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Bucarestinos

Rumanía durante la Segunda Guerra Mundial (I)

Rumanía durante la Segunda Guerra Mundial (I)

El golpe de Estado que provocó la abdicación de Carol II en su hijo Miguel consagró la dictadura del Conducator Antonescu y de la Guardia de Hierro, rebautizada como Movimiento Legionario y convertida en partido único. Pero esta alianza duró poco. Antonescu era un conservador que se apoyaba en el Ejército, la Iglesia ortodoxa y los medios empresariales mientras que los legionarios defendían un fascismo radical, totalitario y anticapitalista. Al alcanzar el poder, los legionarios desataron una violenta campaña que costó la vida a muchas personalidades políticas, como Nicolae Iorga, y a numerosos intelectuales y empresarios judíos. Antonescu, consciente de que los nazis preferían como socios a dictaduras conservadoras que a fascistas de izquierda, pactó con los alemanes una actitud pasiva y, en enero de 1941, dio la orden al Ejército de desarmar a los camisas verdes. La represión fue implacable y sólo Horia Sima y un puñado de legionarios consiguieron escapar a Alemania. 

Libre de rivales, Antonescu mantuvo el Estado fascista y vinculó su suerte con la de las armas del Eje mediante su adhesión al Pacto Tripartito. En verano de 1941, Bucarest declaró la guerra a la Unión Soviética. El ejército rumano tomó parte en el ataque a Ucrania y llegó hasta Stalingrado. Como recompensa, Rumanía recuperó Besarabia y pasó a administrar una franja de tierra entre el Dniester y la ciudad de Odesa, llamada Transnistria. En la imagen, el mariscal Antonescu junto al joven rey Miguel I.

Como en el caso de otros países aliados del Eje, Rumanía puso su economía al servicio del esfuerzo de guerra alemán. Las exportaciones de petróleo y trigo fueron controladas por las autoridades económicas alemanas, que los adquiría a precio de saldo. Muchas empresas locales pasaron a manos de capitalistas germanos, miles de trabajadores fueron enviados al territorio del Reich y otros tantos jóvenes al frente. Los artículos de primera necesidad empezaron a escasear y en 1943 empezó el racionamiento. En esas circunstancias, la inflación se desbocó y floreció el mercado negro. Paralelamente, los nazis presionaron a Antonescu para establecer una legislación antisemita, actitud que cayó en terreno abonado, por lo que se excluyó a los judíos de muchas profesiones liberales y se les prohibió conducir o tener radios. Tras el período de barbarie legionaria contra los judíos, las autoridades evitaron en la medida de lo posible las deportaciones masivas a los campos del Reich, si bien continuaron el acoso en la propia Rumanía.

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