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Cielo de Bucarest

Cielo de Bucarest

De los antológicos barullos de cables que cuelgan por todo Bucarest, sin duda el de la esquina de Piaţa Victoriei con Nicolae Titulescu es uno de los más espectaculares.

El Edificio ARO, otro triste símbolo del maltrato arquitectónico de Bucarest

El Edificio ARO, otro triste símbolo del maltrato arquitectónico de Bucarest

El Edificio ARO, diseñado por el arquitecto Horia Creangă en 1929 en respuesta a un pedido de la sociedad aseguradora Asigurarea Româneasca, fue la primera de una serie de estructuras arquitectónicas modernas que cambiaron la escala de los edificios del centro e influyeron profundamente en el carácter de las construcciones que la seguirían en el eje norte-sur de Bucarest. A continuación, diseño original del edificio ARO.

Proyecto ARO

Con una obra mayor, Horia Creangă encontró una respuesta a los múltiples desafíos que le planteaban un emplazamiento que debía jugar un papel importantísimo en el desarrollo ulterior de la ciudad. Aunque debido al maltrato que ha sufrido el edificio hoy es difícil deducirlo, el edificio ARO ilustra claramente el concepto moderno de desarrollo urbano integrado en el que las funciones de acceso público (pasaje cubierto, esquina cuadrada libre para una sala de cine para 1.200 espectadores, tiendas) conviven con viviendas y oficinas en una solución simplificada exenta de ornamentación.

Edificio ARO 2

La composición general de este edificio combina, en una imagen dinámica, un ala frente al bulevar con siete pisos de altura y líneas continuas de ventanas horizontales y una maciza torre esquinera que actúa como elemento de transición hacia el ala inferior de la construcción, de 4 pisos de altura, en a la calle Verona, donde los edificios vecinos son de menor altura.

Comparado con otros edificios contemporáneos de estilo Art Déco, como el Palacio de Teléfonos o los hoteles de la calle Câmpineanu, construidos en el mismo período, el edificio ARO es una muestra de la aceptación de los empresarios y las clases acomodadas bucarestinas a las nuevas tendencias en el lenguaje arquitectónico que serán las que modelen las construcciones levantadas en el último decenio antebélico.  

ARO y Simu

A modo de curiosidad, frente al edificio ARO se levantaba el museo Simu (imagen anterior, tomada de la excelente página sobre Bucarest, http://art-historia.blogspot.com), un edificio construido en 1910 con forma de templo clásico que albergaba la colección de arte particular - aunque abierta al público - del académico y doctor en Ciencias Políticas Anastase Simu. En 1964, el museo Simu fue demolido pues, según las autoridades comunistas, no armonizaba con los nuevos bloques construidos a su alrededor, aunque algunos dicen que lo derribaron por su relación con la masonería rumana, otro de los caballos de batalla de cualquier totalitarismo europeo de la época.

 

Marcel Iancu, pionero del movimiento moderno en Rumanía

Marcel Iancu, pionero del movimiento moderno en Rumanía

El más grande intérprete de la correlación entre la innovación arquitectónica y las artes plásticas que supuso el movimiento moderno en Rumanía fue, sin lugar a dudas, el pintor y arquitecto Marcel Incu (1895 – 1984). Iancu estudió en Zurich, donde entró en contacto con los primeros movimientos del vanguardismo europeo, contribuyendo poco después a la fundación del movimiento Dada y participando en el Cabaret Voltaire de actuaciones dadaístas junto a Tristan Tzara y Hans Arp. Tras su retorno a Rumanía en 1921, Iancu desarrolló una intensa actividad para la difusión de las ideas modernas y participó en las principales exposiciones del vanguardismo rumano que tuvieron lugar en el Palacio de las Artes de Bucarest.

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A través de sus investigaciones y proyectos que aparecieron en las páginas de la revista de arte Contimporanul (a continuación, imagen de la portada del número 53 de la revista, publicado en 1925) y de los edificios que diseñó y construyó, Iancu estableció los inicios del Movimiento Moderno en Rumanía. Destacó, además, por su desarrollo, con igual intensidad, de sus obras arquitectónicas y pictóricas; de hecho, en casi todos sus trabajos, Iancu ensayó una síntesis con las artes plásticas a través de fachadas policromáticas o mediante originales obras de interiorismo.

Contimporanul

A partir de la segunda mitad de los años 20 y empezando con varios proyectos de residencias unifamiliares, Iancu trazó los primeros trabajos completos del Movimiento Moderno en Bucarest. Entre ellos estaba la Casa de la Calle Trinitatii (1926), la Villa Fuchs (1927) – imagen, a continuación -, la Villa Wexler (1931), la Villa Chihaescu (1931) y la Villa Reich (1936).

Villa Fuchs

Las dos primeras casas fueron el manifiesto de Iancu y la Villa Fuchs, más madura y articulada, formal y funcionalmente, inauguró una serie de cajas blancas fuertemente caracterizadas por el juego de salientes y volúmenes entrantes y por el contraste entre las líneas verticales y horizontales. El grupo sustancial de villas de esas fechas muestra cómo la estética radical de Iancu – basada en el principio de los cinco puntos de Le Corbusier – caló profundamente entre los miembros acomodados de la sociedad bucarestina. En el resultado funcional y estético de los edificios de Iancu de esa época destacan los tejados planos, las ventanas esquineras, los pisos de planta abierta, las terrazas-veranda, las ventanas del tamaño de toda la fachada que dan luz a la escalera interior, los garajes en la planta y, en general, las conexiones íntimas entre los espacios internos y externos.

