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Sobre Bram Stoker y el nacimiento de Drácula

Sobre Bram Stoker y el nacimiento de Drácula

Es indiscutible que la figura popular más universal de Rumania es Drácula, protagonista de la famosa novela del mismo nombre, escrita por el irlandés Abraham (Bram) Stoker y publicada en Londres en 1897.

Stoker no viajó nunca a Transilvania, en aquellas fechas una región más del Imperio Austrohúngaro, sin embargo, llevado por su atracción por las ciencias ocultas y el vampirismo, se empapó de cuanta literatura al respecto encontró en la biblioteca del British Museum. Su relación con los vampiros empezó cuando todavía estaba en Irlanda y mientras trabajaba como crítico de teatro en el Dublin Evening Mail, propiedad del escritor Sheridan Le Fanu, que había publicado la novela vampírica titulada Carmila (1872), que le influyó notablemente. Ya en Londres, Stoker devoró el relato de viajes de una escritora escocesa casada con un soldado de caballería húngaro, Emily Gerard, titulada La tierra más allá del bosque (1888) – literalmente, del latín, Transilvania -, que mencionaba las leyendas sobre vampiros que existían en aquella remota región de Europa o la existencia de la Scholomance (en rumano, Şolomanţă), una escuela de magia negra situada en las montañas al sur de Sibiu y dirigida por el mismísimo Diablo. El estudio antropológico sobre magia y religión de James Frazer, La rama dorada (1890), llevó de nuevo a Stoker a recoger más material sobre vampiros en Transilvania, sin embargo, el germen definitivo para la concepción de la idea de Drácula fue su encuentro con el orientalista húngaro Arminius Vambery, un aventurero que había viajado por el Imperio Otomano hasta Asia Central, quien le habló de la historia de su país y le mencionó por primera vez la figura de Vlad III Țepeș, voivoda de Valaquia.  No era la primera vez que oía hablar de aquel personaje pues el libro Gerard incluía a Vlad entre los alumnos de la Scholomance.

A partir de esas conversaciones y lecturas, Stoker se encerró en la librería del British Museum para documentar su narración, centrada en un personaje inspirado en Vlad III de Valaquia, apodado El Empalador por su costumbre de empalar a sus enemigos. Producto de esta labor es la conversación que Drácula y Jonathan Harker mantienen durante la noche de 11 de mayo, en la que el transilvano describe las glorias de sus antepasados, los Drácula. A pesar de todo, la descripción es algo confusa pues relaciona al personaje tanto con el propio Atila, como con la misteriosa minoría székely, de origen desconocido aunque de habla húngara, con Vlad III de Valaquia o incluso con Miguel El Valiente (Mihai Viteazul).


Insignia de la Orden del Dragón de Segismundo de Hungría (1408)

¿Por qué Drácula? El padre de Vlad III El Empalador, Vlad II, formó parte de la Orden de caballería del Dragón, fundada por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Segismundo de Luxemburgo, en 1408, por la que se ganó el sobrenombre de Vlad II Dracul. En realidad, la palabra dracul fue el resultado de una mala interpretación de las fuentes válacas de la palabra latina draco (dragón), pues en rumano dragón es baluar o zmeu. De hecho, de acuerdo con el excelente diccionario rumano-español de Calciu y Samharadze, originalmente drac significa diablo, demonio, maligno, etc. y solo popularmente tiene el significado de dragón. De este modo, Vlad III fue llamado Drăculea porque se trata del genitivo en su forma eslava de Dracul, es decir, hijo de Dracul.

Respecto a la apariencia del personaje, desde 1878 Bram Stoker trabajaba como representante del actor Henry Irving, a quien admiraba hasta la idolatría y cuya presencia sirvió al irlandés como inspiración para la figura del noble transilvano de su novela.

Henry Irving

Henry Irving

Finalmente, en referencia al castillo de Drácula, Stoker lo situó en el desfiladero del Borgo, también llamado paso de Tihuța, un puerto de montaña localizado en los Cárpatos orientales que comunica las ciudades de Bistriţa y Vatra Dornei, sin embargo, en ese lugar nunca ha habido ninguna fortaleza. Para describir la morada del vampiro y levantarla mentalmente en ese sugerente lugar, posiblemente Stoker se inspiró en una ilustración del castillo de Bran (Törzburg), aparecida en 1865 en un libro de viajes por Transilvania de Charles Boner, o en sus lecturas de Un castillo de los Cárpatos (1892), de Julio Verne, de Los misterios de Udolfo (1794), de Ann Radcliffe, o de Viaje alrededor de los Cárpatos (1875), de Andrew F. Crosse, donde el castillo aparece detalladamente descrito.


