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Miradas de la crisis ucraniana: La guerra ha comenzado (IV)

Miradas de la crisis ucraniana: La guerra ha comenzado (IV)

La guerra en Ucrania estalló ayer, de madrugada, y el peor de los escenarios que detallé en mi entrada anterior, se ha visto desbordado por la voracidad expansiva de Putin. Los ataques rusos han superado con creces el Donbás, extendiéndose por todo el suelo ucraniano y, con una velocidad pasmosa, los combates se desarrollan en los suburbios de Kiev.

En lo que pueda tener relación con Rumanía, desde primera hora de ayer, infantes de marina rusos, apoyados por carros de combate, iniciaron una ofensiva cerca de Odessa, en el sur del país, extendiéndose hacia el oeste. Esta mañana, el ejército ruso ha tomado la Isla de las Serpientes, situada a unos 45 kilómetros de la ciudad rumana de Sulina, en la costa del Mar Negro Los 13 guardias de frontera ucranianos, que custodiaban el faro y el embarcadero, han sido abatidos por los soldados rusos. Rusia se acerca al territorio de Rumanía y la inquietud crece progresivamente en el país.

Algunos refugiados cruzan la frontera a pie

Mientras, en los territorios de Bucovina Norte, hoy en Ucrania, cientos rumanoparlantes aterrorizados están haciendo las maletas y cruzando la frontera. Todavía no hay aglomeraciones, pero abandonan el país por miedo a la guerra y por la falta de recursos, que ya han empezado a notarse en las tiendas, bancos, etc. Familias enteras han cruzado en las últimas horas la frontera por diversos puntos, también en la zona de Maramureş, algunos en coche, otros caminando. Muchos se refugian en casas de parientes, que les han abierto sus puertas mientras dure el conflicto, otros solicitan la residencia permanente, con la esperanza de un futuro acceso libre al resto de la Unión Europea. Las autoridades ucranianas facilitan la salida de mujeres y niños. Los hombres, de acuerdo con las instrucciones del gobierno de Zelenski, no pueden abandonar el país, aunque algunos parece que lo están consiguiendo. En localidades fronterizas rumanas, como Ripiceni o Vârful Câmpului, se escuchan las fuertes explosiones en el país vecino. Rumanía está habilitando ya algunos campamentos con tiendas para acoger a los primeros refugiados – me consta uno en Bucovina, con 5.000 plazas ya levantado -, aunque las bajas temperaturas de estas fechas no auguran unas semanas fáciles para quienes allí se alojen.

Algunos refugiados escapan de la guerra hacia la República de Moldova, pero allí también se extiende el miedo entre la población. Los rumores se suceden y algunos creen que Putin no se detendrá en Ucrania. El pasado octubre, Moscú presionó al gobierno de la primera ministra, Natalia Gavrilita, mediante una enorme subida de los precios del gas. Castigaba así sus actitudes proeuropeas y proatlánticas, como en el caso de Ucrania, que se han incrementado tras la derrota de los socialistas moldavos promoscú.

El ministro de defensa rumano, Vasile Dîncu, ha anunciado que Rumanía tiene preparado un plan nacional para acoger hasta 500.000 refugiados.

Miradas de la crisis ucraniana: Escenarios rumanos ante una invasión (III)

Miradas de la crisis ucraniana: Escenarios rumanos ante una invasión (III)

Siguen sonando los tambores de guerra en el Este de Europa e incluso con más fuerza, si cabe, que en las últimas semanas. Los movimientos de tropas en la frontera entre Ucrania, Rusia y Bielorrusia son constantes, el personal diplomático de las embajadas occidentales abandona progresivamente Kiev, el Mar Negro se está convirtiendo en un escenario prebélico, con la llegada de barcos y submarinos de Rusia y la OTAN, que también está enviando tropas a los países fronterizos con Rusia, mientras refuerza las misiones de policía aérea.

Rusia insiste en que todavía hay margen para el diálogo y que la invasión es evitable “si no sufre una provocación”. Esta misma mañana, el Kremlin ha anunciado una retirada de tropas que han terminado sus maniobras militares en la zona. Quizás, a pesar de la retórica belicista, realmente hay margen para la distensión y se pueda alcanzar un acuerdo diplomático que evite el conflicto. Podrían reactivarse los acuerdos de control de armas, ahora vencidos, reducir la cantidad de misiles que se apuntan mutuamente o mejorar la transparencia en las maniobras militares que se realizan periódicamente en la región. Otra vía sería la reactivación de la mesa de diálogo de Minsk que, entre 2014 y 2015, permitió amortiguar – que no terminar - la guerra entre las fuerzas gubernamentales ucranianas y los rebeldes del Donbás, respaldados por Rusia. La discusión se centraría entonces en el nivel de autonomía que Ucrania estaría dispuesta a aceptar. Otra opción sería que Ucrania, como hiciese Finlandia durante la Guerra Fría, optase por declararse neutral, de modo que se evitase el acercamiento de las fronteras de la OTAN a Rusia, aunque también supondría un alejamiento de la UE. Finalmente, podríamos asistir a un enquistamiento del escenario, con una tensión sostenida que mantuviese los cañones en alto, pero sin consecuencias militares inmediatas. Continuaría así atenuada la guerra en el Donbás, la OTAN seguiría reforzando su frontera Europea oriental y Rusia mantendría una presencia militar importante en las fronteras ucranianas.

