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Bucarestinos

Florones bucarestinos

Florones bucarestinos

Bucarest es una ciudad para ir con la cabeza bien alta y la mirada atenta. Cada uno de los estilos arquitectónicos que embellecen Bucarest – aún cuando los edificios adolecen de una escandalosa falta de mantenimiento -  presenta unas características que invitan al paseante a no perder detalle y a descubrir montones de originales rincones, aristas, ángulos y remates.

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Entre los más insólitos elementos de la arquitectura bucarestina se encuentran los florones (finiala, en rumano), elementos decorativos inspirados en el Gótico, que adornan las cúspides de torres, cúpulas o tejados de muchos edificios neo-rumanos, otorgándoles un cierto aspecto de fortaleza.

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Los florones bucarestinos, lejos del origen de su nombre, tienen formas de lo más variadas. Muchas se inspiran en el arte otomano, recordándonos los cinco siglos de ocupación musulmana en territorio rumano, otras son más simples, con trazados geométricos, y las hay incluso compuestas, dejando al arquitecto un margen para la extravagancia.

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Existen también florones más raros, inspirados en los remates de los pajares del mundo rural o incluso en armas medievales, como la gran maza que culmina la cumbre del Museo de Geología – encabezando esta entrada - y que nos recuerda también los cinco siglos de resistencia del pueblo rumano contra el ocupante turco.

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Hay un mundo de florones ahí fuera por descubrir y fotografiar, así que invito de nuevo al lector a recorrer las calles de Bucarest con atención y a realizar sus propios hallazgos.

 

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