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Miradas de la crisis ucraniana: La guerra ha comenzado (IV)

La guerra en Ucrania estalló ayer, de madrugada, y el peor de los escenarios que detallé en mi entrada anterior, se ha visto desbordado por la voracidad expansiva de Putin. Los ataques rusos han superado con creces el Donbás, extendiéndose por todo el suelo ucraniano y, con una velocidad pasmosa, los combates se desarrollan en los suburbios de Kiev.
En lo que pueda tener relación con Rumanía, desde primera hora de ayer, infantes de marina rusos, apoyados por carros de combate, iniciaron una ofensiva cerca de Odessa, en el sur del país, extendiéndose hacia el oeste. Esta mañana, el ejército ruso ha tomado la Isla de las Serpientes, situada a unos 45 kilómetros de la ciudad rumana de Sulina, en la costa del Mar Negro Los 13 guardias de frontera ucranianos, que custodiaban el faro y el embarcadero, han sido abatidos por los soldados rusos. Rusia se acerca al territorio de Rumanía y la inquietud crece progresivamente en el país.
Algunos refugiados cruzan la frontera a pie
Mientras, en los territorios de Bucovina Norte, hoy en Ucrania, cientos rumanoparlantes aterrorizados están haciendo las maletas y cruzando la frontera. Todavía no hay aglomeraciones, pero abandonan el país por miedo a la guerra y por la falta de recursos, que ya han empezado a notarse en las tiendas, bancos, etc. Familias enteras han cruzado en las últimas horas la frontera por diversos puntos, también en la zona de Maramureş, algunos en coche, otros caminando. Muchos se refugian en casas de parientes, que les han abierto sus puertas mientras dure el conflicto, otros solicitan la residencia permanente, con la esperanza de un futuro acceso libre al resto de la Unión Europea. Las autoridades ucranianas facilitan la salida de mujeres y niños. Los hombres, de acuerdo con las instrucciones del gobierno de Zelenski, no pueden abandonar el país, aunque algunos parece que lo están consiguiendo. En localidades fronterizas rumanas, como Ripiceni o Vârful Câmpului, se escuchan las fuertes explosiones en el país vecino. Rumanía está habilitando ya algunos campamentos con tiendas para acoger a los primeros refugiados – me consta uno en Bucovina, con 5.000 plazas ya levantado -, aunque las bajas temperaturas de estas fechas no auguran unas semanas fáciles para quienes allí se alojen.
Algunos refugiados escapan de la guerra hacia la República de Moldova, pero allí también se extiende el miedo entre la población. Los rumores se suceden y algunos creen que Putin no se detendrá en Ucrania. El pasado octubre, Moscú presionó al gobierno de la primera ministra, Natalia Gavrilita, mediante una enorme subida de los precios del gas. Castigaba así sus actitudes proeuropeas y proatlánticas, como en el caso de Ucrania, que se han incrementado tras la derrota de los socialistas moldavos promoscú.
El ministro de defensa rumano, Vasile Dîncu, ha anunciado que Rumanía tiene preparado un plan nacional para acoger hasta 500.000 refugiados.
Miradas de la crisis ucraniana: Escenarios rumanos ante una invasión (III)

