Nacer en Rumania
Debo empezar este post admitiendo que el sistema sanitario rumano tiene muchas y buenas excepciones y que hay médicos que se comportan según el código deontológico más estricto, sin embargo, para desgracia de las madres rumanas, el proceso de dar a luz hoy en Rumania es un auténtico despropósito.
Lógicamente, tras la buena nueva de un embarazo y los regocijos correspondientes, lo primero que hace la futura madre es contactar con un médico de familia. Puede ir recomendada – la mejor y la más barata de las opciones – o a pelo, en cuyo caso deberá inaugurar la relación con su doctor con el conveniente regalo, en metálico o en forma de materia prima; de no cumplir con esta tradición, lo más probable es que el médico la trate con cara de perro durante toda la gestación, la haga esperar hasta tratar al último paciente del día de visita, le dedique apenas unos minutos, etc. También puede ocurrir que el médico, a pesar de estar encuadrado en la Seguridad Social Rumana, la transfiera a su consulta particular con peregrinas excusas, de forma que la sufrida madre deberá abonar todas las visitas (25 €), ecografías (100 €) y pruebas varias (que pueden alcanzar precios superiores a los 150 €).
Llegado el día del nacimiento, la parturienta no sólo deberá haber pensado en su ajuar y en la canastilla, sino también deberá ir bien pertrechada de gasas, vendas, hilo esterilizado, guantes, jabón, pinzas hemostáticas, tijeras, jeringas, agujas esterilizadas, medicinas varias y, sobre todo, anestesia pues de no llevarla nadie le surtirá de ella (de hecho, sé de un caso en el que aunque una madre se ofreció a darle parte de su anestesia a otra que estaba sufriendo en la sala de preparto, la enfermera no lo aceptó y dejó a la pobre desdichada allí gritando como alma que lleva el diablo). Al margen de todo esto, el coste del parto en un hospital público rumano es de unos 600 € si todo va bien – cantidad que se da de tapadillo al médico – y de unos 700 € si hay que hacer una cesárea de urgencia. Una vez el bebé está junto a la madre, alguien deberá proveerlos de comida pues las raciones suelen ser escasas o simplemente inexistentes.
Finalmente cabe recordar, como corolario, que con este panorama hospitalario el último ministro de Sanidad acudía diariamente al Ministerio con su flamante Ferrari rojo.