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Bucarestinos

Peşte de sticlă

Peşte de sticlă

Los bibelouri (en singular, bibelou) son pequeños objetos decorativos, generalmente de porcelana y con formas variadas – animales, parejas en escenas bucólicas, niños, princesas, bailarinas, percadores, etc. -, sin utilidad y con muy escaso valor artístico, que fueron muy populares durante el período comunista en Rumanía. La palabra bibelou es un préstamo del vocablo de origen francés beubelet, empleada antiguamente para señalar un pequeño ornamento, una miniatura, baratija o una joya.

Desde principios del siglo XX, los rumanos colocaban los bibelouri en los alfeizares interiores de las ventanas, sobre la repisa de las chimeneas, en estanterías o incluso en vitrinas para embellecer sus hogares. Progresivamente, los bibelouri fueron haciéndose más populares y sus propietarios los coleccionaban, buscando aquellos que podían sorprender a sus visitantes por su rareza o inusual belleza, ya fuesen de importación, - normalmente, provenientes de Francia o Alemania – o de las fábricas de porcelana de Alba Iulia o Cluj. Tras las penurias de la Segunda Guerra Mundial, ya iniciado el período comunista, la moda de los bibelouri regresó con fuerza, siendo uno de los elementos que distinguían las casas de quienes podían permitírselos.

Clásica vitrina rumana, repleta de bibelouri

La ruptura sino-soviética de finales de los años 50, la tendencia nacionalista del comunismo rumano, alejado de la URSS, así como la condena de Ceaușescu por la invasión de Checoslovaquia, promovió las relaciones políticas y comerciales entre China y Rumanía durante los años 60. En estas circunstancias, apareció un nuevo bibelou de colores, hecho de cristal y con forma de pez, de origen chino, que rápidamente se convirtió en un símbolo de los buenos contactos políticos de quienes que pudieron adquirir uno. El pez de cristal (peşte de sticlă), también llamado pez de Murano o pez de Bohemia (aunque el cristal no tenía ninguno de esos orígenes) pasó a formar parte principalmente de los hogares de los miembros más destacados del Partido Comunista Rumano.

Se inició poco después la denominada por la propaganda del régimen Epoca de Aur (Época de Oro), caracterizada por la apertura de las relaciones políticas y económicas de Rumanía con los países occidentales, así como por una cierta prosperidad económica para la población y un deshielo cultural, artístico y científico. El progreso aumentó el número de peces de cristal en las casas rumanas, por lo que a, partir de 1971, fue su colocación sobre los escasos primeros televisores del país la que marcó el estatus de sus propietarios. Aunque inicialmente los peces de cristal fueron sobre todo un reflejo material de la capacidad económica y política de quienes lo poseían, pronto se convirtieron también en un original símbolo popular de la identidad del comunismo rumano, de su especial carácter frente al bloque soviético, de la idiosincrasia del país y de su orgullo nacional, así como de una época de prosperidad.

Sin embargo, este objeto de memoria cayó progresivamente en desuso después de la revolución de 1989. La degradación económica del país, a lo largo de los años 80, y los sufrimientos de los rumanos provocaron, tras la caída del régimen comunista, una difícil relación del pueblo con su pasado más inmediato, de modo que la memoria colectiva tuvo que liberarse de la componente moral que hasta el momento había tenido aquel objeto. De este modo, la crisis política supuso también una crisis de la memoria, de la que el pez de cristal no fue ajeno. Su simbología fue rechazada por una sociedad cambiante, profundamente crítica con el régimen comunista, y los peces de cristal desaparecieron de los hogares rumanos.

La transición democrática en Rumanía ha sido un camino largo y complejo que ha sometido al pueblo rumano a los vaivenes de profundas crisis económicas, políticas y sociales, e incluso a episodios de violencia. La progresiva inmersión en un capitalismo imperfecto y algo salvaje, que apenas materializaba las promesas de bienestar de una clase política corrupta, ha provocado el renacimiento de la nostalgia por una época pasada de progreso social y, con ella, el renacimiento del pez de cristal. Es interesante señalar, sin embargo, que esta reaparición no ha sido homogénea en Rumanía pues, mientras en las zonas rurales ha reaparecido como reflejo de una época idealizada, en la que el campo rumano no estaba azotado por la desindustrialización, el desempleo, el éxodo de los jóvenes, la economía de subsistencia o los elevados grados de alcoholismo entre los varones, en las zonas urbanas el pez de cristal ha reaparecido además, en pequeños círculos, como un símbolo político, crítico con la democracia liberal, reinterpretando su significado como un vínculo entre el pasado y el futuro, en un momento histórico actual tremendamente crítico. 

A modo de curiosidad, de acuerdo con el periódico Ora de Sibiu, en un artículo publicado a finales de 2021, el precio de los peces de cristal en las páginas de venta de artículos de segunda mano en internet se disparó durante la pandemia.

Matías Corvino, rey de Hungría

Matías Corvino, rey de Hungría

¿Por qué hablar de un rey húngaro en un blog sobre Rumanía? Al hilo de la polémica sobre la soberanía de Transilvania, Matías Corvino es - junto a su padre, Iancu de Hunedoara -, un personaje fascinante y objeto de controversia entre rumanos y húngaros.

Matías Corvino (Mátyás Hunyadi, en húngaro) nació en Cluj en 1443, es decir, vio la luz en una Transilvania bajo soberanía húngara, aunque en el seno de una familia noble perteneciente a la populosa minoría rumana (también conocidos como válacos o vlah). Como su padre pasó buena parte de su vida alejado de su familia, la educación de Matías recayó en su madre, Isabel Szilágyi, quien le proporcionó algunos de los más reputados profesores de Europa Central del momento, convirtiendo a Matías en un entusiasta partidario del humanismo, propio del Renacimiento.

Casa de nacimiento de Matías Corvino, en Cluj

Tras la tormentosa guerra civil que siguió a las muertes de Iancu de Hunedoara y Ladislao V de Hungría, en 1458, la Dieta húngara escogió a Matías Corvino como nuevo rey, debido precisamente a la reputación de su padre y al apoyo explícito del legado apostólico del papa Calixto III, el cardenal español Juan Carvajal.

El reinado de Matías no fue precisamente plácido. Durante los primeros años, tuvo que consolidar su poder frente a ciertos nobles húngaros que lo cuestionaban. Luchó contra el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Federico III, para frenar sus ambiciones sobre el territorio de Hungría. También se enfrentó a los checos que dominaban la Alta Hungría, a los polacos y a los otomanos en Serbia y Bosnia.

En 1462, el sultán Mehmed II planeó la invasión de Valaquia, en respuesta a unos ataques en su territorio del mítico Vlad III Tepeș. Ante la inminente ofensiva, los boyardos destronaron a Vlad III y coronaron a su hermano, Radu III El Hermoso, preferido por el sultán. Vlad se exilió a Transilvania, desde donde trató de forjar una alianza con Matías Corvino mientras organizaba razzias en territorio válaco contra los turcos y las tropas de su hermano. Matías, contrario a la guerra con el sultán, acabó deteniendo a Vlad III bajo la, posiblemente falsa, acusación de traición y lo encerró durante años en Visegrado, al norte de Budapest. Sólo en 1475, a instancias de Esteban III El Grande de Moldavia, Vlad III fue reconocido de nuevo como príncipe de Valaquia por Matías, aunque su reinado duró menos de un año, al morir asesinado en 1476.

En 1467, la introducción de nuevos impuestos en Transilvania provocó un levantamiento en la región, alimentado por Esteban III de Moldavia. Matías Corvino derrotó a los insurrectos e incluso trató de recuperar la soberanía sobre Moldavia – recordemos que, en origen, Moldavia fue conquistada por un voivoda de Maramureș, súbdito del rey de Hungría -, pero fue derrotado en la batalla de Baia, a finales del año. Este conflicto no impidió que, pocos años después, apoyase militarmente a Esteban frente a los envites de los turcos. Las victorias moldavo-húngaras permitieron firmar un acuerdo según el cual los otomanos se comprometieron a no invadir ni Moldavia ni Valaquia.