Imagen del castillo de Bran de Boner (1865)

Atardecer en la colina

Atardecer en la colina

A modo de ejemplo, copio la traducción del poema de Mihai Eminescu, Atardecer en la colina, publicada por Rafael Alberti y María Teresa León en 1973 (Nota: la toica es un trozo de madera o metal que se golpea para llamar a la oración en los monasterios ortodoxos):


El cuerno quejoso suena en la colina,

suben los rebaños, brillan las estrellas,

las aguas responden, gimiendo en las fuentes;

bajo las acacias, querida, me esperas.


La luna atraviesa clara y santa el cielo,

tus ojos contemplan el raro follaje,

las estrellas húmedas nacen en lo alto,

tú estás de ansias llena y de amor tu seno.


Las nubes resbalan, sus rayos se estrían,

levantan las casas sus techos vetustos,

la roldana al viento chirría en el pozo,

el valle es de humo, las flautas murmuran.


Hombres fatigados, la hoz sobre el hombro,

vuelven de los campos; la toica resuena,

la campana llena con su voz la noche,

y mi alma se quema de amor en tu fuego.


¡Ah!, pronto en el valle el pueblo se duerme,

¡ah!, pronto mis pasos hacia ti me llevan.

Cerca de la acacia pasaré la noche

e incansablemente te diré: te quiero.


Las cabezas juntas, una contra otra,

bajo la alta acacia nos adormiremos

¿Quién la vida entera no la entregaría

por una tan bella, tan dichosa noche?

 

Encabezando esta entrada, una imagen de las montañas que rodean Vama, en Bucovina.

Misión en Bucarest y otras narraciones

Misión en Bucarest y otras narraciones

No existe demasiada literatura española cuyo escenario se desarrolle en Rumanía, por lo que Misión en Bucarest y otras narraciones es una rara excepción. Su autor, el escritor, periodista y diplomático, Agustín de Foxá, es hoy un proscrito debido a su filiación política pero, superados algunos párrafos profundamente reaccionarios y otros estremecedoramente antisemitas – y a un servidor le ha costado su esfuerzo -, su aguda descripción de una Rumanía fastuosa, vetusta y turbulenta merece una detenida lectura.

Agustín de Foxá, conde de Foxá y marqués de Armendáriz, nació en Madrid en 1903, estudió en el Colegio del Pilar, cursó la carrera de Derecho y en 1930 ingresó en la carrera diplomática, siendo destinado a Sofía y Bucarest. Amigo de Jose Antonio Primo de Rivera, simpatizó con Falange desde el principio y junto a  Sánchez Mazas, Dionisio Ridruejo y otros formó el núcleo intelectual de la formación política. Famosas fueron sus cenas de Carlomagno, celebradas en el Hotel París, en la Carrera de San Jerónimo, en las que, de riguroso smoking, el grupo honraba al emperador de Occidente dejando siempre al ausente convidado regio la presidencia vacía pero cubierta con una piel de corzo. Foxá se encontraba en Madrid cuando estalló la Guerra Civil y, aunque estuvo a punto de ser fusilado, su pasaporte diplomático le salvó del paredón y pudo escapar a Bucarest como Secretario de la Representación Diplomática de la República. En Bucarest, Foxá fingió su adhesión a la causa republicana mientras ocultaba su simpatía por Franco hasta que, pasados unos meses, admitió su doble juego. Acabada la guerra, ocupó varios puestos diplomáticos en Roma, Helsinki y Buenos Aires y en 1959 fue nombrado académico de la RAE, aunque la muerte le impidió tomar posesión del sillón Z que le correspondía.

