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Gara Filaret: la primera estación ferroviaria de Bucarest

Gara Filaret: la primera estación ferroviaria de Bucarest

En 1866, cuando Carol I fue proclamado Príncipe de Rumanía, era más fácil y seguro viajar desde Iaşi hasta Bucarest trasladándose desde la capital de Moldavia hasta Suceava - en aquel momento, situada en la Bucovina austro-húngara -, tomando un tren hacia Budapest y, desde allí, un barco por el Danubio hasta Giurgiu para finalmente alcanzar Bucarest a caballo o en una diligencia, que hacerlo directamente por las peligrosas, mal trazadas y escasamente mantenidas carreteras del Principado.

Carol I, un personaje con sólida formación académica y militar, comprendió rápidamente la necesidad de facilitar el transporte desde la capital hacia el Danubio para embarcar viajeros o mercancías rumbo al Mar Negro o al centro del continente. Con este objetivo, Carol I se implicó personalmente en la construcción de una línea de ferrocarril, la primera del país, que uniría Bucarest con Giurgiu, el puerto fluvial más cercano a la capital.

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De este modo, sólo tres años después, en octubre de 1869, se inauguró la línea Bucarest-Giurgiu y la nueva estación de tren bautizada como Gara Filaret. La estación, construida con un cierto aire victoriano temprano, tiene en su fachada una sencilla marquesina de madera sostenida por ménsulas de hierro fundido de mediados del siglo XIX. Levantada sobre planta cuadrada, desde el cuerpo central que constrituye la entrada principal se extienden dos secciones que forman con él un gran espacio abierto en el que antaño se disponían tres líneas de vías y los correspondientes andenes. Esta zona, hoy totalmente desdibujada, está cubierta por una imponente estructura metálica original con forma triangular que aparentemente se sostiene sobre arcos ciegos de medio punto.

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En diciembre de 1872, se inauguró la Gara de Nord, nueva estación que conectaba Bucarest con las principales líneas de ferrocarril del país por lo que progresivamente la Gara Filaret fue perdiendo importancia. En 1960 dejó de funcionar como estación de ferrocarril, las vías fueron desmontadas y se convirtió en una estación de autobuses.

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La Gara Filaret languidece hoy en una plaza alejada del centro de la ciudad, oculta bajo una bien intencionada capa de pintura que no le hace justicia. Se habla de que algún día se convertirá en un Museo del Ferrocarril, de que la cubierta será restaurada y de que sus antiguos andenes albergarán viejas locomotoras, fotografías, esquemas y mapas pero, de momento, sólo aloja a algunos perros callejeros, un par de puestos de pipas, a viajeros despistados y un evocador aire nostálgico que nos habla de sus buenos y viejos tiempos.

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