Matías no sólo fue un buen guerrero, sino también un gran administrador. Reformó la justicia húngara, creó un ejército profesional conocido como Ejército Negro, promocionó a sus colaboradores exclusivamente por sus méritos y no por su origen y limitó el poder de los nobles. Además, admirador como fue del Renacimiento italiano, invitó a pensadores humanistas, artistas, científicos y arquitectos, muchos de ellos originarios de Italia, para enriquecer su corte, mantener con ellos animadas discusiones e impulsar ambiciosos proyectos, entre los cuales destaca la Bibliotheca Corvinniana, una de las mayores colecciones de libros de su época.

Matías Corvino murió en 1490.

Miradas de la crisis ucraniana: La guerra ha comenzado (IV)

Miradas de la crisis ucraniana: La guerra ha comenzado (IV)

La guerra en Ucrania estalló ayer, de madrugada, y el peor de los escenarios que detallé en mi entrada anterior, se ha visto desbordado por la voracidad expansiva de Putin. Los ataques rusos han superado con creces el Donbás, extendiéndose por todo el suelo ucraniano y, con una velocidad pasmosa, los combates se desarrollan en los suburbios de Kiev.

En lo que pueda tener relación con Rumanía, desde primera hora de ayer, infantes de marina rusos, apoyados por carros de combate, iniciaron una ofensiva cerca de Odessa, en el sur del país, extendiéndose hacia el oeste. Esta mañana, el ejército ruso ha tomado la Isla de las Serpientes, situada a unos 45 kilómetros de la ciudad rumana de Sulina, en la costa del Mar Negro Los 13 guardias de frontera ucranianos, que custodiaban el faro y el embarcadero, han sido abatidos por los soldados rusos. Rusia se acerca al territorio de Rumanía y la inquietud crece progresivamente en el país.

Algunos refugiados cruzan la frontera a pie

Mientras, en los territorios de Bucovina Norte, hoy en Ucrania, cientos rumanoparlantes aterrorizados están haciendo las maletas y cruzando la frontera. Todavía no hay aglomeraciones, pero abandonan el país por miedo a la guerra y por la falta de recursos, que ya han empezado a notarse en las tiendas, bancos, etc. Familias enteras han cruzado en las últimas horas la frontera por diversos puntos, también en la zona de Maramureş, algunos en coche, otros caminando. Muchos se refugian en casas de parientes, que les han abierto sus puertas mientras dure el conflicto, otros solicitan la residencia permanente, con la esperanza de un futuro acceso libre al resto de la Unión Europea. Las autoridades ucranianas facilitan la salida de mujeres y niños. Los hombres, de acuerdo con las instrucciones del gobierno de Zelenski, no pueden abandonar el país, aunque algunos parece que lo están consiguiendo. En localidades fronterizas rumanas, como Ripiceni o Vârful Câmpului, se escuchan las fuertes explosiones en el país vecino. Rumanía está habilitando ya algunos campamentos con tiendas para acoger a los primeros refugiados – me consta uno en Bucovina, con 5.000 plazas ya levantado -, aunque las bajas temperaturas de estas fechas no auguran unas semanas fáciles para quienes allí se alojen.

Algunos refugiados escapan de la guerra hacia la República de Moldova, pero allí también se extiende el miedo entre la población. Los rumores se suceden y algunos creen que Putin no se detendrá en Ucrania. El pasado octubre, Moscú presionó al gobierno de la primera ministra, Natalia Gavrilita, mediante una enorme subida de los precios del gas. Castigaba así sus actitudes proeuropeas y proatlánticas, como en el caso de Ucrania, que se han incrementado tras la derrota de los socialistas moldavos promoscú.

El ministro de defensa rumano, Vasile Dîncu, ha anunciado que Rumanía tiene preparado un plan nacional para acoger hasta 500.000 refugiados.

Miradas de la crisis ucraniana: Escenarios rumanos ante una invasión (III)

Miradas de la crisis ucraniana: Escenarios rumanos ante una invasión (III)

Siguen sonando los tambores de guerra en el Este de Europa e incluso con más fuerza, si cabe, que en las últimas semanas. Los movimientos de tropas en la frontera entre Ucrania, Rusia y Bielorrusia son constantes, el personal diplomático de las embajadas occidentales abandona progresivamente Kiev, el Mar Negro se está convirtiendo en un escenario prebélico, con la llegada de barcos y submarinos de Rusia y la OTAN, que también está enviando tropas a los países fronterizos con Rusia, mientras refuerza las misiones de policía aérea.

Rusia insiste en que todavía hay margen para el diálogo y que la invasión es evitable “si no sufre una provocación”. Esta misma mañana, el Kremlin ha anunciado una retirada de tropas que han terminado sus maniobras militares en la zona. Quizás, a pesar de la retórica belicista, realmente hay margen para la distensión y se pueda alcanzar un acuerdo diplomático que evite el conflicto. Podrían reactivarse los acuerdos de control de armas, ahora vencidos, reducir la cantidad de misiles que se apuntan mutuamente o mejorar la transparencia en las maniobras militares que se realizan periódicamente en la región. Otra vía sería la reactivación de la mesa de diálogo de Minsk que, entre 2014 y 2015, permitió amortiguar – que no terminar - la guerra entre las fuerzas gubernamentales ucranianas y los rebeldes del Donbás, respaldados por Rusia. La discusión se centraría entonces en el nivel de autonomía que Ucrania estaría dispuesta a aceptar. Otra opción sería que Ucrania, como hiciese Finlandia durante la Guerra Fría, optase por declararse neutral, de modo que se evitase el acercamiento de las fronteras de la OTAN a Rusia, aunque también supondría un alejamiento de la UE. Finalmente, podríamos asistir a un enquistamiento del escenario, con una tensión sostenida que mantuviese los cañones en alto, pero sin consecuencias militares inmediatas. Continuaría así atenuada la guerra en el Donbás, la OTAN seguiría reforzando su frontera Europea oriental y Rusia mantendría una presencia militar importante en las fronteras ucranianas.

Puente de Kerch, entre Crimea y Rusia

Desde la invasión de Crimea en 2014, Rumanía ha convertido a Rusia en una prioridad de su política exterior, calificándola como amenaza para su seguridad nacional. Cabe mencionar que, a partir de la anexión, surgió una nueva frontera marítima en el Mar Negro, entre Rumania y Rusia, al este de la Isla de las Serpientes y equidistante de ella y del cabo Tarkhankut, en Crimea.

El mantenimiento de la paz sería lo deseable, pero lo cierto es que existen otras posibilidades que, sin duda, también afectarían a Rumanía. Esta misma mañana, la Duma rusa ha solicitado a Putin que reconozca la independencia de las repúblicas rebeldes de Donetsk y Lugansk (Donbás), en un gesto similar al que realizó en 2008 con las provincias de Osetia del Sur y Abjasia, que fueron así arrebatadas de facto a Georgia.

En estas circunstancias, si Putin reconociese la independencia, podría abrirse una vía de integración, lo que inauguraría un nuevo escenario. Podría iniciar la unificación con un perfil bajo, simplemente apoyando a combatientes irregulares prorrusos frente al ejército ucraniano y, posteriormente, invadir ambas repúblicas para garantizar la protección de la población rusa (entre la cual, en los últimos años, ha repartido pasaportes), arrebatándoselas a Ucrania. Esta opción limitaría el escenario bélico al este del país y, en principio, restringiría las consecuencias geopolíticas de la guerra.

Existe también una posibilidad mucho más compleja, que contemplaría una intervención rusa que se extendiese desde el Donbás, por el sur de Ucrania. Una ofensiva podría unir por tierra las repúblicas rebeldes con Crimea, arrebatando a Ucrania la costa del mar de Azov, que se convertiría en un lago ruso cuya salida el Kremlin ya controla, desde 2018, gracias a la construcción de un puente sobre el estrecho de Kerch. Pero existe también otra opción, mucho más peligrosa desde el punto de vista rumano, que supondría la extensión de la ofensiva rusa por la zona de Odesa, hasta las bocas del Danubio y Transnistria, república separatista de Moldavia, ocupada por los restos de XIV Ejército Soviético y reconocida únicamente por Moscú. Esta alternativa reeditaría el territorio conocido como Nueva Rusia en el siglo XIX (Novoróssiya), arrebataría toda la costa del Mar Negro a Ucrania, situaría la frontera terrestre rusa junto a la rumana y, a buen seguro, enviaría un importante flujo de refugiados hacia las fronteras de la UE, cuya primera escala sería Rumanía.

