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Un esquiador inesperado

Ocurrió hace un par de días en la estación de esquí de Predeal, cercana a la ciudad de Brașov, en Transilvania. Un esquiador madrugador se deslizaba en solitario por la pista llamada Clăbucet cuando un oso apareció entre los árboles y empezó a perseguirlo.

Otros esquiadores, que ascendían a la cima de la pista por el teleférico, empezaron a gritar para alertar al esquiador, que inicialmente no lo había visto, con frases como “¡Más rápido, más rápido! ¡Vamos, un oso te está persiguiendo!” o “¡Por Dios, no mires atrás!”.

Como se aprecia en el vídeo adjunto, el esquiador, aterrado, chillaba ante la cercanía del animal, tratando de no perder el equilibrio y, finalmente, se deshizo de su mochila para distraerlo. Cuando alcanzó la bolsa, el oso abandonó su persecución buscando comida en su interior. Poco después, volvió a perderse en el bosque.

¡Menudo susto!

La endémica corrupción del sistema sanitario rumano

La endémica corrupción del sistema sanitario rumano

En cierta ocasión escribí una entrada sobre el inaudito coste económico de nacer en Rumania, país que, por cierto, encabeza el triste ranking europeo de la tasa de mortalidad materna (27 madres fallecidas / 100.000 niños nacidos vivos) y es segundo, detrás de Bulgaria, en el de la tasa de mortalidad infantil (11 muertes / 1.000 nacimientos normales). La entrada cosechó algunas críticas e incluso un lector anónimo me acusó, simple y llanamente, de mentir a sabiendas debido a un supuesto sentimiento de superioridad.

La realidad es muy tozuda y suele ocurrir que, por mucho que se oculte con peregrinos argumentos, acaba saliendo a flote. Hace unos días, la Escuela Nacional de Estudios Administrativos y Políticos de la Facultad de Ciencias Políticas de Bucarest presentó públicamente un estudio titulado “Los bucarestinos y la sanidad”, sobre la salud de los ciudadanos de la capital y del sistema sanitario que debe cuidar de ellos.

De acuerdo con una encuesta, realizada entre mayo y junio de 2013 en el marco del citado estudio, la salud es la principal preocupación de los bucarestinos (26%), seguida del futuro de sus hijos (22%) y del nivel de sus ingresos (13 %). Un 34 % de los habitantes de Bucarest va frecuentemente al médico y recibe algún tipo de tratamiento, un 31 % asiste, al menos, una vez cada 3 meses y el resto lo hacen un par de veces al año o menos.

Entre los encuestados, el 22 % reconoce que siempre ofrece pequeñas atenciones, obsequios o dinero (cantidad que en rumano se conoce como șpagă) al médico que debe atenderle con el objetivo de ser atendido de un modo diferenciado respecto al resto de enfermos, el 18 % lo hace porque considera que el personal sanitario está mal pagado, un 5 % lo hace por motivos indeterminados, un 20 % afirma no hacerlo nunca y el resto o bien no sabe de qué le hablan o prefiere no contestar.

Sea como fuere, a partir de las confesiones de los encuestados - que afirman dar una media de 866 lei por intervención médica -, los responsables del estudio han calculado que los bucarestinos, además de contribuir con sus impuestos al sistema sanitario, pagan anualmente unos 25 millones de euros contenidos en sobres que médicos, enfermeras, asistentes, anestesistas, etc. introducen directamente en sus bolsillos sin pudor alguno. Extrapolando estos datos a nivel nacional, es fácil calcular que los rumanos contribuyen cada año con una mordida de 250 millones de euros para la sanidad nacional, lo que supone un 1,5 % del PIB del país.

 Aunque la corrupción es pública y no afecta únicamente a la sanidad rumana - otro día hablaré del sistema educativo -, el sufrido enfermo no tiene herramientas sencillas para denunciar los abusos, por tanto, se han multiplicado las plataformas de ciudadanos concienciados que, aprovechando las posibilidades que ofrecen Internet y las redes sociales, se atreven a señalar, con nombres y apellidos, a ladrones, sinvergüenzas y embusteros. Una de las más recientes y populares es la web Piața de șpagă, que permite a los denunciantes situar sobre un mapa de Rumania interactivo el lugar del delito, el nombre del receptor del soborno, la cantidad acordada y el motivo.

El primer paso para resolver un problema es reconocerlo. Penosamente, el Gobierno está tomando las primeras medidas punitivas, sin embargo, el camino es largo y hace falta el concurso de todos los rumanos para denunciar y acabar con los abusos.

