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¿Nuevo holocausto perruno?

¿Nuevo holocausto perruno?

Tras varios meses de discusiones y aplazamientos – gracias a las presiones de los grupos animalistas y de algunos ciudadanos –, el parlamento rumano aprobó ayer una ley que, ¡por fin!, legaliza la eutanasia de los miles de perros callejeros que viven en ciudades de todo el país y que, sin duda, constituyen un gravísimo problema de salud pública y seguridad ciudadana.

A pesar de todo, la nueva ley no supone un inmediato holocausto perruno en el país. De acuerdo con el texto aprobado, las autoridades locales deberán capturar primero a los perros callejeros, alojarlos en la perrera municipal, esperar un plazo de 30 días por si son reclamados por sus hipotéticos dueños y, finalmente, en caso de no ser requeridos por nadie, aplicarles una inyección letal. Es importante destacar que la eutanasia canina sólo tendrá lugar en caso de que los habitantes de cada ciudad aprueben, mediante referéndum, tan categórica solución. En caso de que los ciudadanos no la aprueben, los perros podrán permanecer en las perreras o ser devueltos a las calles, previa esterilización.

En 2001, durante el mandato de Basescu como alcalde de Bucarest, se eliminaron 50.000 perros sólo en las calles de la capital, aproximadamente el mismo número que vagabundea hoy en día por las calles de la ciudad. Según la prensa, sólo entre 2009 y 2010, 24.000 personas fueron atendidas en hospitales de la capital por mordeduras de perros callejeros.

Ante la nueva posibilidad que se abre gracias a esta ley, tengo curiosidad por saber si Brigitte Bardot volverá a Bucarest para defender a la jauría que amenaza diariamente a los bucarestinos.

Catedrala Mântuirii Neamului Românesc o el nuevo triunfo de la ortodoxia

Cuando los arquitectos Isidoro de Mileto y Artemio de Tralles guiaron por primera vez a Justiniano por la imponente Catedral de Santa Sofía, en Constantinopla, se dice que el emperador murmuró:

- ¡Salomón, te he vencido!

 Algo parecido estará pensando Daniel III, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana, sobre Ceauşescu ante la visión del proyecto de la futura Catedrala Mântuirii Neamului Românesc (algo así como Catedral de la Salvación del Pueblo Rumano).

La idea de construir una gran catedral no es en absoluto nueva pues, poco tiempo después del final de la Primera Guerra Mundial, el arquitecto Petre Antonescu ya realizó un primer diseño que contó con el apoyo del Patriarca Miron Cristea. La llegada del comunismo en 1947 frenó en seco el proyecto que sólo resurgió en 1989, poco después de la caída del régimen, con una propuesta algo atolondrada que pretendía levantar un gran templo en el centro de la Piața Unirii, uno de los principales nudos de comunicación de Bucarest.

En los siguientes años se discutió mucho sobre el emplazamiento más adecuado para un proyecto de esta naturaleza e incluso se barajó muy seriamente destruir el Monumento a los Héroes del Comunismo del Parque Carol I, sin embargo, el entonces alcalde de la capital y hoy presidente del gobierno, Traian Băsescu, se opuso radicalmente.

De la sistemática destrucción del centro de la ciudad que desarrollaron las autoridades comunistas tras el terremoto de 1977, con el objetivo de desarrollar el faraónico proyecto estalinista de la Casa Poporului y del Bulevard Unirii, hace un par de años apenas quedaban un par de grandes espacios por edificar, uno de los cuales estaba situado a espaldas de lo que hoy se conoce como Palacio del Parlamento (nombre políticamente más correcto que Casa Poporului). Finalmente, en junio del año 2009, la Iglesia Ortodoxa Rumana anunció a bombo y platillo que el complejo catedralicio se iba a levantar precisamente en este terreno, hasta hace poco un espacio prácticamente abandonado, repleto de árboles y malas hierbas (parlamentarios a parte), sin acceso público.

A pesar del impactante anuncio, la construcción de los cimientos de la Catedral no ha empezado hasta hace pocos meses, tras una misa que reunió a la flor y nata de la Iglesia Ortodoxa nacional. El edificio de cemento armado, la mayor construcción ortodoxa de Rumanía, tendrá 120 m de altura (algo más que su vecina, la Casa Poporului, en un claro gesto de victoria sobre el comunismo), 120 m de longitud y 70 m de anchura. Construida en estilo bizantino trufado de elementos neo-rumanos, tendrá un espacio litúrgico principal con capacidad para 5.000 creyentes, dos salas polivalentes en el subsuelo, una galería de exposiciones y estará preparada para resistir un terremoto de 8,5 grados en la escala de Richter. Según su arquitecto, Constantin Amaiei, la Catedral está diseñada para permanecer en pie, al menos, 1.000 años.

El complejo catedralicio tendrá también un aparcamiento para 700 vehículos, un helipuerto y espacio suficiente para que 125.000 fieles sigan la liturgia desde el exterior a través de varias pantallas gigantes. A su alrededor, se levantarán también 4 edificios: la Casa del Apóstol Andrés, con una residencia para peregrinos religiosos, la Casa del Apóstol Pedro, para peregrinos laicos, el Centro Cultural Misionero del Apóstol Pablo y el Centro Social Médico del Apóstol Lucas, destinado a enfermos y abuelos.

Aunque inicialmente el presupuesto de la construcción se elevó a 400 millones de euros, el despacho de arquitectos responsable del diseño del complejo, Vanel Exim, afirma ahora que puede levantarse por la mitad de precio. Sea como fuere, un coste inmenso en un momento de profunda crisis económica, política y social que sufraga mayoritariamente la propia Iglesia Ortodoxa, con algunas aportaciones del Gobierno e incluso de sorprendentes donantes como el Papa Juan Pablo II, que durante su visita a Rumanía en 1999 ya donó 100.000 € para la construcción del santuario.

Para concluir, a modo de curiosidad maliciosa, hoy en Rumanía existen 18.300 iglesias y 4.700 escuelas. 

Gara Filaret: la primera estación ferroviaria de Bucarest

Gara Filaret: la primera estación ferroviaria de Bucarest

En 1866, cuando Carol I fue proclamado Príncipe de Rumanía, era más fácil y seguro viajar desde Iaşi hasta Bucarest trasladándose desde la capital de Moldavia hasta Suceava - en aquel momento, situada en la Bucovina austro-húngara -, tomando un tren hacia Budapest y, desde allí, un barco por el Danubio hasta Giurgiu para finalmente alcanzar Bucarest a caballo o en una diligencia, que hacerlo directamente por las peligrosas, mal trazadas y escasamente mantenidas carreteras del Principado.

Carol I, un personaje con sólida formación académica y militar, comprendió rápidamente la necesidad de facilitar el transporte desde la capital hacia el Danubio para embarcar viajeros o mercancías rumbo al Mar Negro o al centro del continente. Con este objetivo, Carol I se implicó personalmente en la construcción de una línea de ferrocarril, la primera del país, que uniría Bucarest con Giurgiu, el puerto fluvial más cercano a la capital.

