Blogia
Bucarestinos

Una historia de guerra

Una historia de guerra
En alguna ocasión he hablado de Afganistán, me he posicionado sobre la guerra (El delito de aprender, abril de 2010) y he expuesto alguno de los motivos por los que apoyo el envío de tropas, pero no hay que olvidar que la guerra la hacen los hombres y que muchas veces esos soldados no vuelven a casa, por muy loables que sean los motivos que los han llevado al frente.
  
No me gusta colgar artículos en el blog, sin embargo, este texto de Pérez Reverte merece una excepción.
 
UNA HISTORIA DE GUERRA

Arturo Pérez Reverte,

XLSemanal, 12 de septiembre de 2010.

Alguien escribió en cierta ocasión que si una historia de guerra parece moral, no debe creerse. Y alguna vez lo repetí yo mismo. Pero eso no es del todo verdad. O no siempre. Como todas las cosas en la vida, la moralidad de una historia depende siempre de los hombres que la protagonizan, y de quienes la cuentan. Ésta de hoy es una historia de guerra, y quiero contársela a ustedes tal como algunos amigos míos me han pedido que lo haga. La moralidad la aportan ellos. Yo me limito a ponerle letras, puntos y comas.

Base de Mazar Sharif, Afganistán. Cinco guardias civiles, de comandante a sargento, perdidos en el pudridero del mundo, formando a la policía afgana. Cinco guardias de veintidós llegados hace cinco meses y medio, desperdigados por una geografía hostil y cruel, en misión de alto riesgo, en una guerra a la que en España ningún Gobierno llamó guerra hasta hace cuatro días.

Los cinco de Mazar Sharif, como el resto, eran gente acuchillada, porque lo da el oficio.

Sabían desde el principio que a la Guardia Civil nunca se la llama para nada bueno.

Y menos en Afganistán.

Si lo que iban a hacer allí fuera fácil, seguro, cómodo o bien pagado, otros habrían ido en vez de ellos.

Aun así, lo hicieron lo mejor que podían. Que era mucho.

Atrincherados en una base con americanos, franceses, holandeses y polacos, vivían con el dedo en el gatillo, como en los antiguos fuertes de territorio indio. Igual que en los relatos de Kipling, pero sin romanticismo imperial ninguno. Sólo frío, calor, insolaciones, sueño, enfermedades, soledad. Peligro.

Los únicos cinco españoles de la base, de la provincia y de todo el norte de Afganistán.

Ellos y sus compañeros habían llegado a la misión tarde y mal, aunque ésa es otra historia.

Que la cuenten quienes deben contarla.

Aun así, con la resignada disciplina casi suicida que caracteriza al guardia civil, se pusieron al tajo.

Como era de esperar, no encontraron la mesa puesta.

Quien estuvo por esos mundos con militares norteamericanos, holandeses y franceses, sabe de qué van las cosas.

Sobre todo con los norteamericanos, que tienen a Dios sentado en el hombro como los piratas llevan el loro.

Para hacerse un hueco entre sus aliados, distantes y despectivos al principio, no hubo otra que la vieja receta de Picolandia: aprender rápido, trabajar más que nadie, no quejarse nunca y ser voluntarios para todo.

Y por supuesto, tragar mierda hasta reventar.

Y así, a base de orgullo y de constancia, poco a poco, los cinco hombres perdidos en Mazar Sharif se hicieron respetar.

Un triste día se enteraron de la muerte de sus dos compañeros en Qualinao.

De la pérdida de dos guardias civiles de aquellos veintidós que llegaron hace medio año, y de su intérprete.

Y pensaron que el mejor homenaje que podían hacerles era que la bandera norteamericana que ondea en la base fuese sustituida, aquel día, por la española a media asta.

Eso no se hace allí nunca, aunque a diario hay norteamericanos muertos, los franceses sufrieron numerosas bajas, y también caen holandeses y polacos.

Así que el jefe de los guardias civiles, el comandante Rafael, fue a pedir permiso al jefe norteamericano.

Accedió éste, aunque extrañado por la petición.

Saliendo del despacho, el guardia civil se encontró con el jefe del contingente francés, quien dijo que a él y a sus hombres les parecía bien lo de la bandera.

En ésas apareció otro norteamericano, el mayor James, que nunca se distinguió por su simpatía ni por su aprecio a los españoles, y con el que más de una vez hubo broncas.

Preguntó James si los muertos de Qualinao eran guardias civiles como ellos, y luego se fue sin más comentarios.

A las ocho de la tarde, cuando fuera de los barracones apenas había vida, los cinco guardias se dirigieron a donde estaba la bandera.

Formaron en silencio, solos en la explanada, cinco españoles en el culo del mundo: Rafael, Óscar, Rafa, Jesús y José. Cuando se disponían a arriar la enseña, apareció el teniente coronel francés con sus cuarenta gendarmes, que sin decir palabra formaron junto a ellos.

Luego llegaron el mayor James, el teniente Williams y veinte marines norteamericanos.

Y también los polacos y los holandeses.

Hasta el pequeño grupo de Dyncorp, la empresa de seguridad privada americana destacada en Mazar Sharif, hizo acto de presencia.

Todos se cuadraron en silencio alrededor de los cinco españoles, que para ese momento apretaban los dientes, firmes y con un nudo en la garganta. Y entonces, sin himnos, cornetas, autoridades ni protocolo, el capitán Rafa y el sargento José arriaron despacio la bandera.

Una historia de guerra nunca es moral, como dije antes.

Si lo parece, no debemos creerla.

Pero a veces resulta cierta. Entonces alienta la virtud y mejora a los hombres.

Por eso la he contado hoy.
Desde este blog, mi más sincero reconocimiento a la labor de los soldados y guardias civiles destacados en Afganistán.

5 comentarios

Luis -

Lo dice su autor: una historia de guerra nunca es moral, si acaso los que la protagonizan. Hay que tener narices para andar por Afganistán con los redaños tan bien puestos.

AMA Gloria -

Solo un comentario: IMPRESIONANTE, ciertamente pone los pelos de punta.

Cesar -

En fin. Como siempre, a buen entendedor pocas palabras bastan. Grande.
Cesar

Ana, hermana y amiga!!! -

Arturo Pérez Reverte es un maestro de las letras y además siempre te da una lección de vida con sus palabras. Es un grande, como lo son los jóvenes soldados que van al frente sin rechistar convencidos de que así ponen su granito de arena para que el mundo sea mejor.
Muy buen post hermano!!!!

Aba Inma -

Hay gente buena en las guerras,les ha tocado estar.
Es una historia que levanta ampollas y pone los pelos de punta al más pintado.
Un hurra grande para los cinco de la guardia civil!!!!!