El viejo territorio zarista de la Nueva Rusia (siglo XIX)

La suerte está echada y, posiblemente, en breve sabremos hacia dónde se decanta la balanza.

Miradas sobre la crisis ucraniana: disputas rumano-ucranianas (II)

Miradas sobre la crisis ucraniana: disputas rumano-ucranianas (II)

Rumanía y Ucrania son buenos vecinos, comparten unos 530 Km de frontera, pero no se tienen una especial simpatía. Desde que, en 1992, Rumanía abriese su embajada en Kiev, en sustitución de un Consulado General inaugurado en 1971, ambos países han tratado de regular sus relaciones a través de tratados bilaterales que no siempre han conseguido mitigar disputas fronterizas o delimitar sus zonas económicas exclusivas (territorio marítimo hasta 200 millas náuticas de la costa) en el Mar Negro.

En este sentido, Rumanía mantiene aspiraciones sentimentales sobre Bucovina Norte (en el siguiente mapa, marcado en naranja, al norte de Moldavia) y sobre Bugeac (marcado también en naranja, aunque al sur de Moldavia), actualmente en territorio ucraniano. Ambos territorios pertenecieron, durante la Edad Media, al Principado de Moldavia (sombreado en rosa en el mapa), junto al territorio de la actual República de Moldavia.

Bucovina perteneció al Imperio Austrohúngaro hasta que, tras la Primera Guerra Mundial, votó su integración en Rumanía. En 1940, en el marco del pacto secreto Ribbentrop-Molotov, el rey Carol II se vio obligado a ceder a la URSS el norte de este territorio (junto a Besarabia), quedando definitivamente integrado en Ucrania tras la Segunda Guerra Mundial. Cernăuţi, su preciosa capital – en ucraniano, Chernovtsi -, es hoy una ciudad con esa belleza decadente, al estilo Oporto, que no puede dejar indiferente a un viajero con buen gusto. El rumano todavía se escucha en sus calles, aunque cada vez con menor frecuencia, y algunos grupos pugnan porque se enseñe en las escuelas de la región, para conservar un legado cultural en proceso de extinción.

La bella Cernăuţi

Respecto a la región de Bugeac (Budyak, en ucraniano), fue disputada por rusos y otomanos durante siglos, se integró en la Besarabia zarista, en la breve República Democrática de Moldova y en el fallido proyecto de la Gran Rumanía, aunque tras la Segunda Guerra Mundial, no fue devuelta a Rumanía o a la República Socialista Soviética de Moldavia, sino a la de Ucrania y así permanece hasta hoy. Poco poblada durante siglos, en el XIX se asentaron búlgaros, gagaúzos (minoría túrquica de religión ortodoxa), armenios, gitanos, rusos, ucranianos, moldavos, griegos e incluso alemanes y suizos.

En los años 80 del siglo pasado, tras el descubrimiento de importantes reservas de gas y petróleo en territorio marítimo cercano a la Isla de las Serpientes – que contiene un faro, un embarcadero y una guarnición militar ucraniana -, frente a la línea fronteriza entre Rumanía y Ucrania, se inició una larga disputa territorial que acabó en el Tribunal Internacional de La Haya.

Disputas territoriales en torno a la Isla de las Serpientes

En el año 2009, el tribunal sentenció que una gran parte de la placa continental al sur de la isla (foto encabezando esta entrada) pertenece a Rumanía, otorgándole así una valiosísima reserva energética. Ucrania, como era de esperar, acató la sentencia, pero todavía se lame las heridas por semejante revés judicial. Actualmente, la disputa entre ambas naciones se limita al pequeño Golfo de Musura, cuya posesión no quedó clara en el Tratado de Paz de París de 1947, que fijó la frontera soviético-rumana tras la guerra.

Miradas sobre la crisis ucraniana: Rumanía y la OTAN (I)

Miradas sobre la crisis ucraniana: Rumanía y la OTAN (I)

Cualquier observador mínimamente atento se dará cuenta de la cantidad de banderas de la OTAN que ondean en los edificios oficiales de Bucarest. No es un fenómeno reciente. Desde que Rumanía entrase en la OTAN, en 2004, gracias también al buen hacer del extinto rey Mihai, el país ha hecho gala de su atlantismo. La adhesión a la Alianza supuso su reingreso simbólico a la política y los valores occidentales, tras el aciago período comunista auspiciado por Rusia después la Segunda Guerra Mundial, pero también una garantía de seguridad frente a posibles injerencias moscovitas.

Desfile en Bucarest

En Rumanía, concretamente en la costa del Mar Negro, hay un pequeño contingente de tropas norteamericanas, cuya labor es formar al Ejército Rumano, aunque el mar es escenario periódico de maniobras militares de la OTAN. Tras la invasión de Crimea por parte de Rusia, en 2014, se reforzó la Misión de Policía Aérea en la base de Base Aérea 57 Mihail Kogalniceanu, cerca de la ciudad de Constanza, en cuyo destacamento Paznic también se integraron varios Eurofighters españoles. Adicionalmente, desde 2016, el país alberga en la localidad de Deveselu, una base del sistema “Aegis Ashore”, parte del escudo antimisiles de la OTAN en el Este de Europa (es interesante releer el análisis que hice sobre el tema, ahora hace 10 años, especialmente viendo los recientes acontecimientos). Está integrado por tres baterías, con 24 misiles interceptores del tipo SM-3, y su objetivo inicial era repeler ataques provenientes del Oriente Medio, especialmente de Irán. Su instalación causó una airada protesta de Rusia, que lo consideró una provocación, aumentando sus recelos por la aproximación de la OTAN a sus fronteras (y de aquellos barros, estos lodos). Cabe destacar también que, desde mediados de 2021, la OTAN ha comenzado a implementar una importante modernización de las instalaciones de la Base Aérea 71, cercana a Câmpia Turzii, en el Condado de Cluj, con el objetivo de mejorar las capacidades operativas del aeródromo para la recepción, despliegue y apoyo de aviones de transporte tácticos y militares de la OTAN. Finalmente, desde hace ya unos años, aeropuertos civiles como Otopeni (Bucarest), Iasi, Craiova, Brasov y Cluj o puertos como el de Constanta o Mangalia también están siendo modernizados, con fondos de la OTAN, para servir de trampolín de posibles operaciones.

Aviadores españoles y rumanos del Destacamento Paznic

Precisamente, con la reciente escalada del conflicto ucraniano, Rusia pidió hace semanas retirar las tropas de la OTAN en Rumanía - y también de Bulgaria -, lo que supondría el repliegue del contingente del Mar Negro, el fin de la Misión de Policía Aérea y el desmantelamiento de la base de Deveselu, que Rusia teme sea en realidad un punto de lanzamiento de misiles de largo alcance y no un simple sistema de defensa.

En los últimos días, la OTAN ha rechazado la retirada e incluso Francia, de acuerdo con su tradicional amistad con Rumanía, se ha ofrecido a enviar un contingente de tropas, propuesta aplaudida por el presidente Klaus Iohannis. En estas circunstancias, el presidente norteamericano Joe Biden acaba de anunciar (02/02/2022) el traslado de 1.000 soldados estadounidenses, desde Alemania a sus bases en Rumanía. Desde que ocurrió la invasión de Crimea, Rumanía desea tener un grupo de combate de la OTAN en su territorio, similar a los que están desplegados en los países bálticos o Polonia y, en estas turbulentas circunstancias, es posible que lo consiga en los próximos meses o incluso semanas.

Hanul Solacolu, del maltrato a la esperanza

Paradójicamente, uno de los símbolos urbanísticos de Bucarest es una ruina, hasta hace muy poco desahuciada, que apenas llamaba la atención de un caminante despistado. En uno de sus extremos, un lacónico cartelito anunciaba su catalogación como monumento histórico, incluyendo su fecha de construcción y cuatro líneas de su historia, apenas esbozada. Se trata del viejo Hanul Solacolu, un desvencijado edificio que, a pesar de su estado, permite todavía intuir un pasado notorio.