Puente de Kerch, entre Crimea y Rusia

Desde la invasión de Crimea en 2014, Rumanía ha convertido a Rusia en una prioridad de su política exterior, calificándola como amenaza para su seguridad nacional. Cabe mencionar que, a partir de la anexión, surgió una nueva frontera marítima en el Mar Negro, entre Rumania y Rusia, al este de la Isla de las Serpientes y equidistante de ella y del cabo Tarkhankut, en Crimea.

El mantenimiento de la paz sería lo deseable, pero lo cierto es que existen otras posibilidades que, sin duda, también afectarían a Rumanía. Esta misma mañana, la Duma rusa ha solicitado a Putin que reconozca la independencia de las repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk (Donbás), en un gesto similar al que realizó en 2008 con las provincias de Osetia del Sur y Abjasia, que fueron así arrebatadas de facto a Georgia.

En estas circunstancias, si Putin reconociese la independencia, podría abrirse una vía de integración, lo que inauguraría un nuevo escenario. Podría iniciar la unificación con un perfil bajo, simplemente apoyando a combatientes irregulares prorrusos frente al ejército ucraniano y, posteriormente, invadir ambas repúblicas para garantizar la protección de la población rusa (entre la cual, en los últimos años, ha repartido pasaportes), arrebatándoselas a Ucrania. Esta opción limitaría el escenario bélico al este del país y, en principio, restringiría las consecuencias geopolíticas de la guerra.

Existe también una posibilidad mucho más compleja, que contemplaría una intervención rusa que se extendiese desde el Donbás, por el sur de Ucrania. Una ofensiva podría unir por tierra las repúblicas rebeldes con Crimea, arrebatando a Ucrania la costa del mar de Azov, que se convertiría en un lago ruso cuya salida el Kremlin ya controla, desde 2018, gracias a la construcción de un puente sobre el estrecho de Kerch. Pero existe también otra opción, mucho más peligrosa desde el punto de vista rumano, que supondría la extensión de la ofensiva rusa por la zona de Odesa, hasta las bocas del Danubio y Transnistria, república separatista de Moldavia, ocupada por los restos de XIV Ejército Soviético y reconocida únicamente por Moscú. Esta alternativa reeditaría el territorio conocido como Nueva Rusia en el siglo XIX (Novoróssiya), arrebataría toda la costa del Mar Negro a Ucrania, situaría la frontera terrestre rusa junto a la rumana y, a buen seguro, enviaría un importante flujo de refugiados hacia las fronteras de la UE, cuya primera escala sería Rumanía.

El viejo territorio zarista de la Nueva Rusia (siglo XIX)

La suerte está echada y, posiblemente, en breve sabremos hacia dónde se decanta la balanza.

Miradas sobre la crisis ucraniana: disputas rumano-ucranianas (II)

Miradas sobre la crisis ucraniana: disputas rumano-ucranianas (II)

Rumanía y Ucrania son buenos vecinos, comparten unos 530 Km de frontera, pero no se tienen una especial simpatía. Desde que, en 1992, Rumanía abriese su embajada en Kiev, en sustitución de un Consulado General inaugurado en 1971, ambos países han tratado de regular sus relaciones a través de tratados bilaterales que no siempre han conseguido mitigar disputas fronterizas o delimitar sus zonas económicas exclusivas (territorio marítimo hasta 200 millas náuticas de la costa) en el Mar Negro.

En este sentido, Rumanía mantiene aspiraciones sentimentales sobre Bucovina Norte (en el siguiente mapa, marcado en naranja, al norte de Moldavia) y sobre Bugeac (marcado también en naranja, aunque al sur de Moldavia), actualmente en territorio ucraniano. Ambos territorios pertenecieron, durante la Edad Media, al Principado de Moldavia (sombreado en rosa en el mapa), junto al territorio de la actual República de Moldavia.

Bucovina perteneció al Imperio Austrohúngaro hasta que, tras la Primera Guerra Mundial, votó su integración en Rumanía. En 1940, en el marco del pacto secreto Ribbentrop-Molotov, el rey Carol II se vio obligado a ceder a la URSS el norte de este territorio (junto a Besarabia), quedando definitivamente integrado en Ucrania tras la Segunda Guerra Mundial. Cernăuţi, su preciosa capital – en ucraniano, Chernovtsi -, es hoy una ciudad con esa belleza decadente, al estilo Oporto, que no puede dejar indiferente a un viajero con buen gusto. El rumano todavía se escucha en sus calles, aunque cada vez con menor frecuencia, y algunos grupos pugnan porque se enseñe en las escuelas de la región, para conservar un legado cultural en proceso de extinción.

La bella Cernăuţi

Respecto a la región de Bugeac (Budyak, en ucraniano), fue disputada por rusos y otomanos durante siglos, se integró en la Besarabia zarista, en la breve República Democrática de Moldova y en el fallido proyecto de la Gran Rumanía, aunque tras la Segunda Guerra Mundial, no fue devuelta a Rumanía o a la República Socialista Soviética de Moldavia, sino a la de Ucrania y así permanece hasta hoy. Poco poblada durante siglos, en el XIX se asentaron búlgaros, gagaúzos (minoría túrquica de religión ortodoxa), armenios, gitanos, rusos, ucranianos, moldavos, griegos e incluso alemanes y suizos.

