protagonizadas por familias con niños o desfiles de peleles de los líderes socialistas ataviados como presos. El momento culminante de la manifestación ocurrió, quizás, el día 3 por la noche cuando, a las 22.00 h en punto, tras un silencio sepulcral, los presentes entonaron al unísono el himno nacional de Rumania. Por su parte, el presidente Iohannis intentó frenar la aplicación de la ordenanza en el Tribunal Constitucional, aunque ya se sabe que los tiempos de la justicia son demasiado lentos, especialmente cuando las pasiones están tan encendidas.

Cinco días después de intensas manifestaciones, Grindeanu apareció nervioso ante las cámaras para anunciar que, junto a sus ministros y miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo Superior de la Magistratura, iba a encontrar una solución para evitar que las disposiciones de la polémica ordenanza entrasen en vigor e informar que se iba a reunir con el resto de partidos para tramitar un proyecto de ley con mayor consenso. La Piața Victoriei estalló de júbilo, hubo gritos de alegría, abrazos y algunas lágrimas, aunque pasada la euforia inicial, la mayoría de los allí presentes o de los que los apoyan todavía recelan de las intenciones del Gobierno por lo que, mientras escribo estas líneas, todavía se congregan alerta 150.000 personas frente a la sede del Gobierno.

A pesar de la victoria, las espadas siguen en alto.

Sobre el metro de Bucarest

Sobre el metro de Bucarest

El metro de Bucarest es una infraestructura que, con sus limitaciones, funciona considerablemente bien y, sobre todo, tiene unos precios muy asequibles. Para que se hagan una idea, un billete con 2 viajes – el mínimo que es posible adquirir – cuesta 1,1 € y una tarjeta para 10 desplazamientos, 4,4 €.

Se trata de una red subterránea – excepto en la estación de Berceni - con 4 líneas, llamadas magistrale, que fue inaugurada el 19 de diciembre de 1979 con la M1, entre las estaciones de Semănătoarea y Timpuri Noi. A principios del año 2014, el metro de Bucarest se extendía a lo largo de 69,25 Km y 51 estaciones, con una distancia media entre ellas de 1,5 Km y unos 700.000 viajes individuales diarios, de lunes a viernes.

Ya desde 1900, las autoridades locales de Bucarest mostraron su inquietud sobre la necesidad de disponer de una línea de metro, sin embargo, curiosamente, el estudio de viabilidad que encargaron concluyó que una infraestructura así sólo sería necesaria para la ciudad ¡a finales del siglo XX! A pesar de ello, el joven ingeniero Dimitrie Leonida hizo un primer proyecto, en forma de trabajo de fin de carrera, hacia 1908, pero desgraciadamente no pasó de los papeles.

En 1929 se retomó la idea, aunque fue rápidamente descartada frente al transporte de superficie; más tarde, a finales de los años 30, en un momento de ebullición urbanística de la ciudad, volvió a resurgir pero, a pesar del interés que despertó incluso en el rey Carol II, el estallido de la Segunda Guerra Mundial la dejó de nuevo en el cajón del olvido.

En los años 50 se elaboró un nuevo estudio de viabilidad pero, por influencia de la escuela urbanística soviética, que entendía el metro como una instalación de defensa frente a los bombardeos, se proyectó a una instalación a una profundidad de entre 20 y 40 metros, por lo que se convirtió en una empresa inviable económicamente.  

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Ceaușescu participă en la inauguración del tramo Timpuri Noi-Republica (1981)

No fue hasta 1975 cuando empezó la construcción de la red de metro, debido principalmente a las nuevas necesidades de transporte provocadas por la edificación de grandes barrios residenciales, alejados del centro de la ciudad y más próximos a los centros industriales, como Militari, Berceni y Titan Balta-Albă. Para su diseño y construcción se emplearon únicamente ingenieros y materiales rumanos, suponiendo un verdadero desafío técnico por hallarse en un estrato acuífero y en terreno arenoso, que en ocasiones obligó a congelarlo para poder realizar galerías. En los años 80 se construía a una velocidad de 4 Km/año, lo que constituía un récord a nivel mundial. A pesar de todo, la planificación del metro tampoco escapó de los caprichos de la pareja Ceauşescu, que sólo aceptó la construcción de la parada de Piaţa Romană, iniciada en secreto, por presión popular o evitó la llegada del metro hasta Drumul Taberei por considerarlo un barrio burgués que no lo merecía.

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Durante la época comunista, se sucedieron las inauguraciones en el metro

A diferencia de las redes de metro de otras ciudades de Europa del Este, en Bucarest se priorizó la velocidad de construcción y la modernidad, por lo que muchas estaciones tenían un aspecto muy simple, sin ornamentos, y eran algo oscuras, especialmente por las limitaciones energéticas que sufrió el país en los años 80, problema que actualmente sólo se ha resuelto a medias en algunos casos.

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Aspecto actual de una estación del metro de Bucarest

Piata Romana, eliminada inicialmente por capricho de Elena Ceausescu

Antes de la caída del régimen comunista, estaban en funcionamiento 3 líneas de metro y, desafortunadamente, la llegada de la democracia sólo supuso una exasperante ralentización en la extensión de tan necesaria infraestructura. En el año 2000 se inauguraron 4 estaciones de la cuarta línea (M4), un total de 4 Km que tardaron 11 años en alcanzar los 6,62 Km que tiene actualmente. En 2017 se espera inaugurar la M5, cuya construcción está retrasada y, en 2021, las autoridades confían en que el metro llegará al aeropuerto de Otopeni.

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Obras de la M5, en las que trabaja la empresa española FCC

Henrieta Delavrancea Gibory: arquitectura moderna en femenino

Henrieta Delavrancea Gibory: arquitectura moderna en femenino

Mucho he escrito en este blog sobre los estilos arquitectónicos bucarestinos, con especial énfasis en su riqueza de edificios vanguardistas inspirados en el movimiento De Stijl y en las ideas modernas de Le Corbusier.

En la construcción de este patrimonio único, tuvo una significativa contribución la arquitecta Henrieta Delavrancea Gibory, nacida en Bucarest a finales de 1897. Henrieta vivió su infancia en el seno de una familia de la alta sociedad bucarestina pues su padre, Barbu Ştefănescu Delavrancea, un destacado abogado, escritor y poeta, fue alcalde de la ciudad, diputado y ministro. En casa de los Delavrancea era habitual recibir a los miembros más granados de la sociedad cultural y política rumana, entre los que destacaba el arquitecto Ion Mincu, creador del estilo nacional rumano, quien se convirtió en un temprano mentor de Henrieta.

