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¡Adiós a un superviviente!

¡Adiós a un superviviente!

El coronavirus se ha llevado a Iancu Ţucărman.

Iancu Ţucărman nació en Iași en octubre de 1922, en el seno de una sencilla familia judía muy creyente, propietaria de una tienda de comestibles en uno de los barrios hebreos de la ciudad. Durante su juventud, Iancu no se sintió distinto por su condición de judío, pues en la ciudad convivían etnias y religiones sin problemas, sin embargo, a partir del gobierno radical Goga-Cuza, establecido a finales de 1937, empezaron a publicarse decretos antisemitas en el país y el ambiente se enrareció rápidamente. Periódicos considerados judíos, como Adevărul o Dimineaţa, entre muchos otros, fueron cerrados, se produjeron numerosos despidos de judíos en agencias públicas, se despojó de nacionalidad rumana al 36 % de la población judía del país y se multiplicaron las agresiones y las persecuciones. Fue en uno de esos asaltos, a principios de 1939, cuando Ţucărman tomó conciencia de la situación.

Iancu Ţucărman, con sus padres y sus 3 hermanas, antes de la guerra

El 22 de junio de 1941, la Rumanía del Conducator Antonescu entró en la Segunda Guerra Mundial como aliada de la Alemania nazi y, sólo dos días después, los soviéticos bombardearon Iași. Las fuerzas antisemitas de la ciudad, legionarios, ultraderechistas cristianos y miembros del Ejército, desataron una campaña contra los judíos acusándolos de colaboracionistas. El día 26 de junio, las autoridades locales sugirieron que los cristianos pintasen cruces en las fachadas de sus casas y algunos judíos fueron detenidos para cavar grandes fosas en el cementerio hebreo. La noche del día 28 de junio de 1941, solo una semana después de la declaración de guerra, empezó el pogromo de la ciudad. En Iași, un tercio de la población, unas 45.000 personas, eran judíos.

Para algunos, la vida continuó tranquila en Iași tras el pogromo

Soldados alemanes y rumanos, acompañados de gendarmes y civiles empezaron a asesinar a la población judía y a saquear sus propiedades. Las calles empezaron a llenarse de cadáveres, mientras grupos de judíos, en general varones y adultos, eran detenidos y trasladados a la Comisaría Central. Allí se reunieron unas 5.000 personas y, a media tarde, las tropas alemanas y rumanas dispararon contra ellos indiscriminadamente. Más de 1.000 personas fueron exterminadas con el pretexto de ser judeo-comunistas. Poco tiempo después, las autoridades decidieron expulsar de la ciudad a los supervivientes, trasladándolos a la estación de ferrocarril, donde serían internados en dos trenes. Ţucărman y su padre fueron dos de los integrantes de la tristemente famosa expedición de los “trenes de la muerte”.

Uno de los dos trenes de la muerte, en una parada en Targu-Frumos

Encerrados en vagones atestados, sin ventilación ni agua en pleno verano, el viaje duró 6 agónicos días. Ţucărman describe un vagón infernal, con gente desnuda por el calor, chillando y llorando, enloquecida por la sed y el hambre, golpeándose unos a otros hasta la muerte, con el suelo repleto de cadáveres. Cuando llegaron a Podul Iloaiei, unas 2.600 personas habían muerto. En el pogromo de la ciudad perecieron entre 8.000 y 13.000 personas. Ţucărman y su padre sobrevivieron y, curiosamente, fueron devueltos a Iași sólo unos meses después. El resto de la guerra, ambos fueron obligados a realizar trabajos forzosos en la Central Eléctrica o retirando nieve en invierno.

Como el mismo afirmó en alguna ocasión, Ţucărman recibió con flores a las tropas soviéticas, pero junto al resto de la población rumana, tuvo que soportar el nuevo régimen totalitario hasta su violenta caída en 1989. Durante esos años, trabajó con pasión como ingeniero agrónomo y músico. Contó su terrible experiencia en los “trenes de la muerte” a quien quiso escucharlo, especialmente a los jóvenes. Toda su vida sirvió de ejemplo de resistencia, superación y, especialmente, de generosidad, pues siempre se comportó como un hombre bueno que supo perdonar, aunque su vida tras aquella terrible experiencia siempre estuvo azotada por una profunda tristeza.

¡Descanse en paz!

Encabezando esta entrada, una de las últimas apariciones públicas de Iancu Ţucărman, durante el homenaje que le realizó la Embajada de Estados Unidos el pasado mes de noviembre.

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