Estudio volumétrico

Los espacios interiores fueron tratados con el mismo detalle que los exteriores; los elementos más utilizados fueron las puertas correderas, los muros de cristal pavés y los salones de dos plantas. Durante su trabajo en Rumanía, entre 1922 y 1941, Iancu realizó también unos 40 edificios no residenciales (a continuación, ejemplo de villa y cine diseñado en 1925 para un municipio en las montañas Bucegi).

Villa y cine

A principios de los años 40, en un ambiente de violencia fascista contra los judíos, Iancu emigró a Israel, donde renovó su estética y trabajó como profesor; en 1948  creó el la sociedad de creación artística Nuevo Horizonte y en 1967 recibió el Gran Premio Nacional de Israel. A pesar de su exilio, el activismo de Iancu y la ejemplaridad de sus trabajos influyeron enormemente en la siguiente generación de arquitectos rumanos y en su adhesión a los principios de la modernidad.

 

Barbería Gentlemen's

Barbería Gentlemen's

Cuando te cambias de ciudad, uno de los retos más complejos a los que te enfrentas es el de encontrar una peluquería que sepan cortarte el pelo de tal manera que, al terminar, no te quede cara de idiota (por el precio, por el aspecto o por ambos).

Durante todo este tiempo y tras algunas pruebas fallidas, me he cortado el pelo en la misma peluquería de un centro comercial y el resultado siempre ha sido más o menos aceptable, aunque una vez en casa debía darme algún retoque para evitar un flequillo algo extravagante, al perecer muy de moda por estos lares.

Pero esta semana, por fin, he encontrado mi peluquería de cabecera. Se trata de la Barbería Gentlemen’s (Str. George Enescu, 9, muy cerca del Hotel Radisson), un local espacioso, de aspecto clásico, con peluqueros trajeados y amables que, además, no te intentan dar conversación mientras te cortan el pelo.

No se puede ir con prisas a Gentlemen’s pues los típicos 15 minutos de cualquier peluquería se transforman aquí en algo más de una hora cuando cortar el pelo y arreglar la barba se convierten en un oficio artístico. El tiempo se ralentiza en esta sala donde el fígaro pone todo su empeño en conseguir un corte perfecto en el que cada pelo esté en su lugar, sin estridencias. No escatima minutos en su arte y pasa y repasa cada zona hasta la perfección. Lo mismo ocurre con la barba, aplacada con una toalla caliente sobre la cara, enjabonada con brocha, rasurada a navaja y trabajada hasta obtener una simetría indiscutible.

El ritual del corte no termina sin un buen lavado de pelo, culminado con una loción capilar refrescante y un masaje craneal realizado con un extraño aparato vibrador. También la cara recibe su generosa ración de bálsamo hidratante y cremas varias para evitar la irritación causada por el acero.

Tras esta sesión de onanismo capilar, la dolorosa sólo asciende a 70 RON (unos 17 €), es decir, que encima está bien de precio.

La flamante nueva terminal de Otopeni

La flamante nueva terminal de Otopeni

Con tres días de retraso respecto al boato oficial y sin tanta alharaca, la semana pasada estrené la nueva terminal del Aeropuerto Henri Coanda de Bucarest (también llamado Otopeni) que, tras dos años en obras y una factura de 60 millones de euros, ha quedado verdaderamente niquelada y adaptada a los estándares del espacio Schengen. Aunque muchos lo duden, en Rumanía todo cambia, aunque en ocasiones sea a una velocidad exasperante.

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La nueva terminal ha pasado de tener 9 puertas de embarque a tener 24, de modo que el número de pasajeros podrá aumentar desde los 4,5 millones anuales a más de 6. Alguien ha dicho que en 2030 el número de pasajeros superará los 27 millones (¿!), por lo que me temo que, de cumplirse las expectativas del visionario analista de transporte, la terminal quedará pequeña muy pronto.

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Sea como fuere, la nueva terminal impresiona y, sobre todo, contrasta con la que existía hasta el mes pasado. De un edificio de estética aburrida y más bien oscura, con espacios casi angostos para un aeropuerto, se ha pasado a una terminal original, espaciosa y con muchísima luz. Los arquitectos han incluido, además, un piso-mirador desde donde contemplar cómodamente los despegues y aterrizajes, cosa que hará las delicias de mis hijos cuando volvamos a viajar (¡Gracias, majos!).

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Las escasas, poco surtidas y amontonadas tiendas de antaño han dado paso a otras mucho más modernas, con licores, tabaco, productos tradicionales (los inenarrables souvenirs de siempre continúan allí, ¡tranquilos!), ropa, algún libro y colonias para los viajeros olvidadizos. Además, los dos minúsculos bares enfrentados que surgían entre las puertas de embarque, se han visto más que superados por otros de estética futurista – donde se sirve, entre otras muchas cosas, langosta, caviar, champagne francés y cruasanes a precios exorbitantes – e incluso por un Burger King.

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Estuve un buen rato paseando por la nueva terminal, pude comprobar que aún faltan algunos asientos para los pasajeros que ahora esperan de pie para embarcar y que la policía de fronteras, en un grupo como si de un colegio se tratase, todavía recibía algunas instrucciones, sin embargo, la sensación fue de un trabajo muy bien hecho.

