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Historia

Matías Corvino, rey de Hungría

Matías Corvino, rey de Hungría

¿Por qué hablar de un rey húngaro en un blog sobre Rumanía? Al hilo de la polémica sobre la soberanía de Transilvania, Matías Corvino es - junto a su padre, Iancu de Hunedoara -, un personaje fascinante y objeto de controversia entre rumanos y húngaros.

Matías Corvino (Mátyás Hunyadi, en húngaro) nació en Cluj en 1443, es decir, vio la luz en una Transilvania bajo soberanía húngara, aunque en el seno de una familia noble perteneciente a la populosa minoría rumana (también conocidos como válacos o vlah). Como su padre pasó buena parte de su vida alejado de su familia, la educación de Matías recayó en su madre, Isabel Szilágyi, quien le proporcionó algunos de los más reputados profesores de Europa Central del momento, convirtiendo a Matías en un entusiasta partidario del humanismo, propio del Renacimiento.

Casa de nacimiento de Matías Corvino, en Cluj

Tras la tormentosa guerra civil que siguió a las muertes de Iancu de Hunedoara y Ladislao V de Hungría, en 1458, la Dieta húngara escogió a Matías Corvino como nuevo rey, debido precisamente a la reputación de su padre y al apoyo explícito del legado apostólico del papa Calixto III, el cardenal español Juan Carvajal.

El reinado de Matías no fue precisamente plácido. Durante los primeros años, tuvo que consolidar su poder frente a ciertos nobles húngaros que lo cuestionaban. Luchó contra el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico III, para frenar sus ambiciones sobre el territorio de Hungría. También se enfrentó a los checos que dominaban la Alta Hungría, a los polacos y a los otomanos en Serbia y Bosnia.

En 1462, el sultán Mehmed II planeó la invasión de Valaquia, en respuesta a unos ataques en su territorio del mítico Vlad III Tepeș. Ante la inminente ofensiva, los boyardos destronaron a Vlad III y coronaron a su hermano, Radu III El Hermoso, preferido por el sultán. Vlad se exilió a Transilvania, desde donde trató de forjar una alianza con Matías Corvino mientras organizaba razzias en territorio válaco contra los turcos y las tropas de su hermano. Matías, contrario a la guerra con el sultán, acabó deteniendo a Vlad III bajo la, posiblemente falsa, acusación de traición y lo encerró durante años en Visegrado, al norte de Budapest. Sólo en 1475, a instancias de Esteban III El Grande de Moldavia, Vlad III fue reconocido de nuevo como príncipe de Valaquia por Matías, aunque su reinado duró menos de un año, al morir asesinado en 1476.

En 1467, la introducción de nuevos impuestos en Transilvania provocó un levantamiento en la región, alimentado por Esteban III de Moldavia. Matías Corvino derrotó a los insurrectos e incluso trató de recuperar la soberanía sobre Moldavia – recordemos que, en origen, Moldavia fue conquistada por un voivoda de Maramureș, súbdito del rey de Hungría -, pero fue derrotado en la batalla de Baia, a finales del año. Este conflicto no impidió que, pocos años después, apoyase militarmente a Esteban frente a los envites de los turcos. Las victorias moldavo-húngaras permitieron firmar un acuerdo según el cual los otomanos se comprometieron a no invadir ni Moldavia ni Valaquia.

Matías no sólo fue un buen guerrero, sino también un gran administrador. Reformó la justicia húngara, creó un ejército profesional conocido como Ejército Negro, promocionó a sus colaboradores exclusivamente por sus méritos y no por su origen y limitó el poder de los nobles. Además, admirador como fue del Renacimiento italiano, invitó a pensadores humanistas, artistas, científicos y arquitectos, muchos de ellos originarios de Italia, para enriquecer su corte, mantener con ellos animadas discusiones e impulsar ambiciosos proyectos, entre los cuales destaca la Bibliotheca Corvinniana, una de las mayores colecciones de libros de su época.

Matías Corvino murió en 1490.

Esteban III El Grande de Moldavia (I)

Esteban III El Grande de Moldavia (I)

Para cerrar el año 2021, quiero dedicar la última entrada a un príncipe medieval, que despierta todavía un gran cariño y provoca una sonrisa nostálgica entre los habitantes de Moldavia: Esteban III El Grande (conocido en rumano como Ștefan cel Mare)

Tras el reinado de su abuelo, Alejandro I El Bueno (1400-1432), Moldavia cayó en un período de debilidad, violencia e incertidumbre política debido al enfrentamiento entre pretendientes al trono y a las constantes injerencias de Hungría y Polonia en el devenir del principado. Precisamente, tanto Iancu de Hunedorara, regente de Hungría, como Vlad III Ţepeş de Valaquia, apoyaron a Esteban en sus pretensiones al trono moldavo, consiguiendo derrotar en la batalla de Doljeşti a Pedro III Aaron (1451-1452, 1454-1457), a quien se recuerda por ser el primer príncipe moldavo que pagó tributo a los otomanos y por haber sido el asesino del padre de Esteban, Bogdan II (1449-1451).

En 1457, empezó el más largo reinado de un príncipe rumano que, además, acumuló gran número de éxitos: refuerzo de la autoridad principesca en detrimento de los boyardos, desarrollo del comercio, especialmente en los mercados moldavos, consolidación del poder militar de Moldavia través del refuerzo del ejército y de la construcción de fortalezas, freno a las aspiraciones húngaras, polacas y otomanas sobre el territorio moldavo y construcción de gran cantidad de iglesias – muchas de las cuales son hoy Patrimonio de la Humanidad -, una tras cada victoria, según la tradición.

Esteban ofrece a Cristo la iglesia de Voroneţ

Una vez coronado, Esteban persiguió a Pedro III Aaron hasta territorio polaco, donde había encontrado refugio después de su derrota. En 1459, tras dos años de guerra, selló la paz con los polacos, consiguió el reconocimiento de facto de su soberanía y adquirió la imponente fortaleza de Hotin. A pesar de ello, Pedro III Aaron consiguió huir al territorio de los sículos, en Transilvania. Asegurado el norte, Esteban centró su interés en recuperar la fortaleza de Chilia, situada en la desembocadura del Danubio, al sur de su principado, que había sido cedida por Moldavia a los húngaros unos años antes. La fortaleza fue tomada en 1462.

La fortaleza de Hotin, hoy en territorio ucraniano

Un año antes de su victoria en Chilia, Esteban realizó una fracasada incursión en Transilvania, en busca de Pedro III Aaron, refugiado en la corte del voivoda, que provocó la ira de Matías Corvino, rey de Hungría. El apoyo que, en 1467, Esteban III prestó a los insurrectos transilvanos contra la política fiscal y centralizadora de Matías fue la gota que colmó el vaso, así que decidió devolver a Moldavia a su antigua soberanía magiar. El mismo rey húngaro, acompañado de Pedro III Aaron y un gran ejército, arrasó durante unos meses el territorio moldavo hasta que fue detenido por Esteban III en la batalla de Baia (15 de diciembre de 1467), en la que los húngaros fueron derrotados y Matías Corvino quedó gravemente herido, aunque Pedro III se escabulló de nuevo. Aquel fue el último intento de Hungría de recuperar el territorio moldavo y obtener así también una salida al Mar Negro. Dos años después, Pedro III Aaron, con apoyo de los sículos, todavía intentó un último ataque sobre Moldavia para recuperar el trono, pero fue derrotado, capturado y decapitado.

Recreación moderna de la batalla de Baia (Biserica Albă, Baia)

Breve historia del comunismo en Rumanía (I)

Breve historia del comunismo en Rumanía (I)

Tras la derrota alemana en el frente de Stalingrado, en febrero de 1943, los soviéticos iniciaron un contrataque que, un año después, los situó ya cerca de las fronteras de Rumanía. En respuesta a la actitud irredenta del mariscal Antonescu, se formó el Bloque Nacional Democrático, con el apoyo del rey Mihai, formado por los liberales de Gheorghe Brătianu, los nacional-campesinos de Iuliu Maniu, los socialistas de Titel Petrescu e incluso los comunistas de Lucrețiu Pătrășcanu quienes, a pesar de su escaso peso en la política rumana de preguerra, fueron también integrados como gesto de buena voluntad hacia una URSS amenazante.

Lucrețiu Pătrășcanu

A partir del 20 de agosto de 1944, la ofensiva de las tropas soviéticas rompió el frente de Moldavia, precipitando el golpe de Estado del rey Mihai contra Antonescu (23 de agosto). El dictador fue arrestado, se repusieron los derechos según la Constitución de 1923, Rumanía abandonó inmediatamente a las fuerzas del Eje y detuvo la guerra contra los aliados. A finales de mes, las tropas soviéticas entraron en Bucarest y el 12 de septiembre, una delegación rumana, dirigida por el comunista Pătrășcanu, firmó un armisticio en Moscú con diversas condiciones: la continuación de la guerra junto a los soviéticos, el paso libre de las tropas rusas a través de Rumanía, el pago de importantes indemnizaciones, el arresto de los criminales de guerra, la disolución de las organizaciones fascistas, la imposición de la censura y el reconocimiento de la anexión a la URSS de Besarabia y Bucovina del norte.