Imagen extraída de 9 AM News


Tertuliano

Tertuliano

Por una de esas carambolas que da la vida, a la que este blog no ha sido ajeno, hoy tenido el placer de participar como tertuliano en el programa Fabrica de Realitatea TV que, en plenos fastos por el Día Nacional de Rumania, ha dedicado un espacio a los extranjeros que residimos en Bucarest.

Junto a Doreen Garrigan, profesora de la Escuela Americana de Bucarest, y Naim Barbar, director de la Cambridge School of Bucarest, hemos comentado lo que nos trajo a trabajar a este país, aquello que nos gusta y aquello que nos desespera, sobre nuestra vida cotidiana e incluso sobre la turbulenta escena política.

Ha sido una interesantísima experiencia que, la verdad, no me importaría repetir.

El programa puede verse completo en el siguiente enlace (clickar sobre Astazi, ora 15:15 o sobre Sambata, 1 Decembrie, ora 15:15 si se ve a partir de mañana)

http://www.realitatea.net/emisiuni/fabrica.html

Caso (casi) resuelto

Caso (casi) resuelto

Como expliqué hace unos días, el año ha empezado con un robo en nuestra oficina, perpetrado por uno o varios cacos que se llevaron dos portátiles y nos dejaron un montón de chatarra a cambio.

Los policías que nos visitaron, poco predispuestos al esfuerzo físico y mental, prefirieron que nosotros mismos resolviésemos el asunto visionando las cintas de seguridad de la finca “por si veíamos algo sospechoso”. Evidentemente, desistimos antes de empezar, sin embargo, nuestro aguerrido administrador, el Sr. Assad Hussien, un enorme, simpático y bonachón sudanés, se ha pasado desde entonces analizando las grabaciones hasta darnos una respuesta.

El autor del robo, apodado El Lengua - en la imagen, entrando en el edificio para perpetrar su hazaña -, es un sujeto bien conocido en el barrio. Al parecer, se ganó el mote cuando, escapando precipitadamente tras robar una televisión, tropezó y se arrancó la lengua de un inoportuno mordisco. Las cámaras de seguridad del vestíbulo lo registraron entrando en edificio la noche del 2 de enero, algo después de las cuatro de la mañana. Tras abrir la puerta en modo clásico, es decir, con una ganzúa, se le ve entrar tranquilo, vestido con un anorak de color azul cielo, unas bambas a juego y con las manos en los bolsillos.

Intentó primero apagar las cámaras del edificio desde el cuadro eléctrico de la finca, sin embargo, la maraña de interruptores, cables, fusibles y demás zarandajas eléctricas lo desanimaron pues no sabía dónde tocar. Subió decidido las escaleras, tanteó varias puertas y consiguió entrar en algunos pisos, con el resultado que ya conocemos. Salió unos 45 minutos después, abrazando nuestros ordenadores, y se topó con algunos transeúntes madrugadores que lo reconocieron, según le han dicho al Sr. Assad.

La policía ha sido informada por nuestro administrador, quien les ha proporcionado también fotografías, grabaciones y un estudio del tiempo que pasó el caco en el edificio, sin embargo, el Sr. Hussien cometió el error de denunciar el asunto el sábado pasado, día en el que, según los agentes, no se producen detenciones por mucho que conozcan perfectamente el paradero del autor de un delito.

-         Si usted sabe quién es y dónde está, métalo en el maletero de su coche, llévelo al bosque y déle una paliza – sugirieron al Sr. Hussien los custodios de la seguridad bucarestina, apelando a su formidable envergadura y guiñándole convenientemente el ojo.

Ahora sí creo que acaba este episodio, cuyo epílogo los constituyen dos ordenadores en falta, un par de conocidos más – el amable Sr. Hussien, al que no había tenido la oportunidad de saludar, y El Lengua – y un poco menos de respeto hacia la policía de ésta, nuestra ciudad.

Una de polis y cacos

Una de polis y cacos

Hemos empezado el año con el pie ligeramente cambiado en la oficina pues, en un momento indeterminado entre el 29 de diciembre y el 2 de enero, unos cacos entraron por la puerta de atrás – que, todo sea dicho, se abría fácilmente con un poco de ganas – y se hicieron con un par de portátiles. Hasta aquí todo normal, dentro de las penosas circunstancias, sin embargo, muchos son los detalles del asunto que vale la pena destacar.

