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Gastronomía

Ciorbă de perişoare (Sopa de albóndigas)

Ciorbă de perişoare (Sopa de albóndigas)

Hoy nos referiremos a un clásico de la gastronomía rumana, su popular sopa de albóndigas, presente en las mesas de cualquier casa y restaurante que se precie.

Ofreceré una receta sencilla, sin demasiadas pretensiones pero efectiva, aunque pululando por internet hay variantes más complejas y de resultado excelente. Los ingredientes para nuestra sopa serán:

- 2 litros de agua

- 4 cubos de caldo de pollo concentrado

- 2 zanahorias picadas

- ½ pimiento rojo picado

- 1 cebolla pequeña picada

- 250 g de carne de cerdo picada

- 1 huevo

- 2 cucharadas de pan rallado

- 50 g de arroz

- Harina

- 3 cucharadas de perejil picado

- Sal y pimienta

- Aceite

- Crema de leche

Poner el agua a hervir en una cazuela grande. Mientras el agua hierve, sofreír los vegetales y, una vez tiernos, añadirlos al agua.

Preparar las albóndigas mezclando la carne, el huevo, el pan rallado, sal, pimienta y una cucharada de perejil. Hacer bolitas pequeñas, pasarlas por harina y dorarlas.

Añadir las albóndigas al agua con los vegetales, junto al arroz. Tras hervir unos 15 minutos, añadir los cubos de caldo concentrado y seguir hirviendo media hora. Hacia el final de la cocción, añadir el resto del perejil.

Lógicamente, si tenemos más tiempo, podemos hacer un caldo de pollo más nutritivo, añadiendo una carcasa e incluso un cacho de morcillo y huesos de ternera y cerdo, de forma que el caldo base será mucho más sabroso. A este caldo añadiríamos la verdura picada y sofrita y seguiríamos los mismos pasos anteriormente descritos, sin necesidad de añadir los cubitos de caldo concentrado.

La sopa de albóndigas se puede servir con un chorrito de crema de leche y acompañada de una guindilla verde.

Sopa transilvana de cerdo (Ciorbă ardelenească de porc)

Sopa transilvana de cerdo (Ciorbă ardelenească de porc)

En honor a una lectora recientemente incorporada a Bucarestinos y con una especial relación con Transilvania, hoy ofrecemos la receta de la sopa transilvana de cerdo, un plato típico del antiguo principado. Los ingredientes son los siguientes:

1 Kg de lomo de cerdo

2-3 zanahorias medianas

1 chirivía

2-3 cebollas pequeñas

1 pimiento verde

250 ml de crema de leche agria o yogurt

Una cucharada de harina

50 g de arroz

Zumo de un limón

Estragón

Perejil

Para empezar, debemos cortar el lomo en taquitos, más a o menos grandes, a gusto del consumidor, y ponerlo a hervir, a fuego medio, en 1,5-2 litros de agua fría y salada. Una vez empieza a hervir, retirar la espuma. Mientras hierve la carne, se cortan en rodajas pequeñas las zanahorias, se raya la chirivía, se corta la cebolla en juliana fina, se pica el pimiento y se rehogan durante 10 minutos en aceite y se reservan. Pasados 45 minutos de cocción de la carne, se añaden las verduras pochadas y se sigue la cocción durante 15 minutos más. Pasado el tiempo, se añade el arroz.

Mientras continúa la cocción, en un tazón se añade la crema de leche agria, la harina y un par de cucharadas del caldo. Respecto a la crema de leche agria, lo cierto es que es difícil de encontrar en el mercado español, sin embargo, puede hacerse con crema de leche y un par de cucharadas del líquido de un bote de sauerkraut (chucrut), más sencillo de encontrar en nuestras tiendas. Una vez preparada la mezcla, se añade lentamente a la sopa, removiendo lentamente, para evitar que se corte. Añadir una cucharada de estregón seco y el zumo de limón. Mantener la cocción 10 minutos, rectificar de sal y pimienta, añadir una buena ración de perejil y servir caliente.

La sopa suele acompañarse de una guindilla.

Ghiveci de legume cu pui (Pisto de verduras con pollo)

Ghiveci de legume cu pui (Pisto de verduras con pollo)

Aunque me cueste creerlo, las estadísticas oficiales afirman los rumanos consumen la misma cantidad anual de pollo que un europeo medio. A lo largo de la primera década del siglo XXI, se ha triplicado la cantidad de pollo empleado en las cocinas rumanas y se ha convertido en una vianda omnipresente en las cartas de cualquier restaurante y en las mesas de las familias rumanas, cocinándose según las más diversas recetas, desde un sencillo plato a la plancha hasta un elaborado guiso. Tradicionalmente, los rumanos han empleado una gran variedad de verduras de temporada para acompañar al pollo, condimentado además con hierbas aromáticas que crecen en los jardines de muchas casas.