A pesar de todo, tras el período de la dictadura de Antonescu, Rumanía volvió a ser un país democrático que devolvió derechos y libertades a sus ciudadanos, se dispuso a respetar la separación de poderes y la libertad de expresión y legalizó los partidos políticos. La guerra había destruido la economía del país, la agricultura había quedado muy afectada por la contienda y la industria se resintió en seguida por la falta de materias primas, combustible y medios de transporte. El leu se depreció, los precios de los cereales se dispararon, el nivel de vida cayó en picado y, de acuerdo con las condiciones del armisticio, los escasos recursos restantes se destinaron a la continuación de la guerra.

Churchill y Stalin (1945)

En octubre, en la conferencia de Moscú celebrada entre Churchill y Stalin, se selló el futuro político de Rumanía al quedar incluida en la órbita soviética. Con el Ejército Rojo ocupando el país, muchos funcionarios fueron sustituidos y los comunistas locales, unidos con otros partidos de izquierdas en el nuevo Frente Nacional Democrático, progresivamente empezaron a imponer su presencia en las instituciones del país, muy por encima de su representación política real.

Dragoș I Voda, fundador del Principado de Moldavia

Dragoș I Voda, fundador del Principado de Moldavia

Mientras en España se desarrollaba la reconquista y la peste amenazaba la península, Pedro IV de Aragón se extendía por el Mediterráneo hasta conquistar los lejanos ducados griegos de Atenas y Neopatria y Alfonso XI de Castilla fortalecía su poder frente a los nobles castellanos, en una corte en la que triunfaban los romances caballerescos, en el extremo opuesto de Europa, el voivoda de Maramureș, Dragoș I, fue enviado hacia el este, por el rey Luis I de Hungría (1342-1382), para formar una marca defensiva frente a los tártaros de la Horda de Oro, que llevaban un siglo asentados en el territorio de Moldavia y constantemente realizaban ataques contra la vecina Transilvania.

Dragoș I, retrato del siglo XIX

La fecha de la conquista del establecimiento de la marca de Moldavia es muy incierta y, según los historiadores, puedo producirse en algún momento entre 1304 y 1359. La toma de los territorios moldavos está trufada de incertidumbre y, de hecho, más popular que la propia versión de las crónicas es la leyenda, descrita por el cronista valaco Radu Popescu y el príncipe moldavo Dimitrie Cantemir, según la cual Dragoș I alcanzó Moldavia tratando de dar caza a un uro (zimbru), un agresivo animal parecido a un toro o un bisonte. Durante la persecución, la perra de Dragoș, Molda, resultó herida de muerte, por lo que éste bautizó con el nombre Moldova el río que allí encontró. Con el tiempo, ese nombre pasó a denominar el principado entero. Actualmente, el escudo de Moldavia contiene en su blasón la cabeza de un uro, en recuerdo de tan bonita historia.


Dragoș fue sucedido por su hijo Sas (1354-1358) y su nieto Bâlc (1359) quien, antes de poder consolidar su poder, fue destronado por otro voivoda de Maramureș, Bogdan I, rebelde al rey de Hungría. En esas circunstancias, Bâlc volvió a Maramureș, donde recibió del rey húngaro las tierra de Bogdan, mientras que éste tomó posesión del territorio de la marca, independizándolo de Hungría y resistiendo tanto a los ataques polacos como tártaros. La Moldavia independiente empezó a dar sus primeros pasos firmes.

 

Rumanía en la Primera Guerra Mundial (y VI): Fin de la guerra

Rumanía en la Primera Guerra Mundial (y VI): Fin de la guerra

Vimos en una entrada anterior cómo, a principios de 1918, Rumanía expulsó a los bolcheviques de Moldavia y facilitó la independencia de la República de Moldova, escapando así de la soberanía rusa y alejando la amenaza comunista de sus propias fronteras.

En la batalla de Mărășești, ocurrida en septiembre de 1917, los rumanos habían conseguido frenar el avance germano-húngaro sobre Moldavia y las hostilidades llevaban un tiempo detenidas. A pesar de todo, el armisticio firmado por la nueva Rusia comunista con los Poderes Centrales en Brest-Litovsk el 5 de diciembre de 1917, dejó a Rumanía sola ante una fuerza enemiga enormemente superior. En estas circunstancias, sólo dos días después, Rumanía empezó sus propias negociaciones de paz.

Los generales Berthelot (centro) y Averescu (derecha) en Moldavia, 1917

El gobierno de Brătianu estaba dividido entre conservadores favorables a continuar la guerra y liberales que se decantaban por las negociaciones, discusiones que exasperaron a los alemanes de Mackensen. Incapaces de ponerse de acuerdo, acabaron dimitiendo, de modo que el rey propuso formar gobierno al general Averescu, favorable a la paz. El rey Fernando y Czernin, Ministro de Exteriores austrohungaro, se reunieron cerca del frente, poniéndose sobre la mesa unas muy duras condiciones: grandes cesiones de territorio rumano, control alemán y austrohúngaro de la producción de petróleo rumana casi por un siglo y de la navegación por el Danubio, desmovilización del ejército y derecho de paso de tropas hacia Rusia. La soledad y la debilidad de Rumanía forzaron la firma de una paz preliminar en Buftea, el 5 de marzo de 1918. Los liberales de Brătianu  se opusieron a un acuerdo tan humillante, Averescu dimitó y fue sustituido por el conservador progermano Alexandru Marghiloman, quien no consiguió flexibilizar las condiciones del pacto. El tratado de paz de Bucarest, firmado el 7 de mayo – ver imagen encabezando esta entrada, con Marghiloman en el momento de la firma -, colocó a Rumanía, de facto, bajo un estado de dependencia política y económica frente a Alemania y Austria-Hungría.

Marghiloman validó su gobierno en unas nuevas elecciones y consiguió que el Parlamento ratificase por mayoría el tratado de Bucarest, sin embargo, el rey Fernando se opuso a firmarlo, encabezando un movimiento puramente simbólico de oposición a una paz vergonzosa. Marghiloman comenzó entonces una tímida reforma agraria de tintes conservadores, que se oponía a repartir tierras entre los campesinos, y consiguió la lenta unión de Rumanía con la República de Moldavia, que mantuvo una cierta autonomía e inició su proceso de desrusificación cultural y política.

Los reyes Fernando y María entrando triunfantes en Bucarest (1918)

Entre julio y octubre de 1918, los Poderes Centrales, Bulgaria y Turquía se vieron desbordados en varios frentes. En noviembre, el general Berthelot, comandante de las tres divisiones del Ejército del Danubio, estaba preparado para cruzar el río en Giurgiu, por lo que Austria-Hungría aceptó inmediatamente un alto el fuego. En esas circunstancias, los liberales de Brătianu forzaron la dimisión de Marghiloman y el rey puso al general Constantin Coandă al frente de un gobierno de transición y ordenó el reinicio de las hostilidades. Entre los días 10 y 11 de noviembre, el ejército alemán empezó a retirarse de Rumanía y las últimas tropas cruzaron los Cárpatos el día 1 de diciembre. Ese mismo día, Fernando I de Rumanía entró de nuevo triunfante en Bucarest.

La Gran Rumanía estaba a punto de convertirse en realidad.

Transilvania, una polémica interminable

Transilvania, una polémica interminable

Sobre los mapas, Transilvania perteneció a Hungría durante unos 1.000 años y, hace apenas 100, pasó a formar parte de Rumanía. La controversia entre ambas partes se mantiene desde entonces, por lo que creo que vale la pena repasar algunos de sus argumentos para ayudarnos a formar una idea propia de la situación.

En lo que a Transilvania se refiere, los rumanos se consideran los descendientes de las poblaciones geto-dacias romanizadas que habitaron la antigua provincia del Imperio Romano, cuyo idioma era el latín, y que posteriormente se eslavizaron parcialmente con la llegada de los pueblos de las estepas, constituyendo algo así como el sustrato etno-lingüístico del territorio. Por su parte, los húngaros provienen de las tribus magiares de lengua ugrofinesa que, dirigidas por Arpad, se instalaron en la Llanura Panónica, provenientes de una región entre los ríos Voga y Don, y que alcanzaron la zona de Transilvania a finales del siglo IX.


Los húngaros denominan Erdély a Transilvania

En la Gesta Hungarorum, crónica anónima escrita durante el reinado de Bela III de Hungría (1172 – 1196), se menciona la resistencia militar que los endebles voivodatos rumanos opusieron a los invasores, especialmente Gelu, denominado duque de los válacos. A pesar de ello, historiadores húngaros, basándose en algunos fragmentos en los textos del romano Flavio Vopisco sobre el reinado del emperador Aureliano, que ordenó la retirada de Dacia en el año 271, afirman que con la llegada de godos, hunos, gépidos y ávaros, las poblaciones geto-dacias fueron diezmadas, siendo sustituidos definitivamente en el siglo VI por los eslavos. Es decir, que cuando los húngaros llegaron a Transilvania, apenas existía una dispersa población de origen eslavo, así que en entre los siglos X y XIII, los reyes húngaros asentaron su conquista y enviaron a colonos sajones y sículos – o székelys, población de origen desconocido, pero de habla húngara - a defender la frontera oriental de su reino frente a invasiones de pueblos como cumanos, pechenegos y, más tarde, tártaros.

¿De dónde aparecieron entonces los rumanos? Pues, según la misma crónica anónima húngara, los válacos llegaron a Transilvania acompañando a sus rebaños de ovejas, a través de las rutas transhumantes, desde los Balcanes. Se asentaron en la región, hablando un bajo latín gracias a su prolongado sometimiento al imperio romano, y fueron aumentando su población hasta superar con creces el número de magiares, sículos y sajones.