Los rateros se llevaron los ordenadores sin cables ni ratones y, a cambio, nos dejaron el producto del robo en otros pisos, esto es, un par de grifos de acero de un peso extraordinario, un manojo generoso de cables retorcidos y, ¡pardiez!, varias cámaras de seguridad arrancadas de cuajo de su lugar de vigilancia. Abrieron algunos cajones y circularon libremente por las habitaciones del despacho, sin embargo, renunciaron al dinero en efectivo, a otros portátiles, ordenadores de mesa, móviles, impresoras, faxes y muchos otros cachivaches de valor. Posiblemente, algún vecino los vio por las enormes ventanas del patio interior y salieron por piernas, con lo puesto, es decir, con los desafortunados portátiles y dejando atrás el tesoro sustraído en otras viviendas.

El vodevil empezó sin nuestra presencia, aunque afortunadamente siguió con la llegada de la policía. Al poco de descubrir el hurto, llamamos al número de emergencias y raudos se presentaron dos agentes del sector, con tantos años de experiencia como kilos de más en sus espléndidas barrigas, de mirada atenta y perspicaces comentarios. Atendieron a nuestras escasas explicaciones – al fin y al cabo, no estábamos presentes durante los hechos – e inmediatamente llamaron a dos nuevos agentes – esta vez, jóvenes féminas uniformadas – que nos dictaron nuestra propia declaración, escrita de nuestro puño y letra en cinco largas páginas. Tras ellas, llegó el CSI bucarestino y llenó de polvo delator los rincones más insospechados en busca de las huellas de los infractores (temo ser detenido, la verdad).

En estas estábamos cuando el amable administrador subió a nuestro piso y anunció orgulloso la buena nueva: “El edificio tiene circuito cerrado y tenemos grabadas las entradas y salidas durante los días en que pudo cometerse el robo”. Un hilo de esperanza se iluminó en nuestros corazones, quizás los ordenadores pródigos regresarían al fin junto a nosotros, pero la noticia no pareció alegrar a los guardias, que respondieron con un sonoro resoplido:

-          Vaya, bueno, si acaso ya se lo pediremos oficialmente, con una carta oficial y eso… Mientras, pueden ir viéndolo ustedes y, si descubren algo sospechoso, ya nos enviarán la cinta.

No sé qué esperarían que viésemos, quizás algún tipejo vestido con traje de rayas arrastrando una bola metálica encadenada al pie o un enmascarado justiciero, ataviado con capa y espada. Ya aburridos, preguntamos:

-          ¿Qué hacemos con lo que han dejado?

Y, tan cortos como perezosos, respondieron:

-          Tírenlo a la basura, nadie lo reclamará.

El epílogo de la historia es una puerta nueva cuyas dimensiones no coinciden exactamente con el hueco que tiene que cerrar y cuyos espacios vacíos han sido cubiertos por los técnicos con una espuma que debe ser tan aislante como defensiva.

Dios nos pille confesados.

Sobre el tráfico de armas en estos lares

Sobre el tráfico de armas en estos lares
Las películas nos han enseñado cómo, tras el desmantelamiento de la Unión Soviética, los malos acuden a supermercados perdidos en las montañas del Cáucaso o en los extensos bosques siberianos para comprar armamento de saldo ofrecido por generales rusos corruptos reconvertidos en mafiosos. Por suerte, los satélites espías del MI6 o de la CIA siempre tienen sus ojos puestos sobre ellos y, en el momento de mayor efervescencia especulativa, aparece James Bond, Bruce Willis o cualquier otro héroe para solventar el entuerto con una ensalada de tiros, algunas oportunas cabriolas y una gran dosis de suerte y adrenalina.
 
En Rumanía andamos escasos de héroes de semejante calibre, así que la prensa y los políticos sólo discuten sobre el misterioso robo que tuvo lugar en un tren que partió desde Brasov a finales de la semana pasada. El convoy llevaba 27 vagones, ocho de los cuales transportaban material militar, por lo que estaba custodiado por 10 gendarmes. Después de pasar la noche del viernes en la ciudad transilvana, el tren se dirigió hacia Giurgiu, camino de Sofía. Poco antes de llegar a la ciudad junto al Danubio, el tren se detuvo ilegalmente para que los conductores cargasen 70 litros de diésel que pensaban pasar de contrabando a Bulgaria mientras los diez oficiales de la policía encargados de vigilar el vehículo se reunieron en el primer vagón para ver la tele. De este modo, cuando el tren llegó finalmente a la frontera, unos operarios se percataron de que uno de los vagones había sido forzado, el sello estaba roto y la puerta no estaba correctamente cerrada.
 
