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De iconografía bizantina

De iconografía bizantina

Permítame el lector profundizar un poco sobre la naturaleza de la iconografía bizantina para ilustrar, más si cabe, el significado de la entrada anterior.

Tras el período iconoclasta que sacudió al Imperio bizantino entre 726 y 843, el triunfo de la ortodoxia cambió la naturaleza de los iconos, dedicados a partir de entonces a profundizar en el mensaje teológico y a garantizar la difusión del dogma ortodoxo, e inauguró una época dorada de la iconografía centrada en la autoridad victoriosa de Cristo y María.

De este modo, además  de la imagen de Cristo situada en la cúpula de los templos, es habitual en iglesias urbanas y monásticas que el semicírculo absidal acoja la imagen divina o una representación de María Theotocos, con gesto protector u orante y bien con el Niño de frente o sobre el brazo derecho (María Hodigitria).

La postura iconoclasta de los emperadores León III y Constantino V, que pretendía restablecer la autoridad imperial en el terreno religioso, fue rápidamente contestada, sobre todo, por los monjes de los monasterios de Constantinopla, sin embargo, fueron los cristianos que habitaban en los territorios ocupados por los musulmanes quienes más libres se sintieron para expresar su opinión. Precisamente de entre ellos surgió Juan Damasceno, nacido en Damasco en 675, autor de la Sacra Paralela, un texto litúrgico ilustrado con un total de 1.658 miniaturas que constituyen un manifiesto sobre el valor de la imagen.

Poco antes del período iconoclasta, la religiosidad popular había adquirido matices idolátricos de modo que los iconos se identificaban con un mundo sobrenatural que les otorgaba energía divina y capacidad milagrosa. Al finalizar la etapa iconoclasta, los iconos, lejos de cualquier forma de idolatría, se enraizaron en una sólida teología, siendo el resultado de las discusiones de los doctores de la Iglesia y de disposiciones doctrinales que establecieron un esquema iconográfico que todavía hoy cumple las funciones de la imagen y que le otorgan autoridad didáctica, alegórica, mística, litúrgica y artística.

En el icono no se adoran la madera y los colores, sino lo que representan, en un recorrido desde lo visible hasta lo invisible, desde lo material hasta lo espiritual. Según el concepto de “copia” que caracteriza el arte cristiano antiguo y medieval, la autenticidad de una imagen depende de su similitud con el original. La autenticidad del icono como copia (o copia de una copia) demuestra la verdad de la Encarnación, basada en el testimonio escrito de los Evangelios y en la tradición de los iconos como fiel reproducción de los rasgos físicos de Jesús, María y los santos. Los iconógrafos, pintores o musivaras, se atienen a las normas establecidas en el Segundo Concilio Ecuménico de Nicea (787) – centrado en resolver la controversia iconoclasta - y a los manuales de pintura que establecen modelos muy precisos de acuerdo el pensamiento de los Padres de la Iglesia; de este modo, cualquier detalle como la postura del cuerpo, el movimiento de una mano, el color del vestido o cualquier edificio tienen un significado exacto por lo que el artista debe seguir fielmente los modelos.

Perturbando la tradición bizantina, en el icono de San Elefterie, el padre Boca alteró siglos de rigor iconográfico al modificar los colores de la túnica de Cristo niño, dándole a su acción un profundo significado que salta en seguida a la vista de los espectadores habituados a la rigidez de la iconografía oriental.

1 comentario

Aba Inma -

Despues de leer tus explicaciones, aún me parece mas interesante el padre Boca que pasó por alto tantas normas para manifestarse.
Cuando viaje a Bucarest entraré en la iglesia de San Eleuterio para ver la imagen.