Campesinos de Hodod, en Transilvania (George E. Hering, 1838)

Desde mi punto de vista, la verdad debe encontrar en algún punto intermedio. Posiblemente, tras la retirada aureliana, parte de la población dacio-romana emigró hacia el sur, más allá del Danubio, acogiéndose a la protección del Imperio (serían los posteriormente conocidos como arumanos, meglenorumanos e istriorumanos). El resto, permaneció en la antigua provincia de la Dacia, mezclándose más o menos con los distintos pueblos que fueron invadiendo progresivamente el territorio de la futura Rumanía, aunque conservando su idiosincrasia y, sobre todo, su lengua de origen latino (el historiador Nicolae Iorga introdujo la idea de la “retirada a los bosques” de los dacio-romanos en tiempos de las invasiones, de modo que evitaron disolverse con los conquistadores). Cuando llegaron a Transilvania a finales del siglo IX, los húngaros debieron encontrar una población mixta, con base dacio-romana, más o menos extensa que, probablemente, se fue incrementado con el paso de los siglos, también gracias a la inmigración de los pastores balcánicos con ancestros en aquellos territorios.

Sea como fuere, bajo el gobierno de los húngaros, Transilvania se convirtió en un voivodato con una cierta autonomía, incluso con una Dieta que, inicialmente acogió a representantes de la nobleza húngara, de los sajones, los sículos y la población rumana. Sin embargo, el rey húngaro Luis I (1342-1382) estableció un nuevo sistema que benefició a los católicos (húngaros, sajones y sículos) frente a los ortodoxos (rumanos), que se vieron progresivamente proscritos de los lugares de gobierno hasta ser expulsados definitivamente de la dieta. Su ostracismo se mantendría durante siglos hasta que, a finales del siglo XVIII, un grupo de intelectuales integrantes de la Escuela de Transilvania - Petru Maior, Samuil Micu-Klein y Georghe Sincai - enviaron un memorando al emperador Leopoldo II, solicitando los mismos derechos para los rumanos que para el resto de minorías transilvanas. Aquello fue el principio de un largo proceso hasta la soberanía rumana sobre Transilvania.

En un capítulo de su libro Entre los bosques y el agua – cuya lectura recomiendo encarecidamente a mis lectores -, el incansable viajero e historiador Patrick Leigh Fermor describe en pocas páginas los debates entre húngaros y rumanos sobre la “propiedad” de Transilvania. Durante el viaje que realizó por Rumanía a mediados de los años 30 del siglo pasado, Leigh Fermor se alojó en casas de amigos y parientes, casi todos terratenientes húngaros, que se lamentaban de la suerte de Transilvania tras ser cedida a Rumanía por el Tratado de Trianon (1920). A pesar de ello, también tuvo la oportunidad de trabar amistad con muchos rumanos, mayoritarios en la región, de quienes escuchó su versión del asunto. Al final, Leigh Fermor escribió: “Soy la única persona que conozco que tenga igual sentimiento de simpatía para con estos dos contrincantes en pie de guerra”. Confío en que, tras leerlo, acaben ustedes teniendo la misma sensación.

¡Adiós a un superviviente!

¡Adiós a un superviviente!

El coronavirus se ha llevado a Iancu Ţucărman.

Iancu Ţucărman nació en Iași en octubre de 1922, en el seno de una sencilla familia judía muy creyente, propietaria de una tienda de comestibles en uno de los barrios hebreos de la ciudad. Durante su juventud, Iancu no se sintió distinto por su condición de judío, pues en la ciudad convivían etnias y religiones sin problemas, sin embargo, a partir del gobierno radical Goga-Cuza, establecido a finales de 1937, empezaron a publicarse decretos antisemitas en el país y el ambiente se enrareció rápidamente. Periódicos considerados judíos, como Adevărul o Dimineaţa, entre muchos otros, fueron cerrados, se produjeron numerosos despidos de judíos en agencias públicas, se despojó de nacionalidad rumana al 36 % de la población judía del país y se multiplicaron las agresiones y las persecuciones. Fue en uno de esos asaltos, a principios de 1939, cuando Ţucărman tomó conciencia de la situación.

Iancu Ţucărman, con sus padres y sus 3 hermanas, antes de la guerra

El 22 de junio de 1941, la Rumanía del Conducator Antonescu entró en la Segunda Guerra Mundial como aliada de la Alemania nazi y, sólo dos días después, los soviéticos bombardearon Iași. Las fuerzas antisemitas de la ciudad, legionarios, ultraderechistas cristianos y miembros del Ejército, desataron una campaña contra los judíos acusándolos de colaboracionistas. El día 26 de junio, las autoridades locales sugirieron que los cristianos pintasen cruces en las fachadas de sus casas y algunos judíos fueron detenidos para cavar grandes fosas en el cementerio hebreo. La noche del día 28 de junio de 1941, solo una semana después de la declaración de guerra, empezó el pogromo de la ciudad. En Iași, un tercio de la población, unas 45.000 personas, eran judíos.

Para algunos, la vida continuó tranquila en Iași tras el pogromo

Soldados alemanes y rumanos, acompañados de gendarmes y civiles empezaron a asesinar a la población judía y a saquear sus propiedades. Las calles empezaron a llenarse de cadáveres, mientras grupos de judíos, en general varones y adultos, eran detenidos y trasladados a la Comisaría Central. Allí se reunieron unas 5.000 personas y, a media tarde, las tropas alemanas y rumanas dispararon contra ellos indiscriminadamente. Más de 1.000 personas fueron exterminadas con el pretexto de ser judeo-comunistas. Poco tiempo después, las autoridades decidieron expulsar de la ciudad a los supervivientes, trasladándolos a la estación de ferrocarril, donde serían internados en dos trenes. Ţucărman y su padre fueron dos de los integrantes de la tristemente famosa expedición de los “trenes de la muerte”.

Uno de los dos trenes de la muerte, en una parada en Targu-Frumos

Encerrados en vagones atestados, sin ventilación ni agua en pleno verano, el viaje duró 6 agónicos días. Ţucărman describe un vagón infernal, con gente desnuda por el calor, chillando y llorando, enloquecida por la sed y el hambre, golpeándose unos a otros hasta la muerte, con el suelo repleto de cadáveres. Cuando llegaron a Podul Iloaiei, unas 2.600 personas habían muerto. En el pogromo de la ciudad perecieron entre 8.000 y 13.000 personas. Ţucărman y su padre sobrevivieron y, curiosamente, fueron devueltos a Iași sólo unos meses después. El resto de la guerra, ambos fueron obligados a realizar trabajos forzosos en la Central Eléctrica o retirando nieve en invierno.

Como el mismo afirmó en alguna ocasión, Ţucărman recibió con flores a las tropas soviéticas, pero junto al resto de la población rumana, tuvo que soportar el nuevo régimen totalitario hasta su violenta caída en 1989. Durante esos años, trabajó con pasión como ingeniero agrónomo y músico. Contó su terrible experiencia en los “trenes de la muerte” a quien quiso escucharlo, especialmente a los jóvenes. Toda su vida sirvió de ejemplo de resistencia, superación y, especialmente, de generosidad, pues siempre se comportó como un hombre bueno que supo perdonar, aunque su vida tras aquella terrible experiencia siempre estuvo azotada por una profunda tristeza.

¡Descanse en paz!

Encabezando esta entrada, una de las últimas apariciones públicas de Iancu Ţucărman, durante el homenaje que le realizó la Embajada de Estados Unidos el pasado mes de noviembre.

Castillos y fortificaciones de Rumanía (II): del paso de los búlgaros (s. VII) a la llegada de los húngaros (s. X)

Castillos y fortificaciones de Rumanía (II): del paso de los búlgaros (s. VII) a la llegada de los húngaros (s. X)

A finales del siglo VII, dirigidos por el han Asparuh, los protobúlgaros abandonaron las estepas al norte del Mar Negro, atravesaron la desembocadura del Danubio, atacaron los territorios bizantinos y se asentaron en el noreste de los Balcanes, instalando su primera capital europea en Pliska en el año 681.

A su paso por Dobrogea, en la zona de la actual Niculițel (Tulcea), construyeron una fortificación de tierra aproximadamente circular que formaba una larga colina anular, de 27 kilómetros de perímetro, protegida por una zanja. Este recinto exterior, con forma de ola de tierra que circunvalaba una superficie de 48 Km2, incluía cuatro fortificaciones interiores, protegidas con olas similares a la exterior. No es la única fortificación con características similares en Rumanía, donde se las conoce popularmente con el nombre de “troian”, pues inicialmente fueron atribuidas al emperador Trajano.

Extensión de la fortificación anular de Niculițel

En esa misma época, al otro lado del Danubio, aproximadamente donde hoy se encuentran los territorios de Valaquia y Transilvania y hasta la cuenca de Panonia, se extendía al Jaganato Ávaro, que había acabado localmente con los gépidos en el siglo VI y amenazado al Imperio Bizantino en Oriente e incluso al Imperio Carolingio en Occidente. A finales del siglo VIII, asediado por las tropas francas de Carlomagno y por las búlgaras de Krum, el imperio ávaro fue destruido. Los búlgaros ocuparon entonces Valaquia y el sur de Transilvania, con el objetivo de controlar las valiosas minas de sal o de oro de la región. Más al norte, el lugar de los ávaros fue ocupado por húngaros al oeste y pechenegos al este, por lo que el territorio de la actual Rumanía quedó formado por un crisol de pueblos, que además incluía a las antiguas poblaciones locales dacias romanizadas, eslavos, jázaros y varegos. Todos estos pueblos se dedicaban a la agricultura, la ganadería, la caza y la pesca, adoraban a múltiples dioses y su nivel de vida era parecido al del Neolítico, con una cerámica bastante grosera, utensilios de piedra y hueso y, en muy raras ocasiones, de metal. Habitaban en pequeñas aldeas junto a cursos de agua y disponían de sistema defensivos muy rudimentarios, de los que no ha quedado apenas rastro.

