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Bucarestinos

Avatar o el sofisticado bailador con lobos

Avatar o el sofisticado bailador con lobos

Antes de nada quiero decir que Avatar, la última película de James Cameron, me ha gustado y que ayer lo pasé en grande durante las casi tres horas que dura. El mundo elaborado por el director de Aliens o Terminator es de una singularidad a la altura de las creaciones de Tolkien y las muchas escenas de acción son impresionantes.

 

Ahora bien, la historia de Jack Sully y su avatar en Pandora es, simple y llanamente, una sofisticada copia de la historia del teniente John J. Dunbar en Bailando con lobos. Una nos sitúa en la última frontera de unos Estados Unidos en expansión y la otra en un lejano planeta de la galaxia, una nos presenta a unos indios que viven en una especie de Arcadia feliz y la otra a unos extraterrestres que viven en el paraíso (que, por cierto, se llaman na’vi – como la Armada de los Estados Unidos – y emiten exactamente los mismos gritos de guerra que los Sioux), tanto los na’vi como los indios están en contacto con la naturaleza, la entienden y la respetan mientras que los soldados – de la Unión o de una empresa privada - son unos despiadados asesinos movidos sólo por su codicia. En Pandora los anima la búsqueda del unobtainium, en el Lejano Oeste se trata de la expansión territorial y de la fiebre del oro. En ambas películas, los protagonistas se enamoran. Originalidad: ninguna.

 

Todo es políticamente correcto en Avatar. Jake Sully es parapléjico pero eso no le impide superar sus limitaciones, el amor vence a las diferencias y a cualquier convención, la alianza de los na’vi con la naturaleza que los rodea es casi un hecho religioso, aunque aconfesional, es decir, en la línea del actual culto a la Ecología y la teoría de Gaia, los científicos – multiculturales - se esfuerzan por comprender y contemporizar mientras que la corporación y los militares – todos de raza blanca - sólo buscan la total destrucción de Pandora y sus habitantes. Hasta tal punto Avatar enlaza con otras películas de denuncia de la voracidad de Occidente frente al resto del mundo que una de las grandes naves que ataca al Árbol de las Almas se llama Walkiria, como la pieza musical de Wagner que suena durante la archifamosa escena del ataque de los helicópteros americanos a una aldea vietnamita en Apocalypse Now. A pesar de todo, Cameron – como Costner en Bailando con lobos - cae en su propia trampa pues no es sino un soldado humano avatarizado quien logra salvar a los na’vi de sus enemigos, es decir, que tras mucha denuncia, parece que sólo el hombre blanco sabe aportar la mejor solución a los problemas, incluso a los creados por él mismo.

 

En suma, una nueva versión – la enésima – de la metáfora del Buen Salvaje, aunque muy bien hecha, distraída y para pasar un buen rato.

1 comentario

Luis -

Que conste que (todavía) no la he visto, pero me han dicho que se parece muchísimo a «Pocahontas». Ese parecido me escama, porque una cosa es el amor entre diferentes tribus de homo sapiens y otra la práctica de la zoofilia. Pero ¡no me expliques en qué me equivoco! Quiero juzgar por mí mismo.

Por cierto, ¿qué se hizo de John Ford?