En 1913, ingresó en la Escuela Superior de Arquitectura, donde compartió estudios con el posteriormente célebre Horia Creangă. Desgraciadamente, la entrada de Rumania en la Primera Guerra Mundial interrumpió temporalmente los estudios de Henrieta, quien no dudó en alistarse en el Ejército como enfermera voluntaria. Allí conoció a su futuro marido, el oficial francés Émile Gibory, con el que se casaría en 1919, en el mismo momento en que Walter Gropius lanzaba su manifiesto y el programa de la Escuela Bauhaus en Weimar. Después de una breve estancia en París, tras la firma del armisticio por el que Rumania salió de la contienda, la familia Gibory regresó a Rumania, trasladándose a vivir a la zona montañosa de Buzău, donde Henrieta entró en contacto por primera vez con la arquitectura tradicional y realizó sus primeros trabajos, dos villas en Eforie Sud, hoy desaparecidas.

En 1924, decidió retomar sus estudios, por lo que se trasladó de nuevo a Bucarest, coincidiendo con la edificación de las primeras obras modernas de la ciudad, diseñadas por el pionero arquitecto Marcel Iancu. A pesar de no haber finalizado todavía sus estudios, en 1925, Henrieta diseñó y comenzó la construcción de su propia villa, en el número 149 de la actual calle Mihai Eminescu, donde viviría el resto de su vida.

Casa de la familia Delavrancea Gibory

Henrieta se graduó en 1927, siendo la cuarta mujer arquitecto de la historia de Rumania, tras Ada Zăgănescu, Virginia Andreescu y Mimi Friedman. Mientras en Suiza, Le Corbusier organizaba el Primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, los trabajos de Henrieta tras terminar sus estudios estuvieron muy influenciados por el movimiento neo-rumano, como puede todavía comprobarse en el edificio del ayuntamiento de Oraviţa (1927), en la casa Blanche Bernay, (C/Victor Babeş, 10, Bucarest), construida en 1928, o en obras desaparecidas como la casa Alecu Ureche.

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Casa Blanche Bernay

En 1934, la vila “Vânturile, valurile” (Vientos y olas), construida para el general Gheorghe Rasoviceanu en Balcic – hoy, en territorio Búlgaro -, inicia una serie de 22 casas de vacaciones en la costa del Mar Negro que son, sin duda, su creación más significativa. Entre ellas, destacan también las casas Pilat y Constantiniu, espectacularmente situadas sobre terrazas frente al mar y con un tratamiento de volúmenes ya profundamente moderno, o la casa Popescu, que a la volumetría moderna añade las características ventanas en voladizo, tan típicas de la arquitectura balcánica.

Casa Constantiniu (Balcic), hoy desaparecida

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Casa Popescu (Balcic)

En Balcic, Delavrancea no se limitó a idear villas privadas, pues también diseñó el ayuntamiento de la localidad y la residencia de los guardas de fronteras y el salón de té del Palacio Real - hoy tristemente demolido -, una preciosa y ecléctica síntesis entre modernidad y tradición, con elementos celtas, bizantinos, rumanos, balcánicos y orientales, maravillosamente integrada en el paisaje de la conocida como Costa de Plata.

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Pabellón de los Guardias de Frontera (Palacio de Balcic)

Muchos otros trabajos sobresalen por su moderno diseño y su reinterpretación de formas y motivos tradicionales, como las casas Prager y Cantuniari en Bucarest. Una mención especial merece la Casa Vâlcovici, cuyo cubismo se atenúa por la interferencia de algunos planos curvos y cilíndricos.

Foto: Casa Cantuniar str. pictor Mirea

Casa Cantuniari, actualmente alberga la embajada de Venezuela

Foto: casa Valcovici str Londra

Casa Vâlcovici

No hay duda que sus contactos con la arquitectura vanguardista de los años 30, así como su amistad con Horia Creangă, contribuyó también a su propio concepto de la arquitectura en otros edificios como el Instituto de Higiene y el cinema Capitol en Bucarest, los inmuebles Arapu y Solly Gold o la Residencia Petroşani en Eforie.

Foto: cinematograful Capitol (fatada si holul de acces fara sala)

El lamentable estado actual del Cinema Capitol...

Foto: cinematograful Capitol (fatada si holul de acces fara sala)

... y su proyecto, que vio la luz tal cual a finales de los años 30

Foto: imobilul de locuite  Grig Arapu str. Pictor Iscovescu

Inmueble Arapu, que todavía puede admirarse hoy,

aunque con algunas modificaciones

La Segunda Guerra Mundial interrumpió bruscamente muchos trabajos de Henrieta y su situación empeoró progresivamente, llegando a subsistir gracias a la venta de galletas. Acabada la contienda, en 1948, consiguió emplearse como arquitecta proyectista en el Ministerio de Sanidad y, entre otros trabajos, colaboró en la edificación del Hospital Clínico Fundeni y en el Instituto Oncológico del Hospital Filantropía, hoy abandonado y en un lamentable estado de ruina. Desgraciadamente, en ninguno de estos edificios atisba ni un ápice de la capacidad creativa de Delavrancea.

Dibujo del bloque Macavei, hoy visitable en Bucarest

Tras el terrible terremoto que asoló Bucarest en el año 1977, aprovechado por Ceaușescu para derribar centenares de edificios e imponer su programa de sistematización arquitectónica del que surgió, entre otros, la imponente Casa Poporului, una octogenaria Henrieta se unió a un grupo de intelectuales para frenar, sin éxito, el demoledor plan de la tiranía comunista. Dedicó los últimos años de su vida a restaurar la iglesia de San Jorge El Nuevo de Bucarest, trabajo que dejó inacabado al sorprenderle la muerte en 1987, en la misma casa que ella había diseñado y construido 62 años antes.

Foto: institutul de igiena  fundatia Rockefeler

Instituto de Higiene (Bucarest)

Si Bucarest tiene muchos motivos para ser visitada, descubrir la arquitectura de Henrieta Delavrancea es, sin duda, uno de ellos. Si, además, el visitante puede desplazarse a Balcic, el viaje será completo y habrá valido totalmente la pena.