En el año 971, los búlgaros fueron expulsados por los bizantinos de Dobrogea, quienes iniciaron la construcción de varias líneas defensivas, conocidas actualmente como Valul Mic de Pământ (61 Km) – existe quien piensa que esta fortificación la habían realizado, en realidad, los búlgaros anteriormente, lo que no carece de sentido -, Valul Mare de Pământ (54 Km) y Valul de Piatră (59 Km), tres larguísimas trincheras que unían la ciudad marítima de Constanța con dos fortalezas a orillas del Danubio. Las tres tenían una estructura parecida, con una elevada ondulación de tierra precedida por una zanja, aunque las dos últimas disponían también de torres defensivas y la última incluso de un muro de piedra adicional, según se ve en el siguiente dibujo.

Reconstrucción de los tres tipos de "Val" defesivos de Dobrogea

Recuperada Dobrogea, por orden del emperador Juan I Tzimisces, entre 972 y 976, los bizantinos construyeron también un castillo con puerto fortificado en una isla del Danubio llamada Păcuiul lui Soare - encabezando esta entrada, foto actual de los restos del puerto -, cuyo objetivo era garantizar el tráfico fluvial y convertirse en un bastión frente a los ataques de los guerreros varegos de Kiev. Esta fortaleza se abandonó en el siglo XI y, aunque recuperada en el XIII, fue destruida por los otomanos dos siglos después.

 

Reconstrucción de la puerta norte (arriba) y del puerto fortificado (abajo) de la

fortaleza bizantina de Păcuiul lui Soar

Mientras los bizantinos se reforzaban en Dobrogea, los búlgaros penetraban en Transilvania, hasta el curso medio del río Mureș, donde la sal constituía el tesoro más codiciado, debido a su valor como conservante y para la cría de animales. La sal extraída en esta zona se exportaba hacia el oeste por el río Mureș y, por tierra, a través de los Cárpatos, hasta el Danubio. En una de las rutas hacia el sur, en los montes de la comuna Slon (Prahova), se han localizado los restos de un poderoso castillo que controlaba una estratégica ruta comercial, por el paso de Tabla Buții. Esta fortaleza construida inicialmente con madera, fue reforzada a lo largo de los siglos primero con ladrillo y más tarde con piedra, gracias al trabajo de maestros cualificados de tradición bizantina contratados, posiblemente, por las autoridades búlgaras para controlar el comercio de la sal. Esta fortaleza, sin embargo, fue destruida definitivamente por los pechenegos.

Reconstrucción del castillo de Slon (Prahova)

Castillos y fortificaciones de Rumanía: siglos V al VII (I)

Castillos y fortificaciones de Rumanía: siglos V al VII (I)

Uno de lugares más comunes en el imaginario colectivo sobre Rumanía es su condición de tierra poblada de castillos misteriosos que albergan tétricas leyendas, propias de la literatura decimonónica. Como tierra de paso migratorio primero y frontera entre imperios después, Rumanía dispone de una buena panoplia de castillos, aunque menos de los que tendemos a suponer – su número total no alcanza la centena -, especialmente si lo comparamos con los construidos en España, país cuyo turbulento medievo pobló muestro territorio con unos 2.500 castillos.

Los castillos son construcciones que reflejan una jerarquización social del medievo muy determinada, constituyendo centros castrenses pero también residencias fortificadas de la nobleza y los monarcas. La construcción de castillos está así directamente relacionada con el feudalismo y con el inicio desarrollo de los reinos medievales que, posteriormente, constituirían el embrión de las naciones europeas. El retraso en la formación de los Principados rumanos, en comparación con reinos homólogos en Europa occidental, provocó que la mayoría de castillos se construyesen aquí tardíamente, a partir del siglo XII y, principalmente, del XIII, y declinasen como en el resto de Europa, a lo largo del siglo XV, con la aparición de la artillería con pólvora y proyectiles metálicos. Mientras en España se construyeron castillos durante casi 8 siglos, en Rumania solo se construyeron castillos durante unos 3 siglos. Nótese que no hablo de fortalezas – de las que Rumania cuenta con muy buenos y bien conservados ejemplos a los que, posiblemente, dedique futuras entradas -, evolución moderna de los castillos, dotadas de baluartes y adaptadas a las nuevas técnicas de guerra, que aparecieron hacia el siglo XVI.

Tras esta introducción, me dispongo a dedicar una serie de entradas a distintos castillos de Rumanía, distribuidos a lo largo y ancho del país, algunos en muy buen estado e incluso bellamente restaurados y otros en un triste estado de abandono. Sea como fuere, todos tienen su historia y creo que vale la pena contarla para conocer un poco mejor el desarrollo de los Principados rumanos durante la Edad Media.

El siglo V presenció a la caída del Imperio Romano de Occidente. El tramo final del Danubio, la zona de Dobruja (Dobrogea) – antigua provincia de Escitia Menor -, quedó bajo el control de la parte oriental del Imperio y sus ciudades tuvieron que enfrentarse al asedio constante de godos y hunos, con ejércitos trasladados por Constantinopla para enfrentarse a ellos, apoyados por campesinos locales que colaboraban gracias a la promesa de verse dispensados del pago de impuestos.

Reconstrucción de la fortificación de Troesmis

Durante ese período, no se construyeron nuevos castillos, sino que se repararon fortificaciones romanas ya existentes. Una de ellas fue Troesmis (localizada hoy en Tulcea), mencionada ya por Ovidio, antigua fortaleza de legiones como la Legio V Macedónica o la Legio II Herculia, que fue reforzada y ampliada en el siglo V. Troesmis estaba defendida por sólidos muros con torres y albergaba edificios, un gran canal, dos acueductos y un templo dedicado a la diosa Mitra. En la misma Tulcea, la fortaleza de Argamum, ciudad fundada en el siglo VII a.C. por colonos griegos de Mileto en un golfo del Mar Negro, fue refortificada en el siglo V, tras la caída del Imperio, pero no consiguió resistir los ataques marítimos de godos y ávaros, por lo que fue finalmente abandonada.

 Reconstrucción de la fortificación de Argamum

La fortaleza de Ulmetum, situada en el actual departamento de Constanța, en la zona central de Dobruja, fue construida en el siglo IV, durante el reinado del emperador Teodosio (379-395) y abandonada a finales del siglo V debido a los continuos ataques de los hunos. Según Procopio de Cesarea, Justiniano (527-565) la recuperó en el siglo VI para reforzar las fronteras bizantinas. Sus murallas tenían multitud de torres y contenían diversos edificios, como las viviendas de los agricultores que trabajaban sus inmediaciones, cuarteles e incluso una basílica. 

Imagen aérea de la fortificación de Ulmetum

Reconstrucción de la fortificación de Ulmetum

La fortaleza de Capidava - cuya fotografía aérea encabeza esta entrada -, localizada en Constanța, sirvió también como punto de defensa ante los ataques bárbaros. Con planta de cuadrilátero y muros gruesos, tenía imponentes torres, una gran puerta de entrada y un puerto construido sobre terrazas en el Danubio. En su interior había viviendas, unos baños con diversas piscinas, un centro de mando, barracones, almacenes y, a finales del siglo IV, se construyó una basílica, pues Capidava fue sede episcopal de la provincia de Escitia Menor y centro de difusión del cristianismo. En el siglo II, aquí se estacionaron la cohorte I Ubiorum y, más tarde, la cohorte I Germanorum.

 

Reconstrucción de la fortificación de Capidava

Desde finales del siglo III, Capidava sufrió ataques de los godos hasta el punto de que, en el siglo V, tuvo que ser reconstruida en dos ocasiones, empleando materiales como estatuas, relieves funerarios, capiteles o arquitrabes, lo que demuestra la urgencia de las reparaciones. 

 

Fotografía de las excavaciones dirigidas por Grigore Florescu en 1924

En el siglo VI, tras un incendio provocado por los hunos, se redujo su superficie por falta de fondos para reconstruirla completamente y, finalmente, en el siglo VII fue destruida y abandonada después de un devastador ataque de ávaros y eslavos. No fue hasta la reorganización de las fronteras del Imperio Bizantino tras el renacimiento macedónico, en el siglo X, cuando se reconstruyó como fortaleza de stratiotai, guardias de frontera campesinos, que pudieron defenderla hasta finales del siglo XII, cuando fue definitivamente destruida por los búlgaros.

Otra escena de las excavaciones realizadas en 1924

Capidava fue excepcionalmente longeva, pues la mayor parte de las fortificaciones de Escitia Menor, reconstruidas de época romana, fueron arrasadas en el siglo VII. En general, a partir de ese momento, no se realizaron nuevas fortificaciones ni en el territorio de la vieja Escitia Menor, ni en las zonas ocupadas por gépidos o ávaros, localizadas en otros territorios de la actual Rumanía.

La sonrisa del rey

La sonrisa del rey

Frente a las imágenes circunspectas de Carol I de Rumania, no he podido resistirme a compartir con mis lectores esta inusual imagen coloreada del rey sonriendo, gesto tan poco habitual en los retratos de la época.

