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La forja de la nación rumana (I): Introducción

La forja de la nación rumana (I): Introducción

Más allá de la interesantísima historia medieval rumana, a la que quiero dedicar mi atención en un futuro inmediato, mediante esta serie de entradas pretendo dar una pincelada sobre el nacimiento del espíritu nacional del pueblo rumano, que culminó con la formación del Principado de Rumania en 1859.

La etnogénesis del pueblo rumano ha ocupado desde antiguo sesudos capítulos en los libros de historia de Rumania. Sin entrar en detalles, el origen de los rumanos podemos encontrarlo en las comunidades dacias romanizadas que, tras la invasiones eslavas del siglo VI, se refugiaron en las tierras altas y en los valles de difícil acceso de las cordilleras carpáticas. Durante siglos, los vlacos bajaron a las llanuras y se mezclaron con los sucesivos pueblos invasores – eslavos, hunos, ávaros, magiares, pechenegos y cumanos – dando lugar a un pueblo feudal, conformado con elementos culturales diversos pero con la lengua latina como principal aglutinante.

Los rumanos transilvanos, que convivían con elevados porcentajes de población húngara, sajona y székely (habitantes de origen muy discutido aunque próximos a los húngaros), cayeron pronto bajo la dominación húngara. En las regiones de Valaquia y Moldavia, la nobleza boyarda estuvo bajo soberanía búlgara, de los janes cumanos y tártaros y de los reyes de Hungría y Polonia hasta que, a mediados del siglo XIV, pudieron constituir sendos principados. Debido a la imparable presión otomana, Valaquia en 1476 y Moldavia en 1503 acabaron rindiendo vasallaje al sultán.

Tras la caída de Transilvania en manos turcas a comienzos del siglo XVI, los tres territorios se mantuvieron vasallos de Estambul y sólo durante el breve reinado de Miguel el Valiente (1593 – 1601) formaron una entidad política común (encabezando esta entrada, un retrato de Miguel del Valiente). Los príncipes, que recibían el título civil de hospodar y el militar de voivoda, eran teóricamente elegidos por el alto clero y por los boyardos, aunque gobernaban por delegación del sultán. Tanto el alto clero como los nobles boyardos acumulaban un enorme poder y tenían sometida a una dura servidumbre una gran masa campesina. El gobierno otomano vendía los cargos públicos, cobraba impuestos desmesurados, imponía unas relaciones comerciales desfavorables para los rumanos y se aseguraba su presencia militar en la zona a través del control de los puertos fluviales de Braila, Giurgiu y Turnu-Mâgurele, así como en la región costera de Moldavia.

1 comentario

Abu Gloria -

Muy interesante y documentado, como siempre.