¡Feliz 2017!

¡Feliz 2017!

Desde estas líneas, quiero desear a mis fieles lectores un muy feliz año nuevo, lleno de alegría y éxitos.

En el primer día del 2017 que estrenamos, no olviden beber un buen vaso de vino tinto pues, según la tradición rumana, renueva la sangre para todo el año.

Para quienes no la conozcan, recomiendo la lectura de mi entrada sobre Creencias y supersticiones rumanas sobre... Año Nuevo. ¡Vale la pena!

De elecciones o el triste destino de la anormalidad política en Rumania

De elecciones o el triste destino de la anormalidad política en Rumania

Hace pocas semanas Rumania celebró sus últimas elecciones legislativas y, según preveían las encuestas, el Partido Socialdemócrata (PSD) arrasó, quedándose a 12 escaños de la mayoría absoluta. Ante sus promesas de subidas generalizadas de salarios y pensiones, poco importó a los electores que menos de un año antes, el Primer Ministro socialista, Victor Ponta, hubiese dimitido por las irregularidades destapadas tras el incendio del Club Colectiv, en el que murieron 60 personas, y por la presión debida a los numerosos escándalos de corrupción que salpican a ministros y diputados de su partido. Los socialistas vencieron claramente, seguidos a mucha distancia de los liberales, la nueva Unión Salvar Rumanía (USR) y los partidos de las minorías étnicas, encabezados por la agrupación que representa a los  húngaros de Rumania.

Pronto llegaron a un acuerdo para formar gobierno los socialistas y uno de los partidos liberales, ALDE, encabezado por el ex primer ministro, Calin Popescu Tariceanu, sin embargo, según se supo durante toda la campaña electoral, el cabeza de lista socialista, Liviu Dragnea, no podía optar al cargo de primer ministro debido a su condena por fraude electoral en el pasado referéndum revocatorio contra el anterior presidente, Traian Basescu. Dragnea había sido condenado a dos años de cárcel por diseñar un sistema para facilitar el voto múltiple, el turismo electoral que permite votar en más de una mesa a la misma persona o la falsificación de firmas, entre otras lindezas.  

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Liviu Dragnea

En estas circunstancias, el PSD decidió presentar a otro candidato, sorprendiendo a propios y extraños, al escoger a Sevil Shhaideh - imagen, encabezando esta entrada -, primera mujer candidata al puesto, economista, musulmana y exministra de Desarrollo Regional y Administraciones Públicas.

La elección de Shhaideh, además de asombrosa, hubiese hecho historia en Rumania pero también en la Unión Europea, al convertirse en la primera musulmana en ostentar el cargo de Primer Ministro en un país de la Unión, sin embargo, el Presidente Klaus Iohannis, que debía ratificar el nombramiento de Shhaideh, decidió rechazarla como candidata, en un gesto sin precedentes para el que no dio explicaciones.

Aunque los motivos de Iohannis permanecen en la sombra, varias son las circunstancias que pueden haber influido en su inusual decisión. En primer lugar, tras la nominación de Shhaideh, Liviu Dragnea tuvo la desfachatez de declarar públicamente que, aunque ella fuese Primera Ministra, quien gobernaría sería él, dejando constancia de que la candidata vendría a ser poco más que un pelele en manos de la nomenklatura del PSD. Por otro lado, durante 20 años, Shhaideh trabajó en el Consejo Regional de Constanta, al frente del cual estuvo uno de sus mentores, Nicusor Constantinescu, barón local del PSD recientemente condenado a 15 años de cárcel por malversación de fondos públicos.

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Constantinescu, acosado por los periodistas

Constantinescu, junto a Dragnea, fueron los padrinos de la boda de Shhaideh – si es que puede decir así, en una boda sin padrinos según la tradición musulmana - con el ciudadano sirio Akram Shhaideh, agrónomo que realizó su doctorado en Bucarest y que no esconde sus simpatías por el régimen de Bashar al-Assad. Posiblemente, la afinidad  de Akram con el dictador sirio no habrá sido del gusto de Iohannis, aunque dudo que el rechazo a su esposa esté motivado por ser musulmana, ya que él mismo fue acusado por sus oponentes políticos, e incluso por la mismísima jerarquía eclesiástica del país, de no ser rumano por no profesar la ortodoxia o incluso por no tener hijos.

Sea como fuere, es la primera vez que un Presidente rumano rechaza a un candidato a Primer Ministro, situándose al límite de sus atribuciones constitucionales, y no es aceptable que se niegue a dar explicaciones.

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Klaus Iohannis

Ante esta situación, socialistas y liberales de ALDE ya han insinuado que pueden poner en marcha el procedimiento de destitución del Presidente Iohannis, que debería ser ratificado después en referéndum. Cabe recordar, sin embargo, que los socialistas ya intentaron un mecanismo semejante con Basescu en 2007 y 2012 y, en ambos casos, los resultados de los referéndums fueron contrarios a sus intereses, por lo que no pudieron culminar la destitución.

Las próximas semanas prometen ser interesantes desde un punto de vista político aunque, desgraciadamente, será el pueblo rumano quien siga pagando estas batallitas con una nefasta parálisis gubernativa y económica que seguirá lastrando el desarrollo del país.

Rumania en la Primera Guerra Mundial (III): Entrada en la guerra y desastre

Rumania en la Primera Guerra Mundial (III): Entrada en la guerra y desastre

Gracias a la intensa movilización de los años precedentes, en 1916, en vísperas de su entrada en la guerra, Rumania tenía un ejército formado por 19.843 oficiales, 813.758 soldados y 281.210 caballos. A pesar de todo, sufría graves carencias en lo que respecta a instrucción y experiencia de las tropas, provisiones y equipamiento, pues la industria nacional apenas podía suministrar dos obuses diarios por cañón y un solo cartucho por fusil, lo que obligaba al gobierno a buscar suministros en el extranjero. Ya desde 1915, Rumania intentó evitar su dependencia militar de los Poderes Centrales acercándose a Francia, sin embargo, las vías de aprovisionamiento, directamente desde Europa Occidental o a través del puerto de Salónica y Serbia, en seguida demostraron sus dificultades. 

