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Bucarestinos

¿Qué está pasando en Rumania? ¡Estallido y victoria!

¿Qué está pasando en Rumania? ¡Estallido y victoria!

Como recordarán mis pacientes lectores, hace unos días escribí sobre la fallida candidatura de Sevil Shhaideh al cargo de Primer Ministro de Rumania. Ante la inesperada posición de Iohannis, el PSD, con el ínclito Liviu Dragnea a la cabeza, optó por proponer un nuevo candidato, Sorin Grindeanu, un Matemático especializado en Informática, antiguo Ministro de Comunicación, que fue rápidamente aceptado por Iohannis e invitado a formar gobierno. Grindeanu es un hombre de partido que, gracias al amparo del líder socialdemócrata, Ilie Sârbu, ascendió desde la organización juvenil del partido en Timiș hasta la presidencia del Consejo Regional. Su asalto al puesto de Primer Ministro no tenía, sin embargo, un mentor tan evidente, aunque sin duda era un hombre del agrado de la élite del PSD, con Dragnea a la cabeza.

Tras pocos días de echar a andar, el Gobierno amagó con una modificación del código penal que, aparentemente, beneficiaría a miembros del PSD acusados o condenados por corrupción. Mucho se habló durante días sobre el tema, la calle se fue calentando y las manifestaciones empezaron a sucederse, con decenas de miles de ciudadanos protestando a pesar de las gélidas temperaturas. A pesar de ello, repentinamente, con alevosía,  nocturnidad y evitando cualquier debate en el Parlamento, la noche del 31 de enero se publicó la Ordenanza de Urgencia 13/2017, que modificaba tanto el Código Penal como el Código de Procedimiento Penal.

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Con la mirada atónita, clavados ante el televisor mientras cenaban, los rumanos comprobaron cómo el gobierno socialista había promulgado una ordenanza que, de fapto, despenalizaba el nepotismo y los delitos de corrupción con un montante inferior a 44.000 €, reducía drásticamente penas, obligaba al cierre de expedientes abiertos y amnistiaba a una serie de delincuentes ya encarcelados. Por poner un ejemplo y para que mis lectores españoles entiendan bien el alcance del asunto, es como si, tras ganar las elecciones de diciembre, el PP hubiese promulgado velozmente una ley para liberar y exonerar a los implicados en la trama Gürtel.

Y volviendo a Rumania, ¿a quién beneficiaba esta ordenanza de urgencia? No entraré en demasiados detalles, pues entiendo que mis lectores no están familiarizados con la política rumana, pero si uno repasa los nombres que menciono en mi entrada anterior sobre política, algunos personajes favorecidos les sonarán familiares. El primero de todos, Liviu Dragnea, que evitaría un caso de malversación de caudales públicos por valor de unos 25.000 €. Nicuşor Constantinescu, mentor de la rechazada Sevil Shhaideh, quedaría exonerado de un caso de abuso en servicio cuyo perjuicio para el estado se ha evaluado en 2,5 millones de euros. También varios inculpados por la tragedia del incendio del Club Colectiv, con el alcalde del sector a la cabeza, Cristian Popescu Piedone, serían automáticamente perdonados. La lista continua y sus delitos ascienden a decenas de millones de euros, pero no quiero aburrir al lector.

Manifestaţii în Piaţa Victoriei (Foto: arhivă AFP/Daniel Mihăilescu)

Sea como fuere, la indignación corrió como la pólvora por las redes sociales y, gracias a una sociedad civil que cada día tiene más fuerza, se sucedieron las concentraciones en toda Rumania, siendo las de Bucarest las más numerosas, con centenares de miles de personas agolpadas frente de la sede del Gobierno, en la céntrica Piața Victoriei. Durante 4 días, el pulso ha sido intenso pero los manifestantes no se han acobardado, siendo cada día más constantes, numerosos y más originales en sus reclamaciones, incluyendo alusiones a Juego de Tronos o La Guerra de las Galaxias, enormes mensajes proyectados en los edificios circundantes, protestas matutinas protagonizadas por familias con niños o desfiles de peleles de los líderes socialistas ataviados como presos. El momento culminante de la manifestación ocurrió, quizás, el día 3 por la noche cuando, a las 22.00 h en punto, tras un silencio sepulcral, los presentes entonaron al unísono el himno nacional de Rumania. Por su parte, el presidente Iohannis intentó frenar la aplicación de la ordenanza en el Tribunal Constitucional, aunque ya se sabe que los tiempos de la justicia son demasiado lentos, especialmente cuando las pasiones están tan encendidas.

Cinco días después de intensas manifestaciones, Grindeanu apareció nervioso ante las cámaras para anunciar que, junto a sus ministros y miembros del Tribunal Constitucional y del Consejo Superior de la Magistratura, iba a encontrar una solución para evitar que las disposiciones de la polémica ordenanza entrasen en vigor e informar que se iba a reunir con el resto de partidos para tramitar un proyecto de ley con mayor consenso. La Piața Victoriei estalló de júbilo, hubo gritos de alegría, abrazos y algunas lágrimas, aunque pasada la euforia inicial, la mayoría de los allí presentes o de los que los apoyan todavía recelan de las intenciones del Gobierno por lo que, mientras escribo estas líneas, todavía se congregan alerta 150.000 personas frente a la sede del Gobierno.

A pesar de la victoria, las espadas siguen en alto.

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