Sajones de Transilvania (II)

En la segunda mitad del siglo XIV, las ciudades sajonas conocieron un período de desarrollo económico y comercial gracias a los privilegios otorgados por Luís I el Grande de Hungría (1342 – 1382). Los comerciantes sajones desplegaron una red comercial que se extendía desde los vecinos Principados rumanos a los estados de la Liga Hanseática del Mar Báltico o a las ciudades costeras del Adriático. Ciudades como Sibiu o Braşov vieron cómo los mercaderes construían admirables edificios y embellecían la ciudad.


Reconstrucción de la ciudad de Braşov 

A pesar de ello, a finales de siglo, los turcos se convirtieron en los dominadores de los Balcanes y obligaron a Valaquia a pagar tributo, por lo que el peligro otomano alcanzó la frontera transilvana, que a partir de entonces fue constantemente hostigada. El primer ataque del ejército turco se produjo en 1420 y devastó la próspera región de Braşov, incluyendo varios pueblos y la propia ciudad, cuya población fue convertida en esclava. A pesar de los esfuerzos del emperador Segismundo de Hungría y el voivoda de Valaquia, Dan II, de recolocar el frente en el Danubio, los turcos siguieron presionando y, a partir de 1438, el sultán Murad II inició una destructiva campaña que logró someter Sebeş, Mediaş y Alba Iulia, aunque fue detenida a las puertas de Sibiu.


El sultán Murad II

En este turbulento escenario, en 1437, estalló en Transilvania una revuelta de campesinos húngaros y rumanos, que se oponían a la servidumbre, los elevados impuestos y los privilegios señoriales. La respuesta fue el establecimiento de la Unio Trium Nationum ("Unión de las Tres Naciones"), un pacto de ayuda mutua, sellado en 1438 por los tres estamentos más poderosos de Transilvania, es decir, la nobleza (mayoritariamente) húngara, los burgueses sajones y los székelys, cuyo objetivo era mantener al campesinado fuera de la vida política y social del principado.​ ​

En 1440, las esperanzas antiotomanas se renovaron con el ascenso del trono de Transilvania de Iancu de Hunedoara (Juan Hunyadi), que logró rechazar a los trucos hasta el otro lado de los Cárpatos. Los sajones aprovecharon este período de relativa paz para reforzar sus defensas y, aunque en 1457 Sibiu sufrió un nuevo asedio, consiguió no ser capturada. Se estableció entonces un sistema de comunicaciones entre sajones y szekelys, que empleaban cornetas, tambores y grandes fogatas para advertirse a largas distancias. También se establecieron alianzas entre los sajones y los príncipes de Valaquia y Moldavia, especialmente con Esteban el Grande. La colaboración entre todos los grupos étnicos en Transilvania consiguió derrotar a los turcos en la Batalla del Campo de Pan de 1479.


Acceso a la ciudad sajona de Sighişoara

Los sajones recibieron del rey húngaro, Matías Corvino, hijo de Iancu de Hunedoara, el privilegio de la Universitas Saxonum, una autoridad administrativa y judicial propia que podía recaudar impuestos y tomar decisiones en importantes cuestiones públicas. Desafortunadamente, la derrota húngara en la batalla de Mohács (1526), en la que murió el propio rey Luis II, marcó el final del estado feudal húngaro, aunque animó a los transilvanos a unirse en la defensa de su tierra.

Los otomanos no conquistaron Transilvania, permitiendo el normal devenir de las comunidades sajonas, sin embargo, a principios del siglo XVI, la población había descendido notablemente y algunas ciudades habían sido abandonadas, tras la destrucción provocada por las guerras, y repobladas con campesinos rumanos. La guerra desencadenada en 1527, tras la muerte de Luis II de Hungría, entre los candidatos al trono, el archiduque Fernando de Habsburgo y el voivoda de Transilvania, Juan Zápolya, causó nuevos tormentos a la población sajona. En 1541, gracias a un acuerdo entre las partes forzado por la intervención otomana, Juan Segismundo Zápolya, hijo de Juan, obtuvo el trono del principado de  Transilvania, que se convertiría en una monarquía electiva entre la nobleza húngara hasta que, en 1699, Leopoldo I de Habsburgo reunificó el reino húngaro.

Juan Segismundo Zápolya, voivoda de Transilvania

Sajones de Transilvania (I)

Sajones de Transilvania (I)

Transilvania (palabra derivada del latín, “la tierra más allá del bosque”)-, también conocida como Siebenbürgen (del alemán, “siete fortalezas”) por la minoría alemana del país y Ardeal por los rumanos, es una enorme llanura rodeada por los Cárpatos y los Montes Apuseni que ha sufrido múltiples invasiones desde que los dacios fueron derrotados por los romanos entre el 101 y el 106 d.C. hasta la llegada de los húngaros a finales del siglo IX. En el siglo X, allí se instalaron entonces los székelys (sículos), un grupo de habla húngara pero origen desconocido, cuya misión era la defensa de la frontera húngara frente a la presión de pechenegos y cumanos.

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Géza II de Hungría (Chronica Hungarorum, siglo XV)

Con el mismo objetivo y por sus conocidas habilidades mineras, en el siglo XII, el rey Géza II de Hungría (1141-1162) favoreció la inmigración a Transilvania de colonos germanos procedentes de las regiones del Rin-Mosela y de Flandes, siendo definidos por la cancillería húngara como sajones. El centro de gravedad inicial de la colonización fue Sibiu (Hermannstadt), ciudad fundada entre 1188 y 1191. En una segunda fase, colonos de Turingia, Baviera e incluso del norte de Francia se establecieron alrededor de la ciudad de Nösen, posteriormente rebautizada como Bistritz (Bistriţa), mientras que otros se asentaron en la ciudad de Mühlbach (Sebeş) y de Mediasch (Mediaş).

En el año 1211, el rey Andrés II de Hungría invitó a los Caballeros Teutónicos a su reino para que se asentaran y defendieran el Burzenland, una zona del sudeste de Transilvania, controlando los pasos montañosos de los montes Cárpatos y evitando las incursiones de los cumanos. Los caballeros construyeron numerosas fortalezas, como la de Rasnov, y ciudades, incluyendo la gran ciudad de Kronstadt (Braşov). Sin embargo, alarmado por el creciente poder de los caballeros, en el año 1225 Andrés II expulsó a la Orden Teutónica de su reino, aunque permitió que los campesinos étnicamente alemanes, establecidos allí por la Orden, permanecieran en la región con una cierta autonomía administrativa y religiosa, si bien sometidos directamente al rey.

Caballeros teutónicos

Las invasiones mongolas (tártaros) que tuvieron lugar entre 1241 y 1242 devastaron Hungría y, por supuesto, también Transilvania. Tras la retirada, dejaron muchas ciudades sajonas destruidas, comunidades arrasadas, hambre y enfermedades. En estas circunstancias, el rey Bela IV impulsó una nueva colonización y nuevos privilegios económicos y comerciales que favorecieron su desarrollo. Este florecimiento provocó que en el siglo XIV se empezasen a construir bellas iglesias fortificadas en estilo románico y se levantasen murallas en sus siete principales ciudades:

-          Bistritz (Bistriţa, Beszterce)

-          Hermannstadt (Sibiu, Nagyszeben)

-          Klausenburg (Cluj-Napoca, Kolozsvár)

-          Kronstadt (Braşov, Brassó)

-          Mediasch (Mediaş, Medgyes)

-          Mühlbach (Sebeş, Szászsebes)

-          Schässburg (Sighişoara, Segesvár)

En estas circunstancias, tras las derrotas cristianas en Kosovo (1389) y Nicópolis (1396), el peligro turco empezó a asomar desde la otra orilla del Danubio.

Barroco válaco: el estilo brancovan

Barroco válaco: el estilo brancovan

El estilo brancovan, ligado al apellido del que fue príncipe de Valaquia entre 1688 y 1714, Constantin Brâncoveanu, es el resultado de los trabajos de distintos artistas, de las circunstancias económicas, políticas y culturales del momento y, en último lugar, de la determinación de la familia Cantacuzino, de la que descendía Brâncoveanu, quien comprendió la importancia del arte como herramienta de soporte de sus aspiraciones políticas e impulsó la fusión de la memoria del arte bizantino imperial, del decorativismo propio del arte oriental y de la retórica barroca.

Constantin Brâncoveanu

Desde su ascensión al trono, Brâncoveanu mantuvo una complicada política de equilibrio entre las tres potencias que rodeaban su principado: Austria, Rusia y Turquía. Primero se amparó en los turcos para frenar a los austriacos y cuando Pedro el Grande de Rusia entró en guerra con los otomanos (1710), le ofreció el apoyo de Valaquia. Esta jugada acabó costándole la vida pues en 1714 los turcos lo expulsaron del trono, lo detuvieron y lo trasladaron a Estambul.

Torturado por sus captores, fue conminado durante días a abandonar su fe y convertirse al Islam. El 15 de agosto de 1714, en presencia del Sultán, el Gran Visir, algunos pashas y embajadores, Brâncoveanu tuvo que asistir a la decapitación de todos sus hijos. Antes de ser asesinado, su hijo Matei le rogó que apostatase para salvar su vida pero, según la leyenda, Brâncoveanu respondió: “Es mejor morir cien veces que renunciar a tu fe”. Los dos fueron finalmente ejecutados.