La situación del ejército tampoco era halagüeña en lo que respecta a artillería o ametralladoras pesadas, pues cualquier división alemana o austro-húngara multiplicaba por entre 2 y 4 veces la capacidad de las divisiones rumanas, que además carecían de ametralladoras ligeras. Por otro lado, la fuerza aérea rumana apenas contaba con 28 aviones antiguos y lentos y la red ferroviaria era insuficiente y estaba poco dotada para el transporte de tropas.

Regimiento Teleorman nr. 20 (1902)

A nivel político, a lo largo de 1915 y 1916, aumentaron las presiones sobre el gobierno rumano para que el país renunciase a su neutralidad, especialmente por parte de Francia y Rusia. Brătianu era muy consciente de la debilidad de la frontera sur de Rumania tras la entrada de Bulgaria en la guerra a favor de los Poderes Centrales, por lo que puso varias condiciones para su entrada en la guerra a favor de los aliados de la Entente: la garantía de un suministro continuo de provisiones y armas durante todo el conflicto, la organización de una ofensiva general en coincidencia con el ataque de Rumania sobre Austria-Hungría y de sendas ofensivas rusas en Bucovina y en Dobrogea para facilitar, respectivamente, la defensa de los flancos norte y sur de Rumania y, sobre todo, la unión definitiva de Transilvania y Bucovina al territorio rumano una vez terminada la contienda. A pesar de las dudas iniciales de los aliados, que consideraban estas peticiones desproporcionadas, Brătianu y los representantes diplomáticos de Francia, Inglaterra, Rusia e Italia rubricaron la alianza en agosto de 1916, por lo que a finales de mes Alemania, Turquía y Bulgaria declararon la guerra a Rumania.

Propaganda británica sobre la entrada

de Rumania en la guerra

Los planes iniciales del ejército rumano eran tan ambiciosos como poco realistas, tal y como se demostró pronto. Inicialmente, se propuso limpiar Transilvania de tropas austrohúngaras, para lo que se destinaron unos 420.000 hombres, mientras unos 142.000 se enviaron a la frontera sur para repeler un posible ataque germano-búlgaro y asegurar la cobertura del esperado desembarco ruso en Dobrogea. La ofensiva se inició la noche del 27 al 28 de agosto de 1916 y, ante una escasa resistencia, consiguió ocupar ciudades como Brasov, Făgăraș o Mercuriea Ciuc, además de controlar los principales pasos de los Cárpatos. A pesar de todo, el Alto Mando ordenó inesperadamente detener el ataque alarmado por el avance desde el sur de las tropas germano-búlgaras dirigidas por mariscal de campo August von Mackensen.

Tropas rumanas cruzando los Cárpatos (septiembre de 1916)

Se trasladaron entonces gran cantidad de tropas desde Transilvania hacia Dobrogea, con el objetivo de que el popular general Alexandru Averescu dirigiese un contraataque conocido como Operación Flămânda, que incluía un asalto directo en Dobrogea y otro por la retaguardia germano-búlgara, tras cruzar el Danubio. La operación se inició con éxito el 1 de octubre pero sólo tres días después se frenó para devolver las tropas a Transilvania, donde se había desatado una gran contraofensiva.

General Alexandru Averescu

A lo largo de los meses de octubre y noviembre, el ejército rumano trató de detener a los alemanes de Erich von Falkenhayn, comandante del ejército alemán y austro-húngaro en Transilvania. A pesar de la victoria rumana que evitó la invasión de Moldavia, las tropas enemigas consiguieron expulsarlos de Transilvania, empujarlos al otro lado de los Cárpatos y, finalmente, obligarles a retirarse progresivamente por territorio válaco hasta que, el 6 de diciembre, las tropas alemanas entraron en Bucarest.

El general Erich von Falkenhayn en el frente rumano, finales de 1916

A mediados de enero, el frente se estabilizó a lo largo del Danubio y del Siret, en el sur de Moldavia, sin embargo, las pérdidas para Rumania habían sido terribles: casi 250.000 soldados muertos, heridos o prisioneros, buena parte de su equipo perdido y casi la mitad del territorio nacional, donde se encontraban las más importantes regiones agrícolas e industriales, ocupada por el enemigo.

Tropas alemanas entrando en Bucarest (1916)

Bucarest bajo la ocupación alemana (Diciembre de 1916)

Aunque me esté adelantando a la siguiente entrada sobre la participación de Rumanía en la Primera Guerra Mundial, no me puedo resistir a colgar este vídeo del Archivo Federal de Alemania con imágenes sobre la entrada triunfal en Bucarest de las tropas germano-búlgaras, a finales de 1916, de la que en los próximos días se cumplirá el 100 aniversario.

Ciorbă de perişoare (Sopa de albóndigas)

Ciorbă de perişoare (Sopa de albóndigas)

Hoy nos referiremos a un clásico de la gastronomía rumana, su popular sopa de albóndigas, presente en las mesas de cualquier casa y restaurante que se precie.

Ofreceré una receta sencilla, sin demasiadas pretensiones pero efectiva, aunque pululando por internet hay variantes más complejas y de resultado excelente. Los ingredientes para nuestra sopa serán:

- 2 litros de agua

- 4 cubos de caldo de pollo concentrado

- 2 zanahorias picadas

- ½ pimiento rojo picado

- 1 cebolla pequeña picada

- 250 g de carne de cerdo picada

- 1 huevo

- 2 cucharadas de pan rallado

- 50 g de arroz

- Harina

- 3 cucharadas de perejil picado

- Sal y pimienta

- Aceite

- Crema de leche

Poner el agua a hervir en una cazuela grande. Mientras el agua hierve, sofreír los vegetales y, una vez tiernos, añadirlos al agua.

Preparar las albóndigas mezclando la carne, el huevo, el pan rallado, sal, pimienta y una cucharada de perejil. Hacer bolitas pequeñas, pasarlas por harina y dorarlas.

Añadir las albóndigas al agua con los vegetales, junto al arroz. Tras hervir unos 15 minutos, añadir los cubos de caldo concentrado y seguir hirviendo media hora. Hacia el final de la cocción, añadir el resto del perejil.

Lógicamente, si tenemos más tiempo, podemos hacer un caldo de pollo más nutritivo, añadiendo una carcasa e incluso un cacho de morcillo y huesos de ternera y cerdo, de forma que el caldo base será mucho más sabroso. A este caldo añadiríamos la verdura picada y sofrita y seguiríamos los mismos pasos anteriormente descritos, sin necesidad de añadir los cubitos de caldo concentrado.