Estado actual de Hanul Solacolu

Bucarest nació como un nudo de comunicaciones que unía regiones como Moldavia y dinámicas ciudades como Brașov con Giurgiu, localidad junto al Danubio. El mismísimo Vlad Tepeș Dracul la menciona por primera vez, en un escrito del 20 de septiembre de 1459, calificando la ciudad como una feria (târg). Al calor de esas ferias, con el trasiego de mercancías y viajeros, en la ciudad se multiplicaron los caravasares y los hanes, hospedajes adecuados para el descanso y la protección de comerciantes y sus productos.

En 1859, año de la Unión de los Principados de Valaquia y Moldavia, dos hermanos apellidados Solacoglu, procedentes de Sviștov, en Bugaria, pero asentados en Valaquia, construyeron en Calea Moşilor un han exclusivo y de lujo, según el gusto arquitectónico local, con motivos orientales y neogóticos. A pesar de su estado avanzado de degradación, podemos imaginar la entrada y salida de carros, cargados de mercancías exquisitas, por sus dos grandes puertas, que reflejan su estructura en forma de E, la única que se conserva en los hanes de Bucarest.

En 2008, todavía se conservaban elementos decorativos en la fachada

Entre las paredes de Hanul Solacolu, frente a un buen vaso de vino, se hacían negocios, se hablaba de política e incluso se conspiraba, especialmente en la turbulenta segunda mitad del siglo XIX. Allí se alojó Lyuben Karavelov, líder revolucionario búlgaro, donde redactó sus periódicos Libertad e Indepedencia, órganos del movimiento de resurgimiento nacional opuesto a los turcos.

Hanul Solacolu contuvo también una fábrica de pasta y, aunque sufrió un grave incendio durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, mantuvo un carácter residencial hasta principios de la década de 1980, cuando el penoso mantenimiento realizado casi provocó su desplome. A pesar de los repetidos anuncios frustrados de restauración, el Ayuntamiento decidió finalmente quitárselo de encima, devolviéndolo a la familia Solacoglu, en el año 2003, ¡para exigir inmediatamente su rehabilitación!. Okupantes indeseados lo convirtieron entonces en un centro de tráfico ilegal y de prostitución, hasta que fueron evacuados en 2007. Desde entonces, el edificio asistió lentamente a la desaparición de casi todos sus elementos decorativos, de las escaleras de madera y de las ventanas, al hundimiento del tejado, al agrietamiento de sus muros, a la caída del yeso de la fachada y a la acumulación de basuras y ratas.

Proyecto del nuevo Hanul Solacolu

Pero ayer, 6 de enero de 2022, el Ayuntamiento de Bucarest, dirigido por Nicușor Dan, comunicó que Hanul Solacolu ha sido recuperado y anunció un proyecto inmediato de rehabilitación, dotado ya de presupuesto, que lo convertirá en un centro cultural de referencia para la ciudad.

¡Hanul Solacolu se ha salvado!

Bucarest, plomo y azul

Bucarest, plomo y azul

Hace unos meses, la revista digital Green Fugees me dio la oportunidad de escribir un artículo sobre los cambios recientes en la política de sostenibilidad bucarestina, de manos de su alcalde, Nicușor Dan. El resultado fue un artículo técnico-nostálgico, titulado Bucarest, plomo y azul.

¡Espero que lo disfrutéis!

Esteban III El Grande de Moldavia (I)

Esteban III El Grande de Moldavia (I)

Para cerrar el año 2021, quiero dedicar la última entrada a un príncipe medieval, que despierta todavía un gran cariño y provoca una sonrisa nostálgica entre los habitantes de Moldavia: Esteban III El Grande (conocido en rumano como Ștefan cel Mare)

Tras el reinado de su abuelo, Alejandro I El Bueno (1400-1432), Moldavia cayó en un período de debilidad, violencia e incertidumbre política debido al enfrentamiento entre pretendientes al trono y a las constantes injerencias de Hungría y Polonia en el devenir del principado. Precisamente, tanto Iancu de Hunedorara, regente de Hungría, como Vlad III Ţepeş de Valaquia, apoyaron a Esteban en sus pretensiones al trono moldavo, consiguiendo derrotar en la batalla de Doljeşti a Pedro III Aaron (1451-1452, 1454-1457), a quien se recuerda por ser el primer príncipe moldavo que pagó tributo a los otomanos y por haber sido el asesino del padre de Esteban, Bogdan II (1449-1451).

En 1457, empezó el más largo reinado de un príncipe rumano que, además, acumuló gran número de éxitos: refuerzo de la autoridad principesca en detrimento de los boyardos, desarrollo del comercio, especialmente en los mercados moldavos, consolidación del poder militar de Moldavia través del refuerzo del ejército y de la construcción de fortalezas, freno a las aspiraciones húngaras, polacas y otomanas sobre el territorio moldavo y construcción de gran cantidad de iglesias – muchas de las cuales son hoy Patrimonio de la Humanidad -, una tras cada victoria, según la tradición.

Esteban ofrece a Cristo la iglesia de Voroneţ

Una vez coronado, Esteban persiguió a Pedro III Aaron hasta territorio polaco, donde había encontrado refugio después de su derrota. En 1459, tras dos años de guerra, selló la paz con los polacos, consiguió el reconocimiento de facto de su soberanía y adquirió la imponente fortaleza de Hotin. A pesar de ello, Pedro III Aaron consiguió huir al territorio de los sículos, en Transilvania. Asegurado el norte, Esteban centró su interés en recuperar la fortaleza de Chilia, situada en la desembocadura del Danubio, al sur de su principado, que había sido cedida por Moldavia a los húngaros unos años antes. La fortaleza fue tomada en 1462.

La fortaleza de Hotin, hoy en territorio ucraniano

Un año antes de su victoria en Chilia, Esteban realizó una fracasada incursión en Transilvania, en busca de Pedro III Aaron, refugiado en la corte del voivoda, que provocó la ira de Matías Corvino, rey de Hungría. El apoyo que, en 1467, Esteban III prestó a los insurrectos transilvanos contra la política fiscal y centralizadora de Matías fue la gota que colmó el vaso, así que decidió devolver a Moldavia a su antigua soberanía magiar. El mismo rey húngaro, acompañado de Pedro III Aaron y un gran ejército, arrasó durante unos meses el territorio moldavo hasta que fue detenido por Esteban III en la batalla de Baia (15 de diciembre de 1467), en la que los húngaros fueron derrotados y Matías Corvino quedó gravemente herido, aunque Pedro III se escabulló de nuevo. Aquel fue el último intento de Hungría de recuperar el territorio moldavo y obtener así también una salida al Mar Negro. Dos años después, Pedro III Aaron, con apoyo de los sículos, todavía intentó un último ataque sobre Moldavia para recuperar el trono, pero fue derrotado, capturado y decapitado.

Recreación moderna de la batalla de Baia (Biserica Albă, Baia)

Las puertas decoradas de Maramureș: simbología (y II)

Las puertas decoradas de Maramureș: simbología (y II)

Explicábamos, hace ya unos de meses, que las puertas decoradas de Maramureș son una de las manifestaciones artísticas populares más originales de Rumanía. Portal de tránsito entre el un exterior caótico y el espacio sacro de la familia, estas puertas monumentales están cargadas de simbología, reflejada mediante diversos elementos grabados en la madera que, originalmente, tenían su motivación mística y protectora. Desafortunadamente, con el paso de los años y el desencantamiento del mundo que anunció Max Weber, desde principios del siglo XX, esta decoración se ha ido limitando a funciones principalmente estéticas, reduciendo un repertorio originalmente riquísimo. Quedan, sin embargo, en los lugares más inesperados o recónditos, puertas con muchos motivos ancestrales, por lo que puede ser un buen ejercicio, con tiempo y paciencia, perderse por Maramureș en su búsqueda.