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Finalmente me senté a leer mientras esperaba la salida de mi avión, escogí el bar más curioso y, cuando todavía no había abierto mi libro, un pequeño murciélago revoloteó sobre mi cabeza y se posó durante unos segundos en la barra.

- Estos del Ministerio no dejan ni un detalle a la improvisación – pensé - ¡Hasta un murciélago han puesto para ambientar a los turistas!

Y allí se quedó el bicho, dando vueltas sobre el bar, hasta que me marché a tomar mi vuelo.

 

El Niño preso de San Elefterie

El Niño preso de San Elefterie

La nueva iglesia de San Elefterie, que con su elegante factura neo-bizantina da la bienvenida al barrio de Cotroceni, guarda en su ábside una curiosa pintura con historia. Aparentemente, se trata de la típica representación del icono de la Theotokos o Madre de Dios que acoge en su regazo al niño Jesús, sin embargo, en lugar de vestir una túnica blanca (símbolo de pureza), dorada (signo de sabiduría) o púrpura (símbolo de majestad), el niño lleva una prenda blanca con rayas negras propia de un presidiario.

Este mural fue pintado por el padre Arsenie Boca, un sacerdote de mirada inquietante pero muy respetado por los fieles ortodoxos rumanos (imagen, a continuación). Nacido en Hunedoara en 1910, estudió en la Academia Teológica de Sibiu y en el Instituto de Bellas Artes de Bucarest. Trabajó en la redacción de la primera versión rumana de la Filocalia, una colección de textos místicos y ascéticos propios de la Iglesia Ortodoxa, y durante los años de la Segunda Guerra Mundial desarrolló su labor monacal en el Monasterio Brancoveanu.

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Iniciada la época comunista, el padre Boca fue detenido en repetidas ocasiones acusado de colaborar con los milicianos anticomunistas de los Montes Faragaş. Las autoridades forzaron su traslado al Monasterio de Prislop, en Hunedoara, pero las continuas detenciones que sufrieron él y otros monjes, acusados de actividades anticomunistas, acabaron certificando el cierre del monasterio en 1959. Condenado a no ejercer actividad religiosa alguna, el padre Boca se dedicó a pintar el interior de varias iglesias de Bucarest, entre ellas la de San Elefterie, en Cotroceni, en la que pintó un niño Jesús con ropas de presidiario como metáfora de la persecución religiosa que llevaba a cabo el régimen comunista. Acosado por la Securitate, el padre Boca se retiró a una celda en Sinaia, donde murió un mes antes de la Revolución de 1989.

El mapa del terror canino

El mapa del terror canino

El invierno arrecia y la comida escasea por lo que los perros vagabundos de Bucarest se vuelven en estas fechas más agresivos. Hace unos días moría una mujer debido al ataque de una jauría de perros vagabundos. El asalto se produjo en el sector 5, precisamente donde vivimos, aunque lo cierto es que el problema es mucho más grave en barrios como Ferentari y Rahova, donde la ausencia de servicios públicos provoca una acumulación de basuras y, por tanto, un aumento del número de chuchos buscando comida.

En Bucarest hay 50.000 perros vagabundos de los que algo más del 10 % se consideran peligrosos debido a su tamaño y agresividad. Recientemente se ha publicado un mapa de la ciudad donde se indica el número aproximado de perros peligrosos que merodea en cada sector y en el que se puede comprobar que los sectores 5 y 6 se llevan la palma en lo que a actividad canina violenta se refiere.

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El alcalde Oprescu se ha reunido con los alcaldes de sector correspondientes para abordar el problema y han acordado realizar capturas periódicas para llevar a los prisioneros a una perrera en Fundulea. Desde hace años se han ensayado diversas medidas y ninguna ha solucionado el problema, ha habido incluso matanzas nocturnas, aunque una campaña internacional encabezada por Brigitte Bardot detuvo el holocausto perruno.

El problema se recrudece cada día y las soluciones planteadas son poco originales por lo que me temo que los ataques continuarán y el asunto seguirá en las portadas de los periódicos por mucho tiempo.

Origen y destino de la Casa Scînteii

Origen y destino de la Casa Scînteii

No es la primera vez que me refiero a este impresionante edificio que suele dar la bienvenida a los turistas recién llegados a Bucarest en su camino desde el aeropuerto, sin embargo, nunca le había dedicado el espacio que merece.

La Casa Scînteii se levantó sobre el terreno de un antiguo hipódromo por orden de Gheorghe Gheorghiu-Dej, líder del Partido Comunista Rumano entre 1948 y 1965. La construcción se inició en el año 1952, en el marco de un programa de inversiones en edificios culturales que debía “llevar la cultura a las masas” como primer paso necesario para alcanzar el socialismo real; de acuerdo con este programa, se levantaron también otros edificios como el Circo de Estado, la Opera, instalaciones deportivas, teatros, cines, etc.

Tras el rechazo a un primer proyecto por parte de un grupo de asesores soviéticos, que lo acusaban de cosmopolita y formalista, el equipo del arquitecto Horia Maicu se puso a trabajar en un diseño cuya estética se encuadrase en el ideal arquitectónico del socialismo real, obteniéndose así una variante de la Universidad Estatal de Moscú, proyecto que sí gustó a los consejeros rusos. Las obras se sufragaron, en parte, mediante una suscripción popular estableciendo así un paralelismo con el Ateneo Rumano, el edificio burgués por antonomasia de la ciudad.