La sopa de albóndigas se puede servir con un chorrito de crema de leche y acompañada de una guindilla verde.

Creencias y supersticiones rumanas sobre… Predicción meteorológica (II): cambios de tiempo

Creencias y supersticiones rumanas sobre… Predicción meteorológica (II): cambios de tiempo

A principios de este año, empecé una serie de entradas sobre predicciones meteorológicas populares que ahora retomo con las señales que observan los rumanos – especialmente los aldeanos, pues difícilmente se advertirá según qué en el centro de Bucarest - para predecir cambios atmosféricos.

Como ya vimos en su momento, no hay duda que los gatos son bichos muy dados a hacer anuncios climatológicos pues, además de lo ya mencionado, si usted observa que abandonan la comodidad de la cama para echarse en medio del salón o les ve lamerse las patas, le están indicando inequívocamente que se acerca el deshielo. No se quedan cortos los perros en actividades proféticas, ya que cuando se revuelven nerviosos tras una helada o pisotean montañas de nieve en el jardín, anuncian también el fin del invierno. Lo mismo advierte el gallo que canta poco antes de medianoche

También puede ayudar mirar al cielo, pues si el águila planea lenta y majestuosa o las cornejas vuelan en bandada, arriba y abajo, dando giros y vueltas, aparquen el paraguas, no olviden una rebequita o dejen el sombrero junto a la puerta, según esté hoy el día. Por su parte, el dulce canto de la garza – recomiendo la audición en este enlace – anuncia días ventosos, igual que las nubes con forma de cordero durante verano (en invierno, esas mismas nubes presagian nieve).

Pero, sobre todo, si la panceta colgada en la despensa empieza a lagrimar, prepárense para la lluvia o la nieve, según el fresco que haga fuera.

Sea como fuere, no aparten los ojos de su gato.

Elisabeta Rizea, un ejemplo de resistencia contra la tiranía comunista

Elisabeta Rizea, un ejemplo de resistencia contra la tiranía comunista

Hace ya tiempo que traté en este blog la participación de Rumania en la Segunda Guerra Mundial y cómo, desde 1944, el país fue progresivamente ocupado por las tropas soviéticas. La presencia rusa sobre territorio rumano provocó muy pronto un movimiento antisoviético de resistencia, que confiaba en el apoyo internacional para conseguir la independencia del país, ignorante de que su destino había quedado sellado ya en la Conferencia de Teherán de 1943, celebrada entre las tres grandes potencias aliadas.

Desde 1944, tras la invasión soviética de Bucovina y Besarabia, la resistencia se fue articulando poco a poco, con diversos grupos formados mayoritariamente por campesinos, aunque también por antiguos militares, funcionarios, estudiantes, trabajadores e incluso algún religioso, siendo todos ellos considerados bandidos y fascistas por las autoridades comunistas. Desde el norte del país, la oposición se extendió a otras zonas, como los montes Apuseni o  Făgăraş, desde donde los guerrilleros lanzaban sus ataques y donde también encontraban refugio. Se calcula que unas 10.000 personas se integraron en casi 1.200 pequeños grupos rebeldes, entre 1948 y 1960. Su reducido tamaño y su dispersión territorial los convirtió en grupos defensivos, más que ofensivos, por lo que, aunque nunca llegaron a amenazar al régimen, siempre fueron considerados un peligro por su valor simbólico.

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Retrato de un pequeño grupo resistente de Besarabia

Muchos campesinos dieron apoyo logístico a la resistencia, a cuyos miembros denominaban partisanos o haiduci, término empleado para denominar a un bandido noble y generoso, algo así como un Robin Hood. En las aldeas, los insurgentes se surtían de víveres e información valiosa, especialmente sobre los movimientos de las unidades de la temida Securitate o de la milicia.

Una de las muchas personas que dio apoyo a la resistencia anticomunista fue Elisabeta Rizea, una aldeana nacida en 1912 en Domnești (Argeș), nieta del líder del Partido Nacional-Campesino, Gheorghe Șuța, asesinado por los comunistas en 1948. Un año antes, ante las amenazas de colectivización, Elisabeta y su esposo, que vivían en Nucşoara, se habían unido a los Haiducii Muscelului, una banda dirigida por el Coronel Gheorghe Arsenescu. Durante unos años, se encargó de provisionar al grupo pero, en 1952, acabó siendo arrestada y, tras una breve juicio, declarada duşman al poporului (enemiga del pueblo) y condenada a pena de muerte, tras negarse a denunciar a otros partisanos.

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Elisabeta junto a su marido, Gheorghe

Finalmente, su condena fue conmutada por siete años en prisión, aunque no fue liberada hasta 1964, gracias a una amnistía. Durante 12 largos años, Elisabeta fue sometida periódicamente a terribles torturas, hasta el punto que cuando salió de prisión era incapaz de caminar y no tenía pelo en la cabeza, pues sus torturadores solían colgarla de un gancho por el pelo y golpearla con una pala hasta hacerle perder el sentido.

Elisabeta Rizea logró sobrevivir al comunismo y ver al tirano ejecutado en el paredón, pero no se convirtió en un personaje popular hasta que su historia fue incluida en el documental titulado El memorial del dolor, emitido por la televisión rumana en 1992.

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Visita de los reyes de Rumania a Elisabeta Rizea (mayo, 2001)

Elisabeta murió en Pitești en el año 2003.

Rumania en la Primera Guerra Mundial (II): Estallido y neutralidad

Rumania en la Primera Guerra Mundial (II): Estallido y neutralidad

Tras el acuerdo de 1883, la relación entre Rumania y las Potencias Centrales hasta los prolegómenos de las Primera Guerra Mundial fue razonablemente fluida debido al convencimiento del rey Carol y de políticos liberales y conservadores de que Alemania y Austria-Hungría constituían la mayor fuerza militar y económica de Europa. A pesar de todo, no estuvo exenta de tensiones pues en Rumania siempre existió la sensación de que los acuerdos comerciales beneficiaban principalmente a sus aliados, llegándose a desatar una guerra de tasas aduaneras entre vecinos sólo tres años después de la firma del tratado. Otro motivo crónico de desacuerdo entre Rumania y Austria-Hungría fueron las medidas restrictivas que, a lo largo del tiempo, habían impuesto las autoridades húngaras al desarrollo de actividades políticas y culturales de los rumanos de Transilvania.