El motivo más frecuente es la soga o cuerda trenzada (funia răsucită), representación del constante encuentro entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte. En muchas ocasiones, esta cuerda trenzada forma el denominado árbol de la vida, elemento vivo en el que se producen los fenómenos cíclicos de la naturaleza – símbolo de la vida eterna y la fertilidad, el árbol brota, florece, fructifica, decae y se seca periódicamente – y que vincula los tres planos concebibles por el hombre, ya que sus raíces se hunden en las profundidades de la tierra, crece sobre la superficie y apunta hacia el cielo. El árbol de la vida se extiende por la superficie de la puerta, principalmente desde los pilares, extendiendo sus ramas y formando también círculos con cruces o motivos florales insertados o combinado, en ocasiones, con hojas de parra y manojos de uva como símbolo de la Eucaristía.

Los pájaros, asociados a nociones de trascendencia y a la superación de la vida terrena, también están presentes, como representación de la eternidad del alma humana. Al margen del resto de aves representadas, la imagen del gallo constituye el guardián de la noche, cuyo canto mañanero ahuyenta los espíritus nocturnos y anima la salida del sol, que supone la resurrección. Otro símbolo guardián, como los antiguos lares y penates romanos, es la faz o una figura humana, representaciones del espíritu de los antepasados que protegen el hogar. Por último, en sus concepciones precristianas, las serpientes grabadas en la madera son una vieja alegoría del alma del fundador de la casa, relacionada con la propia tierra y el mundo subterráneo, que protege a la granja del demonio.

Diferentes tipos de rosetas, con las formas más variadas, componen también la decoración de estas puertas, como referencia a la luz solar, el calor y la buena fortuna. Destaca, entre todas ellas, la antiquísima rosácea o roseta hexapétala, inscrita en una circunferencia, que remite al centro del Universo, origen de todas las cosas y, por extensión, al mismo Dios. Completan la decoración distintas series de rayas, líneas hacia arriba y hacia abajo, algunas formando ángulo, otras en forma de diente de sierra, también conocida como diente de lobo, cuyo origen se pierde en los orígenes dacios del pueblo rumano.

Tradiciones navideñas de Rumanía

Recientemente, el Instituto Cultural Rumano ha publicado un vídeo interesantísimo sobre las costumbres navideñas en Rumanía. No hay duda que el campo rumano ha sabido conservar unas antiquísimas tradiciones precristianas que, mezcladas con las propias del cristianismo ortodoxo, han generado un folklore auténtico en el que no faltan villancicos, teatrillos de contenido religioso, bailes de animales fantásticos, máscaras y ágapes de lo más surtidos y deliciosos.

¡Invito a mis lectores a disfrutar de este precioso documental y aprovecho para desearles una muy feliz Navidad!

Apuntes rurales sobre la pandemia Covid en Rumanía

Apuntes rurales sobre la pandemia Covid en Rumanía

Leo en las noticias que Rumanía es uno de los países más afectados por el último embate de la pandemia de Covid, de hecho, la última ola, que comenzó a principios de octubre, ha sido la más devastadora que ha sufrido el país desde que comenzó la infección.

Lo cierto es que la lentitud en la vacunación de la población es, posiblemente, la causa principal de este estallido. La crisis sanitaria fue uno de los principales motivos de la moción de censura que derribó al gobierno de centro-derecha del Primer Ministro Florin Citu, el pasado 5 de octubre. Situación que sumió al país en la enésima crisis política pues, ayer mismo, Nicolae Ciuca, designado por el presidente Klaus Iohannis para formar un Gobierno de coalición, tiró la toalla al no cosechar los apoyos necesarios.

Sin embargo, tal y como pude comprobar en persona, no puede culparse únicamente a las autoridades del explosivo escenario sanitario. A mediados de octubre, tuve la oportunidad de viajar a Maramureș y Bucovina. Aterricé en Cluj, capital de Transilvania, que, como el resto del país, estaba recientemente sometida a un toque de queda nocturno, a partir de las 8 de la tarde, para aquellos que no estuviesen vacunados. Cluj es una ciudad universitaria, sede de la más importante Facultad de Medicina del país, y se nota. Al anochecer, las calles no quedaban vacías, pues muchos jóvenes estudiantes, ataviados con mascarillas, siguen deambulando por la ciudad, buscando donde cenar o tomar una copa en alguno de los modernos bares del centro. Eso sí, antes de entrar, un camarero, armado de un lector QR, te exige tu certificado de vacunación y, sólo si suena un vip acompañado de una señal verde, te permite acceder al local. Como curiosidad, no todos los certificados de vacunación españoles en vigor te permiten el acceso, pues con unos salta una señal verde y con otros una roja, por caprichos del destino. No fui capaz de saber por qué.

Jefa de estación de Moldovița

Dejé Cluj atrás y, a medida que me cercaba al norte, a la frontera ucraniana, el paisaje fue cambiando. Los árboles han tomado ya esos colores otoñales que no te permiten apartar la vista del paisaje y su belleza te corta la respiración. Progresivamente, vas alejándote de la ciudad y, con ella, también de las normas sanitarias. Las mascarillas van desapareciendo de calles y caminos, aunque algunos penitentes, los menos, las mantienen para protegerse. En los restaurantes, te abren las puertas sin preguntas, con la habitual sonrisa acogedora de los norteños y la ensordecedora música popular de fondo. Sólo en algún museo mantienen reverencialmente las mascarillas, lo que más parece una señal de respeto a lo que exponen que una medida protectora.

En el monasterio de Moldovița, al hacer el ademán de ponerme la mascarilla entrando en el templo, una monja me miró, sonrió condescendiente negando con la cabeza y, señalando al cielo me dijo: “Dios es nuestra mascarilla”. Alguna otra hermana se preocupó más de mis fotografías – sin flash, obviamente - a los mártires del Menologio de Basilio II, que cubren las paredes de la nave, que de si me había puesto gel hidroalcohólico o si cubría mis vías respiratorias.

Sí puede afirmarse que los sistemas de alerta funcionan en Rumanía, pues saliendo de visitar la fortaleza de Neamț, mi teléfono y el de todos mis acompañantes comenzaron a vibrar y sonar al unísono y recibimos un mensaje donde indicaba que la incidencia en Târgu Neamţ había alcanzado un nivel crítico, por lo que debían extremarse las medidas de protección y distanciamiento social.

Mercadillo de comida tradicional

A pesar de ello, la población es escéptica tanto respecto a la pandemia como a las vacunas. Una amable señora de Oncesti, en el corazón de Maramureș, cuya puerta me había detenido a admirar con mis acompañantes, nos dio un buen rato de conversación sin protección alguna y no tardó en ofrecernos un delicioso pălinca casero en vasos compartidos. Tuvo a bien enseñarnos su maravillosa granja, su viejo telar, sus confecciones y sus animales, todo ello sin apenas distancia ni medidas de seguridad. Tampoco las respetamos nosotros, aunque estábamos todos vacunados.

En Vama, de visita a unos viejos amigos, dudaron de la existencia del Covid, aunque admitieron que alguno se había contagiado. “No fue nada, un resfriado”, decían. Recios, fibrados por el duro trabajo en el campo y con los animales, demasiado acostumbrados a las penalidades, me sorprendió que temiesen a los efectos secundarios de la vacuna o, incluso, a las intenciones aparentemente abyectas de un gobierno que se obstina en protegerlos. Ninguno quería vacunarse. Tanto en Maramureș como en Bucovina, vi más entierros de lo habitual, posiblemente de ancianos afectados por la pandemia, con los preoți ataviados según el luto bizantino, acompañando a las comitivas compungidas, todos ellos desprotegidos.

Comitiva fúnebre

Así están las cosas en el norte, aunque la última ola de la pandemia empieza a remitir.

Breve historia del comunismo en Rumanía (I)

Breve historia del comunismo en Rumanía (I)

Tras la derrota alemana en el frente de Stalingrado, en febrero de 1943, los soviéticos iniciaron un contrataque que, un año después, los situó ya cerca de las fronteras de Rumanía. En respuesta a la actitud irredenta del mariscal Antonescu, se formó el Bloque Nacional Democrático, con el apoyo del rey Mihai, formado por los liberales de Gheorghe Brătianu, los nacional-campesinos de Iuliu Maniu, los socialistas de Titel Petrescu e incluso los comunistas de Lucrețiu Pătrășcanu quienes, a pesar de su escaso peso en la política rumana de preguerra, fueron también integrados como gesto de buena voluntad hacia una URSS amenazante.