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De este modo, sólo tres años después, en octubre de 1869, se inauguró la línea Bucarest-Giurgiu y la nueva estación de tren bautizada como Gara Filaret. La estación, construida con un cierto aire victoriano temprano, tiene en su fachada una sencilla marquesina de madera sostenida por ménsulas de hierro fundido de mediados del siglo XIX. Levantada sobre planta cuadrada, desde el cuerpo central que constrituye la entrada principal se extienden dos secciones que forman con él un gran espacio abierto en el que antaño se disponían tres líneas de vías y los correspondientes andenes. Esta zona, hoy totalmente desdibujada, está cubierta por una imponente estructura metálica original con forma triangular que aparentemente se sostiene sobre arcos ciegos de medio punto.

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En diciembre de 1872, se inauguró la Gara de Nord, nueva estación que conectaba Bucarest con las principales líneas de ferrocarril del país por lo que progresivamente la Gara Filaret fue perdiendo importancia. En 1960 dejó de funcionar como estación de ferrocarril, las vías fueron desmontadas y se convirtió en una estación de autobuses.

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La Gara Filaret languidece hoy en una plaza alejada del centro de la ciudad, oculta bajo una bien intencionada capa de pintura que no le hace justicia. Se habla de que algún día se convertirá en un Museo del Ferrocarril, de que la cubierta será restaurada y de que sus antiguos andenes albergarán viejas locomotoras, fotografías, esquemas y mapas pero, de momento, sólo aloja a algunos perros callejeros, un par de puestos de pipas, a viajeros despistados y un evocador aire nostálgico que nos habla de sus buenos y viejos tiempos.

Ion Mincu, padre del estilo neo-rumano en arquitectura

Ion Mincu, padre del estilo neo-rumano en arquitectura

Ion Mincu, nacido en Focşani en 1852, fue uno de esos personajes excepcionales que escasean en nuestros tiempos y, por desgracia, especialmente en Rumania. Prestigioso hombre de cultura, involucrado en la política de su tiempo, periodista y profesor, proporcionó un ímpetu vital a la Ilustración con tites nacionalistas que impregnó la cultura rumana entre los siglos XIX y XX.

Mincu se graduó primero en Ingeniería en la Escuela Nacional de Carreteras y Puentes de Bucarest (1875) y después en Arquitectura en la famosa École des Beaux Arts de París (1884); primero como fundador y más tarde como Presidente de la Asociación Rumana de Arquitectos, Mincu contribuyó definitivamente a la elaboración de la estética y los cánones constructivos del conocido como estilo neo-rumano.

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Su Casa Lahovary, diseñada en 1886, está considerada como el manifiesto de la nueva corriente arquitectónica. Entre 1889 y 1892, mediante el diseño del Buffet en el Parque Kisselev (que hoy alberga el restaurante Casa Doina), Mincu elaboró admirablemente la reinterpretación de los distintos elementos espaciales de las típicas casas rurales rumanas, como las verandas, los arcos de medio punto, etc.

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Basado en el plano que Mincu realizó para el pabellón-restaurante de la Exposición Universal de París de 1889, el Buffet es la más exitosa expresión de su lenguaje, gracias a su sabio empleo del efecto pintoresco, de la composición asimétrica y de las suntuosas decoraciones, donde las innovaciones y los materiales tradiciones se combinaron en formas extremadamente originales hasta alcanzar un perfecto equilibrio.

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En otra de sus creaciones, la Escuela Central para Chicas de la calle Icoanei, construida en 1890, Mincu elaboró de nuevo una reinterpretación los cánones de la arquitectura religiosa de finales del siglo XVII en clave moderna.

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El edificio, de planta rectangular, contiene un patio interior cerrado inspirado en las premisas arquitectónicas monásticas mientras que las fachadas están divididas en dos registros conectados por un cinturón trenzado y decoradas con paneles de cerámica vidriada. Estos paneles contienen los nombres de mujeres famosas en la Historia de Rumanía y están escritos con una caligrafía inventada por el propio Mincu para decorar el Buffet y que se convirtió en la habitual de la arquitectura neo-rumana. En cualquier caso, Mincu asoció los motivos decorativos de la tradición local con pedimentos, capiteles y elementos ornamentales clásicos denticulados.

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Mincu reunió sus obras como un compendio de innovaciones estéticas y edilicias, con un acentuado carácter romántico. Su esfuerzo de innovación se desarrolló como una búsqueda incesante de valores y elementos espaciales capaces de trazar una línea de continuidad con la cultura arquitectónica nacional. De acuerdo con Mincu, uno de los arquetipos culturales era la Iglesia Stavropoleos, construida en el centro de Bucarest a principios del siglo XVIII y cuya restauración dirigió él mismo.

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Mincu fue reconocido como un maestro por los arquitectos de su generación, como Petre Antonescu, Nicolae Ghika-Budesti o Cristofi Cerchez, y desarrolló su labor como tal en la Escuela de Arquitectura de Bucarest donde, no sin cierta falsa modestia, afirmó que todo lo que había ideado lo había aprendido en realidad corrigiendo los trabajos de sus alumnos.

¡Terremoto!

¡Terremoto!

La noche pasada, a las 5:40 h, la tierra ha temblado en Bucarest.

Hasta la capital ha llegado con fuerza la onda expansiva de un terremoto de intensidad 4,8 en la escala de Richter que ha tenido lugar a 134 Km de profundidad en Vrancea, un departamento a 180 Km de Bucarest.

Lo curioso del asunto es que el movimiento de la cama me ha despertado. No he dudado ni un segundo de que se trataba de un terremoto, sin embargo, he caído profundamente dormido al instante. Y es que para terremotos, los que tengo en casa.

El 552 cumpleaños (oficial) de Bucarest

El 552 cumpleaños (oficial) de Bucarest

Hace tres días, Bucarest celebró el 552 aniversario de su primera mención escrita, que no de su nacimiento, según veremos.

En una carta fechada el 20 de septiembre de 1459 (imagen que encabeza esta entrada), firmada por el mítico Príncipe de Valaquia, Vlad III Drăculea o Ţepeş El Empalador, se menciona Bucarest por primera al referirse a su fortificación, aunque la antigüedad de la ciudad parece mucho mayor.

En el texto de 1459, Vlad III se dirige a tres personajes llamados Andrei, Iova y Drag disculpándoles del pago de sus obligaciones (el diezmo y los derechos aduaneros por el comercio con ovejas, cerdos, abejas, grano y vino) con el objetivo de fortalecer su relación y asegurar sus haciendas de Ponor, en Oltenia. En el texto del documento, escrito sobre pergamino en lengua eslava – oficial en la cancillería del Principado de Valaquia –, se menciona que fue “escrito el 20 de septiembre en la fortaleza de Bucarest en el año de 6968” (1459), lo que confirmaría la existencia de la ciudad.

El 13 de junio de 1458, desde las orillas del río Damboviţa (iuxta fluvium aque Domboviche), Vlad III se dirigió en otra misiva a los ciudadanos de Braşov sin mencionar castillo alguno, sin embargo, sólo dos años más tarde, en 1460, escribió de nuevo “desde el campamento cercano al río Damboviţa”, lo que nos permite suponer que la fortificación fue levantada entre los años 1458 y 1459 – quizás sobre las ruinas de otra construida medio siglo antes por el abuelo de Vlad III, Mircea El Viejo - con la intención de dificultar un posible ataque de las tropas turcas por el camino hacia Târgovişte, sede de la corte principesca.

El pavo real en la simbología de la arquitectura neorumana

El pavo real en la simbología de la arquitectura neorumana

Uno de los motivos más repetidos en la decoración de las villas de estilo neorumano de Bucarest es el pavo real, un ave con una profunda carga simbólica.