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Asesinato en Sarajevo

Sea como fuere, el 28 de junio de 1914, el asesinato en Sarajevo del archiduque Francisco Fernando, heredero al trono del Imperio Austro-Húngaro, alumbró a una Rumania dividida, por un lado, entre el rey y un pequeño grupo de germanófilos y, por el otro, la mayor parte de los políticos y de la opinión pública, decantados a favor de la Triple Entente formada por Francia, Reino Unido y Rusia. A pesar de todo, ambas partes se decantaban por evitar la guerra, por lo que Carol I y el Primer Ministro, Ion Brătianu - hijo de Ion C. Brătianu, forjador del acuerdo secreto con las Potencias Centrales -, invitaron a Serbia y al Imperio a resolver sus diferencias a través de la negociación. El feroz ultimátum de Austria-Hungría contra Serbia pronto convenció a todos de que el conflicto era inevitable y, a pesar de los acuerdos con las Potencias Centrales, en seguida se hizo patente que el gobierno rumano - en la imagen, encabezando la presente entrada - había decidido mantenerse neutral y así se lo comunicó, no sin cierto disgusto, el propio rey Carol al Ministro austro-húngaro de Asuntos Exteriores, Ottokar von Czernin, quien recibió la noticia con escasa sorpresa.

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Ion Brătianu

A través de un animado debate interno, la neutralidad de Rumania fue acordada por el Consejo Real el 3 de agosto y aceptada por el rey, consciente de su papel estrictamente constitucional. Las Potencias Centrales aceptaron resignadas esta decisión, aunque no cesaron de presionar para forzar la entrada de Rumania en la guerra, especialmente tras la muerte del rey Carol I, ocurrida el 10 de octubre de 1914; temían que el nuevo monarca, Fernando I, decidiese romper la neutralidad a favor de la Triple Entente, cosa que no ocurrió, al menos, de forma inmediata.

A partir de ese momento, Rumania emprendió una intensa campaña diplomática, tanto  para garantizar su neutralidad como, paradójicamente, para asegurarse la anexión de Transilvania, Bucovina y el Banato o el flujo de armamento y provisiones en caso de entrar en la contienda, especialmente tras el frenazo a la ofensiva alemana que supuso la batalla del Marne, a principios de septiembre de 1914.

El Ejército rumano cruza el Danubio durante la Segunda Guerra Balcánica (1913)

Francia y Reino Unido deseaban la entrada de Rumania en la guerra, aunque tenían serias dudas de su capacidad militar y de sus pretensiones territoriales, pues ni estaban seguras de desmembrar la Monarquía Dual ni de su capacidad de forzar a Serbia a renunciar al Banato. Por su parte, durante 1915, los Poderes Centrales amenazaron veladamente a Rumania con apoyar a Bulgaria en sus pretensiones para recuperar la Dobrogea, territorio cedido tras su derrota en la Segunda Guerra Balcánica de acuerdo con el Tratado de Bucarest de 1913.  

Campos petrolíferos en Moreni (Prahova), a principios del siglo XX

En Rumania, a lo largo de los dos años de neutralidad, la vida política se vio dominada por la guerra. El partido conservador se dividió, hasta su ruptura en mayo de 1915, entre los que apoyaban la neutralidad, dirigidos por Alexandru Marghiloman y Titu Maiorescu, los que defendían al entrada en la guerra a favor de la Entente, encabezados por Nicolae Filipescu o Take Ionescu, y en el polo opuesto los que, como Petre Carp, deseaban luchar junto a los Poderes Centrales. Por su parte, el Partido Liberal de Brătianu y el pequeño Partido Social-Demócrata han defendido sin fisuras la neutralidad de Rumania.

Agricultores rumanos a principios del siglo XX

A nivel económico, la escasa industria rumana se reorientó a cubrir necesidades militares y la agricultura se vio afectada negativamente tanto por la desaparición de los mercados tradicionales internacionales como por la carencia de mano de obra debida a la movilización que empezó a mediados de 1915. En este escenario, el gobierno intensificó su intervencionismo económico para garantizar el flujo interno de alimentos, cubrir las necesidades del ejército y asegurar el suministro de materias primas para la industria. Debido a la situación geográfica de Rumania, su comercio exterior, vehiculado a través del Danubio, el Mar Negro y los estrechos, sufrió una profunda modificación, incrementando los intercambios con los Poderes Centrales y reduciéndolos drásticamente con los países de la Entente.  

Rumania en la Primera Guerra Mundial (I): Antecedentes

Rumania en la Primera Guerra Mundial (I): Antecedentes

Inmersos como estamos en el ecuador de las celebraciones del 100 aniversario de la Primera Guerra Mundial, he pensado dedicar una serie de entradas a la participación de Rumania en la contienda, momento determinante para la nación rumana, tal y como la conocemos actualmente, que cambió definitivamente las fronteras del país y determinó su destino para la posteridad.

De los 12 millones de rumanos que vivían a principios del siglo XX, aproximadamente la mitad habitaban en territorios bajo dominio extranjero. El estallido de la guerra colocó a Rumania ante un dilema dramático, pues tanto la Triple Alianza (Alemania, Austria-Hungría e Italia) como la Triple Entente (Francia, Inglaterra y Rusia) intentaron atraerla a su bando con firmes promesas de unificación.

La lección aprendida durante la guerra de independencia (1877 – 1878), los acuerdos alcanzados durante el Congreso de Berlín y las pretensiones rumanas sobre Transilvania habían convencido al rey Carol I y a la clase política rumana de los peligros que entrañaba perseguir ciertos objetivos de política exterior sin el apoyo de las grandes potencias, por lo que estaban convencidos que sólo adhiriéndose a un sistema de alianzas podían promover sus intereses y mantenerse a resguardo de las amenazas exteriores.