En Misión en Bucarest aparece el Foxá diplomático metamorfoseado en Julio Vega, un personaje que escapa de una España en llamas para trasladarse a Rumanía, atravesando Europa en tren. Primero se traslada a Bucovina, donde comparte charlas, visitas turísticas, mesa y cacerías con algunos nobles germanos decadentes y con los miembros de la sección local de la Guardia de Hierro, cuya ideología comparte totalmente, sobre todo su rencor a los judíos, a los que caricaturiza esperpénticamente. Empezado el invierno, la acción se traslada a un Bucarest de lujos y legaciones diplomáticas, fiestas e intrigas políticas, una ciudad descrita con detalle, admiración e ironía (o sarcasmo, en el caso de los representantes soviéticos). La misión de Julio es hacer creer a todos que simpatiza con la República cuando, en realidad, a quien pertenece fiel es a los militares rebeldes. La trama es prometedora pero, desgraciadamente, lo que debía ser una novela quedó ahí interrumpida, dejando al lector con ganas de saber más.

Mihail Sebastian

Mihail Sebastian

He hecho un repaso superficial del blog y me sorprende no haber dedicado hasta hoy un solo post a Mihail Sebastian.

 

Mihail Sebastian, llamado en realidad Iosef Hechter, nació en 1907 en el seno de una familia judía de Braila, ciudad a orillas del Danubio, origen que marcó toda su existencia al considerarse más danubiano que judío.

 

Sebastian perteneció a la más brillante generación de escritores y pensadores rumanos del siglo XX y contó entre sus amigos a Emil Cioran, Mircea Eliade o Camil Petrescu. Desgraciadamente, la irrupción de los fascismos en Europa a principios de los años 30 selló su distanciamiento con ellos y poco a poco lo fue aislando de una vida social bucarestina de la que tanto disfrutaba. En los años de hierro del mariscal Antonescu y los legionarios fascistas, sobrevivió semiescondido escribiendo pequeñas obras de teatro (algunas publicadas bajo seudónimo para evitar las leyes antisemitas) y desahogando su soledad en su interesantísimo Diario (1933 – 1944).

 

Fue un escritor muy prolífico de novelas (El accidente, Mujeres o La ciudad de las acacias, ambas traducidas al castellano), ensayos (Correspondencia de Marcel Proust o Ensayos, crónicas y memorialística), teatro (Jocul de-a vacanţa, Steaua fără nume o Última oră) y colaboró en varios periódicos de la época como Cuvântul, donde entró a trabajar gracias a la mediación de su mentor, el profesor universitario y filósofo, Nae Ionescu.

 

En 1934, Sebastian publicó la novela Desde hace dos mil años, de la que ya estoy leyendo sus últimas páginas. Su protagonista, rumano y judío, reflexiona sobre ambas condiciones mientras se relaciona con sus coetáneos (sionistas, fascistas, marxistas, anarquistas…) y se opone drásticamente a ser catalogado, celoso de su individualidad, lo que le costará algunos disgustos y mucha incomprensión. Accediendo a las peticiones de Sebastian, Ionescu consintió en prologar la obra, texto sorprendente por su antisemitismo que, aunque lastimó al autor, fue publicado junto a la novela. Aquello desató una tormenta intelectual que se reflejó en ataques desde todos los flancos, los judíos lo tacharon de antisemita y los antisemitas de sionista. Al debate se unieron también los liberales y los comunistas. Para defenderse de los ataques y explicar su punto de vista, Sebastian publicó en 1935 el libro Cum am devenit huligan ("Cómo me convertí en un revoltoso").

 

Sebastian es, sin lugar a dudas, un muy buen referente para comprender la Rumania de entreguerras y el movimiento intelectual que aportó luces y sombras a una época tan difícil para Europa.

Herta Müller

Herta Müller

Sería pedante y, sobre todo, mentira afirmar que conocía la obra de Herta Müller antes de ayer, sin embargo, en cuanto he leído sobre ella y el Nobel de Literatura que acaba de recibir, me ha asaltado una curiosidad frenética, imparable, así que no he esperado ni un minuto para pedir a mi hermano Alberto que me traiga todo lo que encuentre de ella en su próxima visita a Bucarest.

 

Herta Müller nació en 1953 en Niţchidorf, cerca de Timişoara, en el seno de una familia suaba, es decir, de la minoría germano-rumana. Su madre fue deportada a la Unión Soviética, donde pasó cinco años en un campo de trabajo condenada por haberse casado con un oficial de las SS, hecho que marcó la infancia de la pequeña Herta y su última novela Atemschaukel (2009).

 

Hertha estudió simultáneamente filología germánica y rumana en la Universidad de Timisoara y allí tuvo su primer contacto con jóvenes escritores de habla alemana opuestos al comunismo. En 1979 fue despedida de su trabajo como traductora por negarse a colaborar con la Securitate, la policía secreta rumana, que a partir de entonces empezó a acosarla.