Inaugurado en 1956, el complejo fue bautizado como Combinado Poligráfico Casa Scînteii I. V. Stalin, aunque más tarde se conoció simplemente como Casa Scînteii en referencia al periódico oficial del Partido Comunista Rumano, Scînteia (La Chispa), que allí se editaba junto a toda la prensa del momento. En abril de 1960, se colocó frente a su fachada una imponente estatua de Lenin que hoy descansa abandonada tras la tapia del Palacio de Mogoşoaia.

Alzado sobre un área de 280 x 260 metros, el edificio tiene una superficie total de 32.000 m2 y una altura de casi 92 metros - sin contar la antena de televisión -, lo que entre 1956 y 2007 lo convirtió en el edificio más alto de Bucarest.

Tras la Revolución de 1989, el edificio mantuvo las redacciones de muchos de los periódicos que entonces aparecieron y que todavía hoy se editan, aunque el edificio cambió su nombre por el de Casa de la Prensa Libre. Si se tiene vista de lince, unos prismáticos o una cámara fotográfica con un zoom potente, todavía hoy puede verse la hoz y el martillo en la base de la antena de televisión que corona el edificio.

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Bucarest: ciudad de zigurats

Bucarest: ciudad de zigurats

La arquitectura moderna de Bucarest posee una personalidad bien visible a través de una extraña amalgama de motivos y fuentes de inspiración que refleja su carácter cosmopolita y diverso, aunque también sus nostalgias, sus anhelos y sus dilemas. Si se pasea por la ciudad con la mirada atenta, es fácil identificar uno de los motivos más repetidos gracias al éxito que cosechó entre los arquitectos Art Deco de los años 20: el zigurat.

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El zigurat alcanzó su popularidad gracias al interés que suscitaban las civilizaciones antiguas y a su conexión con una metáfora literaria, muy de moda en aquel momento, según la cual la ciudad moderna era la representación de la nueva Babilonia. Relacionado con la pirámide, que encarna la perfección y su última estilización, la silueta escalonada se empleó desde en el diseño de colgantes o botellas de perfume hasta en la culminación de las secciones más altas de ciertos edificios.

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Arquitectónicamente, el zigurat se empleó por su simbología relacionada con el movimiento, el optimismo, el triunfo o el prestigio, aunque también como metáfora de una pirámide social por la que, aparentemente, todos podían ascender hasta la cima en aquella Bucarest de los prodigios.

La llegada de la arquitectura moderna a Rumanía

La llegada de la arquitectura moderna a Rumanía

La llegada de la arquitectura moderna a Rumanía estuvo estrechamente relacionada con la participación de muchos artistas rumanos en los movimientos vanguardistas de París, Zurich y Berlín, alrededor de los años 20. Marcel Iancu, Ion Vinea o Tristán Zara, por citar algunos de los más destacados ejemplos, estuvieron entre los fundadores del Dadaísmo.

Los arquitectos formados en la École de Beaux Arts de París, que regresaron a Rumanía tras la Primera Guerra Mundial, renunciaron al academicismo y presionaron para redirigir el Movimiento Moderno de modo que la transición desde el historicismo a la arquitectura moderna se convirtió en una revolución cultural que afectó a los métodos de diseño, a los materiales de construcción y a las tecnologías empleadas.

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Aunque el hierro, el acero y el vidrio ya se habían empleado en construcciones industriales en la segunda mitad del siglo XIX,  sólo a través de las nuevas concepciones del Movimiento Moderno estos materiales se convirtieron en referencias básicas para la definición de un nuevo lenguaje arquitectónico. Paralelamente, el nacimiento de la citada vanguardia artística, la evolución de las tecnologías de construcción y los cambios en la cultura de la construcción fueron los principales factores que forzaron la sustitución del historicismo por una arquitectura moderna.

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En la mayoría de los casos, desde un punto de vista estético-funcional, los nuevos edificios se caracterizaron por la plasticidad horizontal/vertical de sus fachadas, por el uso inteligente de la geometría en los diseños, por los sutiles juegos de ángulos rectos, curvas y superfices, por la orientación de los edificios en relación con su ventilación e insolación, por la simplicidad de las formas y por el tratamiento cromático de las fachadas, en las que el blanco tomó un valor que era cualquier cosa menos neutro.

A partir de entonces, los clientes renovaron su interés por las respuestas de la arquitectura en términos de confort, tecnología, economía y, por encima de todo, funcionalidad, clave de su elección en el diseño de edificios tanto residenciales como industriales o socio-culturales.

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Las villas - como la que encabeza este post, diseñada  por Jean Monda - destacaron como la tipología más desarrollada. En sus diseños, emergió el minucioso estudio del empleo de los materiales de construcción, el dinamismo entre los elementos horizontales y verticales, la flexibilidad de los espacios interiores, la continuidad espacial entre los interiores y los exteriores, la elevada calidad de los detalles, la pureza de formas, así como elementos de estética orgánica dependiendo de si se trataba de edificios situados en la costa o en la montaña.

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También las residencias multifamiliares contribuyeron a definir la imagen urbana de las nuevas ciudades, especialmente en Bucarest, al ser construidas paralelamente a las más importantes vías o como originales soluciones en el caso de los edificios esquineros. Estos grandes edificios constituyen la más representativa expresión de una arquitectura moderna prudente, libre de influencias extranjeras, con anhelos de estabilidad y continuidad.