En los años 80 del siglo pasado, tras el descubrimiento de importantes reservas de gas y petróleo en territorio marítimo cercano a la Isla de las Serpientes – que contiene un faro, un embarcadero y una guarnición militar ucraniana -, frente a la línea fronteriza entre Rumanía y Ucrania, se inició una larga disputa territorial que acabó en el Tribunal Internacional de La Haya.

Disputas territoriales en torno a la Isla de las Serpientes

En el año 2009, el tribunal sentenció que una gran parte de la placa continental al sur de la isla (foto encabezando esta entrada) pertenece a Rumanía, otorgándole así una valiosísima reserva energética. Ucrania, como era de esperar, acató la sentencia, pero todavía se lame las heridas por semejante revés judicial. Actualmente, la disputa entre ambas naciones se limita al pequeño Golfo de Musura, cuya posesión no quedó clara en el Tratado de Paz de París de 1947, que fijó la frontera soviético-rumana tras la guerra.

Miradas sobre la crisis ucraniana: Rumanía y la OTAN (I)

Miradas sobre la crisis ucraniana: Rumanía y la OTAN (I)

Cualquier observador mínimamente atento se dará cuenta de la cantidad de banderas de la OTAN que ondean en los edificios oficiales de Bucarest. No es un fenómeno reciente. Desde que Rumanía entrase en la OTAN, en 2004, gracias también al buen hacer del extinto rey Mihai, el país ha hecho gala de su atlantismo. La adhesión a la Alianza supuso su reingreso simbólico a la política y los valores occidentales, tras el aciago período comunista auspiciado por Rusia después la Segunda Guerra Mundial, pero también una garantía de seguridad frente a posibles injerencias moscovitas.

Desfile en Bucarest

En Rumanía, concretamente en la costa del Mar Negro, hay un pequeño contingente de tropas norteamericanas, cuya labor es formar al Ejército Rumano, aunque el mar es escenario periódico de maniobras militares de la OTAN. Tras la invasión de Crimea por parte de Rusia, en 2014, se reforzó la Misión de Policía Aérea en la base de Base Aérea 57 Mihail Kogalniceanu, cerca de la ciudad de Constanza, en cuyo destacamento Paznic también se integraron varios Eurofighters españoles. Adicionalmente, desde 2016, el país alberga en la localidad de Deveselu, una base del sistema “Aegis Ashore”, parte del escudo antimisiles de la OTAN en el Este de Europa (es interesante releer el análisis que hice sobre el tema, ahora hace 10 años, especialmente viendo los recientes acontecimientos). Está integrado por tres baterías, con 24 misiles interceptores del tipo SM-3, y su objetivo inicial era repeler ataques provenientes del Oriente Medio, especialmente de Irán. Su instalación causó una airada protesta de Rusia, que lo consideró una provocación, aumentando sus recelos por la aproximación de la OTAN a sus fronteras (y de aquellos barros, estos lodos). Cabe destacar también que, desde mediados de 2021, la OTAN ha comenzado a implementar una importante modernización de las instalaciones de la Base Aérea 71, cercana a Câmpia Turzii, en el Condado de Cluj, con el objetivo de mejorar las capacidades operativas del aeródromo para la recepción, despliegue y apoyo de aviones de transporte tácticos y militares de la OTAN. Finalmente, desde hace ya unos años, aeropuertos civiles como Otopeni (Bucarest), Iasi, Craiova, Brasov y Cluj o puertos como el de Constanta o Mangalia también están siendo modernizados, con fondos de la OTAN, para servir de trampolín de posibles operaciones.

Aviadores españoles y rumanos del Destacamento Paznic

Precisamente, con la reciente escalada del conflicto ucraniano, Rusia pidió hace semanas retirar las tropas de la OTAN en Rumanía - y también de Bulgaria -, lo que supondría el repliegue del contingente del Mar Negro, el fin de la Misión de Policía Aérea y el desmantelamiento de la base de Deveselu, que Rusia teme sea en realidad un punto de lanzamiento de misiles de largo alcance y no un simple sistema de defensa.

En los últimos días, la OTAN ha rechazado la retirada e incluso Francia, de acuerdo con su tradicional amistad con Rumanía, se ha ofrecido a enviar un contingente de tropas, propuesta aplaudida por el presidente Klaus Iohannis. En estas circunstancias, el presidente norteamericano Joe Biden acaba de anunciar (02/02/2022) el traslado de 1.000 soldados estadounidenses, desde Alemania a sus bases en Rumanía. Desde que ocurrió la invasión de Crimea, Rumanía desea tener un grupo de combate de la OTAN en su territorio, similar a los que están desplegados en los países bálticos o Polonia y, en estas turbulentas circunstancias, es posible que lo consiga en los próximos meses o incluso semanas.

Apuntes rurales sobre la pandemia Covid en Rumanía

Apuntes rurales sobre la pandemia Covid en Rumanía

Leo en las noticias que Rumanía es uno de los países más afectados por el último embate de la pandemia de Covid, de hecho, la última ola, que comenzó a principios de octubre, ha sido la más devastadora que ha sufrido el país desde que comenzó la infección.