 

A consecuencia de todo ello, su primer libro, Niederungen (En tierras bajas, que puede encontrarse en España) estuvo cuatro años en un cajón de la editorial antes de publicarse censurado en 1982. Sus descripciones de la vida opresiva, intolerante y corrupta en un pueblo germanoparlante de Rumania le valieron las críticas más negativas de la prensa rumana, sin embargo, un par de años después recibió el premio Aspekte en Alemania, al mejor debut en lengua alemana del año. Un libro más reciente (1992) con temática parecida es El hombre es un gran faisán en el mundo (Der Mensch ist ein großer Fasan auf der Welt), que también se encuentra en las librerías españolas.

 

Tres años más tarde, Müler emigró a Alemania con su esposo, el escritor Richard Wagner, donde ha seguido desarrollando su carrera con novelas como Der Fuchs war damals schon der Jäger (La piel del zorro) y Herztier (La bestia del corazón), en las que relata de forma detallista la vida cotidiana en una dictadura estancada.

 

Es interesantísima la historia de los habitantes germanos de Rumania. Aunque existían poblaciones germanas anteriores, la mayoría de los sajones de Transilvania llegaron a Rumania en los siglos XII y XIII gracias a la política de colonización del rey húngaro Geza II. Ellos edificaron las ciudades más antiguas y bellas de Transilvania y edificios emblemáticos como la plaza mayor de Sibiu (Hermannstadt) o la Iglesia Negra de Brasov (Kronstadt), la catedral gótica más oriental de Europa. Precisamente hace unos meses, una conocida de Brasov  me reconocía que echaba de menos a los alemanes que se fueron en los 80 pues eran trabajadores, responsables, honestos y educados. “Ojalá nos gobernasen ahora ellos”, dijo. Müller pertenece a los suabos del Danubio, que llegaron de Baviera y Alsacia a Rumania de la mano de María Teresa de Austria, a partir del siglo XVIII,  para repoblar zonas devastadas por la guerra contra los turcos.

 

Estos alemanes sobrevivieron a tártaros, turcos, pestes, políticas asimilacionistas, a dos guerras mundiales y al castigo de la deportación de posguerra, pero no pudieron con Ceauşescu, que los vendía a la República Federal Alemana a razón de unos 5.000 € por persona. Llegó a haber más de 600.000 germano-rumanos en Rumania pero hoy sólo quedan 60.000.

 

Esta misa mañana he preguntado a un par de amigos rumanos sobre Herta Müller y no sabían nada de ella. Me ha dado mucha pena.

Lecturas para el verano

Lecturas para el verano

Se acercan las vacaciones, así que he pensado recomendaros algunos libros que he disfrutado de lo lindo. Todos ellos tratan de explicar la nueva situación internacional tras el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York y los desafíos inmediatos a los que se enfrenta Occidente.

 

América en la encrucijada (Ediciones B, 2007), de Francis Fukuyama, narra el nacimiento y desarrollo del movimiento neocon norteamericano y cómo la Guerra de Irak fue una decisión que, a pesar de lo dicho por la prensa europea, contradijo sus propios principios. Fukuyama explica su alejamiento de estas posiciones, así como su nueva postura en las política internacional: el Wilsonismo realista.

 

Robert Kagan fue uno de los ideólogos del movimiento neocon y actualmente es asesor del candidato republicano John McCain. En su libro El retorno de la historia y el fin de los sueños (Taurus, 2008) describe cómo, tras la derrota del comunismo, el mundo se enfrenta a una nueva batalla entre la democracia liberal y la autocracia. Especialmente interesantes son sus comentarios sobre las futuras líneas de fractura política y los posibles escenarios a los que se enfrentan los “dos Occidentes” (el débil, representado por Europa, y el fuerte, representado por Estados Unidos).

 

Finalmente, una visión más europeísta de la política internacional y de las consecuencias de la Guerra de Irak la aporta el filósofo e historiador búlgaro, Tzvetan Todorov, en su obra de 2003 El nuevo desorden mundial. Todorov disecciona las políticas de fuerza de los Estados Unidos, la actitud europea ante los conflictos y propone a la clase política una nueva forma de relaciones internacionales basada en la diplomacia, aunque sin renunciar a la disuasión militar.