 Los ingredientes para preparar un pisto de verduras con pollo al estilo rumano son los siguientes:

 -          Cuatro cucharadas soperas de aceite (de oliva, aunque en Rumania se use todavía poco) o de manteca.

-          1 cebolla mediana en rodajas

-          2 dientes de ajo

-          2 pimientos rojos en rodajas

-          Un pollo (1,5 Kg) cortado en 6 pedazos

-          6 cucharadas soperas de tomate frito

-          3 patatas cortadas en cubos

-          3 zanahorias cortadas

-          1 cucharadita de romero fresco (o ½ si es seco)

-          1 cucharadita de mejorana (o ½ si es seco)

-          1 cucharadita de tomillo (o ½ si es seco)

-          ½ apio a rodajas gruesas

-          Medio vaso de vino blanco seco

-          2 calabacines cortados en rodajas

-          Pimienta

-          Sal

En una cazuela grande, sofreír la cebolla y el ajo. Una vez pochados, añadir el pimiento.

Cuando el pimiento empiece a escalfarse, añadir las piezas de pollo y cocinarlas hasta que empiecen a dorarse.

Tras unos 15 minutos, añadir el puré de tomate, las patatas, las hierbas aromáticas, las zanahorias, el apio y el vino blanco. Salpimentar al gusto, tapar la cazuela y cocinar a fuego medio entre 40 y 50 minutos.

Añadir las rodajas de calabacín 5 minutos antes del final de la cocción. Corregir de sal y servir bien caliente.

Imagen extraída de Gustos.ro

La tradición vitivinícola de Rumania

La tradición vitivinícola de Rumania

Desde un punto de vista viticultural, Rumania se sitúa entre los más importantes países de Europa, disponiendo de una superficie de vides que alcanza las 190.000 hectáreas. La producción anual de vino rumano - 5 millones de hectolitros en 2008 - sólo se sitúa por detrás de España, Francia, Italia y Portugal aunque, desgraciadamente, más del 90 % se consume en Rumania, convirtiéndose en un delicioso secreto todavía por descubrir en el continente. A partir de este hecho, podría deducirse erróneamente que a los rumanos les gusta empinar el codo más que a sus vecinos, sin embargo, el consumo medio per capita se asemeja al de los españoles, los griegos o los austriacos y es inferior al de los franceses, los italianos, los portugueses y, sobre todo, al de los habitantes del Vaticano, el país con mayor consumo individual de vino del mundo.

El cultivo de la vid y la elaboración de vino se han practicado en los territorios que hoy comprenden Rumania desde tiempos inmemoriales, como así lo atestiguan el hallazgo de vides silvestres fosilizadas, datadas en el 7.000 a.C., y de decenas de aperos procedentes de múltiples excavaciones arqueológicas y actualmente expuestos en el Museo Nacional de Historia y Arqueología de Constanza o en el Museo de la Vid y el Vino en Murfatlar. Ambos museos, por ejemplo, prueban cómo hace 2.500 años ya se producía vino en la región costera de Dobrudja, caldos que probó y elogió el poeta Ovidio, durante su exilio en la zona tras su disputa con el emperador Augusto en el 8 d.C. Por otro lado, algunas de las principales palabras del vocabulario viticultural rumano provienen del antiguo idioma dacio, como butuc (cepa), strugure (uva) o ravac (mosto).

Tras la conquista romana de Dacia, en el año 106 d.C., se produjo un gran desarrollo de la industria del vino en la nueva provincia del Imperio, hecho reflejado en los motivos representados en las monedas acuñadas en la ceca de Tomis, la actual Constanza. Las vicisitudes sufridas por el territorio de Rumania, durante las invasiones que azotaron la zona durante la Edad Media, sin duda afectaron al cultivo de la uva y a la obtención de los caldos, sin embargo, siguieron practicándose sin interrupción a lo largo de los siglos.