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El pavo real es, en casi todas las culturas, un símbolo solar relacionado con la belleza, la gloria, la inmortalidad y la sabiduría. Originario de la India, se trasladó a Occidente junto a su significado simbólico a través de Babilonia, Persia y Asia Menor, alcanzando Grecia en el Período Clásico. Su simbolismo solar está, sin duda, relacionado con su larga cola de colores y sus manchas en forma de ojos que, debido a su forma circular y a su brillo, conectan también con el ciclo vital y eterno de la naturaleza.

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En la Grecia Clásica se relacionó al pavo real con el mito de Hera, esposa de Zeus y la más importante de las diosas del panteón olímpico. Según cuentan, Hera encargó a Argos que vigilase a una de las amantes de su infiel esposo pero, por orden de éste, cayó asesinado por Hermes. Cuando la diosa se enteró de la muerte de Argos, tomó sus cien ojos y los puso en la cola del pavo real, dándole así el aspecto que tiene actualmente. En Roma, Juno tomó el relevo de Hera y las princesas y emperatrices tomaron el pavo real como su símbolo personal. De este modo, el pavo real pasó al simbolismo cristiano fuertemente relacionado con la Gran Diosa por lo que no es difícil comprender su conexión positiva con la Virgen María y las delicias del Paraíso. Por otro lado, según Aristóteles, la carne del pavo real es incorruptible por lo que los cristianos, a través de San Agustín, lo relacionaron la resurrección de Cristo y con la promesa de inmortalidad. Por su parte, en el folclore musulmán el pavo real era el guardián de las puertas del Paraíso.

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Las representaciones de pavos reales bebiendo de un cáliz o de una fuente (Fuente de la Vida) simbolizan un renacimiento espiritual, asociado con los ríos del Paraíso, con el bautismo y con la eternidad del alma.

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En muchas representaciones de estilo neorumano, el pavo real está acompañado de las hojas y los sarmientos de una vid y picotea las uvas que brotan de ella, escena con un profundo simbolismo en el contexto del Evangelio. Jesús empleó la alegoría de la vid para indicar a los creyentes (sarmientos) la necesidad de que permaneciesen unidos al tronco (Jesús) para recibir la sabia que los mantendría vivos: “Yo soy la vid vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada" (Juan 15, 1-8). Finalmente, la elección de la uva para acompañar al pavo real no es tampoco casual pues refleja la importancia de la viticultura en la idiosincrasia de los lugareños desde hace 2.500 años.

 

Casa Macca

Casa Macca

Tras el paréntesis vacacional, retomo la serie de arquitectura de Bucarest con uno de los más bellos ejemplos de la ciudad, la Casa Macca, sede actual del Instituto de Arqueología “Vasile Pârvan”.

Esta maravilla bucarestina fue construida en 1891 para la familia del coronel Petre Macca – imagen, a continuación -, un héroe de la Guerra de Independencia herido gravemente en la batalla de Griviţa, que convivía allí con su mujer Elena (hoy es posible contemplar un retrato de los esposos en la Iglesia de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo de Miroşi, en el departamento de Argeş) y sus dos hijos, Ioan y Mihai, ambos licenciados en derecho en la Universidad de París.

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Diseñada por el arquitecto J. Berthet  en un ecléctico estilo con influencias barrocas y Art Nouveau, tiene 4 plantas (sótano, primer y segundo piso y buhardilla) y una fachada profusamente decorada con motivos vegetales y rostros barbados en los frontones sobre las amplias ventanas, con ángeles, cornucopias, caras de mujer y cabezas de león, medallones y elementos heráldicos. La entrada se hace por el lateral, a través de una majestuosa puerta con frontón sobre el que dos enormes atlantes sostienen un imponente balcón. Para embellecer, más si cabe, todo el conjunto, a ambos lados de esta fachada lateral se levantan dos preciosas galerías de hierro forjado de estilo modernista.

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Si el exterior es impresionante, el interior no desmerece. Se accede por un vestíbulo cubierto con una bella pintura alegórica con una mujer rodeada de querubines.

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Una vez en traspasado, se entra en una gran sala a cuyo alrededor las habitaciones se disponen simétricamente en un eje imaginario que la conecta con la buhardilla, a través de un hueco central con forma de elipse, creado en el primer piso, que actúa como balcón y permite el paso de la luz natural que entra por una claraboya.

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Una escalera de mármol, sostenida por otros dos atlantes, permite acceder al primer piso.

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Las paredes están decoradas con estuco y paneles pintados, entre otros, con un sereno paisaje fluvial, con motivos vegetales y escenas de ángeles jugando. Sobre los marcos de las puertas del primer piso hay medallones con los bustos de algunos prohombres romanos.

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A la muerte de Elena Macca, en 1896, la casa pasó a manos públicas y en 1932 se convirtió, gracias al esfuerzo del político e historiador Nicolae Iorga – por aquel entonces, primer ministro de Rumanía -, en el Museo Nacional de Antigüedades. Pocos años después y hasta la actualidad, el edificio ha albergado el Instituto de Arqueología “Vasile Pârvan”, que desde 1924 publica ininterrumpidamente la prestigiosa revista Dacia, sobre Arqueología e Historia Antigua.

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Esta semana hemos entrado en la Casa Macca como Pedro por su casa, sin que ninguno de los residentes que se han cruzado con nosotros nos preguntase ni nuestros nombres. Lo primero que impresiona es su jardín repleto de estelas funerarias y conmemorativas, estatuas, restos de pedimentos y frisos, sarcófagos y columnas, grabados tanto en griego como en latín, producto de las excavaciones arqueológicas en yacimientos repartidos por toda la geografía rumana (suficientes para hacer un museo dignísimo sobre el pasado griego y romano del país). Tanto la fachada como el interior del bellísimo edificio requieren de una rehabilitación urgente, sin embargo, a pesar de la suciedad, las grietas y los desconchados, todavía es posible disfrutar de su antigua opulencia.

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Hemos paseado por la biblioteca - una maravilla de pasillos estrechos y polvorientos repletos de estanterías inalcanzables que albergan miles de tomos sobre Arte e Historia Antigua en Rumanía y sus alrededores -, por el vestíbulo, los salones y las habitaciones, alguna de las cuales mostraba tras descuidadas vitrinas preciosos ejemplos de cerámica de Cucuteni.

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Mención a parte merece nuestra visita a la buhardilla, un increíble espacio abierto y luminoso con un espectacular entramado de tablones que sostiene las cúpulas de la mansión.

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He leído que en los últimos años ha habido muchas promesas de restauración de la Casa Macca por parte del ayuntamiento, sin embargo, hoy languidece en una calle secundaria cerca del centro de la ciudad a la espera de que un nuevo terremoto o la codicia inmobiliaria acaben con su glorioso pasado.

Cazando florones

Me refería hace unos días a los originales florones que coronan muchos de los edificios neo-rumanos de Bucarest. Hoy, paseando por los alrededores de Gara de Nord, he atesorado unos cuantos más que añado a la colección que inicié en aquel momento.

Muchos de los florones que he visto eran cónicos. El siguiente, muy simple y sostenido por una alta base con medallones y un entrelazado típico del estilo neo-rumano, no ha soportado el duro clima de Bucarest y se eleva, mutilado, a la espera de una difícil restauración.