Siguen sonando los tambores de guerra en el Este de Europa e incluso con más fuerza, si cabe, que en las últimas semanas. Los movimientos de tropas en la frontera entre Ucrania, Rusia y Bielorrusia son constantes, el personal diplomático de las embajadas occidentales abandona progresivamente Kiev, el Mar Negro se está convirtiendo en un escenario prebélico, con la llegada de barcos y submarinos de Rusia y la OTAN, que también está enviando tropas a los países fronterizos con Rusia, mientras refuerza las misiones de policía aérea.
Rusia insiste en que todavía hay margen para el diálogo y que la invasión es evitable “si no sufre una provocación”. Esta misma mañana, el Kremlin ha anunciado una retirada de tropas que han terminado sus maniobras militares en la zona. Quizás, a pesar de la retórica belicista, realmente hay margen para la distensión y se pueda alcanzar un acuerdo diplomático que evite el conflicto. Podrían reactivarse los acuerdos de control de armas, ahora vencidos, reducir la cantidad de misiles que se apuntan mutuamente o mejorar la transparencia en las maniobras militares que se realizan periódicamente en la región. Otra vía sería la reactivación de la mesa de diálogo de Minsk que, entre 2014 y 2015, permitió amortiguar – que no terminar - la guerra entre las fuerzas gubernamentales ucranianas y los rebeldes del Donbás, respaldados por Rusia. La discusión se centraría entonces en el nivel de autonomía que Ucrania estaría dispuesta a aceptar. Otra opción sería que Ucrania, como hiciese Finlandia durante la Guerra Fría, optase por declararse neutral, de modo que se evitase el acercamiento de las fronteras de la OTAN a Rusia, aunque también supondría un alejamiento de la UE. Finalmente, podríamos asistir a un enquistamiento del escenario, con una tensión sostenida que mantuviese los cañones en alto, pero sin consecuencias militares inmediatas. Continuaría así atenuada la guerra en el Donbás, la OTAN seguiría reforzando su frontera Europea oriental y Rusia mantendría una presencia militar importante en las fronteras ucranianas.
Puente de Kerch, entre Crimea y Rusia
Desde la invasión de Crimea en 2014, Rumanía ha convertido a Rusia en una prioridad de su política exterior, calificándola como amenaza para su seguridad nacional. Cabe mencionar que, a partir de la anexión, surgió una nueva frontera marítima en el Mar Negro, entre Rumania y Rusia, al este de la Isla de las Serpientes y equidistante de ella y del cabo Tarkhankut, en Crimea.
El mantenimiento de la paz sería lo deseable, pero lo cierto es que existen otras posibilidades que, sin duda, también afectarían a Rumanía. Esta misma mañana, la Duma rusa ha solicitado a Putin que reconozca la independencia de las repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk (Donbás), en un gesto similar al que realizó en 2008 con las provincias de Osetia del Sur y Abjasia, que fueron así arrebatadas de facto a Georgia.
En estas circunstancias, si Putin reconociese la independencia, podría abrirse una vía de integración, lo que inauguraría un nuevo escenario. Podría iniciar la unificación con un perfil bajo, simplemente apoyando a combatientes irregulares prorrusos frente al ejército ucraniano y, posteriormente, invadir ambas repúblicas para garantizar la protección de la población rusa (entre la cual, en los últimos años, ha repartido pasaportes), arrebatándoselas a Ucrania. Esta opción limitaría el escenario bélico al este del país y, en principio, restringiría las consecuencias geopolíticas de la guerra.
Existe también una posibilidad mucho más compleja, que contemplaría una intervención rusa que se extendiese desde el Donbás, por el sur de Ucrania. Una ofensiva podría unir por tierra las repúblicas rebeldes con Crimea, arrebatando a Ucrania la costa del mar de Azov, que se convertiría en un lago ruso cuya salida el Kremlin ya controla, desde 2018, gracias a la construcción de un puente sobre el estrecho de Kerch. Pero existe también otra opción, mucho más peligrosa desde el punto de vista rumano, que supondría la extensión de la ofensiva rusa por la zona de Odesa, hasta las bocas del Danubio y Transnistria, república separatista de Moldavia, ocupada por los restos de XIV Ejército Soviético y reconocida únicamente por Moscú. Esta alternativa reeditaría el territorio conocido como Nueva Rusia en el siglo XIX (Novoróssiya), arrebataría toda la costa del Mar Negro a Ucrania, situaría la frontera terrestre rusa junto a la rumana y, a buen seguro, enviaría un importante flujo de refugiados hacia las fronteras de la UE, cuya primera escala sería Rumanía.
El viejo territorio zarista de la Nueva Rusia (siglo XIX)
La suerte está echada y, posiblemente, en breve sabremos hacia dónde se decanta la balanza.
Miradas sobre la crisis ucraniana: disputas rumano-ucranianas (II)

Rumanía y Ucrania son buenos vecinos, comparten unos 530 Km de frontera, pero no se tienen una especial simpatía. Desde que, en 1992, Rumanía abriese su embajada en Kiev, en sustitución de un Consulado General inaugurado en 1971, ambos países han tratado de regular sus relaciones a través de tratados bilaterales que no siempre han conseguido mitigar disputas fronterizas o delimitar sus zonas económicas exclusivas (territorio marítimo hasta 200 millas náuticas de la costa) en el Mar Negro.
En este sentido, Rumanía mantiene aspiraciones sentimentales sobre Bucovina Norte (en el siguiente mapa, marcado en naranja, al norte de Moldavia) y sobre Bugeac (marcado también en naranja, aunque al sur de Moldavia), actualmente en territorio ucraniano. Ambos territorios pertenecieron, durante la Edad Media, al Principado de Moldavia (sombreado en rosa en el mapa), junto al territorio de la actual República de Moldavia.
Bucovina perteneció al Imperio Austrohúngaro hasta que, tras la Primera Guerra Mundial, votó su integración en Rumanía. En 1940, en el marco del pacto secreto Ribbentrop-Molotov, el rey Carol II se vio obligado a ceder a la URSS el norte de este territorio (junto a Besarabia), quedando definitivamente integrado en Ucrania tras la Segunda Guerra Mundial. Cernăuţi, su preciosa capital – en ucraniano, Chernovtsi -, es hoy una ciudad con esa belleza decadente, al estilo Oporto, que no puede dejar indiferente a un viajero con buen gusto. El rumano todavía se escucha en sus calles, aunque cada vez con menor frecuencia, y algunos grupos pugnan porque se enseñe en las escuelas de la región, para conservar un legado cultural en proceso de extinción.