Lo cierto es que la lentitud en la vacunación de la población es, posiblemente, la causa principal de este estallido. La crisis sanitaria fue uno de los principales motivos de la moción de censura que derribó al gobierno de centro-derecha del Primer Ministro Florin Citu, el pasado 5 de octubre. Situación que sumió al país en la enésima crisis política pues, ayer mismo, Nicolae Ciuca, designado por el presidente Klaus Iohannis para formar un Gobierno de coalición, tiró la toalla al no cosechar los apoyos necesarios.

Sin embargo, tal y como pude comprobar en persona, no puede culparse únicamente a las autoridades del explosivo escenario sanitario. A mediados de octubre, tuve la oportunidad de viajar a Maramureș y Bucovina. Aterricé en Cluj, capital de Transilvania, que, como el resto del país, estaba recientemente sometida a un toque de queda nocturno, a partir de las 8 de la tarde, para aquellos que no estuviesen vacunados. Cluj es una ciudad universitaria, sede de la más importante Facultad de Medicina del país, y se nota. Al anochecer, las calles no quedaban vacías, pues muchos jóvenes estudiantes, ataviados con mascarillas, siguen deambulando por la ciudad, buscando donde cenar o tomar una copa en alguno de los modernos bares del centro. Eso sí, antes de entrar, un camarero, armado de un lector QR, te exige tu certificado de vacunación y, sólo si suena un vip acompañado de una señal verde, te permite acceder al local. Como curiosidad, no todos los certificados de vacunación españoles en vigor te permiten el acceso, pues con unos salta una señal verde y con otros una roja, por caprichos del destino. No fui capaz de saber por qué.

Jefa de estación de Moldovița

Dejé Cluj atrás y, a medida que me cercaba al norte, a la frontera ucraniana, el paisaje fue cambiando. Los árboles han tomado ya esos colores otoñales que no te permiten apartar la vista del paisaje y su belleza te corta la respiración. Progresivamente, vas alejándote de la ciudad y, con ella, también de las normas sanitarias. Las mascarillas van desapareciendo de calles y caminos, aunque algunos penitentes, los menos, las mantienen para protegerse. En los restaurantes, te abren las puertas sin preguntas, con la habitual sonrisa acogedora de los norteños y la ensordecedora música popular de fondo. Sólo en algún museo mantienen reverencialmente las mascarillas, lo que más parece una señal de respeto a lo que exponen que una medida protectora.

En el monasterio de Moldovița, al hacer el ademán de ponerme la mascarilla entrando en el templo, una monja me miró, sonrió condescendiente negando con la cabeza y, señalando al cielo me dijo: “Dios es nuestra mascarilla”. Alguna otra hermana se preocupó más de mis fotografías – sin flash, obviamente - a los mártires del Menologio de Basilio II, que cubren las paredes de la nave, que de si me había puesto gel hidroalcohólico o si cubría mis vías respiratorias.

Sí puede afirmarse que los sistemas de alerta funcionan en Rumanía, pues saliendo de visitar la fortaleza de Neamț, mi teléfono y el de todos mis acompañantes comenzaron a vibrar y sonar al unísono y recibimos un mensaje donde indicaba que la incidencia en Târgu Neamţ había alcanzado un nivel crítico, por lo que debían extremarse las medidas de protección y distanciamiento social.

Mercadillo de comida tradicional

A pesar de ello, la población es escéptica tanto respecto a la pandemia como a las vacunas. Una amable señora de Oncesti, en el corazón de Maramureș, cuya puerta me había detenido a admirar con mis acompañantes, nos dio un buen rato de conversación sin protección alguna y no tardó en ofrecernos un delicioso pălinca casero en vasos compartidos. Tuvo a bien enseñarnos su maravillosa granja, su viejo telar, sus confecciones y sus animales, todo ello sin apenas distancia ni medidas de seguridad. Tampoco las respetamos nosotros, aunque estábamos todos vacunados.

En Vama, de visita a unos viejos amigos, dudaron de la existencia del Covid, aunque admitieron que alguno se había contagiado. “No fue nada, un resfriado”, decían. Recios, fibrados por el duro trabajo en el campo y con los animales, demasiado acostumbrados a las penalidades, me sorprendió que temiesen a los efectos secundarios de la vacuna o, incluso, a las intenciones aparentemente abyectas de un gobierno que se obstina en protegerlos. Ninguno quería vacunarse. Tanto en Maramureș como en Bucovina, vi más entierros de lo habitual, posiblemente de ancianos afectados por la pandemia, con los preoți ataviados según el luto bizantino, acompañando a las comitivas compungidas, todos ellos desprotegidos.

Comitiva fúnebre

Así están las cosas en el norte, aunque la última ola de la pandemia empieza a remitir.

Voi rezista! (¡Resistiré!)

El Dúo Dinámico y su ya mítico Resistiré, himno de reacción contra la pandemia del coronavirus, han llegado también a Rumania.

En España, Cadena 100 y Warner Music realizaron una popular versión de la canción con artistas actuales, entre los que se encontraban cantantes como Alex Ubago, David Bisbal, Rosana, Mikel Erentxun, Amaral o David Summers, entre muchos otros. Con el mismo propósito y, especialmente, en apoyo al personal de primera línea frente a la Covid-19, artistas folclóricos rumanos como Mădălina Mureșan o Suzana y Daciana Vlad, Cosmin Vocean, Teodora Suciu o Mihai Posteanu, junto a otros, han adaptado la letra para animar a sus compatriotas en estos días de confinamiento.