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Otro, en mejor estado, se levanta gallonado sobre una base esgrafiada.

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Otro curioso florón simula una llama sobre un pebetero, sostenido por una pedestal trapezoidal sencillamente ornamentado con motivos geométricos noe-rumanos.

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Dos torres gemelas son coronadas por dos florones en forma de maza con puntas, en recuerdo de un pasado violento en el que los rumanos tuvieron que enfrentarse a múltiples invasores y, por encima de todos ellos, a los turcos.

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Unos metros más allá, otra casa muestra en su punto más alto una maza simple o quizás el extremo de un cetro.

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Otro florón, menos agresivo, tiene forma de campana.

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Y al casi al final de mi paseo, un gran descubrimiento. Un florón enorme, de madera, sostenido por una robusta base octogonal, con una cornisa decorada y una cúpula gallonada y escamada de inspiración bizantina, que no puedo evitar me recuerde también a la cúpula del crucero de la catedral de Zamora.

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Arquitectura mestiza

Arquitectura mestiza

Bucarest está repleta de bellísimos ejemplos de cada uno de los estilos que he ido desglosando en el blog a lo largo de los últimos meses, sin embargo, el repertorio arquitectónico no acaba en los ejemplos más puros de cada uno de ellos pues existe también todo un conjunto de edificios, muchas veces mestizos, de aspecto original y sorprendente.

La calle Ion Puşcariu, muy cerca del Parque Carol I, alberga algunos de las más hermosas villas de la ciudad. Nada más entrar en la calle, a la derecha, nos topamos con un edificio de estilo Art Deco perfectamente restaurado, propio de los años 20-30. Su aspecto compacto recuerda el producto de un juego de construcción con los que los niños hacen sus primeros ensayos arquitectónicos, levantando casas o castillos con piezas cúbicas y cilíndricas más o menos hábilmente amontonadas. Esta villa, de decoración bastante simple, destaca por sus grandes ventanales y por reflejar el espíritu geométrico propio del Art Deco a través del juego de horizontales y verticales establecido mediante las cornisas, la marquesina de la entrada y la moldura de baquetones que decora la fachada.

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 Un poco más allá se levanta uno de los ejemplos más interesantes de arquitectura mestiza de la ciudad, edificio de transición entre la casa anterior y la última que comentaré. Se trata de una casa unifamiliar que combina elementos neo-rumanos, otros modernos y motivos decorativos propios del Art Deco. Su estructura es básicamente racionalista - una de las corrientes de la arquitectura moderna – pero su diseñador tuvo la habilidad de combinar de manera muy armónica elementos ajenos a este estilo. Sobre la puerta de entrada, una sencilla marquesina, típica del estilo neo-rumano, protege al visitante de las inclemencias del tiempo mientras espera que le abran la puerta.

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Un largo friso rodea la casa combinando motivos romboidales y estrigilos, mientras que las numerosas ventanas que alimentan de luz las estancias están rodeadas de un alfiz con relieves vegetales, propio de la arquitectura tradicional válaca. Las ventanas, elaboradas como un tríptico metafórico de la Santísima Trinidad, se inspiran directamente en la arquitectura religiosa del sur de Rumanía. Sobre una de ellas, un festón bastante críptico decora la fachada principal.

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En las esquinas de los muros, aparentemente reforzando el ángulo aunque con un simple objetivo decorativo, unos aristones Art Deco, con la recurrente forma escalonada, embellecen todavía más, si cabe, el conjunto.

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Avanzando unos pocos pasos encontramos una villa de estilo puramente neo-rumano que destaca, además, por la cerca labrada que la rodea. De nuevo encontramos aquí las ventanas-tríptico propias de la arquitectura religiosa y, sobre ellas, un alfiz conopial de inspiración otomana. El visitante es recibido aquí por una marquesina sostenida por una columna de fuste muy corto y capitel muy decorado, típica del estilo Brancovan. Un sencillo friso bajo la cornisa embellece también la fachada.

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Una galería abierta, cuyo techo aparentemente se sostiene por una curiosa estructura de madera propia de la arquitectural rural, invita a sentarse y a pasar la tarde viendo pasar a los transeúntes mientras se disfruta de una buena novela y del olor de las rosas que la envuelven.

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Mención aparte merece la valla, labrada con motivos vegetales y curvos, propios del sur de Rumanía y el norte de Bulgaria y alejados de la decoración geométrica más utilizada en las zonas montañosas del país.

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Si el lector tiene un momento, puede acercarse a contemplar estos tres bonitos ejemplos de arquitectura bucarestina en la calle Ion Puşcariu, a dos minutos andando desde la parada de metro de Tineretului.

Florones bucarestinos

Florones bucarestinos

Bucarest es una ciudad para ir con la cabeza bien alta y la mirada atenta. Cada uno de los estilos arquitectónicos que embellecen Bucarest – aún cuando los edificios adolecen de una escandalosa falta de mantenimiento -  presenta unas características que invitan al paseante a no perder detalle y a descubrir montones de originales rincones, aristas, ángulos y remates.

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Entre los más insólitos elementos de la arquitectura bucarestina se encuentran los florones (finiala, en rumano), elementos decorativos inspirados en el Gótico, que adornan las cúspides de torres, cúpulas o tejados de muchos edificios neo-rumanos, otorgándoles un cierto aspecto de fortaleza.

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Los florones bucarestinos, lejos del origen de su nombre, tienen formas de lo más variadas. Muchas se inspiran en el arte otomano, recordándonos los cinco siglos de ocupación musulmana en territorio rumano, otras son más simples, con trazados geométricos, y las hay incluso compuestas, dejando al arquitecto un margen para la extravagancia.

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Existen también florones más raros, inspirados en los remates de los pajares del mundo rural o incluso en armas medievales, como la gran maza que culmina la cumbre del Museo de Geología – encabezando esta entrada - y que nos recuerda también los cinco siglos de resistencia del pueblo rumano contra el ocupante turco.

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Hay un mundo de florones ahí fuera por descubrir y fotografiar, así que invito de nuevo al lector a recorrer las calles de Bucarest con atención y a realizar sus propios hallazgos.

 

Recuerdos de la Exposición Nacional Rumana de 1906

Recuerdos de la Exposición Nacional Rumana de 1906

En lo que hoy es el espacio ocupado por el Parque Carol I, en el año 1906 se celebró la gran Exposición Nacional Rumana para conmemorar el 25 aniversario de la proclamación del Reino de Rumanía, el 44 aniversario de la coronación de Carol I y el 1800 aniversario de la conquista romana de Dacia. La idea de realizar una exhibición de semejante magnitud conectaba con el fenómeno de las Exposiciones Universales que periódicamente se celebraban en los países de Europa occidental y en Estados Unidos desde mediados del siglo XIX y que jugaron un importante papel en la elaboración de la identidad nacional de los países participantes: cada uno se presentaba a sí mismo mediante un pabellón que debía recoger las esencias de la nación (clickar en las imágenes para aumentar su tamaño).