Al comprobar qué había ocurrido, constataron horrorizados que alguien había robado 4 cajas con 64 ojivas de proyectiles de 122 mm para ser usados en lanzamisiles múltiples sobre plataforma móvil Grad, de marca rusa. Las ojivas, compuestas de material explosivo y un detonador, constituyen la parte delantera de misiles o cohetes usados normalmente para destruir vehículos o edificios o para dispersar material químico o biológico y, aunque por sí solas no constituyen un peligro, ensambladas en un misil pueden causar mucho daño.
 
En un primer momento, para tranquilizar al personal, el portavoz de la gendarmería dijo, precisamente, que sin acoplarlas a un proyectil no tenían ninguna utilidad, mientras que el comité de defensa del Parlamento rumano aseguró que, probablemente, los ladrones no tenían ni idea de lo que habían robado y que posiblemente sólo buscaban chatarra. Poco después se anunció a bombo y platillo que las ojivas iban descargadas y, curiosamente, poco después las 4 cajas aparecieron ayer en Gara de Nord, aparentemente intactas.  
 
No es la primera vez que desaparecen armas en Rumanía. En enero del año 2009, el depósito de la Unidad técnica militar de Ciorogarla fue asaltado por unos intrusos que se llevaron un montón de ametralladoras AKM y pistolas Carpati y TT, además de algunas bayonetas y prismáticos. Finalmente se detuvo a los ladrones, miembros de la familia mafiosa Preda, constantemente involucrada en tráfico de drogas y de armas, en robos y asesinatos.
 
Si me preguntan, creo que los cacos no buscaban únicamente metal para venderlo a peso pues del tren en cuestión no se llevaron nada más que las ojivas y fueron directamente al vagón que las alojaba. Posiblemente, cuando comprobaron que estaban descargadas, decidieron abandonarlas en un lugar público para interrumpir la intensa búsqueda de la policía y el Ejército. Sea como fuere, esta vez hemos tenido un final feliz sin la intervención de ningún héroe de acción, sin embargo, también hemos comprobado con un escalofrío cómo unas armas tan potentes pueden ser fácilmente robadas y acabar cayendo en manos de algunos de los muchos desaprensivos que pueblan el mundo más allá de las pantallas de cine.

Lo último del Ejército Soviético

Lo último del Ejército Soviético

Hace unos días, la estatua que recuerda en Sofía la victoria de las tropas soviéticas sobre la Wehrmacht y sus aliados en territorio búlgaro en 1944, ha aparecido reinterpretada con un estilo muy pop que no ha acabado de gustar a un sector de la población búlgara.

Con nocturnidad, el pasado domingo uno o varios artistas locales no identificados pintaron el monumento de modo que los soldados soviéticos se convirtieron personajes como Superman, Batman, Robin, Papá Noel, Joker, Capitán América o Wonder Woman. Para mayor escarnio de los pro-soviéticos, la bandera roja ha sido reconvertida en la bandera de las barras y estrellas. Bajo la impactante escena de los superhéroes, alguien ha escrito: “Moviéndose con los tiempos”.

El lunes por la mañana ya existía un grupo de Facebook con 1.700 miembros que proponían conservar la obra de arte, sin embargo, el ayuntamiento ha anunciado para mañana el inicio de las labores de limpieza.

Por mi parte, ¿qué quieren que les diga? Empleando una afirmación típicamente facebookiana diría: Me gusta.

 

El misterio de los estorninos muertos

El misterio de los estorninos muertos

Rumanía no podía ser menos en lo que a fenómenos extraños se refiere, así que el pasado sábado varios residentes de Constanţa, en la costa del Mar Negro, denunciaron a la policía que decenas de estorninos se habían precipitado muertos contra el suelo, repitiéndose así el misterioso suceso que hace unos días asombró a Estados Unidos y Suecia.

El temor a la gripe aviar – que afectó a muchas localidades rumanas entre 2004 y 2006 - hizo que el jefe de la autoridad veterinaria de la ciudad, Romeu Lazar, ordenase la inmediata autopsia de las aves. Cruzando los dedos, los médicos tomaron 5 cadáveres y les abrieron las tripas comprobando, sorprendidos, que se hallaban repletas de hollejos de uva, un subproducto de la producción de vino.

Durante el crudo invierno rumano, los alimentos escasean por lo que los pájaros habían picoteado los orujos sobrantes de una bodega cercana que produce el delicioso vino Murfatlar. Al parecer, los hollejos estaban impregnados en alcohol y las aves, poco acostumbradas a las bebidas espiritosas, acabaron sucumbiendo en pleno vuelo.

El misterio no tenía relación ni con tormentas, ni con cables eléctricos ni con el estrés aviar, simplemente los estorninos llevaban una turca monumental.