De nuevo, Rumania y España más cerca de lo que pensamos.

 

Trăiască Regele!

Trăiască Regele!

Descanse en paz, majestad

Realidades alternativas y posverdades rumanas

Realidades alternativas y posverdades rumanas

La terrible plaga del populismo, que denomina posverdades o realidades alternativas a las mentiras de toda la vida, también azota Rumania. El populismo rumano, como en el resto de Europa, se alimenta de la desesperación e intenta romper y aislar, tribalizar, alejarse de todo proyecto común y regresar a las esencias, ese refugio idealizado del nacionalismo que ofrece paz, felicidad y prosperidad a cambio de nada. 

En Rumania, paradójicamente, la piñata preferida del populismo ultranacionalista, a la que arrear todos golpes, es la Unión Europea, por lo que muchos medios de comunicación y predicadores varios no dudan en echar mano de posverdades y realidades alternativas – falsedades, vamos - para acusarla sin decoro de todos los males del país.

Una de las invenciones más repetidas allí es que Rumania es contribuidora neta al presupuesto de la UE pues, según dicen, aporta más de lo que recibe. Nunca se proporcionan datos para sustentar semejante argumento, parece una verdad absoluta, sin embargo, la realidad es muy distinta. Acudiendo a los datos oficiales publicados por la Comisión Europea para cada uno de los países miembros de la UE, puede diseñarse el siguiente gráfico, de elaboración propia:

 

A partir de estos números, es fácil calcular que, entre los años 2000 y 2015, la contribución neta de la UE a Rumania asciende a 24.678 millones de euros y en todos los años ha sido positiva a favor de Rumania. ¡Nunca Rumania ha aportado a la UE más de lo que ha recibido!

Otra de las tergiversaciones recurrentes es que, tras la adhesión de Rumania a la UE, el 70 % de la tierra cultivable ha sido adquirida por oscuras corporaciones extranjeras que intentan dominar el país. A falta de datos oficiales del gobierno de Rumania, de acuerdo con un estudio realizado por el Transnational Institut para la Comisión de Agricultura de la UE, entre el 20 y el 30 % del terreno arable rumano pertenece a personas, físicas o jurídicas, del resto de Europa – entre las que se cuentan, por ejemplo, el Bardeau Holding, una empresa asociada al conde austríaco Andreas von Bardeau, un fondo de inversión del banco holandés Rabobank o la empresa italiana Generali -, mientras que un 10 % del terreno es propiedad de entidades ajenas a la UE – como la compañía libanesa Maria Group, por citar alguna -, lo que sumaría un máximo de 5 millones de hectáreas sobre un total de más de 13 millones de hectáreas cultivables.

De nuevo, los datos contradicen las farsas del populismo ultranacionalista rumano, tan en boga también en otros países del Este de Europa, como Hungría y Polonia, y que tanto amenaza el proyecto común de la Unión Europea.

Bucarestinos en Radio Romania International

Hace unos días, tuve el placer de participar en el programa Vale la pena visitar Rumania, dirigido semanalmente por Valeriu Radulian en Radio Romania International, en el que me dieron la oportunidad de hablar sobre nuestra experiencia familiar en Rumania y sobre este blog.

Aprovecho la última línea de esta entrada para volver a agradecer a Valeriu la ocasión de participar en su programa.

¿Qué pasa en Roşia Montană? (y III)

¿Qué pasa en Roşia Montană? (y III)

La plataforma Salvaţi Roşia Montană expone todo tipo de argumentos para frenar el proyecto. De acuerdo con sus postulados, desde un punto de vista jurídico, el proyecto y la declaración de impacto ambiental transgreden varias Directivas europeas y la Convención de Berlín, de 10 de octubre de 2001, que prohíbe el empleo de cianuro en las explotaciones mineras de la UE, además de infringir la Convención Europea de Derechos del Hombre por el modo en que pretenden hacerse los traslados de población.  Tecnológicamente, los críticos con el proyecto aducen que, desde 1990, en todo el mundo se han producido más de 30 accidentes graves en explotaciones mineras donde se empleaba cianuro y que, en el 72 % de los casos, se debió a defectos en el dique de contención. En este argumento ha pesado especialmente el accidente de Baia Mare, en el que a pesar de necesitarse 22 permisos distintos relacionados con el medio ambiente y la salud pública, ello no evitó los defectos en el diseño del dique que provocaron el desastre ecológico. La ineficacia de las operaciones de autorización e inspección y la corrupción de las autoridades rumanas son un mal precedente que todavía no se ha resuelto y que hacen presagiar lo peor. Por otro lado, es innegable que la explotación en superficie de minas a cielo abierto provoca una significativa mutilación del paisaje, contaminación del aire y peligrosas vibraciones en el terreno, debidas a las constantes explosiones, que aumentan el riesgo sísmico de la región. También se alerta sobre la posible destrucción del patrimonio arqueológico de Roşia Montană. A pesar de todo, la plataforma no se limita a mantener una actitud exclusivamente defensiva y ha propuesto como alternativa al proyecto la declaración de la zona como parque arqueológico del patrimonio mundial bajo la protección de la UNESCO, alternativa que pretende dar una solución a largo plazo a la pobreza y al elevado paro en la región[1].   