Exposición Nacional Rumana vista general

La exposición se concibió como la representación de toda la nación rumana, incluyendo los rumanos que vivían fuera de los límites de Rumanía, por lo que para evitar una situación política que podía ser incómoda, se invitó también a participar a Austria y Hungría. Adicionalmente, Francia e Italia fueron invitadas por el origen latino que compartían con los rumanos. Bucovina tuvo su propia sección dentro del pabellón austríaco, aunque disponía de dos espacios separados de exposición, una réplica del Monasterio de Putna y una típica casa campesina, mientras que los rumanos de Transilvania también tenían su pabellón, independiente del de Hungría. Además, a los pabellones nacionales se añadieron otros dedicados a la industria, el comercio, la agricultura, la silvicultura y la minería. A continuación, fotografía del pabellón de Austria.

Pabellón Austria

Los arquitectos escogidos para diseñar los pabellones fueron Ştefan Burcuş y Victor Ştefănescu, quienes emplearon todo el vocabulario del recién estrenado estilo neo-rumano, dándole reconocimiento oficial a nivel arquitectónico y demostrando su utilidad para todo tipo de programas arquitectónicos. De este modo, si hasta el momento se había empleado un lenguaje historicista para los edificios oficiales, a partir de ese momento se construyeron en Bucarest en estilo neo-rumano edificios administrativos, bibliotecas, museos, bancos e incluso casas particulares. A continuación, una imagen del rey Carol I.

Carol I

 De aquel importantísimo evento quedan recuerdos que todavía pueden disfrutarse y que ayudarán al visitante a hacerse una idea del impacto que tuvo en el futuro perfil urbano de la capital de la Rumanía de principios de siglo. Un primer y curioso ejemplo lo encontramos en el puente que sortea un pequeño lago muy cerca de la entrada de la calle Lânăriei y bajo el que se sitúa la terraza de un bar. Diseñado en 1906 en estilo neo-rumano por el ingeniero Gogu Constantinescu (1881 – 1965), fue uno de los primeros puentes de cemento armado levantados en el mundo. Se da además la circunstancia que, trabajando para el Reino Unido, Constantinescu fue también el inventor de sincronización de las ametralladoras con las hélices de los aviones, lo que sin duda otorgó una gran ventaja a la fuerza aérea inglesa frente a la alemana y contribuyó a la victoria de los Aliados durante la Primera Guerra Mundial.

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 En la cima de la colina que encabeza la avenida central del Parque Carol I, al final de una amplia escalinata construida a imagen de las famosas escaleras de Odessa que inspiraron a Sergéi Eisenstein en su Acorazado Potemkin, se levanta el imponente monumento antaño dedicado a los Héroes del Comunismo – mausoleo reservado a los líderes del PCR – y que hoy homenajea al Soldado Desconocido. En 1906 albergaba el Pabellón de las Artes de la Exposición, sin embargo, cuando los comunistas alcanzaron el poder lo derribaron por su estilo excesivamente burgués (así consideraban el estilo neo-rumano) y lo sustituyeron por el presente panteón.

Palacio de las Artes ayer y hoy

Muy cerca de allí, aunque fuera de los límites del parque, se levanta el llamado Castillo de Agua, una reconstrucción muy libre de la fortaleza de Poenari, en Argeş, que fue residencia del temido Vlad Tepeş El Empalador (imagen, a continuación).

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De entre los edificios originales de la exposición, también se conserva el edificio llamado Arene Romane, un anfiteatro al aire libre para 5.000 espectadores, construido en estilo dórico, que en ocasiones ha sido considerado como el primer verdadero parlamento de Rumanía al reunirse allí el rey Fernando I con todos los representantes públicos de Rumanía al inicio de su reinado. Actualmente, Arenele Romane se emplean como escenario de conciertos.

Arenele Romane 3

También con motivo de la múltiple conmemoración, el arquitecto Nicolae Ghika-Budesti construyó la Iglesia del Cuchillo de Plata, inspirada en la Iglesia de San Nicolás de Iaşi, en un estilo moldavo, con pinturas exteriores y decoración cerámica, que todavía hoy podemos disfrutar.

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La Exposición también tuvo espacio para obras de menor tamaño pero de igual monumentalidad, como las fuentes, en especial la construida por el alcalde George Grigore Cantacuzino, en estilo neo-rococó, con una gran arcada con la efigie de San Demetrio, patrón de Bucarest, columnas jónicas y un estanque lobulado. También se conservan dos estatuas de gigantes – una de ellas obra del escultor Dimitrie Paciurea - que durante la muestra flanqueaban una cascada de agua.  

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Otra curiosidad que pasa hoy casi inadvertida es una montaña de cemento armado que surge entre los árboles. En aquel momento, el hormigón armado era una novedad en el país y con aquella montaña artificial pretendían los organizadores dar a conocer un nuevo material que supondría una revolución en la construcción de los futuros edificios de la ciudad. Paralelamente, la forma escogida pretendía emular las montañas de Transilvania y mostrarlas a un público poco acostumbrado a viajar.

Falsa montaña

 

El patrimonio Art Deco de Bucarest

El patrimonio Art Deco de Bucarest

Entre las diferentes corrientes que conforman la arquitectura moderna en Bucarest, el Art Deco destaca sin duda por la belleza de sus edificios y por el elevado número de ejemplos que se conservan, aunque en ocasiones hayan sido muy maltratados por el tiempo y la desidia de las autoridades (en la imagen, bloque de apartamentos del arquitecto Jean Monda)

Edificio de Apartamentos de Jean Monda

El término Art Deco se emplea para definir un ecléctico complejo de tendencias culturales y artísticas del período interbélico caracterizado por una combinación muy específica de tono moderno y espíritu ornamental, que pretendió convertir cualquier objeto en una fuente de placer estético. El Art Deco constituyó un momento crucial en la cultura estética de los años 20 y 30 y se formó como una síntesis de las más diversas contribuciones en el campo de las artes y la moda, con un cierto eco sensible de los desarrollos tecnológicos, de las realidades políticas y económicas y de los acontecimientos culturales y sociales del momento (en la imagen, interior de un apartamento en la calle Hristo Botev, 34, diseñado por Marcel Iancu en 1934)

Interior apartamento edificio Hristo Botev, 34 Marcel Iancu 1934

La Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales celebrada en París en 1925 fue la principal promotora del Art Deco entendido como expresión del gusto popular, más allá de consideraciones sociales. Mediante la exposición conjunta de productos de varias tendencias artísticas del momento, algunas de las cuales carecían de catalogación o incluso estaban en fase experimental, la exhibición consiguió cristalizar una cultura Art Deco y sus principales coordenadas así como definir una actitud estética, subordinada a las exigencias del mundo contemporáneo.

Villa Polona Jean Monda (detalle)

En el universo Art Deco, todo se transforma en un ornamento o adquiere un sentido ornamental, no sólo mediante el empleo de motivos decorativos consagrados, sino mediante los materiales, la luz, las líneas, las superficies y los volúmenes. La arquitectura Art Deco no es una excepción y, por tanto, el estudio de su lenguaje se convierte en un análisis del repertorio ornamental y de sus principios organizativos (en la imagen, Pabellón de la Industria del Cristal de la Exposición de la Industria Rumana de 1934).