Lucrețiu Pătrășcanu

A partir del 20 de agosto de 1944, la ofensiva de las tropas soviéticas rompió el frente de Moldavia, precipitando el golpe de Estado del rey Mihai contra Antonescu (23 de agosto). El dictador fue arrestado, se repusieron los derechos según la Constitución de 1923, Rumanía abandonó inmediatamente a las fuerzas del Eje y detuvo la guerra contra los aliados. A finales de mes, las tropas soviéticas entraron en Bucarest y el 12 de septiembre, una delegación rumana, dirigida por el comunista Pătrășcanu, firmó un armisticio en Moscú con diversas condiciones: la continuación de la guerra junto a los soviéticos, el paso libre de las tropas rusas a través de Rumanía, el pago de importantes indemnizaciones, el arresto de los criminales de guerra, la disolución de las organizaciones fascistas, la imposición de la censura y el reconocimiento de la anexión a la URSS de Besarabia y Bucovina del norte.

A pesar de todo, tras el período de la dictadura de Antonescu, Rumanía volvió a ser un país democrático que devolvió derechos y libertades a sus ciudadanos, se dispuso a respetar la separación de poderes y la libertad de expresión y legalizó los partidos políticos. La guerra había destruido la economía del país, la agricultura había quedado muy afectada por la contienda y la industria se resintió en seguida por la falta de materias primas, combustible y medios de transporte. El leu se depreció, los precios de los cereales se dispararon, el nivel de vida cayó en picado y, de acuerdo con las condiciones del armisticio, los escasos recursos restantes se destinaron a la continuación de la guerra.

Churchill y Stalin (1945)

En octubre, en la conferencia de Moscú celebrada entre Churchill y Stalin, se selló el futuro político de Rumanía al quedar incluida en la órbita soviética. Con el Ejército Rojo ocupando el país, muchos funcionarios fueron sustituidos y los comunistas locales, unidos con otros partidos de izquierdas en el nuevo Frente Nacional Democrático, progresivamente empezaron a imponer su presencia en las instituciones del país, muy por encima de su representación política real.

Dragoș I Voda, fundador del Principado de Moldavia

Dragoș I Voda, fundador del Principado de Moldavia

Mientras en España se desarrollaba la reconquista y la peste amenazaba la península, Pedro IV de Aragón se extendía por el Mediterráneo hasta conquistar los lejanos ducados griegos de Atenas y Neopatria y Alfonso XI de Castilla fortalecía su poder frente a los nobles castellanos, en una corte en la que triunfaban los romances caballerescos, en el extremo opuesto de Europa, el voivoda de Maramureș, Dragoș I, fue enviado hacia el este, por el rey Luis I de Hungría (1342-1382), para formar una marca defensiva frente a los tártaros de la Horda de Oro, que llevaban un siglo asentados en el territorio de Moldavia y constantemente realizaban ataques contra la vecina Transilvania.

Dragoș I, retrato del siglo XIX

La fecha de la conquista del establecimiento de la marca de Moldavia es muy incierta y, según los historiadores, puedo producirse en algún momento entre 1304 y 1359. La toma de los territorios moldavos está trufada de incertidumbre y, de hecho, más popular que la propia versión de las crónicas es la leyenda, descrita por el cronista valaco Radu Popescu y el príncipe moldavo Dimitrie Cantemir, según la cual Dragoș I alcanzó Moldavia tratando de dar caza a un uro (zimbru), un agresivo animal parecido a un toro o un bisonte. Durante la persecución, la perra de Dragoș, Molda, resultó herida de muerte, por lo que éste bautizó con el nombre Moldova el río que allí encontró. Con el tiempo, ese nombre pasó a denominar el principado entero. Actualmente, el escudo de Moldavia contiene en su blasón la cabeza de un uro, en recuerdo de tan bonita historia.


Dragoș fue sucedido por su hijo Sas (1354-1358) y su nieto Bâlc (1359) quien, antes de poder consolidar su poder, fue destronado por otro voivoda de Maramureș, Bogdan I, rebelde al rey de Hungría. En esas circunstancias, Bâlc volvió a Maramureș, donde recibió del rey húngaro las tierra de Bogdan, mientras que éste tomó posesión del territorio de la marca, independizándolo de Hungría y resistiendo tanto a los ataques polacos como tártaros. La Moldavia independiente empezó a dar sus primeros pasos firmes.

 

Rumanía en la Primera Guerra Mundial (y VI): Fin de la guerra

Rumanía en la Primera Guerra Mundial (y VI): Fin de la guerra

Vimos en una entrada anterior cómo, a principios de 1918, Rumanía expulsó a los bolcheviques de Moldavia y facilitó la independencia de la República de Moldova, escapando así de la soberanía rusa y alejando la amenaza comunista de sus propias fronteras.

En la batalla de Mărășești, ocurrida en septiembre de 1917, los rumanos habían conseguido frenar el avance germano-húngaro sobre Moldavia y las hostilidades llevaban un tiempo detenidas. A pesar de todo, el armisticio firmado por la nueva Rusia comunista con los Poderes Centrales en Brest-Litovsk el 5 de diciembre de 1917, dejó a Rumanía sola ante una fuerza enemiga enormemente superior. En estas circunstancias, sólo dos días después, Rumanía empezó sus propias negociaciones de paz.

Los generales Berthelot (centro) y Averescu (derecha) en Moldavia, 1917

El gobierno de Brătianu estaba dividido entre conservadores favorables a continuar la guerra y liberales que se decantaban por las negociaciones, discusiones que exasperaron a los alemanes de Mackensen. Incapaces de ponerse de acuerdo, acabaron dimitiendo, de modo que el rey propuso formar gobierno al general Averescu, favorable a la paz. El rey Fernando y Czernin, Ministro de Exteriores austrohungaro, se reunieron cerca del frente, poniéndose sobre la mesa unas muy duras condiciones: grandes cesiones de territorio rumano, control alemán y austrohúngaro de la producción de petróleo rumana casi por un siglo y de la navegación por el Danubio, desmovilización del ejército y derecho de paso de tropas hacia Rusia. La soledad y la debilidad de Rumanía forzaron la firma de una paz preliminar en Buftea, el 5 de marzo de 1918. Los liberales de Brătianu  se opusieron a un acuerdo tan humillante, Averescu dimitó y fue sustituido por el conservador progermano Alexandru Marghiloman, quien no consiguió flexibilizar las condiciones del pacto. El tratado de paz de Bucarest, firmado el 7 de mayo – ver imagen encabezando esta entrada, con Marghiloman en el momento de la firma -, colocó a Rumanía, de facto, bajo un estado de dependencia política y económica frente a Alemania y Austria-Hungría.

Marghiloman validó su gobierno en unas nuevas elecciones y consiguió que el Parlamento ratificase por mayoría el tratado de Bucarest, sin embargo, el rey Fernando se opuso a firmarlo, encabezando un movimiento puramente simbólico de oposición a una paz vergonzosa. Marghiloman comenzó entonces una tímida reforma agraria de tintes conservadores, que se oponía a repartir tierras entre los campesinos, y consiguió la lenta unión de Rumanía con la República de Moldavia, que mantuvo una cierta autonomía e inició su proceso de desrusificación cultural y política.

Los reyes Fernando y María entrando triunfantes en Bucarest (1918)

Entre julio y octubre de 1918, los Poderes Centrales, Bulgaria y Turquía se vieron desbordados en varios frentes. En noviembre, el general Berthelot, comandante de las tres divisiones del Ejército del Danubio, estaba preparado para cruzar el río en Giurgiu, por lo que Austria-Hungría aceptó inmediatamente un alto el fuego. En esas circunstancias, los liberales de Brătianu forzaron la dimisión de Marghiloman y el rey puso al general Constantin Coandă al frente de un gobierno de transición y ordenó el reinicio de las hostilidades. Entre los días 10 y 11 de noviembre, el ejército alemán empezó a retirarse de Rumanía y las últimas tropas cruzaron los Cárpatos el día 1 de diciembre. Ese mismo día, Fernando I de Rumanía entró de nuevo triunfante en Bucarest.

