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Bucarestinos

La flamante nueva terminal de Otopeni

La flamante nueva terminal de Otopeni

Con tres días de retraso respecto al boato oficial y sin tanta alharaca, la semana pasada estrené la nueva terminal del Aeropuerto Henri Coanda de Bucarest (también llamado Otopeni) que, tras dos años en obras y una factura de 60 millones de euros, ha quedado verdaderamente niquelada y adaptada a los estándares del espacio Schengen. Aunque muchos lo duden, en Rumanía todo cambia, aunque en ocasiones sea a una velocidad exasperante.

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La nueva terminal ha pasado de tener 9 puertas de embarque a tener 24, de modo que el número de pasajeros podrá aumentar desde los 4,5 millones anuales a más de 6. Alguien ha dicho que en 2030 el número de pasajeros superará los 27 millones (¿!), por lo que me temo que, de cumplirse las expectativas del visionario analista de transporte, la terminal quedará pequeña muy pronto.

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Sea como fuere, la nueva terminal impresiona y, sobre todo, contrasta con la que existía hasta el mes pasado. De un edificio de estética aburrida y más bien oscura, con espacios casi angostos para un aeropuerto, se ha pasado a una terminal original, espaciosa y con muchísima luz. Los arquitectos han incluido, además, un piso-mirador desde donde contemplar cómodamente los despegues y aterrizajes, cosa que hará las delicias de mis hijos cuando volvamos a viajar (¡Gracias, majos!).

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Las escasas, poco surtidas y amontonadas tiendas de antaño han dado paso a otras mucho más modernas, con licores, tabaco, productos tradicionales (los inenarrables souvenirs de siempre continúan allí, ¡tranquilos!), ropa, algún libro y colonias para los viajeros olvidadizos. Además, los dos minúsculos bares enfrentados que surgían entre las puertas de embarque, se han visto más que superados por otros de estética futurista – donde se sirve, entre otras muchas cosas, langosta, caviar, champagne francés y cruasanes a precios exorbitantes – e incluso por un Burger King.

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Estuve un buen rato paseando por la nueva terminal, pude comprobar que aún faltan algunos asientos para los pasajeros que ahora esperan de pie para embarcar y que la policía de fronteras, en un grupo como si de un colegio se tratase, todavía recibía algunas instrucciones, sin embargo, la sensación fue de un trabajo muy bien hecho.

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Finalmente me senté a leer mientras esperaba la salida de mi avión, escogí el bar más curioso y, cuando todavía no había abierto mi libro, un pequeño murciélago revoloteó sobre mi cabeza y se posó durante unos segundos en la barra.

- Estos del Ministerio no dejan ni un detalle a la improvisación – pensé - ¡Hasta un murciélago han puesto para ambientar a los turistas!

Y allí se quedó el bicho, dando vueltas sobre el bar, hasta que me marché a tomar mi vuelo.

 

1 comentario

Abu Gloria -

Me dejas de piedra ¿será un simulacro para los turistas o se les coló un murciélago de verdad?