Pavellón de la Industria del Cristal Exposición Industria Rumana 1934

Uno de los recursos esenciales de la estética Art Deco proviene de su habilidad para obtener una gran ventaja de las cualidades decorativas de los materiales – texturas, colores, patrones, reflejos, brillos o transparencias – empleados en grandes superficies o en originales combinaciones. Por otro lado, si durante siglos la estética de la luz se limitó a la relación entre el ángulo de incidencia de la luz solar y los espacios interiores o las fachadas, a partir de 1920 surge, bajo la presión de una sociedad dinámica pendiente del reloj, el problema de la luz artificial, que abandonó el espacio interior y conquistó el espacio urbano, apoyando la retórica de la expresión arquitectónica de los edificios y, de paso, convirtiéndolos en gigantescos reclamos. Finalmente, es importante entender la estética del edificio Art Deco como un repertorio ornamental organizado en niveles de complejidad, desde los propios motivos y temas decorativos representados en frisos o molduras hasta los elementos espacio-volumétricos que forman distintos subconjuntos como ventanales, escaleras o esquinas pasando por los elementos arquitecturales básicos, tanto lineales (columnas, arquitrabes) como planos (muros, plantas, cubiertas y espacios abiertos). A continuación, detalle del Palacio de la Sociedad de Trabajadores del Ayuntamiento de Bucarest (1932).

Palacio de la Sociedad de trabajadores del Ayuntamiento de Bucarest 1932

Las afinidades culturales entre Francia y Rumanía así como el tono de cordial modernidad de la estética Art Deco explican el éxito que tuvo en la Rumanía interbélica. El espíritu Art Deco impregnó las revistas de los teatros Cărăbuş o el Alcazar d’été y los bailes de moda, influyó en la adopción de la silueta à la garçonne, en la prosa moderna de las novelas de Cezar Petrescu, en las artes decorativas, en la pintura y en la escultura. A diferencia de otras capitales europeas, en 1920 Bucarest necesitaba todavía importantes intervenciones para homogeneizar su tejido urbano, para completar los frentes de sus calles y para crear una imagen coherente en su centro. El lenguaje Art Deco se demostró como el más adecuado para imprimir a la capital un sello de modernidad y monumentalidad, convirtiéndola en el símbolo de una nación orientada al progreso, pero con un toque jovial y comunicativo en sintonía con el ánimo del momento.

Palacio Sociedad trabajadores Ayunt Bucarest (detalle)

Los primeros ejemplos de arquitectura Art Deco de Bucarest pertenecen a los sectores del comercio y el transporte, el ocio, el turismo, la diversión y al sector residencial, en particular villas. Nuevos hoteles (como el Hotel Union, en la imagen siguiente, el Lido o el Ambassador) y cines (como el Marconi o el ARO) fueron también construidos junto a bares “americanos” (Presto, Colos o el Automat del arquitecto Jean Monda), night clubs y modernos complejos recreativos como la piscina de la Federación de Deportes de Rumanía, diseñada por Marcel Iancu en 1929, todos ellos dominados por la estética Art Deco.

Hotel Unión 002

Los edificios públicos y las oficinas centrales de muchas empresas, representantes de la imagen del poder político, judicial y económico, gradualmente abandonaron el tradicional estilo neo-rumano, difícil de ajustar a los nuevos requerimientos semánticos y funcionales, y emplearon a partir de entonces los recursos propios del Art Deco. Ejemplos de ello podemos disfrutarlos todavía hoy en el Ministerio de Industria y Comercio (1937) o en el Palacio de la Compañía de Teléfonos (1931) ambos en Calea Victoriei, en el Palacio de la Sociedad de Trabajadores del Municipio de Bucarest (1932) – actual sede de ArCub, detrás del Hotel Intercontinental -, en el Edificio Administrativo Municipal de Piaţa Amzei (1934) – hoy casi totalmente restaurado -  o en los Juzgados del Distrito VIII de la calle Ştirbei Vodă (1937). También la principal estación de ferrocarril de la ciudad - Gara de Nord -, diseñada por Victor Ştephănescu en 1935 con factura clasicista, se vio contaminada por las geométricas estilizaciones propias del Art Deco (detalle encabezando esta entrada). Paralelamente y de forma gradual, el nuevo lenguaje Art Deco se expandió también a los monumentos públicos e incluso a los funerarios, como ilustra el Monumento a los Héroes de la Aviación (Str. Aviatorilor) y numerosas tumbas y monumentos funerarios en el cementerio Bellu (a continuación, tumba del Ingeniero Filipescu, en el cementerio Bellu), conformando un patrimonio que situó a Bucarest entre las más bellas ciudades europeas de entreguerras.

Tumba Ing Filipescu Cem Bellu

Con todos estos antecedentes, permítame el lector para finalizar esta larga entrada, recomendarle de nuevo pasear con la mirada atenta por nuestra ciudad o, de no haberla visitado todavía, animarse a disfrutar de un patrimonio único en Europa y, posiblemente, en el mundo.

A propósito del Arco del Triunfo

A propósito del Arco del Triunfo

He encontrado en el excelente blog de Alex Galmeanu una fotografía interesante con el Arco del Triunfo de Bucarest como protagonista.

Se trata de una instantánea tomada el 1 de diciembre de 1940, Fiesta Nacional de Rumanía, frente al emblemático monumento de la ciudad. En 23 de noviembre de 1940, gracias a la firma del Pacto Tripartito, Rumanía se había unido a las fuerzas del Eje y rápidamente los efectivos de la Wehrmacht estacionados en territorio rumano sobrepasaron los 500.000 soldados, no sólo para controlar la producción petrolífera rumana sino para preparar el futuro ataque contra la Unión Soviética.

De acuerdo con esta fotografía, los nazis formaron parte del desfile celebrado el día nacional de Rumanía, aunque por el semblante adusto del señor que contempla el paso del carro de combate y por el escaso público presente, no sé si la presencia alemana despertó demasiada alegría entre los rumanos.

Sobre dónde comprar fruta y verdura

Sobre dónde comprar fruta y verdura

Bucarest está rodeado de pueblecitos donde, quien más quien menos, cultiva frutas y verduras en su jardín. De este modo, diariamente los paisanos visitan la ciudad con sus Dacias 1300 – la versión rumana del Renault 12 – repletos de vegetales de temporada que exponen en cualquier esquina de la ciudad. Las provisiones suelen ser de excelente calidad y, con su venta, los lugareños se sacan un sobresueldo, una sobrepensión o, simplemente, una cantidad para ir tirando.

Para que el lector se haga una idea cabal sobre los precios, hoy he comprado medio kilo de cerezas deliciosas a 10 lei/Kg (2,4 €/Kg) y mañana le hincaré el diente a unas fresas a las que ya he echado el ojo por 8 lei/kg (1,9 €/Kg).

Arco del Triunfo

Arco del Triunfo
Uno de los monumentos más emblemáticos de Bucarest es su Arco del Triunfo, construcción que da la bienvenida a los visitantes que llegan a la ciudad desde cualquiera de los dos aeropuertos y se dirigen al centro.
 
En la plaza en la que se levanta este Arco del Triunfo ya se había levantado uno provisional en 1878, sólo un año después de la Guerra de Independencia, para recibir a las victoriosas tropas rumanas (imagen, a continuación). Tras la victoria en la Primera Guerra Mundial, en 1922 se construyó aquí un Arco del Triunfo de madera y estuco para conmemorar también la Gran Unión de los Principados con Transilvania y la coronación del rey Fernando y la reina María. Años después, el mismo arquitecto, Petre Antonescu diseñó en piedra maciza el tercero y definitivo Arco del Triunfo con un estilo clásico a imitación del Arco del Triunfo de París.
 