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Águila bicéfala, emblema de los Cantacuzino

Dos son los edificios emblemáticos del estilo brancovan, en los que podemos identificar sus principales características: el palacio de Mogoşoaia, residencia principesca y el monasterio de Horezu, proyectado como panteón familiar.

La construcción del monasterio de Horezu - en la imagen, encabezando esta entrada - empezó en 1690 y, en 1693, el Metropolitano Teodosio consagró la iglesia en presencia del voivoda y su familia; el resto de edificios monásticos fueron terminados en 1695. El monasterio consiste en un gran recinto rectangular de dos plantas, comunicadas exteriormente por escaleras monumentales de barandillas talladas con motivos animales y florales así como con el águila bicéfala de los Cantacuzino, con varias torres, celdas, un refectorio, enfermería, una capilla y una preciosa galería porticada, con arcos de medio punto sostenidos con columnas de fuste corto y sobrios capiteles, en cuyo patio central se alza la iglesia dedicada a los Emperadores Santos Constantino y Helena.

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La iglesia, construida según el plano de la iglesia episcopal de Curtea de Argeş, está formada por un pronaos y una nave alargada, con dos absidiolos laterales (ofertorio y sacristía), cerrada con uno mayor. Las fachadas están divididas por un cordón decorado en relieve, encuadrado en dos filas dentadas de ladrillos. La parte superior está decorada con paneles terminados en semicírculos y la inferior con paneles rectangulares interrumpidos por cinco estrechas ventanas con marcos ricamente esculpidos con motivos vegetales variados.

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El pórtico abierto, tan característico de la arquitectura brancovan, está sostenido por diez columnas rematadas con capiteles decorados con hojas de acanto y unidas por arcos de medio punto bellamente pintados. El interior de la iglesia también está ricamente decorado con murales realizados según la temática clásica y el estilo manierista que definió la última evolución de la pintura bizantina, aunque con un claro acento local. En la pronaos podemos contemplar el retrato de toda la familia de Constantin Brâncoveanu e incluso parte de su genealogía, emparentada con los Cantacuzino y los Basarab.

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Detalles de los frescos interiores de la iglesia del monasterio de Horezu

El palacio de Mogoşoaia es la mejor conservada de las construcciones civiles en estilo brancovan. Rodeado de jardines y situada junto a un pequeño lago, recuerda a las viajas kulas válacas, con tiene un plano sencillo rectangular y consta de subsuelo, planta baja y primer piso. Todo el conjunto está construido con ladrillo visto y al primer piso se accede exclusivamente por una escalera de piedra tallada exterior, bellamente decorada en un estilo semejante al de las escaleras del monasterio de Horezu, que termina en una torre cuadrada adosada a la fachada y con ocho columnas que sostienen arcos lobulados, que da acceso a las cámaras de los príncipes.

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Fachada norte del palacio de Mogoşoaia

En la fachada sur, podemos observar una preciosa galería de inspiración veneciana sostenida por seis columnas neocorintias con arcos trilobulares y cuyas basas se apoyan sobre una barandilla ricamente tallada; a ambos lados asoman dos balcones columnados y rematados por un arco de medio punto de ladrillo. Ambas fachadas están divididas por un sencillísimo cordón y mientras que en la inferior apenas se abren algunas ventanas cuadradas, en la superior hay grandes ventanales lobulados, arquillos lombardos y canecillos que simulan sostener el voladizo.

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Fachada sur del palacio de Mogoşoaia

El estilo brancovan se convirtió así en el punto de partida del desarrollo del arte y la arquitectura de Muntenia hasta la penetración masiva, en el siglo XVIII, del neoclasicismo y el neogótico de corte oriental, sin conexiones con la tradición local.

 

Constantino XI Paleólogo Dragases

Constantino XI Paleólogo Dragases

Hoy hace 569 años que Constantino XI Paleólogo Dragases fue coronado emperador de Bizancio, el último de los gobernantes de un imperio con 1000 años de historia.

Desde Bucarestinos, quiero rendir mi particular homenaje al emperador mártir que, 4 años más tarde, cayó heroicamente defendiendo la ciudad frente a las tropas turcas del sultán Mehmed II Fatih.

Rumania en la Primera Guerra Mundial (V): Esperanzas y amenazas del contagio ruso. El nacimiento de Moldavia

Rumania en la Primera Guerra Mundial (V): Esperanzas y amenazas del contagio ruso. El nacimiento de Moldavia

Tras la victoria de Mărășești, una desconcertante nube apareció en el horizonte rumano. A finales de verano de 1917, el fracaso de la revolución socialista en Rusia contra el gobierno liberal del príncipe Lvov (julio de 1917), creado tras la abdicación del zar Nicolás II, y el intento de golpe de Estado antibolchevique del general Kornilov (septiembre de 1917) provocaron la inestabilidad del frente moldavo y amenazaron el equilibrio político y social de la región, pues los soldados rusos presentes en la zona se manifestaron públicamente a favor de la firma de un tratado de paz y de la democracia y, en varias localidades, incluso se crearon soviets según el modelo de Petrogrado, lo que sin duda llamó la atención de la población rumana.

Este sentimiento de esperanza provocó también el renacimiento del movimiento social-demócrata rumano, cuyo foco se encontraba en la ciudad de Iași, donde se realizaron diversas manifestaciones exigiendo la paz y elogiando los méritos de la revolución rusa. En la ciudad, Cristian Rakovski, un dirigente de origen búlgaro del Partido Social Demócrata de Rumania aprovechó las circunstancias para revitalizar el movimiento y organizar en el país una revolución al estilo ruso que acabase con el “zarismo rumano”, democratizase el país e impusiese una reforma agraria, aunque sin reclamar una revolución socialista. El grupo de Rakovski fue hostigado por la policía del gobierno y, finalmente, optó por exiliarse a Odessa en verano de 1917.

Cristian Rakovski junto a Trotski en 1920

Paralelamente, la situación más allá del Prut, en Besarabia – por entonces, en territorio ruso -, se había complicado también debido a las manifestaciones de aldeanos y soldados rumanos que exigían la autonomía política de la región e incluso la formación de unidades separadas del ejército ruso, las cohortes moldavas, para el mantenimiento del orden público. Mientras, en Chișinău, un congreso de profesores rumanos de Besarabia exigía la rumanización de la enseñanza y la sustitución del alfabeto cirílico por el latino en los manuales escolares. Por su parte, intelectuales liberales y antiguos boyardos conservadores fundaron el Partido Nacional Moldavo, que reclamaba la creación de una Besarabia rumana y autónoma. Entre la primavera y el verano, se celebraron varios congresos campesinos y se empezaron a ocupar las tierras de los grandes propietarios, formando comités para repartirlas, lo que provocó graves desórdenes en las zonas rurales.

En noviembre, un congreso de oficiales y soldados proclamaron por mayoría la autonomía de la provincia y convocaron un Consejo de País (Sfatul Țării) que debía ratificar su acción. A pesar de las turbulencias socio-políticas, se consiguió formar una asamblea de 138 miembros, representante de un largo espectro de intereses económicos y sociales, así como de las minorías étnicas (el 70 % eran rumanos y el resto rusos, búlgaros, alemanes y hebreos). El Consejo de País de reunió el 4 de diciembre y, tras intensos debates, dominados por la mayoría rumana, el 15 de diciembre se proclamó la República Federal Democrática Moldava, establecida entre los ríos Prut y Dniester.

Palacio Sfatul Țării de Chișinău, postal de 1920.

En respuesta a este movimiento político, fuerzas bolcheviques ocuparon Chişinău a mediados de enero de 1918, disolviendo el Consejo de País, sin embargo, el gobierno rumano decidió enviar una división de infantería que consiguió expulsarlas a finales de mes y reponer el Consejo, que el 6 de febrero de 1918 proclamó la independencia de la República de Moldavia, como preludio a su unión con Rumania.

Basarab I, fundador del Principado de Valaquia

Basarab I, fundador del Principado de Valaquia

A principios del siglo XIV, mientras las huestes de Jaime II de Aragón se extendían por el Mediterráneo, los almogávares sembraban el terror en los territorios del Imperio Bizantino, Alfonso XI de Castilla derrotaba a los moros en la batalla del Salado, el estilo gótico se imponía en los templos y el arcipreste de Hita escribía El libro del buen amor, en el extremo opuesto de Europa surgía de entre las sombras medievales la figura de Basarab I El Fundador (Întemeietorul), figura clave en la historia de Valaquia.

En esas fechas, al sur de los Cárpatos y hasta las orillas del Danubio, existía una serie de formaciones políticas rumanas, como el Banato de Severin, los knezatos (ducados) de Ioan o Farcas o el principado del voivoda Litovoi, que estaban sometidos a la autoridad de la corona húngara. La crisis abierta con la desaparición de la dinastía Arpad en Hungría, ocurrida en 1301, facilitó que se relajase el dominio magiar sobre la región y el consiguiente nacimiento de una Valaquia independiente.

Carlos I Roberto de Anjou, en una imagen de la Chronica de gestis Hungarorum (hacia 1360)

Basarab aceptó inicialmente su vasallaje al rey húngaro, Carlos I Roberto de Anjou (1308 – 1342), a quien pagaba periódicamente tributo, lo que en 1324 le valió ser denominado “nuestro voivoda transalpino”, indudable reconocimiento de su control del territorio más allá de los Cárpatos. A la espera de nuevas fuentes históricas, no sabemos si Basarab consiguió este dominio a través de enlaces matrimoniales, imponiéndose por la fuerza a los otros señores feudales de la zona o mediante una combinación de ambas políticas, sin embargo, la realidad es que el rey húngaro lo reconocía como el más poderoso de todos ellos.