La Gran Rumanía estaba a punto de convertirse en realidad.

Las puertas decoradas de Maramureș: origen, construcción y significado (I)

Las puertas decoradas de Maramureș: origen, construcción y significado (I)

Maramureș es una región del noreste de Transilvania, fronteriza con Ucrania, que - junto a la vecina Bucovina, en Moldavia -, conserva con más entusiasmo las tradiciones de Rumanía, especialmente ligadas a la cultura religiosa ortodoxa, mezclada con los más variopintos tintes paganos, como veremos a continuación.

Sus dos manifestaciones más emblemáticas son, por un lado, sus impresionantes iglesias de madera y, por el otro, las puertas decoradas de sus granjas, muestra del status social de sus propietarios. La tradición de las puertas monumentales se remonta al siglo XV aproximadamente, momento en que la región estaba organizada como un voivodato bajo soberanía húngara, con una mayoría de la población rumana y algunos asentamientos sajones y sículos, dedicados a explotar minas de sal y la industria maderera. Una multitud de pequeños nobles locales (llamados knez), escasamente adinerados, poblaban la zona, hasta el punto de que, en el siglo XV, Maramureș era la zona del Imperio de los Habsburgo con más nobles por metro cuadrado. Entre sus privilegios nobiliarios, destacó su derecho a levantar una gran puerta en su propiedad – derecho que no tenía el resto de los habitantes -, convirtiéndose así en un símbolo externo de su poder.


La clásica puerta (poartă) monumental de Maramureș, siempre de madera, está formada por la puerta misma y varios pilares que sostienen un techo a dos aguas. El modelo más antiguo tenía tres pilares de igual altura, con una puerta pequeña para las personas y una más grande, de dos hojas, para el acceso de los carros. En ocasiones, las puertas tienen también un banquito cubierto donde sentarse a vérselas venir, protegerse de la lluvia o conversar con los vecinos. Sobre esta base, existen puertas de los más variadas, con hasta ocho pilares en dos filas, sin puerta o con dos puertas para los individuos, con una puerta grande de una sola hoja, etc.


Estas puertas suelen construirse con madera de roble, cuya tala debe coincidir con un ciclo de luna llena para ahuyentar las desgracias de la casa. Su transporte se realiza en martes, jueves o sábados, conocidos en rumano como “días dulces”, de modo que la madera se impregne de buena suerte. Bajo el tablón de madera que constituye el umbral, se entierran algunas monedas, incienso y agua bendita para “alejar las plagas”.


Para los campesinos de Maramureș, como en tantas otras culturas ancestrales, cruzar la puerta supone una cierta transfiguración, traspasar desde un mundo complejo y desordenado al universo pacífico y acogedor que constituyen la familia y el hogar. De este modo, estas puertas representan el intervalo que separa el exterior del espacio casi sagrado de la granja. Así como en otras regiones de Rumanía, la separación entre el lugar sagrado que constituye la iglesia y el espacio laico de la casa es nítida, en Maramureș muchas veces se confunde como un reflejo de la religiosidad de sus habitantes. Asimismo, muchas casas se orientan hacia el este, como las iglesias, celebran rituales de protección parecidos y se decoran con motivos similares.

Transilvania, una polémica interminable

Transilvania, una polémica interminable

Sobre los mapas, Transilvania perteneció a Hungría durante unos 1.000 años y, hace apenas 100, pasó a formar parte de Rumanía. La controversia entre ambas partes se mantiene desde entonces, por lo que creo que vale la pena repasar algunos de sus argumentos para ayudarnos a formar una idea propia de la situación.

En lo que a Transilvania se refiere, los rumanos se consideran los descendientes de las poblaciones geto-dacias romanizadas que habitaron la antigua provincia del Imperio Romano, cuyo idioma era el latín, y que posteriormente se eslavizaron parcialmente con la llegada de los pueblos de las estepas, constituyendo algo así como el sustrato etno-lingüístico del territorio. Por su parte, los húngaros provienen de las tribus magiares de lengua ugrofinesa que, dirigidas por Arpad, se instalaron en la Llanura Panónica, provenientes de una región entre los ríos Voga y Don, y que alcanzaron la zona de Transilvania a finales del siglo IX.


Los húngaros denominan Erdély a Transilvania

En la Gesta Hungarorum, crónica anónima escrita durante el reinado de Bela III de Hungría (1172 – 1196), se menciona la resistencia militar que los endebles voivodatos rumanos opusieron a los invasores, especialmente Gelu, denominado duque de los válacos. A pesar de ello, historiadores húngaros, basándose en algunos fragmentos en los textos del romano Flavio Vopisco sobre el reinado del emperador Aureliano, que ordenó la retirada de Dacia en el año 271, afirman que con la llegada de godos, hunos, gépidos y ávaros, las poblaciones geto-dacias fueron diezmadas, siendo sustituidos definitivamente en el siglo VI por los eslavos. Es decir, que cuando los húngaros llegaron a Transilvania, apenas existía una dispersa población de origen eslavo, así que en entre los siglos X y XIII, los reyes húngaros asentaron su conquista y enviaron a colonos sajones y sículos – o székelys, población de origen desconocido, pero de habla húngara - a defender la frontera oriental de su reino frente a invasiones de pueblos como cumanos, pechenegos y, más tarde, tártaros.

¿De dónde aparecieron entonces los rumanos? Pues, según la misma crónica anónima húngara, los válacos llegaron a Transilvania acompañando a sus rebaños de ovejas, a través de las rutas transhumantes, desde los Balcanes. Se asentaron en la región, hablando un bajo latín gracias a su prolongado sometimiento al imperio romano, y fueron aumentando su población hasta superar con creces el número de magiares, sículos y sajones.


Campesinos de Hodod, en Transilvania (George E. Hering, 1838)

Desde mi punto de vista, la verdad debe encontrar en algún punto intermedio. Posiblemente, tras la retirada aureliana, parte de la población dacio-romana emigró hacia el sur, más allá del Danubio, acogiéndose a la protección del Imperio (serían los posteriormente conocidos como arumanos, meglenorumanos e istriorumanos). El resto, permaneció en la antigua provincia de la Dacia, mezclándose más o menos con los distintos pueblos que fueron invadiendo progresivamente el territorio de la futura Rumanía, aunque conservando su idiosincrasia y, sobre todo, su lengua de origen latino (el historiador Nicolae Iorga introdujo la idea de la “retirada a los bosques” de los dacio-romanos en tiempos de las invasiones, de modo que evitaron disolverse con los conquistadores). Cuando llegaron a Transilvania a finales del siglo IX, los húngaros debieron encontrar una población mixta, con base dacio-romana, más o menos extensa que, probablemente, se fue incrementado con el paso de los siglos, también gracias a la inmigración de los pastores balcánicos con ancestros en aquellos territorios.

Sea como fuere, bajo el gobierno de los húngaros, Transilvania se convirtió en un voivodato con una cierta autonomía, incluso con una Dieta que, inicialmente acogió a representantes de la nobleza húngara, de los sajones, los sículos y la población rumana. Sin embargo, el rey húngaro Luis I (1342-1382) estableció un nuevo sistema que benefició a los católicos (húngaros, sajones y sículos) frente a los ortodoxos (rumanos), que se vieron progresivamente proscritos de los lugares de gobierno hasta ser expulsados definitivamente de la dieta. Su ostracismo se mantendría durante siglos hasta que, a finales del siglo XVIII, un grupo de intelectuales integrantes de la Escuela de Transilvania - Petru Maior, Samuil Micu-Klein y Georghe Sincai - enviaron un memorando al emperador Leopoldo II, solicitando los mismos derechos para los rumanos que para el resto de minorías transilvanas. Aquello fue el principio de un largo proceso hasta la soberanía rumana sobre Transilvania.