A pesar de todo, las experiencias más atrevidas las encontramos en los edificios socio-culturales, públicos y privados, acreedores de las soluciones más innovadoras y funcionales. De este modo, hoteles (como el Hotel Ambassador, en la foto), teatros, cines, hospitales, escuelas, centros deportivos, bibliotecas, oficinas de la administración pública, etc., transformaron radicalmente el perfil urbano.

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Bucarest es un lugar que todavía hoy nos ofrece el paisaje de la ciudad moderna, aquélla que idearon y levantaron Iancu, Monda, Creanga, Marcu y tantos otros, por lo que, a pesar del maltrato del tiempo, la especulación y el abandono, bien vale un paseo pausado y atento del visitante.

 

El Ateneo

El Ateneo

Vamos a iniciar el año nuevo con una referencia al que quizás es el edificio más emblemático de Bucarest, el más admirado por sus habitantes y el más claro ejemplo de la arquitectura académica propia del Pequeño París: el Ateneo Rumano.

La institución llamada Ateneo Rumano fue fundada en 1865 por C. Esarcu, V.A. Ureche y N. Kreţulescu. Hacia finales de siglo, la dirección creyó en la necesidad de construir un edificio adecuado que imaginó como un “palacio de las ciencias y las artes” en el que el público debía tener acceso, en un ambiente áulico, a los beneficios de la cultura: exhibiciones, conciertos, conferencias, una biblioteca, una galería de arte e incluso una sala de proyección cinematográfica.

Los fondos para la construcción del edificio se recogieron por suscripción popular bajo el lema “Daţi un leu pentru Ateneu” (Dé un leu para el Ateneo). De este modo, en sólo un año se recogió suficiente dinero para, en 1886, poner la primera piedra del edificio, diseñado por el arquitecto francés Albert Galleron, sobre los cimientos del antiguo picadero de una sociedad ecuestre cercana.

El edificio está precedido de un espectacular peristilo formado por seis columnas jónicas que sostienen un frontón mudo. Tras él, sobre las puertas de entrada, cinco medallones en mosaico representan a los más destacados príncipes de Valaquia y Moldavia (Neagoe Bararab, Alexandru cel Bun, Vasile Lupu y Matei Bararab) y al rey Carol I, de origen extranjero pero ligado aquí a las dinastías locales en clara intención política. El edificio está coronado por una enorme cúpula neobarroca profusamente decorada.

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En el interior hay una sala de exposiciones y una sala de concierto donde normalmente realiza sus interpretaciones la Orquesta Filarmónica George Enescu. En la planta baja hay un espectacular vestíbulo circular llamado La Rotonda, rodeado de doce columnas que imitan el mármol rosado. Desde el vestíbulo parten cuatro monumentales escaleras de caracol, realizadas en mármol y con balcones que dan al centro de la Rotonda.

La sala de conciertos tiene 600 asientos en platea y 52 palcos dispuestos en dos semicírculos. Por encima de los palcos superiores, en la pared interna del tambor de la cúpula, se desarrolla un enorme fresco de 3 metros de alto y 70 de largo - obra realizada por el pintor Grigore Petrescu entre 1933 y 1938 - con los principales momentos de la historia de los rumanos, desde la entrada del emperador Trajano en Dacia hasta la Primera Guerra Mundial. Originalmente, el fresco incluyó al rey Carol II y a su hijo, el futuro rey Mihai, sin embargo, tras el turbulento reinado y la controvertida abdicación de Carol II, ambas imágenes fueron tapadas por una composición de hombres del pueblo que aclaman al rey Fernando I y a la reina María, sus antecesores.

La arquitectura historicista en el París de los Balcanes

La arquitectura historicista en el París de los Balcanes

Como indiqué en otro post hace algunas semanas, el estilo neo-rumano nació poco después de la guerra de independencia (1877) como resultado de una reivindicación cultural nacionalista que pretendía integrar los aspectos más puramente rumanos en la arquitectura del momento, distinguiéndola así de la de sus vecinos europeos. 

A pesar de ello, la colonización cultural francesa tuvo también un fuerte impacto en la arquitectura de Bucarest donde, tras el proceso de unificación de 1859 y la independencia del Imperio Otomano, se hizo necesaria la construcción de edificios públicos y nuevos espacios colectivos. Con el objetivo de embellecer la nueva capital, se adoptó como modelo la arquitectura académica francesa, de modo que muchos arquitectos galos se trasladaron a Rumanía para construir numerosos y destacados edificios.

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A partir de la creación de nuevos ejes urbanos – de acuerdo con un esquema parecido al Plan Haussmann de París -, parques públicos y notables monumentos civiles se establecieron las bases para el diseño de una nueva ciudad con estándares europeos. De este modo, se plasmó la utopía de la modernidad de una ciudad burguesa y liberal en las tradiciones constructivas importadas de la École des Beaux Arts - donde muchos profesionales rumanos se habían formado - y en la arquitectura ecléctica, representadas en edificios como el desaparecido Teatro Nacional, la Biblioteca Nacional, el Ateneo, el edificio de la Fundación Cultural Real (a continuación), el Museo Nacional de Historia o el Palacio de Justicia (encabezando este post), entre muchos otros.

