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Testigos heréticos de Bucarest

Testigos heréticos de Bucarest

Paseando por Bucarest es fácil toparse con bellos edificios en estilo neorumano, decorados con barandillas, paneles esculpidos y otros elementos arquitectónicos que contienen escenas de animales en lucha cuya simbología hunde sus raíces en el Medievo.

Estas batallas son una representación artística de las tendencias dualistas propias de dos corrientes heréticas que se extendieron por los Balcanes durante la Edad Media: el paulicianismo (siglos VII a XII) y el bogomilismo (siglos X a XV). Ambas coincidían en defender la existencia de un principio del Bien, identificado con la Luz y el Espíritu, eternamente enfrentado al principio del Mal, relacionado con las Tinieblas, la Materia o con el propio Diablo (maniqueísmo). Paulicianos y bogomilios fundaron Iglesias heréticas en los territorios del Imperio Bizantino y, desde la Península Balcánica, los segundos impulsaron las Iglesias Cátaras de Occitania, de acuerdo con las actas del Concilio Cátaro de San Félix de Caraman, celebrado bajo la dirección del Patriarca bogomilo Nicetas.

El estilo neorumano, síntesis y reinterpretación de otros tantos, tomó posiblemente del románico su gusto por los bestiarios en relieve escultórico y adaptó una herejía local, profundamente arraigada entre los campesinos rumanos y en la cultura popular, para incluirla en su característico repertorio iconográfico.

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De este modo, por ejemplo, en un largo friso que embellece la fachada de una villa de la zona de Kiseleff, contemplamos la lucha entre un perro y un águila, rodeados de sarmientos, hojas de vid y separados por un racimo de uvas (ver imagen, encabezando esta entrada). En este caso, el perro se asocia al mundo inferior y a la muerte, Cerbero protector de los valores subterráneos. El águila, la más poderosa y temida de las aves, fue considerada por los primeros cristianos como símbolo de la resurrección debido a la renovación periódica de su plumaje. De acuerdo con el antiguo mito del águila pirófora, en cuanto a ave solar, el águila sería la portadora del fuego y de la luz del cielo. Posteriormente y en este sentido, el cristianismo estableció la equivalencia águila-Cristo, pues el Mesías se había proclamado a sí mismo Luz del mundo. Por su parte, el racimo de uvas es el símbolo de la Tierra Prometida (Núm., 13, 24) y de la eucaristía, mientras que los sarmientos y las hojas de vid, motivos agrarios muy generalizados en el estilo neorumano, hacen referencia a los ciclos de la naturaleza y, por extensión, al paso del tiempo.

En otra casa muy cercana, bajo las ventanas, un panel muestra a dos canes enfrentándose a sendos dragones en un escenario muy parecido al anterior.

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En este caso, el perro tiene un significado totalmente opuesto al del relieve anterior, pues representa los valores de fidelidad y colaboración con el ser humano, aunque también de vigilancia, ante el influjo del Mal, que está representado aquí por el dragón con cuerpo de serpiente, animal por excelencia relacionado con el pecado original (Gén., 3) y las fuerzas subterráneas. También aquí vemos los símbolos relacionados con la Tierra Prometida, la eucaristía y el devenir.

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No son estos los únicos ejemplos de batalla maniquea que decoran las fachadas bucarestinas, así que invito a los lectores a buscarlos y, sobre todo, a disfrutarlos.

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