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Bucarestinos

El expatriado español y la comida

El expatriado español y la comida

Una de las conversaciones recurrentes entre los expatriados españoles es su añoranza por la gastronomía hispánica. El tema suele ser protagonista entre gente que se acaba de conocer pues el quorum está asegurado y la crítica a la cocina local, el enemigo común, une mucho (se tenga o no razón).

Pensaba hoy en ello mientras preparo unas patatas a la riojana con unos chorizos traídos desde Monforte de Lemos, en la provincia de Lugo. Los expatriados hacen auténticos malabarismos y obligan a sus parientes a hacerlos para importar una gran variedad de productos que les recuerdan a los sabores caseros.

Sin duda, los embutidos son las grandes estrellas. No que es que Rumanía no haya embutidos, sin embargo, ¡¿cómo van a competir los carnaţi afumaţi y el caşcaval con el chorizo ibérico o con el manchego?! Su facilidad de ocultación entre la ropa del equipaje de cualquier madre o hermano que viene de visita facilita su traspaso ilegal en la frontera rumana. Lógicamente, la inocente ilegalidad llena de orgullo a los delincuentes, sobre todo cuando ven su nevera repleta de jamón ibérico embasado al vacío, chorizo, fuet, manchego, cecina y tantos otros deliciosos manjares.

En nuestra mudanza vinieron cantidades ingentes de garbanzos, lentejas y judías pues como los de la Bañeza no hay otros, señora. También había vino, judías con rabo de toro, ventresca, olivas rellenas, pimientos del piquillo rellenos de codorniz, arroz con denominación de origen y varias cosas más. Sé de algunos que se hacen traer o se traen ellos mismos galletas María para untar en la leche de buena mañana y yo mismo extorsioné a una conocida que iba de vacaciones a Mallorca para que me trajese una ensaimada (cosa que hizo y que yo le agradeceré eternamente). Una mañana, en la oficina, me puse a preparar compulsivamente bocadillos de atún con olivas rellenas, achoas y pan crujiente para todos. ¡Así se desayuna en España!

A pesar de todo, una vez devorados los manjares, queda un regusto amargo, pues aún cocinados con el máximo cariño, los sabores se parecen pero no es lo mismo, oiga. Y es que como en casa, en ninguna parte.

Recuerdo que mi abuelo explicaba que, durante la Guerra Civil, su padre fue a visitarlo al frente y le llevó comida. En este sentido, para los parientes expatriarse es como vivir en el frente.

2 comentarios

AMA Gloria -

¡Cómo nos acordamos del abuelo!

AMA -

Todas las cosas nos hacen frecuperar el recuerdo del abuelo.