En el momento de la unión de los Principados de Valaquia y Moldavia (1862), la superficie de cultivo de vid rondaba las 100.000 hectáreas y había aumentado a 150.000 en 1884, cuando Rumania alcanzó la independencia del Imperio Otomano.  Rumania no se libró de la plaga de filoxera que afectó a toda Europa en la segunda mitad del siglo XIX, crisis que permitió establecer relaciones entre productores rumanos y asesores franceses e introducir nuevas variedades de uva en la región como Pinot Noir, Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonay, Aligoté y Sauvignon Blanch.

Las variedades francesas se añadieron así a las autóctonas – Feteasca Alba, Feteasca Regala, Grasa de Cotnari, Busuioaca de Moldova, Crâmposia, Babeasca Neagra, Feteasca Neagra, etc. – para conformar una excelente tradición vinícola que todavía hoy perdura y que está a la espera de una oportunidad para ser descubierta por los más exigentes paladares.

Kurtos kalacs

Kurtos kalacs

Uno de los ejemplos más deliciosos de la gastronomía rumana son los llamados kurtos kalacs, unas peculiares pastas en espiral, cocinadas sobre brasas en un molde cilíndrico móvil.

Los kurtos kalacs proceden de la región de Covașna, en Transilvania, y deben su origen a una receta elaborada por colonos húngaros y bautizada por su inconfundible forma como “pastel chimenea” -  kurto (chimenea) y kalacs (pastel).

La receta de los kurtos kalacs es uno de los secretos mejor guardados de Rumania. Temprano por la mañana, los pasteleros mezclan hábilmente sus ingredientes pues el proceso de elaboración tiene su miga, sin embargo, la cocción de la pasta resultante, enroscada sobre un molde cilíndrico, toma apenas unos pocos minutos. El producto final puede tener sabor a nueces, canela, almendras, chocolate, coco, avellanas o, simplemente, a azúcar, sin duda, mi sabor preferido.

Durante todo el año, el delicioso aroma de los “pasteles chimenea” envuelve la más inesperada esquina de Bucarest, así que ante la visión de un cocinero callejero, girando con mimo la golosina a la espera de un goloso paseante, es siempre recomendable abandonarse a la tentación.

Tochitură Moldovenească

Tochitură Moldovenească

Hoy luce un sol espléndido, aunque la temperatura no sube de los – 7 ºC, por tanto, nada mejor que un plato contundente para calentar el cuerpo.

La tochitură es uno de los platos más típicos, consistentes y gustosos de Moldavia y a su favor tiene, además, su sencilla preparación. Los ingredientes necesarios para 4 personas son:

-          400 gr de solomillo de cerdo, cortado en cubos como para un guiso

-          3 cucharadas de aceite de oliva

-          400 gr de salchichas ahumadas en rodajas (alternativamente pueden emplearse 400 gr hígado de cerdo, cortado a cubos)

-          2 dientes de ajo, fileteados

-          2 cucharaditas de sal

-          1 cucharadita de pimiento

-          1 cucharadita de pimentón dulce

-          Polenta. Puede adquirirse en el supermercado de El Corte Inglés (Harina de maíz para polenta express Ferrero, paquete de 500 g)

-          1 cucharada sopera de mantequilla

-          4 huevos

-          150 ml de vino

-          150 gr de queso telemea o, en su defecto, feta

En una sartén, calentar el aceite a fuego medio. Añadir el solomillo de cerdo y freír entre 5 y 6 minutos, dándole vueltas con una cuchara de madera.

Añadir las salchichas, el ajo, la sal, la pimienta y el pimentón. Cocinar otros 5 ó 6 minutos.

Añadir el vino, remover, bajar el fuego y cocinar otros 20 minutos. Mientras tanto, preparar la polenta según indican las instrucciones del paquete de harina de maíz.

Cuando esté todo preparado, freír los 4 huevos.

Para presentar el plato, se coloca la polenta ocupando medio plato y la carne en la otra mitad, junto al queso. Sobre la polenta, se coloca un huevo frito.

Sopa de manzanas

Sopa de manzanas

Esta receta de sopa de manzana proviene del viejo principado de Transilvania, aunque tiene un indudable sabor sajón.

Los ingredientes para prepararla son:

-          400 g de carne de ternera cortada en cubos de 2-3 cm de lado

-          Mantequilla

-          2 pastillas de caldo de verdura

-          1,25 litros de agua

-          1 zanahoria grande, pelada y cortada

-          Perejil picado

-          500 g de manzanas, peladas y cortadas en láminas

-          ½ cucharada de harina

-          2 cucharadas de crema de leche

-          Sal y pimienta

-          Azúcar

En una cazuela profunda se sofríen brevemente la ternera y la zanahoria con un poco de mantequilla. Tras tres o cuatro minutos, se cubren con agua, se añade perejil al gusto, un poco de sal, un par de pastillas de caldo de verduras y se lleva a ebullición.

