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Bucarestinos

Una de polis y cacos

Una de polis y cacos

Hemos empezado el año con el pie ligeramente cambiado en la oficina pues, en un momento indeterminado entre el 29 de diciembre y el 2 de enero, unos cacos entraron por la puerta de atrás – que, todo sea dicho, se abría fácilmente con un poco de ganas – y se hicieron con un par de portátiles. Hasta aquí todo normal, dentro de las penosas circunstancias, sin embargo, muchos son los detalles del asunto que vale la pena destacar.

Los rateros se llevaron los ordenadores sin cables ni ratones y, a cambio, nos dejaron el producto del robo en otros pisos, esto es, un par de grifos de acero de un peso extraordinario, un manojo generoso de cables retorcidos y, ¡pardiez!, varias cámaras de seguridad arrancadas de cuajo de su lugar de vigilancia. Abrieron algunos cajones y circularon libremente por las habitaciones del despacho, sin embargo, renunciaron al dinero en efectivo, a otros portátiles, ordenadores de mesa, móviles, impresoras, faxes y muchos otros cachivaches de valor. Posiblemente, algún vecino los vio por las enormes ventanas del patio interior y salieron por piernas, con lo puesto, es decir, con los desafortunados portátiles y dejando atrás el tesoro sustraído en otras viviendas.

El vodevil empezó sin nuestra presencia, aunque afortunadamente siguió con la llegada de la policía. Al poco de descubrir el hurto, llamamos al número de emergencias y raudos se presentaron dos agentes del sector, con tantos años de experiencia como kilos de más en sus espléndidas barrigas, de mirada atenta y perspicaces comentarios. Atendieron a nuestras escasas explicaciones – al fin y al cabo, no estábamos presentes durante los hechos – e inmediatamente llamaron a dos nuevos agentes – esta vez, jóvenes féminas uniformadas – que nos dictaron nuestra propia declaración, escrita de nuestro puño y letra en cinco largas páginas. Tras ellas, llegó el CSI bucarestino y llenó de polvo delator los rincones más insospechados en busca de las huellas de los infractores (temo ser detenido, la verdad).

En estas estábamos cuando el amable administrador subió a nuestro piso y anunció orgulloso la buena nueva: “El edificio tiene circuito cerrado y tenemos grabadas las entradas y salidas durante los días en que pudo cometerse el robo”. Un hilo de esperanza se iluminó en nuestros corazones, quizás los ordenadores pródigos regresarían al fin junto a nosotros, pero la noticia no pareció alegrar a los guardias, que respondieron con un sonoro resoplido:

-          Vaya, bueno, si acaso ya se lo pediremos oficialmente, con una carta oficial y eso… Mientras, pueden ir viéndolo ustedes y, si descubren algo sospechoso, ya nos enviarán la cinta.

No sé qué esperarían que viésemos, quizás algún tipejo vestido con traje de rayas arrastrando una bola metálica encadenada al pie o un enmascarado justiciero, ataviado con capa y espada. Ya aburridos, preguntamos:

-          ¿Qué hacemos con lo que han dejado?

Y, tan cortos como perezosos, respondieron:

-          Tírenlo a la basura, nadie lo reclamará.

El epílogo de la historia es una puerta nueva cuyas dimensiones no coinciden exactamente con el hueco que tiene que cerrar y cuyos espacios vacíos han sido cubiertos por los técnicos con una espuma que debe ser tan aislante como defensiva.

Dios nos pille confesados.

4 comentarios

Luis -

En mi caso, fue peor. Nos robaron al director de nuestra oficina, pero luego lo devolvieron. Trágico.

Cesar -

Bueno, Carlos y Maria,,, a expensas de que os enfadeis conmigo os dire que,,, los portatiles son portatiles para eso, para no dejarlos en la oficina... :-)

AMA Gloria -

¡Como veo por Cesar: "En todas partes cuecen habas", de modo que AJO Y AGUA!

Cesar -

En fin,,, no os preocupeis, como ya sabeis a mi me destrozaron la luna trasera del coche con un extintor y se llevaron todo... incluido el ordenata... el primer mes en Londres!!!