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Ion C. Brătianu

Examinando la posibilidad de una alianza poderosa y duradera, Carol I y el Primer Ministro Ion C. Brătianu  fueron descartando una por una diversas opciones. Sus vecinos menores ofrecían un acuerdo regional basado en intereses más o menos comunes, sin embargo, tanto Bulgaria como Serbia eran demasiado débiles y estaban en la esfera de influencia de Rusia y Austria-Hungría, respectivamente. Entre las grandes potencia, sin duda, por motivos sentimentales, Francia era la preferida de la opinión pública rumana pero, su inicial actitud evasiva en el reconocimiento de Rumania como estado independiente tras el Congreso de Berlín, había enfriado momentáneamente ese entusiasmo. Por otro lado, las relaciones comerciales y financieras entre ambas naciones eran escasas y en aquel período Francia estaba aislada diplomáticamente, por lo que tampoco parecía aportar ventajas importantes en caso de una alianza. Por último, para la clase política, especialmente los liberales, y la población rumana, Rusia era una pesadilla imperialista que la descartaba como aliada, especialmente tras verse obligados a cederle el sur de Besarabia, a consecuencia de los acuerdos del Congreso de Berlín.

En estas circunstancias, la Triple Alianza, formada por Alemania, Austria-Hungría e Italia, parecía el apoyo natural de Rumania, y especialmente por Alemania, debido a su dinamismo y a su poder económico y militar. Lo cierto es que Rumania ya estaba económicamente muy ligada a la Triple Alianza gracias a sus exportaciones de grano y ganado, a sus importaciones de manufacturas austro-húngaras y a la importancia del mercado financiero alemán para la concesión de préstamos a grupos comerciales e industriales de la esfera política tanto liberal como conservadora. No cabe duda que el apoyo del rey Carol a esta alianza también fue decisivo, tanto por motivos sentimentales – Carol I pertenecía a la familia Hohenzollern-Sigmaringen – como por su convencimiento de que esta alianza mejoraría la posición internacional de Rumania y le permitiría cumplir sus objetivos de política exterior en el sudeste de Europa.

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Carol I de Rumania

A pesar de las reticencias de Austria-Hungría, que con motivos temía las aspiraciones rumanas sobre Transilvania, la perseverancia y habilidad de Bismarck permitió que el 30 de octubre de 1883 Rumania firmase un acuerdo de ayuda mutua con Austria-Hungría y Alemania. A pesar de todo, el rey y Brătianu insistieron en que el acuerdo se mantuviese en secreto, pues temían la reacción de un cierto sector social profrancés, así que nunca fue sometido ni debatido en el Parlamento y, por tanto, su aplicación sólo dependió de la voluntad de Carol I.

Prohibido tocar el claxon

Prohibido tocar el claxon

Cualquiera que haya visitado Bucarest o haya conducido por sus calles, se habrá dado cuenta del caos circulatorio en el que vive inmersa la ciudad.

El tráfico de la ciudad es criminal y los motivos son diversos. En primer lugar, responde a un urbanismo caótico, con enormes avenidas que desembocan en estrechas callejuelas, o a la planificación caprichosa del apoteósico proyecto de Casa Poporului, que impuso su espectacularidad a cualquier consideración sobre la movilidad de los vehículos. Por otro lado, en los últimos años, gracias al lento pero progresivo aumento del nivel de vida de los rumanos, ha aumentado el parque automovilístico local que, superando al viejo Dacia estilo Renault 12, se ha diversificado en infinidad de marcas y modelos – incluyendo Lamborghinis, Ferraris o Porsche de la casta mafiosa local - y multiplicado exponencialmente. No ayuda un sistema de tranvía generalizado que, ante los habituales atascos, no contribuye a la fluidez del tráfico por su escasa flexibilidad, una red pública de autobuses que parece mantener en secreto sus rutas pues, a pie de calle, es imposible saber de dónde vienen y, sobre todo, a dónde van y una amplísima flota de taxis considerada por el resto de conductores como el enermigo a abatir. Las copiosas nevadas invernales y un escaso mantenimiento de la calzada tampoco contribuyen demasiado a mejorar la situación.

Cabe mencionar también la poca gentileza de muchos conductores rumanos, generalmente agresivos, que zigzaguean entre carriles, que impacientes ante un semáforo hacen uso y abuso del claxon como ruidoso sustituto de sus inaudibles improperios, que no dudan en apartar a un molesto vehículo adyacente con amenazantes volantazos y que, ante cualquier respuesta desafiante, les faltará tiempo para apearse del coche y liarse a mamporrazos.

A pesar de su esperanzadora evolución de los últimos años, durante los cuales se han multiplicado las bicis y han desaparecido progresivamente los coches de las aceras, en el Bucarest de hoy todavía faltan indicadores como el de aquel Bucarest de antaño, que prohibían tocar la bocina e invitaban a tomarse la conducción con más calma.

Otro crimen contra la memoria

Otro crimen contra la memoria

No era especial y ni siquiera estaba catalogada en la lista de monumentos históricos, sin embargo, era una de esas edificaciones que otorgan a Bucarest ese espíritu irrepetible, reservado y fascinante.

Se trataba de la casa de un antiguo comerciante, construida hace más de 100 años en la actual calle Matei Voivod, en una zona residencial tranquila, lejos del centro, posiblemente rodeada de árboles, junto a alguno de los caminos que llevaban a cualquiera de las ferias que se celebraban en la ciudad por aquel entonces. Un siglo después, todavía conservaba con cierto orgullo toda su estructura, la decoración de la fachada y una genuina galería abierta de madera ornamentada, aunque sus dueños la habían dejado marchitarse lentamente, sin reparar en su valor.

La actividad mercantil de Bucarest está en su propio ADN, apareciendo la primera mención a sus comerciantes en una carta del voivoda Laiotă Basarab El Viejo, escrita a principios de 1476. A los comerciantes bucarestinos se los denominaba de distintas maneras. Según los productos que vendían, los băcăni eran los que comerciaban con alimentos, ya fuesen locales o de importación, los şelari fabricaban sillas de montar, los mărgelari vendían abalorios, adornos y enseres domésticos, los mătăsari ofrecían telas, sedas, paños y lonas o los sticlari proveían de objetos de vidrio. Todavía hoy, paseando por Bucarest, es fácil descubrir estos y otros nombres en muchas de sus calles, identificando así donde antaño se agrupaban sus gremios. También podía conocérselos por el origen de sus mercancías, hablándose de brașoveni, cuando sus productos provenían de Brașov, de  gabroveni, que traían los famosos cuchillos de Gabrovo, en Bulgaria, de udricani, que importaban género desde Edirne, en la frontera entre Turquía, Bulgaria y Grecia o de  lipscani, que lo hacían desde la lejana Leipzig y han acabado cediendo su nombre a todo el casco antiguo bucarestino. Finalmente, también se conocía a los vendedores por su origen, desde chipriotas, armenios, judíos o rusos, a comerciantes de Silistra (Bulgaria), Braila o Ragusa, la actual Dubrobnik, todos ellos agrupados en calles que daban a la ciudad un riquísimo carácter, gracias a una multitud de idiomas y culturas y a una oferta comercial variopinta.