Imagen actual de la fortaleza de Severin

A pesar de todo, sólo un año después, las relaciones entre Basarab y el monarca húngaro se habían deteriorado, pues documentos de la corte definían a Basarab como rebelde a la corona. En estas circunstancias, en 1330, Carlos I decidió emprender una campaña militar contra el príncipe rumano, reconquistando primero la fortaleza de Severin y encaminándose después hacia Curtea de Argeș. Tras incendiar la ciudad, las tropas húngaras iniciaron el camino de regreso a Hungría, sin embargo, al pasar por un angosto desfiladero, se produjo la Batalla de la Posada, en la que fueron emboscadas por un ejército formado por caballería, arqueros y campesinos rumanos, comandado por Basarab, que durante 4 días, entre el 9 y el 12 de noviembre de 1330, masacraron al ejército enemigo.

Imagen de la Batalla de la Posada, del Chronicon Pictum (s. XIV)

La terrible derrota de la Posada, en la que pereció buena parte de la élite nobiliaria y eclesiástica húngara, puso fin a las aspiraciones magiares por sobre el territorio al sur de los Cárpatos, lo que permitió que Basarab reforzase el nuevo reino, extendiese sus territorios hacia el este, enfrentándose a los tártaros de la Horda de Oro, y estimulase el comercio con las colonias genovesas asentados en el Mar Negro.

Tras un prolífico reinado, sólo ensombrecido por la epidemia de Peste Negra que asoló Europa a mediados del siglo XIV, Basarab I murió en Câmpulung en 1352 y automáticamente se convirtió en una figura legendaria para la historia de Valaquia y para la futura Rumania.

Rumania en la Primera Guerra Mundial (IV): Reorganización y contraataque

Rumania en la Primera Guerra Mundial (IV): Reorganización y contraataque

Tras la caída de Bucarest, con el gobierno y el Rey exiliados en Iaşi, Brătianu formó un nuevo gobierno de unidad nacional en la Nochebuena de 1916, integrado por liberales y los conservadores demócratas de Take Ionescu. Consciente del hundimiento de la moral nacional y de las dificultades extremas de la población y temeroso del estallido de turbulencias sociales- especialmente tras la revolución rusa de marzo de 1917 -, Brătianu se concentró en impulsar una reforma agraria y electoral que consiguiese recuperar los ánimos de los rumanos.


Los reyes Fernando y María en  Iaşi

A principios de mayo, la Cámara de Diputados recibió la propuesta de facilitar las expropiaciones de propiedades, incluyendo tierras de la Corona, grandes propietarios e instituciones públicas y privadas, para repartirlas entre los campesinos y de implantar el voto universal para todos los hombres mayores de 21 años. El proyecto fue rápidamente aceptado e inmediatamente se votó a favor de la correspondiente reforma constitucional, sancionada después por el Rey.

Brătianu desplegó paralelamente una intensa campaña de relaciones exteriores, especialmente con el gobierno provisional en Petrogrado, surgido tras la revolución de febrero y la abdicación del zar Nicolás II. Su principal objetivo era mantener la cooperación militar rumano-rusa en el frente de Moldavia y el flujo de suministros de los aliados occidentales a través de los puertos rusos, para lo cual se desplazó a Petrogrado a principios de mayo. Allí se entrevistó con varios miembros del gobierno y, aunque salió satisfecho de los acuerdos conseguidos, también comprobó angustiado la precaria situación del gobierno del príncipe Lvov y la falta de cooperación con el Soviet de la ciudad, que cada día demostraba más capacidad de influencia.

A lo largo de ese período y hasta junio de 1917 se produjo una recuperación del ejército rumano en unas circunstancias muy complicadas debidas a las inclemencias de un invierno especialmente duro, a una epidemia de tifus exantemático, a las enormes pérdidas de caballos, que afectaron tanto al arma de caballería como a la logística del ejército, y a la sistemática falta de armamento.


General Henri Berthelot

En la reorganización del ejército rumano tuvo una especial relevancia el jefe de la misión militar francesa en el país, general Henri Berthelot, quien al frente de un equipo de 1500 personas, contribuyó enormemente a la instrucción de las tropas en nuevas armas y tácticas, sobre todo en lo referente a la guerra de trincheras. Tras una nueva llamada a las armas, se reclutaron unos 700.000 nuevos soldados, de los que 460.000 se integraron en unidades regulares de combate con mayor potencia de fuego que el año anterior, gracias a los suministros provenientes de Francia.

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Tropas rumanas en Mărășești (1917)

Entre julio y agosto de 1917 se han retomado las luchas en el frente de Moldavia, donde el ejército rumano, comandado de nuevo por Averescu, ha iniciado una ofensiva exitosa cerca de Mărăști con el objetivo de rodear y eliminar el 9º Ejército de Mackensen o, en su defecto, mantenerlo ocupado e imposibilitado de desplazarse a otro frente.

 

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Artillería rumana en la batalla de Mărăști

A finales de julio, en el norte, las tropas de los Poderes Centrales tomaron Tarnopol, en Galizia, debido a la debilidad y a los conatos de motín de las fuerzas rusas, por lo que la ofensiva rumana se detuvo, situación que aprovechó Mackensen para contraatacar en Mărășești. A principios de agosto, la ofensiva germano-húngara se inició con fuerza, sin embargo, pronto fue detenida por los rumanos, causando enormes bajas entre los atacantes. A principios de septiembre, ante la imposibilidad de conseguir un avance significativo, Mackensen ordenó el fin del ataque y transfirió parte de sus tropas al frente italiano, dando fin a las grandes batallas del frente moldavo de 1917.

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Tropas rumanas durante la batalla de Mărășești

Encabezando esta entrada se muestra una fotografía del estado actual del Mausoleo de los Héroes de Mărășești, por el que tantas veces pasó el autor en su viaje a su querida Vama, en Bucovina.

Bucarest reclamaba la guerra

Este es, sin duda, un interesantísimo documento que ilustra perfectamente la serie de entradas que estamos dedicando a la intervención de Rumania en la Primera Guerra Mundial.

Las imágenes corresponden al período de neutralidad que precedió a la entrada del país en la guerra - por tanto, ¡tienen ya más de cien años! - y muestran el clima de entusiasmo bélico que se vivía en Bucarest en aquellas fechas, donde las tropas eran vitoreadas por las calles y los manifestantes exigían la entrada en la contienda con pancartas que rezaban “Queremos la guerra” (Vrem razboi), “Viva el Ejército” (Traiasca armata) o “Transilvania nos reclama” (Ne cheama Ardealu), mientras líderes estudiantiles enardecían a las masas con discursos a favor de la intervención.

Henrieta Delavrancea Gibory: arquitectura moderna en femenino

Henrieta Delavrancea Gibory: arquitectura moderna en femenino

Mucho he escrito en este blog sobre los estilos arquitectónicos bucarestinos, con especial énfasis en su riqueza de edificios vanguardistas inspirados en el movimiento De Stijl y en las ideas modernas de Le Corbusier.

En la construcción de este patrimonio único, tuvo una significativa contribución la arquitecta Henrieta Delavrancea Gibory, nacida en Bucarest a finales de 1897. Henrieta vivió su infancia en el seno de una familia de la alta sociedad bucarestina pues su padre, Barbu Ştefănescu Delavrancea, un destacado abogado, escritor y poeta, fue alcalde de la ciudad, diputado y ministro. En casa de los Delavrancea era habitual recibir a los miembros más granados de la sociedad cultural y política rumana, entre los que destacaba el arquitecto Ion Mincu, creador del estilo nacional rumano, quien se convirtió en un temprano mentor de Henrieta.

En 1913, ingresó en la Escuela Superior de Arquitectura, donde compartió estudios con el posteriormente célebre Horia Creangă. Desgraciadamente, la entrada de Rumania en la Primera Guerra Mundial interrumpió temporalmente los estudios de Henrieta, quien no dudó en alistarse en el Ejército como enfermera voluntaria. Allí conoció a su futuro marido, el oficial francés Émile Gibory, con el que se casaría en 1919, en el mismo momento en que Walter Gropius lanzaba su manifiesto y el programa de la Escuela Bauhaus en Weimar. Después de una breve estancia en París, tras la firma del armisticio por el que Rumania salió de la contienda, la familia Gibory regresó a Rumania, trasladándose a vivir a la zona montañosa de Buzău, donde Henrieta entró en contacto por primera vez con la arquitectura tradicional y realizó sus primeros trabajos, dos villas en Eforie Sud, hoy desaparecidas.

En 1924, decidió retomar sus estudios, por lo que se trasladó de nuevo a Bucarest, coincidiendo con la edificación de las primeras obras modernas de la ciudad, diseñadas por el pionero arquitecto Marcel Iancu. A pesar de no haber finalizado todavía sus estudios, en 1925, Henrieta diseñó y comenzó la construcción de su propia villa, en el número 149 de la actual calle Mihai Eminescu, donde viviría el resto de su vida.

Casa de la familia Delavrancea Gibory

Henrieta se graduó en 1927, siendo la cuarta mujer arquitecto de la historia de Rumania, tras Ada Zăgănescu, Virginia Andreescu y Mimi Friedman. Mientras en Suiza, Le Corbusier organizaba el Primer Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, los trabajos de Henrieta tras terminar sus estudios estuvieron muy influenciados por el movimiento neo-rumano, como puede todavía comprobarse en el edificio del ayuntamiento de Oraviţa (1927), en la casa Blanche Bernay, (C/Victor Babeş, 10, Bucarest), construida en 1928, o en obras desaparecidas como la casa Alecu Ureche.