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También las familias burguesas, enriquecidas por el despegue económico de Rumanía, quisieron para sus villas el esplendor del estilo francés, gracias a lo cual la ciudad se sembró de bellos edificios muchos de los cuales todavía hoy pueden contemplarse. Paralelamente, la modernidad fue introducida en Bucarest mediante la implantación de infraestructuras como el alumbrado público de gas - el primero de Europa -, el transporte público mediante tranvías tirados por caballos o el asfaltado de calles.

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En esa ansia constructiva, poco margen quedó para la introducción de nuevas expresiones artísticas y el resultado fue una sobre-explotación de las soluciones decorativas. De hecho, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta aproximadamente 1920, la arquitectura mostró un énfasis exagerado en el empleo de elementos decorativos que desembocó en un estilo ecléctico definido a veces como franco-balcánico.

Este estilo se caracteriza por sus referencias más o menos explícitas a estilos historicistas y por su tendencia al eclecticismo, adecuado por cada arquitecto a los gustos de sus clientes. La consecuencia es siempre una gran armonía de espacios jerarquizados - desde espacio nobles como monumentales entradas con escalinatas o salones cupulados a otros más utilitarios- y una ejecución con gran cantidad de detalles arquitectónicos como balaustradas, columnas, variadas molduras, bajorrelieves, esculturas o guirnaldas.

Parque Cişmigiu

Parque Cişmigiu

El parque Cişmigiu, el más antiguo y, sin lugar a dudas, el más bonito de los parques de Bucarest, es un gran jardín de 14 hectáreas situado en el centro de la ciudad. En su centro hay un lago que, en épocas del año más calurosas, está lleno de barcas de alquiler para los que quieran hacer un poco de ejercicio o se pongan en plan romántico con su pareja. En invierno, el lago se deseca para su limpieza y en uno de sus extremos se coloca una pista de patinaje.

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A principios del siglo XIX había aquí una zona pantanosa alrededor de un estanque  natural conocido como Lago de Dura el Negociante. Entre 1846 y 1859, bajo el gobierno del príncipe Barbu Ştirbei, se rehabilitó el lugar bajo las órdenes del arquitecto y paisajista alemán, Wilhelm Mayer, diseñándose el primer parque público para la ciudad. Otros paisajistas, también alemanes, estuvieron a cargo del parque durante los primeros años del siglo XX, donde cultivaron especies raras que todavía hoy pueden contemplarse. El nombre de Cişmigiu proviene del título del director del servicio de aguas de Bucarest, Director al cişmelelor din Bucureşt, también llamado para acortar “cişmegiu” (de la palabra de origen turco ceşme, fuente), quien en aquellos tiempos vivía en la orilla del lago.

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El parque tiene anchos senderos con bancos en sus márgenes, sombreados por enormes árboles y aromatizados con miles de flores. Muchos monumentos se levantan en el lugar, como el que recuerda a los soldados franceses caídos en Rumanía durante la Primera Guerra Mundial o la Rotonda de los Escritores, donde podemos contemplar los bustos de los más importantes escritores rumanos, como Mihai Eminescu, Ion Creangă o Ion Luca Caragiale. Hay también muchos otras estatuas y bustos a prohombres de la ciudad como el poeta Traian Demetrescu, al que sus admiradores levantaron el siguiente monumento:

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En verano, Cişmigiu es el lugar preferido de jubilados y jóvenes par a descansar al fresco o festejar en los bancos. En invierno, la gente pasea, patina y, a finales de año, visita la feria navideña, donde puede comprar guantes y gorros bien pertrechados para las bajas temperaturas de estas fechas, adornos típicos o comer unas mititei recién asadas o beberse un vino caliente para poder alargar el paseo.

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Humillación

Humillación

La villa que hoy aparece humillada bajo este mamotreto futurista de dudoso gusto estuvo abandonada durante años. En mi camino al trabajo, la veía languidecer en una esquina, cada día más estropeada por la climatología y la basura que en ella se acumulaba.

Un día aparecieron las excavadoras y empezaron a demoler el tejado y su interior, aunque respetaron la fachada, por lo que tuve la ilusoria esperanza de que algún alma sensible la hubiese adquirido y quisiese reformarla hasta los cimientos. Después se trasladó mi oficina y la perdí de vista durante meses por lo que hasta hoy no he descubierto el estrambótico resultado de las obras.

¿Qué les espera a las decenas de villas y edificios centenarios abandonados de Bucarest? Visto lo visto, la demolición o la agresión más irreverente.

Un nuevo día de la infamia arquitectónica en Bucarest

Un nuevo día de la infamia arquitectónica en Bucarest

La destrucción sistemática del Pequeño París ha vivido este fin de semana un nuevo episodio con la demolición de un bello edificio centenario situado en la calle Ştirbei Vodă nº 89. El edificio fue construido en 1892, según los planos del arquitecto Toma Dobrescu, en un estilo neoclásico bastante ecléctico y constituía un buen ejemplo de la arquitectura doméstica propia de las familias acomodadas del Bucarest de finales del siglo XIX. Por su valor arquitectónico y su originalidad, el inmueble había sido incluido como monumento histórico en Conjunto Monumental de la Calle Ştirbei Vodă (código LMI B-II-a-B-19760).

A pesar de todo, la sensibilidad del alcalde Oprescu y de su guerrilla urbanística es mucho más receptiva a sus propios y oscuros intereses que al valor arquitectónico de los edificios de la ciudad así que, de acuerdo con un Plan Urbanístico Zonal provisional que, además, no cuenta con el visto bueno del Ministerio de Cultura, ha lanzado las excavadoras de la empresa Euroconstruct a destruir una casa explícitamente defendida por la Unión de Arquitectos de Rumanía para su inclusión en la lista del patrimonio protegido de Bucarest.