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La fachada sur del Arco está decorada con dos medallones de bronce con las efigies del rey Fernando y de la reina María. Inicialmente, ambos medallones fueron esculpidos en piedra por Alexandru Călinescu pero las autoridades comunistas los destruyeron en 1948 y los sustituyeron por unos medallones con motivos florales. Tras la Revolución de 1989, las flores desaparecieron y se colocaron las efigies en bronce con los motivos monárquicos. Sobre las imágenes de los reyes, hay sendas esculturas de Victorias de los escultores Constantinescu y Baraski.
 
En las fachadas laterales están grabadas en piedra las palabras que el rey Fernando dirigió a la nación rumana con ocasión de la entrada en la Primera Guerra Mundial y durante la ceremonia de su coronación en Alba Iulia. Las dovelas del arco llevan también inscritos nombre de diversas batallas ganadas por las tropas rumanas durante la contienda (Mărăşeşti, Oituy, etc.). En la fachada norte, un medallón representa la Virilidad con la imagen de un barbudo guerrero romano con una espada y otro la Fe con un joven que porta una cruz. Las Victoria esculpidas sobre ambas imágenes son obra de los escultores Onofrei y Medrea.
 
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Anualmente, el día 1 de diciembre, Fiesta Nacional de Rumanía, unos 2.000 soldados de las Fuerzas Armadas rumanas desfilan bajo el Arco del Triunfo junto a sus carros de combate, vehículos acorazados, armas y demás pertrechos militares. Asiste al evento el Gobierno en pleno y suele resultar imposible encontrar un sitio en primera fila pues, haga un frío que pele o caigan copos de nieve como puños, los bucarestinos salen a la calle para asistir al espectáculo.
 
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La Casa de Miţa la Ciclista

La Casa de Miţa la Ciclista

Desde hace semanas le tenía echado el ojo a un vistoso edificio situado muy cerca de mi oficina así que ayer, saliendo de trabajar, me fui a hacerle una visita. Se trata de la Casa de Miţa la Ciclista (Str. Biserica Amzei, 9), construida en 1900 por el arquitecto N.C. Mihăescu en un estilo que mezcla el neo-barroco con el Art Nouveau. La fachada del edificio está de lo más ornamentada, con balcones adornados con cupidos de tamaño natural, bajorrelieves de leones y querubines, puertas de hierro forjado, así como motivos florales, volutas y demás parafernalia modernista.

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 A pesar de todo, quizás lo más interesante del edificio es su nombre. Maria Miţa Mihăescu (1885 – 1968) fue una mujer muy hermosa, de cabello rubio e intensos ojos verdes, y una figura destacada del folclore urbano del Bucarest interbélico. Miţa fue cortejada por personajes de la época como el pintor Nicolae Grigorescu o el político Octavian Goga y debe precisamente su mote a un amante despechado, el editor del periódico Furnica, George Ranetti, que en uno de sus artículos escribió irónicamente sobre su excéntrica afición a montar en bicicleta: „Cuando aparece por Calea Victoriei, los aristócratas del Hotel Capsa, los burgueses de Casa Otetelesanu y los bohemios del Kubler abandonan por un momento la política y se detienen a admirar un ejemplar ciclista mientras gritan: ¡Ahí va Miţa la Ciclista!”.

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Las malas lenguas de la época, que maliciosamente también la apodaban la Cotroceanca - en referencia al Palacio Real de Cotroceni - dijeron que la casa fue un regalo del mismísimo rey Fernando y que incluso Manuel de Portugal pidió su mano, aunque fue rechazado porque Miţa se mantenía fiel al amor de su vida, el Dr. Nicolae Minovici. Durante años, Miţa estuvo en la boca de todos en Bucarest por su vida lujosa y extravagante, por llevar el pelo corto y teñido, por comer cada día en el restaurante del Hotel Athenee Palace (hoy, Hotel Hilton). A su regreso de una estancia en París, adoptó la costumbre de dirigirse a todo el mundo en francés, incluso a quienes no lo entendían. Uno de los mayores escándalos de la época se produjo cuando, estando en la playa, se metió en el agua sólo con un bikini comprado en París, indecorosa escena que acabó con la intervención de la policía, que en respuesta fue golpeada con un paraguas blandido por una Miţa totalmente indignada.

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Tras la muerte de su primer marido, a mediados de los años 40, Miţa se casó con el general Alexander Dimitrescu, momento en que empezaron los problemas financieros en su familia. Tras años de disfrutar de una vida lujosa, Miţa se vio obligada a alquilar algunas de las habitaciones de su enorme mansión y ella se trasladó a vivir en la buhardilla. A pesar de todo, no renunció a sus extravagancias, siguió vistiendo con ropa de aspecto elegante e incluso se dijo que en una ocasión envió a mendigar a su marido a la cercana calle Mendeleev para poder permitirse una última cena en el Athenee Palace.

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El estilo mediterráneo o la tercera vía

El estilo mediterráneo o la tercera vía

Más allá del acalorado debate que se produjo a principios del siglo XX entre los defensores del estilo nacional rumano y los impulsores de la arquitectura moderna, una tercera vía jugó un importante papel en la modernización arquitectónica de la Rumanía interbélica: la ecléctica arquitectura mediterránea, que tuvo su foco principal, aunque no exclusivo, en Bucarest.

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La arquitectura mediterránea irrumpió en la escena arquitectónica como una seria alternativa a las dos corrientes dominantes, a pesar de que sus modelos figurativos fueron claramente ajenos a toda tradición local. Lo cierto es que este nuevo estilo tuvo escasa visibilidad cultural, no se dotó de instrumentos teóricos y estuvo casi ausente en el debate disciplinario, sin embargo, gozó de un enorme éxito entre las clases medias y altas de la ciudad e inauguró un ciclo arquitectónico que se convirtió en un elemento fundamental de la nueva imagen de Bucarest.

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Mientras el neo-rumano era un estilo establecido a nivel teórico y con claros ejemplos representativos, la arquitectura mediterránea fue más bien una amalgama de sugerencias figurativas de resultados algo kitsch, hay que admitirlo, pero que fue capaz de robar parte del mercado a los dos estilos dominantes.

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En una curiosa reinterpretación de algunos elementos del románico y el gótico, los ingredientes del estilo mediterráneo fueron los habituales en la arquitectura ecléctica, es decir, verandas y largas terrazas, balcones, voladizos, pórticos, arcos ojivales y de medio punto, columnas más o menos compuestas, pequeñas ventanas, elementos de hierro forjado, ventanas de arco, tejas de terracota, etc. No obstante, aunque en todos los casos se empleó un vocabulario similar, los edificios resultantes fueron difícilmente clasificables pues no siguieron un canon compositivo común.

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Para su diseño, los propietarios de estos edificios contrataron a arquitectos - algunos de renombre como Henriette Delavrancea Gibory, Ion Giurgea o Mario Ricci – y a equipos de trabajadores, especialmente italianos, y les orientaron sobre sus preferencias, empleando las fotografías de sus viajes a países mediterráneos, para obtener un resultado distinguido, con un toque de exotismo pero próximo a las expresiones estilísticas de la Europa occidental.

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La admiración por este estilo continuó durante el Comunismo, período en el que muchos de estos edificios fueron expropiados y empleados como oficinas centrales de corporaciones públicas, embajadas y residencias de algunos miembros de la Nomenclatura.  La moda persiste y, todavía hoy, algunos nuevos ricos han hecho una reinterpretación de la arquitectura mediterránea de los años 30 y 40 para diseñar sus lujosas mansiones en las zonas residenciales de moda al norte de Bucarest.