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Casa Blanche Bernay

En 1934, la vila “Vânturile, valurile” (Vientos y olas), construida para el general Gheorghe Rasoviceanu en Balcic – hoy, en territorio Búlgaro -, inicia una serie de 22 casas de vacaciones en la costa del Mar Negro que son, sin duda, su creación más significativa. Entre ellas, destacan también las casas Pilat y Constantiniu, espectacularmente situadas sobre terrazas frente al mar y con un tratamiento de volúmenes ya profundamente moderno, o la casa Popescu, que a la volumetría moderna añade las características ventanas en voladizo, tan típicas de la arquitectura balcánica.

Casa Constantiniu (Balcic), hoy desaparecida

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Casa Popescu (Balcic)

En Balcic, Delavrancea no se limitó a idear villas privadas, pues también diseñó el ayuntamiento de la localidad y la residencia de los guardas de fronteras y el salón de té del Palacio Real - hoy tristemente demolido -, una preciosa y ecléctica síntesis entre modernidad y tradición, con elementos celtas, bizantinos, rumanos, balcánicos y orientales, maravillosamente integrada en el paisaje de la conocida como Costa de Plata.

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Pabellón de los Guardias de Frontera (Palacio de Balcic)

Muchos otros trabajos sobresalen por su moderno diseño y su reinterpretación de formas y motivos tradicionales, como las casas Prager y Cantuniari en Bucarest. Una mención especial merece la Casa Vâlcovici, cuyo cubismo se atenúa por la interferencia de algunos planos curvos y cilíndricos.

Foto: Casa Cantuniar str. pictor Mirea

Casa Cantuniari, actualmente alberga la embajada de Venezuela

Foto: casa Valcovici str Londra

Casa Vâlcovici

No hay duda que sus contactos con la arquitectura vanguardista de los años 30, así como su amistad con Horia Creangă, contribuyó también a su propio concepto de la arquitectura en otros edificios como el Instituto de Higiene y el cinema Capitol en Bucarest, los inmuebles Arapu y Solly Gold o la Residencia Petroşani en Eforie.

Foto: cinematograful Capitol (fatada si holul de acces fara sala)

El lamentable estado actual del Cinema Capitol...

Foto: cinematograful Capitol (fatada si holul de acces fara sala)

... y su proyecto, que vio la luz tal cual a finales de los años 30

Foto: imobilul de locuite  Grig Arapu str. Pictor Iscovescu

Inmueble Arapu, que todavía puede admirarse hoy,

aunque con algunas modificaciones

La Segunda Guerra Mundial interrumpió bruscamente muchos trabajos de Henrieta y su situación empeoró progresivamente, llegando a subsistir gracias a la venta de galletas. Acabada la contienda, en 1948, consiguió emplearse como arquitecta proyectista en el Ministerio de Sanidad y, entre otros trabajos, colaboró en la edificación del Hospital Clínico Fundeni y en el Instituto Oncológico del Hospital Filantropía, hoy abandonado y en un lamentable estado de ruina. Desgraciadamente, en ninguno de estos edificios atisba ni un ápice de la capacidad creativa de Delavrancea.

Dibujo del bloque Macavei, hoy visitable en Bucarest

Tras el terrible terremoto que asoló Bucarest en el año 1977, aprovechado por Ceaușescu para derribar centenares de edificios e imponer su programa de sistematización arquitectónica del que surgió, entre otros, la imponente Casa Poporului, una octogenaria Henrieta se unió a un grupo de intelectuales para frenar, sin éxito, el demoledor plan de la tiranía comunista. Dedicó los últimos años de su vida a restaurar la iglesia de San Jorge El Nuevo de Bucarest, trabajo que dejó inacabado al sorprenderle la muerte en 1987, en la misma casa que ella había diseñado y construido 62 años antes.

Foto: institutul de igiena  fundatia Rockefeler

Instituto de Higiene (Bucarest)

Si Bucarest tiene muchos motivos para ser visitada, descubrir la arquitectura de Henrieta Delavrancea es, sin duda, uno de ellos. Si, además, el visitante puede desplazarse a Balcic, el viaje será completo y habrá valido totalmente la pena.

Rumania en la Primera Guerra Mundial (III): Entrada en la guerra y desastre

Rumania en la Primera Guerra Mundial (III): Entrada en la guerra y desastre

Gracias a la intensa movilización de los años precedentes, en 1916, en vísperas de su entrada en la guerra, Rumania tenía un ejército formado por 19.843 oficiales, 813.758 soldados y 281.210 caballos. A pesar de todo, sufría graves carencias en lo que respecta a instrucción y experiencia de las tropas, provisiones y equipamiento, pues la industria nacional apenas podía suministrar dos obuses diarios por cañón y un solo cartucho por fusil, lo que obligaba al gobierno a buscar suministros en el extranjero. Ya desde 1915, Rumania intentó evitar su dependencia militar de los Poderes Centrales acercándose a Francia, sin embargo, las vías de aprovisionamiento, directamente desde Europa Occidental o a través del puerto de Salónica y Serbia, en seguida demostraron sus dificultades. 

La situación del ejército tampoco era halagüeña en lo que respecta a artillería o ametralladoras pesadas, pues cualquier división alemana o austro-húngara multiplicaba por entre 2 y 4 veces la capacidad de las divisiones rumanas, que además carecían de ametralladoras ligeras. Por otro lado, la fuerza aérea rumana apenas contaba con 28 aviones antiguos y lentos y la red ferroviaria era insuficiente y estaba poco dotada para el transporte de tropas.

Regimiento Teleorman nr. 20 (1902)

A nivel político, a lo largo de 1915 y 1916, aumentaron las presiones sobre el gobierno rumano para que el país renunciase a su neutralidad, especialmente por parte de Francia y Rusia. Brătianu era muy consciente de la debilidad de la frontera sur de Rumania tras la entrada de Bulgaria en la guerra a favor de los Poderes Centrales, por lo que puso varias condiciones para su entrada en la guerra a favor de los aliados de la Entente: la garantía de un suministro continuo de provisiones y armas durante todo el conflicto, la organización de una ofensiva general en coincidencia con el ataque de Rumania sobre Austria-Hungría y de sendas ofensivas rusas en Bucovina y en Dobrogea para facilitar, respectivamente, la defensa de los flancos norte y sur de Rumania y, sobre todo, la unión definitiva de Transilvania y Bucovina al territorio rumano una vez terminada la contienda. A pesar de las dudas iniciales de los aliados, que consideraban estas peticiones desproporcionadas, Brătianu y los representantes diplomáticos de Francia, Inglaterra, Rusia e Italia rubricaron la alianza en agosto de 1916, por lo que a finales de mes Alemania, Turquía y Bulgaria declararon la guerra a Rumania.

Propaganda británica sobre la entrada

de Rumania en la guerra

Los planes iniciales del ejército rumano eran tan ambiciosos como poco realistas, tal y como se demostró pronto. Inicialmente, se propuso limpiar Transilvania de tropas austrohúngaras, para lo que se destinaron unos 420.000 hombres, mientras unos 142.000 se enviaron a la frontera sur para repeler un posible ataque germano-búlgaro y asegurar la cobertura del esperado desembarco ruso en Dobrogea. La ofensiva se inició la noche del 27 al 28 de agosto de 1916 y, ante una escasa resistencia, consiguió ocupar ciudades como Brasov, Făgăraș o Mercuriea Ciuc, además de controlar los principales pasos de los Cárpatos. A pesar de todo, el Alto Mando ordenó inesperadamente detener el ataque alarmado por el avance desde el sur de las tropas germano-búlgaras dirigidas por mariscal de campo August von Mackensen.

Tropas rumanas cruzando los Cárpatos (septiembre de 1916)

Se trasladaron entonces gran cantidad de tropas desde Transilvania hacia Dobrogea, con el objetivo de que el popular general Alexandru Averescu dirigiese un contraataque conocido como Operación Flămânda, que incluía un asalto directo en Dobrogea y otro por la retaguardia germano-búlgara, tras cruzar el Danubio. La operación se inició con éxito el 1 de octubre pero sólo tres días después se frenó para devolver las tropas a Transilvania, donde se había desatado una gran contraofensiva.

General Alexandru Averescu

A lo largo de los meses de octubre y noviembre, el ejército rumano trató de detener a los alemanes de Erich von Falkenhayn, comandante del ejército alemán y austro-húngaro en Transilvania. A pesar de la victoria rumana que evitó la invasión de Moldavia, las tropas enemigas consiguieron expulsarlos de Transilvania, empujarlos al otro lado de los Cárpatos y, finalmente, obligarles a retirarse progresivamente por territorio válaco hasta que, el 6 de diciembre, las tropas alemanas entraron en Bucarest.

El general Erich von Falkenhayn en el frente rumano, finales de 1916

A mediados de enero, el frente se estabilizó a lo largo del Danubio y del Siret, en el sur de Moldavia, sin embargo, las pérdidas para Rumania habían sido terribles: casi 250.000 soldados muertos, heridos o prisioneros, buena parte de su equipo perdido y casi la mitad del territorio nacional, donde se encontraban las más importantes regiones agrícolas e industriales, ocupada por el enemigo.

Tropas alemanas entrando en Bucarest (1916)