Con nocturnidad, a las 00.30 h del sábado, las excavadoras empezaron a demoler el lugar con gran estruendo por lo que algunos vecinos avisaron a la policía. Tras comprobar que la empresa no tenía los papeles en regla, detuvieron las obras pero menos de una hora después apareció otro grupo de policías que ordenaron, en nombre del alcalde Oprescu, la destrucción del edificio.

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Hoy sólo queda una montaña de ruinas de lo que fue un bonito ejemplo del Bucarest de principios de siglo y un debate sobre la rapacidad de la clase política municipal y de sus turbios intereses urbanísticos.

Visita a la Feria Tradicional del Museo del Campesino Rumano

Visita a la Feria Tradicional del Museo del Campesino Rumano

El frío se ha instalado definitivamente en Bucarest así que esta mañana hemos ido a cambiar los neumáticos del coche por otros más adecuados para el riguroso invierno de estos lares. Paradójicamente, de camino al taller Autovariant – un lugar que recomiendo especialmente para este tipo de asuntos –, casi chocamos contra otro vehículo al intentar frenar en un semáforo precedido de una enorme capa de hielo. La suerte y un rápido giro de volante han evitado el desastre.

Mientras esperábamos a que cambiasen las ruedas, hemos ido a pasear a la feria tradicional que casi todos los fines de semana se instala en el patio trasero del Museo del Campesino Rumano. Un par de decenas de puestos ofrecen quesos, carne y embutidos, muebles rústicos, aperos, cerámica de todas las regiones de Rumanía, algunos libros y ropa tradicional, aunque en estas fechas destacan los gorros de  astracán y los guantes forrados de piel de conejo.

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Entre el gentío que se paseaba hoy por la feria había un grupo de hombres ataviados con los disfraces típicos de estas fechas. Una de las creencias más extendidas en Rumanía es el retorno de los espíritus de nuestros antepasados durante las fechas navideñas, representados principalmente por las grotescas máscaras de dos personajes: el Viejo y la Vieja. Según la tradición, ambos espíritus son amables, sin embargo, si se retrasan en su regreso al inframundo pueden volverse peligrosos por lo que, especialmente en los pueblos, algunos vecinos colocan cabezas de ajo en las ventanas.

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Otras máscaras representan los poderes sobrenaturales de animales como el oso (símbolo de la protección y la fuerza), la cabra o el carnero. Los hombres, además de máscaras, usan vestidos de piel de oveja o cabra de los que cuelgan pequeños espejos y cencerros que suenan estridentes mientras, aúllan, cantan y bailan. La danza que ejecutan es un ritual agrario muy antiguo, en el que los animales mueren y resucitan, reflejando el ciclo natural de las plantas y el paso del viejo al año nuevo. Las canciones y poemas que recitan pretenden espantar a los malos espíritus – otra de las máscaras tradiciones es la del diablo – y proteger a los habitantes de un lugar en el año que se estrena. Patear el suelo y golpearlo con una maza son gestos que reclaman su fertilidad para después del oscuro período invernal.

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Lo curioso del asunto es que los enanos han visto a este esperpéntico grupo y ni se han inmutado. Su integración es total.

 

Casa del Almirante Vasile Urseanu

Casa del Almirante Vasile Urseanu

No debe creer el sufrido lector de este blog que en Bucarest todo está construido en estilo nacional o de acuerdo con los cánones estéticos del comunismo. Bucarest ostentó el apodo de Pequeño París gracias al impulso económico que vivió Rumania durante los reinados de Carol I y Fernando I lo que, junto al desarrollo del estilo neo-rumano y a las corrientes vanguardistas introducidas por artistas como Marcel Iancu, dio origen a una ecléctica mezcla de estilos arquitectónicos que bien merece una visita detenida de la ciudad, a pesar de su deficiente estado.

Un ejemplo de edificio de estilo académico, nacido en Francia durante el Segundo Imperio (1852 – 1870) y desarrollado durante la Tercera República (1870 – 1949) que lo siguió, lo encontramos en el número 21 del Bulevard Lascăr Catargiu. Se trata de la Casa del Almirante Vasile Urseanu, hoy sede del Observatorio Astronómico de la ciudad.

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Esta majestuosa mansión fue diseñada por el arquitecto I. D. Berindei y construida entre 1908 y 1910 para el Almirante Vasile Urseanu (1848 – 1926). Este militar de origen modesto fue ascendiendo por méritos propios en el escalafón militar rumano, especialmente por su intervención en la Armada durante la Guerra de Independencia de Rumanía, hasta alcanzar el grado de Almirante durante la Segunda Guerra Balcánica (1913). La decoración de la fachada del edificio, con motivos marítimos como espolones navales y peces gigantescos cabalgados por amorcillos, hace referencia precisamente a la labor desempeñada por Urseanu en la Armada rumana.

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La pasión del Almirante Urseanu por la astronomía y su puesto de presidente de la primera Sociedad Astronómica de Bucarest lo llevó a sufragar con fondos propios la construcción de este observatorio astronómico, dotándolo además de una cúpula abatible en su punto más alto y de un modesto telescopio. Pocos años después de la muerte del Almirante, su mujer cedió la propiedad del edificio al Estado rumano, quien lo empleó también como galería de arte de la ciudad. En 1950 todas las obras de arte fueron trasladadas a la Galería Nacional y al Museo de Historia de la Ciudad de Bucarest por lo que el lugar se dedicó exclusivamente a cuestiones astronómicas partir de entonces.