De todo este universo comercial, hoy casi desaparecido ante la uniformizadora e irresistible globalización, apenas quedan testimonios como la vieja casa en la calle Matei Voivod de Bucarest, pero sólo hicieron falta los insaciables deseos inmobiliarios de algún mafioso local y la desidia de unas autoridades miopes, para que la demolición de la maltrecha vivienda de un comerciante anónimo no sólo provocase la muerte de una casa, sino también de una parte de nuestra memoria, la memoria de Bucarest y la de toda Europa.

Regreso a Bucarest

Regreso a Bucarest

Un par de años después de nuestra partida, hemos regresado a Bucarest.

Planeamos el viaje con tiempo, haciéndolo coincidir con la celebración del festival callejero, Street Delivery, cita a la que nunca faltamos durante nuestra estancia en la ciudad. Tomamos el avión con ilusión, ajenos y divertidos ante el típico follón frente a la puerta de embarque y en menos de tres horas aterrizamos, ya de madrugada, en Otopeni, donde nuestro amigo Berni nos esperaba para llevarnos a Bucarest.

De buena mañana, un sol cegador se coló por la ventana de nuestro apartamento y, como un resorte, saltamos a la ducha para salir raudos a recorrer Bucarest. Estábamos ansiosos, tres días se nos antojaban escasos para tanto por hacer, teníamos ganas de volver sobre pasos familiares, de invocar anécdotas en cada esquina, de inclinarnos ante viejas paredes, de saborear aromas caseros y estrechar con fuerza a los amigos.

Y con esas grandes esperanzas nos lanzamos ávidos a la calle y Bucarest no nos defraudó. Visitamos a nuestros antiguos colegas de la oficina, que seguían peleando con una administración torpe y elefantiásica pero sin perder el humor; compartimos mesa, carcajadas y recuerdos en Gambrinus con el entrañable Rafa, guardián de las letras españolas en la llanura válaca; paseamos una, dos y tres veces por un Street Delivery abarrotado, repleto de modernos cada vez más comunes, puestos de limonada, música y novedosos proyectos urbanísticos que pugnan por dejar atrás las peores muecas del comunismo.

Vimos un Bucarest verde, con su particular estilo ecléctico y vanguardista en acelerado trámite de recuperación, con ciclistas, runners y patinetes, con aceras libres de coches y de perros salvajes, donde los paseantes reconquistan poco a poco el espacio antaño perdido; disfrutamos de sus parques inagotables repletos de niños, de los mercados con su inconfundible olor a eneldo, de sus imponentes villas en callejas adoquinadas a la sombra de los tilos y de sus amplias avenidas, unas tan parisinas y otras tan soviéticas.

Peregrinamos hasta nuestra antigua casa para dar una sorpresa a las vecinas, que se alegraron del reencuentro y al recordar a los niños, que miraban curiosos su jardín a través de los huecos de la valla de madera que nos separaba y escapaban entre risas cuando eran descubiertos. Pero, por encima de todo, pasamos buenos ratos con los amigos, con Berni - y mi ahijado, Berni Jr -, Iuliana, Basilio, Ileana o George, poniéndonos al día, echándonos unas risas regadas con cerveza o café, conmemorando tiempos pasados y divagando sobre planes futuros.

Y así, sumergidos en una nostalgia nutritiva, llegó el domingo y la hora de regresar a casa. Volamos felices de vuelta a Barcelona pero hoy, un par de días después, todavía tengo el corazón encogido por estos tres días en Bucarest.

Sopa transilvana de cerdo (Ciorbă ardelenească de porc)

Sopa transilvana de cerdo (Ciorbă ardelenească de porc)

En honor a una lectora recientemente incorporada a Bucarestinos y con una especial relación con Transilvania, hoy ofrecemos la receta de la sopa transilvana de cerdo, un plato típico del antiguo principado. Los ingredientes son los siguientes:

1 Kg de lomo de cerdo

2-3 zanahorias medianas

1 chirivía

2-3 cebollas pequeñas

1 pimiento verde

250 ml de crema de leche agria o yogurt

Una cucharada de harina

50 g de arroz

Zumo de un limón

Estragón

Perejil

Para empezar, debemos cortar el lomo en taquitos, más a o menos grandes, a gusto del consumidor, y ponerlo a hervir, a fuego medio, en 1,5-2 litros de agua fría y salada. Una vez empieza a hervir, retirar la espuma. Mientras hierve la carne, se cortan en rodajas pequeñas las zanahorias, se raya la chirivía, se corta la cebolla en juliana fina, se pica el pimiento y se rehogan durante 10 minutos en aceite y se reservan. Pasados 45 minutos de cocción de la carne, se añaden las verduras pochadas y se sigue la cocción durante 15 minutos más. Pasado el tiempo, se añade el arroz.

Mientras continúa la cocción, en un tazón se añade la crema de leche agria, la harina y un par de cucharadas del caldo. Respecto a la crema de leche agria, lo cierto es que es difícil de encontrar en el mercado español, sin embargo, puede hacerse con crema de leche y un par de cucharadas del líquido de un bote de sauerkraut (chucrut), más sencillo de encontrar en nuestras tiendas. Una vez preparada la mezcla, se añade lentamente a la sopa, removiendo lentamente, para evitar que se corte. Añadir una cucharada de estregón seco y el zumo de limón. Mantener la cocción 10 minutos, rectificar de sal y pimienta, añadir una buena ración de perejil y servir caliente.

La sopa suele acompañarse de una guindilla.

Bucarestinos en Radio Romania International

Hace unos días, tuve el placer de participar en el programa Vale la pena visitar Rumania, dirigido semanalmente por Valeriu Radulian en Radio Romania International, en el que me dieron la oportunidad de hablar sobre nuestra experiencia familiar en Rumania y sobre este blog.

Aprovecho la última línea de esta entrada para volver a agradecer a Valeriu la ocasión de participar en su programa.