En un capítulo de su libro Entre los bosques y el agua – cuya lectura recomiendo encarecidamente a mis lectores -, el incansable viajero e historiador Patrick Leigh Fermor describe en pocas páginas los debates entre húngaros y rumanos sobre la “propiedad” de Transilvania. Durante el viaje que realizó por Rumanía a mediados de los años 30 del siglo pasado, Leigh Fermor se alojó en casas de amigos y parientes, casi todos terratenientes húngaros, que se lamentaban de la suerte de Transilvania tras ser cedida a Rumanía por el Tratado de Trianon (1920). A pesar de ello, también tuvo la oportunidad de trabar amistad con muchos rumanos, mayoritarios en la región, de quienes escuchó su versión del asunto. Al final, Leigh Fermor escribió: “Soy la única persona que conozco que tenga igual sentimiento de simpatía para con estos dos contrincantes en pie de guerra”. Confío en que, tras leerlo, acaben ustedes teniendo la misma sensación.

Un esquiador inesperado

Ocurrió hace un par de días en la estación de esquí de Predeal, cercana a la ciudad de Brașov, en Transilvania. Un esquiador madrugador se deslizaba en solitario por la pista llamada Clăbucet cuando un oso apareció entre los árboles y empezó a perseguirlo.

Otros esquiadores, que ascendían a la cima de la pista por el teleférico, empezaron a gritar para alertar al esquiador, que inicialmente no lo había visto, con frases como “¡Más rápido, más rápido! ¡Vamos, un oso te está persiguiendo!” o “¡Por Dios, no mires atrás!”.

Como se aprecia en el vídeo adjunto, el esquiador, aterrado, chillaba ante la cercanía del animal, tratando de no perder el equilibrio y, finalmente, se deshizo de su mochila para distraerlo. Cuando alcanzó la bolsa, el oso abandonó su persecución buscando comida en su interior. Poco después, volvió a perderse en el bosque.

¡Menudo susto!

¡Adiós a un superviviente!

¡Adiós a un superviviente!

El coronavirus se ha llevado a Iancu Ţucărman.

Iancu Ţucărman nació en Iași en octubre de 1922, en el seno de una sencilla familia judía muy creyente, propietaria de una tienda de comestibles en uno de los barrios hebreos de la ciudad. Durante su juventud, Iancu no se sintió distinto por su condición de judío, pues en la ciudad convivían etnias y religiones sin problemas, sin embargo, a partir del gobierno radical Goga-Cuza, establecido a finales de 1937, empezaron a publicarse decretos antisemitas en el país y el ambiente se enrareció rápidamente. Periódicos considerados judíos, como Adevărul o Dimineaţa, entre muchos otros, fueron cerrados, se produjeron numerosos despidos de judíos en agencias públicas, se despojó de nacionalidad rumana al 36 % de la población judía del país y se multiplicaron las agresiones y las persecuciones. Fue en uno de esos asaltos, a principios de 1939, cuando Ţucărman tomó conciencia de la situación.

Iancu Ţucărman, con sus padres y sus 3 hermanas, antes de la guerra

El 22 de junio de 1941, la Rumanía del Conducator Antonescu entró en la Segunda Guerra Mundial como aliada de la Alemania nazi y, sólo dos días después, los soviéticos bombardearon Iași. Las fuerzas antisemitas de la ciudad, legionarios, ultraderechistas cristianos y miembros del Ejército, desataron una campaña contra los judíos acusándolos de colaboracionistas. El día 26 de junio, las autoridades locales sugirieron que los cristianos pintasen cruces en las fachadas de sus casas y algunos judíos fueron detenidos para cavar grandes fosas en el cementerio hebreo. La noche del día 28 de junio de 1941, solo una semana después de la declaración de guerra, empezó el pogromo de la ciudad. En Iași, un tercio de la población, unas 45.000 personas, eran judíos.

Para algunos, la vida continuó tranquila en Iași tras el pogromo

Soldados alemanes y rumanos, acompañados de gendarmes y civiles empezaron a asesinar a la población judía y a saquear sus propiedades. Las calles empezaron a llenarse de cadáveres, mientras grupos de judíos, en general varones y adultos, eran detenidos y trasladados a la Comisaría Central. Allí se reunieron unas 5.000 personas y, a media tarde, las tropas alemanas y rumanas dispararon contra ellos indiscriminadamente. Más de 1.000 personas fueron exterminadas con el pretexto de ser judeo-comunistas. Poco tiempo después, las autoridades decidieron expulsar de la ciudad a los supervivientes, trasladándolos a la estación de ferrocarril, donde serían internados en dos trenes. Ţucărman y su padre fueron dos de los integrantes de la tristemente famosa expedición de los “trenes de la muerte”.

Uno de los dos trenes de la muerte, en una parada en Targu-Frumos

Encerrados en vagones atestados, sin ventilación ni agua en pleno verano, el viaje duró 6 agónicos días. Ţucărman describe un vagón infernal, con gente desnuda por el calor, chillando y llorando, enloquecida por la sed y el hambre, golpeándose unos a otros hasta la muerte, con el suelo repleto de cadáveres. Cuando llegaron a Podul Iloaiei, unas 2.600 personas habían muerto. En el pogromo de la ciudad perecieron entre 8.000 y 13.000 personas. Ţucărman y su padre sobrevivieron y, curiosamente, fueron devueltos a Iași sólo unos meses después. El resto de la guerra, ambos fueron obligados a realizar trabajos forzosos en la Central Eléctrica o retirando nieve en invierno.

Como el mismo afirmó en alguna ocasión, Ţucărman recibió con flores a las tropas soviéticas, pero junto al resto de la población rumana, tuvo que soportar el nuevo régimen totalitario hasta su violenta caída en 1989. Durante esos años, trabajó con pasión como ingeniero agrónomo y músico. Contó su terrible experiencia en los “trenes de la muerte” a quien quiso escucharlo, especialmente a los jóvenes. Toda su vida sirvió de ejemplo de resistencia, superación y, especialmente, de generosidad, pues siempre se comportó como un hombre bueno que supo perdonar, aunque su vida tras aquella terrible experiencia siempre estuvo azotada por una profunda tristeza.

¡Descanse en paz!

Encabezando esta entrada, una de las últimas apariciones públicas de Iancu Ţucărman, durante el homenaje que le realizó la Embajada de Estados Unidos el pasado mes de noviembre.

Nuevo gobierno de centroderecha en Rumanía

Nuevo gobierno de centroderecha en Rumanía

Tras un proceso electoral amenazado por la pandemia y con escasísima participación, el pasado 6 de diciembre se celebraron unas elecciones legislativas en Rumania que dieron como inesperado vencedor al socialista PSD, sin embargo, la formación de un tripartito de centroderecha, formado por el Partido Nacional Liberal (PNL), la coalición centrista USR-PLUS – con personajes reformadores como Nicușor Dan, Clotilde Armand, Dacian Cioloș o Vlad Voicolescu – y la Unión Democrática de los Magiares de Rumanía (UDMR), es decir, los nacionalistas húngaros, ha conseguido el apoyo suficiente para formar gobierno.

Acaba así, en principio, el período de inestabilidad del último año, gobernado en minoría por el PNL tras arrebatar el gobierno al PSD mediante una moción de censura. El PSD, que había gobernado entre 2017 y 2019, había dado sobradas muestras de su talante mafioso-totalitario en su polémica reforma judicial, muy criticada por Bruselas, cuya evidente intención era minimizar la separación de poderes y evitar el procesamiento por corrupción de sus dirigentes. Paralelamente, en un gesto tan populista como irresponsable, el PSD adoptó una subida generalizada de salarios públicos y pensiones que, si bien animaron el crecimiento económico, disparó el déficit público por encima del límite acordado por la UE.

No lo va a tener fácil el nuevo gobierno, formado el día 23 de diciembre y presidido por el liberal, Florin Cîțu (en la imagen, encabezando esta entrada). El PNL es un partido de claroscuros - tendrá 9 ministros - y los nacionalistas húngaros, con 3 ministros, venderán su apoyo a cambio de privilegios y con poco interés por el bien común (rumano, se entiende). Confío en que los 6 ministros que aportará al nuevo gobierno la coalición USR-PLUS, integrada por personas jóvenes, con experiencia en el sector privado y un férreo sentido de la ética, faciliten una administración eficiente que emprenda las reformas necesarias y ayude al desarrollo de Rumanía.