Tapar la cazuela y cocinar hasta que la carne esté blanda. Filtrar el caldo y reservar la carne y la zanahorias.

Volver a colocar el caldo en la cazuela y añadir las manzanas. Una vez estén bien cocidas, añadir las piezas de carne, la zanahoria y la harina bien mezclada con la crema de leche.

Tras cocer un ratito a fuego lento, poner la sopa en una sopera, añadir una pequeñísima cantidad de azúcar, sal, pimienta y un poco de perejil picado.

¡Ya se puede servir!

Mititei

Mititei

Las mititei han estado asociadas a la gastronomía rumana desde 1865. En la calle Covaci de Bucarest, existía un popular restaurante llamado La Iordachi reconocido por sus salchichas. Una noche, según cuenta la historia, la cocina se quedó sin existencias de sus famosas salchichas de ternera así que, ante la insistencia de los clientes, los cocineros decidieron mezclar varios ingredientes sobrantes, darles forma de pequeñas salchichas y asarlas a la brasa. Fue tal el éxito de estas salchichas, que los clientes del establecimiento empezaron a demandar “aquellas pequeñitas sin piel” (en rumano, mititei o mici), por lo que acabaron siendo conocidas con ese nombre.

Los ingredientes para preparar las mititei son:

 - 1 Kg de carne de ternera picada (puede ser mezcla de ternera y cerdo)

 - 2 cucharadas de aceite de oliva

- 2 cucharadas de agua

- 3 dientes de ajo, picados

- 2 cucharaditas de bicarbonato

- 1 cucharadita de tomillo

- 1 cucharadita de pimienta recién molida

Poner la carne picada en un bowl y añadir todos los ingredientes según el orden de la lista. Mezclar bien y amasar la carne con las manos no menos de 5 minutos, humedeciendo las manos frecuentemente. Este paso es importante porque el agua se mezcla con la carne y ayuda a mantener las mititei húmedas. Volver a poner la carne en el bowl, cubrir con papel de plata y refrigerar durante 5 horas o toda una noche.

Con una cuchara, tomar cantidades semejantes de carne de la mezcla y darles forma de pequeñas salchichas del tamaño de un dedo.

Cocinarlas al grill o a la barbacoa, dándoles la vuelta para que se cocinen bien por todos lados (al darles la vuelta, hay que procurar no pincharlas para que no pierdan su jugo).

Recomiendo servir las mititei con puré de patatas y acompañarlas de mostaza.

Ensalada de berenjenas (salată de vinete)

Ensalada de berenjenas (salată de vinete)

Un clásico de los entrantes en cualquier mesa rumana, la ensalada de berenjenas se come fría en cualquier momento del año. Los ingredientes de este plato son: 

-  2 berenjenas grandes, más bien largas y delgadas, aunque en cualquier caso deben tener la piel tersa y brillante.

-  1 cucharadita de sal

-  Media tacita de aceite de oliva

-  Zumo de un limón

-  Media cebolla grande, cortada en trocitos pequeños

En primer lugar, se deben pinchar las berenjenas varias veces con un tenedor. Colocarlas sobre una rejilla a cuatro dedos de las brasas en una barbacoa – por razones obvias, el resultado es mejor si hacemos las berenjenas sobre las brasas de una barbacoa - o a 4 dedos de la base del horno.

Asar las berenjenas entre 45 minutos y una hora. Cada 15 minutos, es recomendable girar las berenjenas unos 90 grados para que se asen por todos los lados. La carne debe quedar blanda y la piel suelta y carbonizada.

Retirar las berenjenas del fuego y dejarlas reposar un par de minutos, preferiblemente en una ensaladera de madera. Mientras estén calientes, quitarles la piel (para evitar quemarse los dedos, es bueno sumergirlos previamente en agua fría). Una vez peladas, cortar el tallo y presionar la carne para que expulse todos los jugos. Con un cuchillo de palo – muy típico en las cocinas rumanas y algo menos en las españolas – o con una espátula de madera, cortar la carne de las berenjenas hasta que queden como una pasta.

Colocar la pasta resultante en un cuenco de madera, porcelana o cristal e introducirlo en la  nevera hasta que se enfríe.