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Actualmente el lugar acoge el Observatorio Astronómico Amiral Vasile Urseanu, un centro abierto al público dedicado a la difusión de la astronomía que contiene una pequeña exposición, una sala donde se celebran cursos y conferencias, un centro de observación y un planetario.

Casa Nicolae Petraşcu

Casa Nicolae Petraşcu

Hoy ha llamado de nuevo mi atención el edificio que se levanta en el número 1 de la  Piaţa Romană, formando esquina con Dmitri Mendeleev (personaje, por cierto, por el que siento especial veneración). La recia mansión perteneció al diplomático, escritor y crítico de arte Nicolae Petraşcu (1859 – 1944) quien, como otros acaudalados prohombres de la época, encargó en 1907 la construcción de su nuevo hogar al arquitecto Ion Mincu, padre del nuevo estilo nacional.

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La fachada impone por su sobriedad y su decoración en relieve, especialmente los alfices apuntados de inspiración oriental, los medallones romboidales labrados y las columnas embebidas que aparentemente sostienen la arcada que forman las ventanas inferiores. Es curioso y muy propio de este estilo el balcón cerrado, sostenido por un esbelto contrafuerte, que sobresale en el segundo piso y da al conjunto el aspecto de fortaleza.

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Investigando sobre la residencia, he descubierto que en su interior hay un gran salón dedicado a la música y la literatura cuya cubierta alberga una copia de la obra del pintor G. D. Mirea, Vârful cu dor (algo así como La cima de la nostalgia), realizada por D. Mihâilescu entre 1908 y 1909 en estilo neoclásico. El fresco, más amplio que lo que muestra la fotografía adjunta,  está centrado en un joven pastor tendido sobre la cima de una montaña, en torno al cual tres mujeres extienden los brazos en actitud de abrazarle. Ellas parecen fundirse en un paisaje de bruma azulada, nocturno, como en un sueño irreal. Muy cerca, se distinguen la figura de un pájaro en vuelo y algunas flores mientras, al fondo, una luna menguante es testigo de la escena.

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Desgraciadamente, la belleza interior y exterior de la Casa Petraşcu no interesa lo suficiente al ayuntamiento de Bucarest, que nunca ha destinado fondos para su restauración, así que languidece poco a poco en la esquina de una de las plazas más transitadas de la ciudad.

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Mosaico doctrinal

Mosaico doctrinal

El mes pasado expliqué en un post cómo el comunismo primó la velocidad sobre la estética en la construcción de infraestructuras sociales y cómo empleó interesantes composiciones en mosaico para representar las bondades del régimen.

En el Liceu Teoretic Nicolae Iorga (Str. Ion Mihalache, 126), encontramos un nuevo ejemplo de mosaico doctrinal. Diseñado con baldosas de diferentes colores, forma una escena con trabajadores, estudiantes e investigadores. Una pareja trabaja en una mesa de laboratorio con un microscopio, otra lee sendos libros y a su lado una mujer sostiene un fardo de espigas de trigo. Dispuestos junto a la mesa hay un matraz de destilación, una escuadra, un compás y más libros apilados. Un hombre y una mujer parecen tomar medidas de longitud o latitud sobre un globo terráqueo y varias personas discuten sobre unas órbitas electrónicas o planetarias. Junto a ellos, dos obreros conversan sobre una rueda dentada. En la parte superior de la escena, un hombre señala a un satélite – de nuevo, el Sputnik – que se eleva sobre el astro solar.

El austero conjunto permitía al paseante comprobar que en ese edificio se formaba a los futuros trabajadores de la República Socialista de Rumanía.

Trazas bizantinas

Trazas bizantinas

Dediqué hace unos días un post al llamado estilo nacional de la arquitectura rumana en el que mencionaba cómo la arquitectura bizantina – entre otras - influenció en la creación de un estilo propio e inconfundible.

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Paseaba ayer por el Bulevard Lascăr Catargiu cuando me topé con un edificio en el que la influencia decorativa bizantina es más que evidente. La entrada principal se encuentra bajo una arcada doble, con un arco de medio punto y otro lobulado, sostenida por columnas pareadas rematadas con capiteles trabajados según el esquema decorativo que adoptaron Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto en el diseño de los capiteles de las columnas que separan la nave de las galerías de Santa Sofía de Constantinopla.

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En la más gloriosa de las iglesias bizantinas, los grupos de columnas de la nave y las galerías están enlazadas por una malla horizontal de hojas de acanto estilizadas que se curvan y retuercen, fluyendo desde los capiteles con forma de cesta y en los cuales abundan los monogramas de Justiniano y Teodora. En estos capiteles bucarestinos, más modestos, se ha sustituido el monograma de los emperadores por la cruz de Cristo y se ha introducido la uva, un símbolo cristiano relacionado con la fecundidad espiritual, con la sangre de Cristo y, especialmente en Europa Oriental, con el icono de Cristo Vid Verdadera (a continuación).

Icono Vid de la Vida

Un buen rato estuve observando y fotografiando los relieves, hasta que un vecino empezó a mirarme desconfiado y decidí poner pies en polvorosa, feliz por el nuevo descubrimiento.

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