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Bucarest: del Principado de Alexandru I. Cuza al final de la Primera Guerra Mundial

Bucarest: del Principado de Alexandru I. Cuza al final de la Primera Guerra Mundial

Después de casi un año, retomo aquí la serie dedicada a la historia de nuestra ciudad, Bucarest, en el momento en que el coronel Alexandru I. Cuza ascendía al trono de los unificados Principados de Valaquia y Moldavia (encabezando este post, un grabado de Bucarest en 1880).

Aunque los divanes de ambos Principados escogieron al mismo candidato como príncipe, unificando así de facto ambos territorios, no fue hasta 1861 cuando el sultán, teórico soberano de ambos Principados, admitió la existencia de Rumania como estado, con capital en Bucarest, una Asamblea Nacional y con unidad legal, monetaria, administrativa y militar.

Elevada a la categoría de capital, Bucarest inició un profundo proceso de transformación, especialmente a través de la construcción de la Universidad (1864) – imagen, a continuación - y de Sociedad Académica Rumana (1866) – futura Academia Rumana -, dos prestigiosas instituciones que formarían a los cuadros de la nueva administración y a los mejores profesionales del nuevo estado. La influencia francesa, iniciada decenios antes, se hizo todavía más patente en la política, las costumbres y en la arquitectura de la ciudad, aunque no fue hasta el principado – reinado, a partir de 1881 - de Carol I cuando alcanzó su momento de mayor esplendor.

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La segunda mitad del siglo XIX fue un período de gran desarrollo industrial, financiero y comercial para Rumanía, hecho que se reflejó en el crecimiento de Bucarest. De acuerdo con las tradiciones arquitectónicas y urbanísticas la École des Beaux Arts de París, se trazaron amplios bulevares, se urbanizaron los márgenes del Dâmboviţa, se diseñaron bellos parques, se levantaron imponentes edificios públicos – el Ateneo, el Banco Nacional, la Banca Agrícola, el Palacio CEC (imagen, a continuación), el Museo de Historia, la Fundación y el Palacio Real, el Palacio Cotroceni, etc. - y se establecieron nuevos espacios colectivos. Los burgueses y la vieja nobleza no se quedaron atrás y encargaron a artistas franceses el diseño y la decoración de sus villas, contribuyendo a convertir Bucarest en una verdadera metrópolis europea. 

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La rebelión en Bosnia y Herzegovina de 1876 contra el Imperio Otomano así como el triunfo de los Jóvenes Turcos en Estambul produjeron gran exaltación en Rumanía, pero  cuando la nueva Constitución otomana definió al Principado como “provincia privilegiada”, creció la indignación rumana y el gobierno se aproximó al eterno enemigo de los turcos: Rusia. Los rumanos sólo tuvieron que esperar un año para cobrarse la venganza y, durante la guerra ruso-turca de 1877, sus tropas lucharon junto a las rusas en territorio búlgaro, consiguiendo una gran victoria. Rumanía obtuvo así la independencia gracias al Tratado de Berlín (1878) y se transformó en reino, de modo que el 22 de mayo de 1881, Bucarest asistió a la ceremonia en la que Carol I dejó de ser príncipe para convertirse en rey de Rumanía.

Por esas fechas, como una muestra más de reafirmación del carácter nacional, nació el estilo neo-rumano de manos del arquitecto Ion Mincu y enriqueció el horizonte urbano con edificios como el de Casa Doina o la Casa Lahovary. Otros artistas siguieron su escuela, levantando bellos ejemplos como el Museo del Campesino, la Escuela Mavrogheni, la Iglesia de la Princesa Balasa (imagen, a continuación) o el espectacular edificio del Ayuntamiento, entre muchos otros.

Biserica Balasa

En octubre de 1914 fallecía Carol I y, a falta de descendencia, le sustituía su sobrino Fernando I (1914 – 1927). Iniciada la Primera Guerra Mundial y con Europa dividida entre los aliados de la Entente y los de las Potencias centrales, Rumanía mantuvo su neutralidad un par de años pero, ansiando anexionarse Transilvania, Bucovina y el Banato, el Gobierno rompió su neutralidad y en agosto de 1916 firmó un tratado con la Entente.

Tropas alemanas

Tras una rápida y victoriosa entrada de las tropas rumanas en la Transilvania húngara, los búlgaros y los austro-alemanes pasaron al contraataque y el 6 de diciembre de 1916 entraban en Bucarest, donde permanecieron durante dos años; el Gobierno, el Parlamento y el rey huyeron a Iaşi y los ocupantes impusieron a los bucarestinos una estricta censura sobre su vida social y cultural, además de una Administración militar (imagen anterior, tropas alemanas desfilando por Calea Victoriei). Tras dos años de guerra, en noviembre de 1918 el rey Fernando entró de nuevo triunfante en Bucarest y sólo un mes después se firmaba en Alba Iulia la Gran Unión de Transilvania con Moldavia y Valaquia.

 

Un paseo por Lipscani

Un paseo por Lipscani

Bucarest también tiene un casco viejo al que los bucarestinos llaman, de forma genérica, Lipscani. Toma el nombre de su calle principal, bautizada así porque tiempo atrás los comerciantes que allí trabajaban importaban sus mercancías desde Leipzig (Lipsca). Las tiendas y almacenes de Lipscani, flanqueando calles algo angostas, se situaban en los bajos de edificios altos y estrechos con una puerta lateral y un pasillo que permitía el acceso a las viviendas superiores. Un gran balcón ornamental hermanaba muchos edificios con sus vecinos de modo que toda el área adoptó una particular arquitectura.

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Pero hasta hace unos años – no demasiados -, el barrio era un lugar inhóspito, con casas castigadas por el tiempo y los terremotos, sin aceras o alumbrado público y con las calles enfangadas, llenas de basuras y ratas y víctimas de una reforma detenida por el descubrimiento de los vestigios de viejas posadas medievales (en la imagen, uno de los típicos edificios con tienda de Lipscani, todavía por restaurar, aunque irónicamente el ayuntamiento no ha perdido el tiempo para colgarle el cartel de “monumento histórico”).

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Tras un inacabable litigio entre la empresa responsable de la rehabilitación del centro – española, por cierto – y el ayuntamiento, las obras se reiniciaron, las calles se pavimentaron, aparecieron farolas de alumbrado público, terminaron las rehabilitaciones de algunos edificios y comenzaron a abrirse tiendas, restaurantes y bares de lo más moderno. En verano, para más inri, las terrazas toman las calles peatonales y  se llenan de bucarestinos ansiosos de tomarse una cerveza o una limonada a la sombra de un toldo, hasta el punto de que, a según qué horas, es difícil encontrar mesa libre donde pasar el rato. Pero ayer tuvimos suerte y, tras un largo paseo, nos sentamos en la terraza de un bar de la calle Smardan. Habíamos visto nuevas rehabilitaciones, más calles peatonales, tiendas recién inauguradas y los viejos anticuarios de Hanul cu Tei y de la calle Covaci.

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El trabajo de rehabilitación continúa y Lipscani es, cada día más, el lugar de moda al que ir a echar la tarde, especialmente ahora que el calor empieza a apretar con fuerza.