Una vez fría, añadir sal al gusto. Batir la pasta con un tenedor a medida que se añade el aceite lentamente. Añadir el zumo de limón (al gusto, ¡cuidado con este paso!), también lentamente, y seguir removiendo un par de minutos.

Para presentarlo en la mesa, se coloca junto a la ensalada de berenjenas un platito con la cebolla picada, de modo que cada comensal añada la que le apetezca. También combina muy bien con unos tomates a rodajas y un queso tipo feta. Hay casas donde a la ensalada se le añade mayonesa, aunque es un "toque" que no me convence.

 

Orígenes e influencias de la gastronomía rumana

Orígenes e influencias de la gastronomía rumana

La cocina rumana es el producto de la suma de una serie de influencias históricas, geográficas y religiosas, cuyo resultado es una rica variedad de especialidades que incluye desde la sabrosa y abundante comida campesina hasta las delicatesen con influencias francesas.

Poco sabemos de los hábitos culinarios de getas y dacios, los antecesores de los rumanos actuales. Estos pueblos habitaban la zona de la actual Rumanía desde dos mil años antes de que los romanos la convirtiesen en una provincia del Imperio a la que denominaron Dacia. Sabemos que hasta finales del siglo VII a.C., los getas cambiaban grano, ganado, pescado y miel por aceite y vinos griegos. En las fértiles llanuras cosechaban cereales mientras que su ganado pastaba a los pies de los Cárpatos. Sus bosques eran una fuente abundante de animales salvajes y de aves y tanto el Mar Negro como los ríos y lagos los surtían de variados pescados. Todos estos alimentos, sin duda, constituyeron la base de la alimentación de los antiguos rumanos.

Los soldados romanos estacionados en Dacia se alimentaban básciamente con un plato llamado pulmentum, una especie de papilla hecha con cereales (mijo o cebada). Mucho después, durante los siglos XVI y XVII, los turcos introdujeron el maíz venido desde el Nuevo Mundo y que, a través de mercaderes venecianos, llegaba hasta Europa del Este. Por aquel entonces, los rumanos, como los italianos del norte de Italia, se iniciaron en el cultivo del maíz y lo emplearon para crear un nuevo plato, evolución del antiguo pulmentum, que en Rumanía se llamaría mămăligă y en Italia polenta. La mămăligă es, todavía hoy, un plato habitual en la dieta de la gente en los pueblos y, al mismo tiempo, se emplea como guarnición en los más sofisticados menús.

Los dacios se convirtieron al cristianismo hacia el año  350 y hacia el año 1000 adoptaron como propios los ritos de la iglesia ortodoxa bizantina. Muchos de los monjes que poblaron los monasterios que se levantaron en Rumanía durante esos siglos, recibieron parte de su educación en Grecia, de donde trajeron los característicos sabores de la cocina griega. Los pueblos nómadas, que atravesaron Rumanía en el período de las grandes invasiones de los siglos IV y V, trajeron consigo las sopas, un manjar se elaboración sencilla y rápida ingesta. Por su parte, las minorías rusa, germana, turca y húngara, que todavía hoy conviven con el pueblo rumano, aportaron a lo largo de la historia su propia impronta a la cocina local.

Durante el período de dominación turca de Rumanía, los boyardos, grandes terratenientes locales, sometieron a los campesinos a un régimen de servidumbre para producir grandes cantidades de grano que exportaban al resto de Europa. En las cocinas de los boyardos, se emplearon gitanos que, de acuerdo con sus hábitos seminómadas, eran expertos en asar la carne sobre brasas. Actualmente, la carne a la brasa es una de las especialidades de muchos restaurantes rumanos, que suelen disponer de un fuego crepitante y montones de carne sobre carbones, envolviendo a los clientes con sus aromas.

A mediados del siglo XIX, tras la unión de los Principados de Valaquia y Moldavia, se convirtió en una moda para la nobleza enviar a sus hijos a París para recibir parte de su educación. De resultas, a las influencias que ya tenía la cocina rumana se añadió el gusto francés. Chefs galos llegaron a Bucarest y abrieron restaurantes, cafés y pastelerías, contribuyendo con su arte a la famosa denominación que recibió la ciudad de “Pequeño París”.

Todas estas influencias contribuyeron, en mayor o menor medida, a configurar la actual cocina rumana, una curiosa mezcla que vale la pena descubrir. Con esta entrada, doy inicio a una nueva sección de gastronomía rumana, en la que pretendo presentar a los lectores recetas fáciles que les permitan introducir una parte importante de la cultura rumana en su propia cocina.