En el último año, el Gobierno rumano ha jugado un papel ambiguo y que no ha hecho más que inflamar el conflicto. A pesar de que mientras estuvo en la oposición, el Partido Social-Democrático se opuso al proyecto de RMGC, tras su victoria en las elecciones legislativas de 2012 ha ido modificando su postura hasta convertirse en uno de sus mayores valedores. De este modo, cuando en junio de este año la Comisión de Análisis Técnico del Ministerio de Medio Ambiente parecía carecer de argumentos para dar su conformidad al proyecto, el Gobierno de coalición entre socialistas y liberales impulsó una propuesta de Ley de minería ad hoc para permitir su aprobación y derogar ciertos procedimientos legales que suponían un obstáculo. En respuesta, desde el 1 de septiembre se reproducen por todo el país manifestaciones semanales, cada vez más numerosas, que el pasado día 10 de diciembre consiguieron que la Ley de minería fuese rechazada en el Parlamento al no obtener los votos suficientes para modificar una ley orgánica. Sin duda, la guerra no ha terminado pero la plataforma Salvaţi Roşia Montană ha obtenido una sonora victoria.

Desde mi punto de vista, el propósito de extracción de oro y plata de Roşia Montană es un proyecto cortoplacista que, una vez concluido, no dejará resueltos los problemas endémicos de la zona y que únicamente habrá beneficiado a los accionistas canadienses de RMGC, que se repartirán el 80 % de los beneficios obtenidos, mientras que Rumania apenas obtendrá un 2 %, según lo acordado entre RMGC y el Gobierno rumano[2]. Por otro lado, a nivel técnico, el proyecto tiene unos riesgos medioambientales difíciles de asumir considerando el nivel de incompetencia y corrupción de las autoridades rumanas[3]. La declaración de Roşia Montană como parque arqueológico del patrimonio mundial de la UNESCO es una aspiración realizable que, además de atraer fondos de la UE, podría aumentar el potencial turístico de la región e impulsar nuevas campañas arqueológicas. A pesar de ello, esta propuesta no es incompatible con una explotación minera sostenible de los recursos de la zona, aunque para ello sería necesario realizar un estudio científico bien fundamentado y un programa de aplicación bien pensado y coordinado que involucrase a todas las partes y despejase cualquier duda mediante la incorporación al proyecto de un equipo técnico independiente escogido, por ejemplo, desde las instituciones europeas.

[1] Argumentos y propuestas extraídos de la web de la plataforma Salvaţi Roşia Montană.

[2] Datos obtenidos de la web de Rosia Montana Gold Corporation.

[3] Para muestra, la declaración pública del primer ministro, Victor Ponta, sobre el cobro de comisiones en el marco de este proyecto (aunque afirmó no tener pruebas de ello) o el reciente ingreso en prisión, acusado de corrupción, del director de la Autoridad de Gestión del Plan Operativo Sectorial de Medio Ambiente, Adrian Mandroiu.

¿Qué pasa en Roşia Montană? (II)

¿Qué pasa en Roşia Montană? (II)

Con el objetivo de convencer a los habitantes de Roşia Montană, RMGC desplegó una campaña informativa sobre los beneficios del proyecto, cifrados en 2.300 millones de dólares para la economía rumana[1] - una parte de los cuales, lógicamente, se destinarían al presupuesto local -, en 2.300 puestos de trabajo directos durante el período de construcción de la mina y en un total de 3.600 puestos de trabajo, directos e indirectos, durante la operación. RMGC ha empleado el método de mercado para negociar las contrapartidas con los habitantes y las autoridades locales, garantizando la contratación de personal autóctono, la rehabilitación medioambiental de la zona tras finalizar el período de concesión, la recuperación del centro histórico de Roşia Montană e inversiones para el desarrollo turístico de la zona, incluyendo campañas arqueológicas, valorización del patrimonio técnico-industrial, construcción del Museo de la Minería, etc. Las propuestas de RMGC han sido bien recibidas por la mayoría de la población local, que ante las protestas de algunos vecinos y de una buena parte de la sociedad rumana, se ha organizado en la plataforma Sindicatul Viitorul Mineritului (Sindicato para el futuro de la minería) y ha desarrollado una campaña de manifestaciones, encierros y protestas a nivel local titulada Da pentru Roşia Montană  (Sí a Roşia Montană).

En el otro extremo, un sinfín de instituciones y grupos de todo el espectro ideológico[2], se han manifestado en contra del proyecto de RMGC, agrupados en torno a la plataforma Salvaţi Roşia Montană (Salvad Roşia Montană), establecida por vecinos de Roşia Montană afectados por los traslados forzosos y la destrucción de inmuebles (casas e incluso alguna iglesia) a los que el proyecto obliga. A pesar de todo, los problemas empezaron para RMGC cuando, a finales de 2004, presentó la documentación para obtener los permisos medioambientales para la ejecución del proyecto y, posteriormente, el estudio de impacto ambiental. Durante años, RMGC no ha conseguido obtener todas las licencias necesarias, viendo como el proyecto se retrasaba en los pasillos del Ministerio de Medio Ambiente mientras la opinión pública tomaba conciencia del problema y el ambiente se enrarecía. A todo ello había contribuido, sin duda, el accidente ocurrido el 30 de enero del año 2000 cuando, tras un período de condiciones climatológicas extremas, se rompió el dique de contención de los residuos mineros de una explotación de oro en Baia Mare y se vertieron 100.000 m3 de barro y aguas residuales contaminadas con cianuro y metales pesados en los canales de desagüe al río Lapus, un afluente del Somes, a través del cual alcanzaron el río Tisza, el curso superior del Danubio a su paso por Belgrado y, finalmente, el Mar Negro. La terrible contaminación transfronteriza tuvo graves consecuencias para la biodiversidad, los ecosistemas fluviales, el abastecimiento de agua potable y las condiciones socioeconómicas de las poblaciones afectadas.



[1] También se han calculado unos beneficios adicionales para la economía rumana de 3.000 millones de dólares en inversión en recursos humanos, construcción, electricidad, materiales, transporte, reactivos, piezas de repuesto y otros.

[2] Paradójicamente, desde pequeños grupos de extrema izquierda hasta la extrema derecha nacionalista, pasando por la Casa Real rumana, la Academia Rumana, las iglesias ortodoxa y católica, ONG, movimientos ecologistas o de protección del patrimonio pero, sobre todo, un elevado número de ciudadanos anónimos, indignados por el devenir político de Rumania.  

¿Qué pasa en Roşia Montană? (I)

¿Qué pasa en Roşia Montană? (I)

Roşia Montană es una localidad minera transilvana, situada en el Valle del río Roşia, en los Montes Apuseni (Departamento de Alba). Se trata de una zona catalogada como desfavorecida en el Programa Nacional para el Desarrollo Rural 2007-2013 , carente de infraestructuras, condicionada por una serie de factores climáticos y edáficos que limitan la actividad agrícola y donde el paro alcanza al 80 % de la población activa.

A pesar de todo, la zona donde se levanta Roşia Montană es rica en minerales por lo que su tradición minera está atestiguada documentalmente desde el año 131, cuando la localidad llevaba el nombre de Alburnus Maior. Tras la definitiva conquista de Dacia por el emperador Trajano, en el año 106, colonos romanos se asentaron en las nuevas tierras del imperio y entre ellos, de acuerdo con unas antiguas tablillas halladas en Alburnus Maior y fechadas entre los años 131 y 167, decenas de hispanos y sus familias, especialmente del norte peninsular, que se trasladaron allí para trabajar en las minas de oro de la región (en la imagen, galerías romanas conservadas de las minas de Roşia Montană). La explotación minera se extendió, con mayor o menor intensidad, durante la Edad Media y la Edad Moderna, aunque alcanzó su máximo apogeo durante el período austro-húngaro, concretamente a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando Roşia Montană se convirtió en una de las localidades más desarrolladas de la zona, con calles empedradas e iluminadas, escuelas, centro sanitario, cine, teatro, casino e incluso una sala de baile, a los que acudía una población étnicamente diversa – rumanos, húngaros, alemanes, judíos, eslovacos, etc. –  que, directa o indirectamente, siempre estaba relacionada con la actividad minera. Después de 1948, cuando todas las minas privadas fueron nacionalizadas por el nuevo régimen comunista, las minas de Roşia Montană se convirtieron en una propiedad del Estado y, progresivamente, fueron perdiendo eficiencia. En 1989, año de la Revolución, las pérdidas de Roşia Montană eran tres veces superiores a los beneficios que reportaban debido al uso de tecnologías obsoletas y a la falta de inversiones.

A pesar de la manifiesta decadencia de Roşia Montană, en 1999, la empresa Roşia Montana Gold Corporation (RMGC), fundada en Alba en 1997 y cuyos principales accionistas son la compañía minera estatal Minvest Roșia Montană S.A. (19.31 %) y la empresa de capital canadiense Gabriel Resources (80.69%), obtuvo la licencia de concesión para la explotación de las minas y mostró su interés en realizar una importante inversión en la zona para desarrollar un nuevo proyecto minero que mejorase la eficiencia del proyecto y lo hiciese viable. Con este objetivo RMGC desarrolló varios estudios geológicos, arqueológicos, sociales, medioambientales y de viabilidad económica que iban a resultar profundamente polémicos, especialmente en lo que al impacto medioambiental del proyecto se refiere. 

El proyecto diseñado por RMGC anuncia el cierre de la explotación local de la empresa minera pública Minivest – con la consiguiente extinción de 775 puestos de trabajo - y la organización de las minas de oro más grandes de Europa, previéndose la extracción de 300 toneladas de oro y 1.600 toneladas de plata en cuatro minas a cielo abierto, que serán explotadas según un método de excavación en superficie que extraerá 220 millones de toneladas de mineral de una área total de unas 100 hectáreas. La roca estéril se depositará en dos escombreras y los lodos producto del tratamiento del mineral con cianuro de sodio del mineral y de la separación del oro y la plata, serán tratados por oxidación y acumulados en lago abierto de decantación, con una capacidad de 250 millones de toneladas, contenido por un dique capaz de resistir un terremoto de 8 grados en la escala de Richter y dos precipitaciones máximas consecutivas.

La polémica está servida.

La agricultura rumana

La agricultura rumana

Rumania dispone de abundantes recursos agrícolas distribuidos en tres tipos relieves, cada uno de los cuales representa, aproximadamente, una tercera parte del territorio: en el centro, la meseta transilvana, rodeada por los Cárpatos, representaría un primer círculo que, a su vez, está rodeado por colinas suaves seguidas por un círculo exterior de llanuras. En consecuencia, la superficie agrícola rumana es de 14,7 millones de hectáreas (un 61,7 % del total), de la cual un 64 % representa terreno arable, un 33 % son pastos y henos y 3 % representan los huertos y viñedos.

Hasta mediados del siglo XIX, en Rumanía predominaban las grandes propiedades, en las que existía una relación feudal entre el propietario y los trabajadores de la tierra, sin embargo, en 1864, la Ley Rural promulgada por el príncipe Alexandru Cuza dio a los campesinos el poder real sobre la tierra, distribuyéndola en pequeñas parcelas. La reforma agraria de 1921 acentuó la fragmentación del territorio agrícola, siendo la superficie media de las parcelas de 3,9 ha.

Tras la instauración del régimen comunista en 1947,  una de las medidas económicas que más impacto tuvo sobre la población fue la violenta colectivización de la agricultura del país según el modelo soviético y la consiguiente instauración de las cooperativas agrícolas de producción.  Una vez instaurada la democracia, la reforma agraria de 1991 atribuyó un 72 % del conjunto de tierras agrícolas y el 84 % de los terrenos arables a las explotaciones privadas, aunque esta medida no estuvo acompañada de las reformas necesarias para hacer de la agricultura un sector competitivo y eficiente. La tierra se repartió en lotes de un tamaño inferior a 10 ha entre los jornaleros agrícolas, se prohibió la venta de tierra (hasta 1997) y se impidió la restauración de la gran propiedad agraria y la aparición de neocooperativas o empresas agrícolas.

Las consecuencias fueron inmediatas y son todavía patentes.  Rumania sufrió un retroceso hacia el minifundismo que contradice la tendencia habitual en las agriculturas de mercado y una disminución de la productividad agrícola, especialmente en el caso de la producción de cereales, donde se acusó la ausencia de grandes superficies y de la adecuada mecanización. De este modo, el gran número de explotaciones de subsistencia y semisubsistencia se ha convertido en el mayor problema al que se enfrenta la agricultura Rumana. Así, de un total de 3,93 millones de explotaciones agrícolas registradas al final del año 2008, un 99,5 % son explotaciones agrícolas individuales sin personalidad jurídica – es decir, explotaciones familiares - que gestionan el 65% de la superficie agrícola utilizada. Por otro lado, cabe destacar que entre 2002 y 2008 se produjo un drástico descenso en el número de explotaciones agrícolas - más de 600.000 – debido a la presión de la urbanización y a la compra de terrenos agrícolas por parte de extranjeros con objetivos especulativos.

Actualmente, el área media agraria por propiedad en Rumania es de 3,4 ha, un valor muy alejado de la media europea (15,8 ha/explotación)[1]. Las explotaciones familiares, cuya superficie media es sólo de 2,3 ha, tienen un bajísimo nivel de profesionalización y un 33 % de sus ingresos provienen del autoconsumo. En este tipo de explotaciones, las responsabilidades se reparten entre los miembros de la familia de modo mientras los hombres dedican su tiempo a las tareas agrícolas y ganaderas más duras, como segar[2], pastorear a los animales o cortar leña, las mujeres recogen el forraje, alimentan a los animales y realizan todas labores domésticas.

El minifundismo provoca que los agricultores no se aprovechen de las economías de escala en producción ni tengan poder de negociación a la hora de comprar materias o vender su mercancía, además tampoco tienen recursos para acometer las inversiones necesarias para hacer las tierras más productivas y son reacios a la venta de tierras que podría permitir una concentración parcelaria lo que, sin duda, disminuye su productividad. Para finalizar, cabe mencionar que aunque la fuerza laboral empleada por el sector agrícola rumano es una de las más numerosas de Europa, la realidad es que su peso sobre el total es cada vez menor. Los bajos ingresos que aporta la actualmente cualquier explotación agrícola en Rumania, especialmente en comparación con los servicios y la industria (sectores que han absorbido la mayor parte de las inversiones), han provocado una disminución de la población dedicada a labores agrícolas y su envejecimiento, al no existir un reemplazo de los jubilados por gente más joven. En el 2008 el 56,7% de los trabajadores tenía más de 45 años y un 36,7% más de 55 años[3].

[1] Paradójicamente, Rumania es el país con mayor número de explotaciones agrarias de la UE, casi una tercera parte del total (Fuente: Romania Libera, 11 de octubre de 2011. România are cel mai mare număr de exploataţii agricole din UE, circa o treime din total). 

[2] La fotografía izquierda muestra a un campesino rumano tras segar y recoger el forraje para alimentar durante el invierno a sus animales. La mecanización en las explotaciones familiares es inexistente pues las labores de tracción las realizan los animales.

[3] Como se observa en la fotografía derecha, la población rural rumana sufre un envejecimiento por el éxodo de la gente más joven.